La
matanza de Gaza pone al régimen de Mubarak
en graves apuros
Por
Alberto Cruz (*)
CEPRID, 12/01/09
La matanza
israelí en Gaza ha sido posible por la aprobación de los
regímenes reaccionarios árabes, Egipto y Arabia Saudita,
principalmente, antes que por el apoyo occidental y
estadounidense con el que cuenta Israel (1). En este caso,
el orden de los factores sí es importante y la
responsabilidad primera hay que cargarla en los regímenes
reaccionarios árabes y no en los tradicionales aliados del
régimen sionista.
Egipto,
Arabia Saudita, Jordania y algunos países del Golfo han
venido sosteniendo, desde el triunfo de Hizbulá en la
guerra contra Israel en el verano de 2006, que había que
hacer todo lo posible por impedir que el avance de los
“factores no estatales” –léase Hizbulá y Hamás–
cuajase en el mundo árabe. Y como en la guerra de Líbano,
lo primero que hicieron cuando se produjo la agresión
sionista contra Gaza fue aplaudir. Luego, ante el curso de
la guerra, cada vez más desfavorable a los sionistas,
algunos comenzaron a replegar velas y a emitir cuidadosos
comentarios donde los malos (entonces Hizbulá, ahora Hamás)
ya no lo son tanto y se comienza a criticar la
“excesiva” matanza sionista.
De todos
ellos, es Egipto quien tiene el grado más alto de
culpabilidad. El 25 de diciembre, dos días antes de la
invasión de Gaza por los sionistas, la ministra de Asuntos
Exteriores de Israel, Tzipi Livni, realizó una visita a El
Cairo y se reunió con el presidente Hosni Mubarak. Allí
Livni anunció a Mubarak el ataque contra Gaza y recibió el
visto bueno de Mubarak (2) para una operación que sería
“rápida y quirúrgica” con la finalidad de derrocar a
Hamás y abrir el camino de regreso de Mahmoud Abbas y sus
hombres. Si hay que hacer caso de la prensa árabe –y en
este caso hay que creerlo, puesto que lo ocultan los
occidentales–, Livni le dijo a Mubarak que todo se habría
solucionado en tres días. Y parece que tienen razón porque
en ese tiempo, entre los días 27 y 30 de diciembre,
llegaron a Egipto –en concreto a la localidad de Al–Arish,
situada en el Sinaí– 400 miembros de las fuerzas de
seguridad palestinas partidarias de Abbas (3) al mando de
Mohammad Dahlan para hacerse cargo de la Franja tras lo que
esperaban fuese el rápido derrocamiento de Hamás.
Sin
embargo, lo que se había pintado como un camino de rosas se
convirtió en un camino empedrado. La inicial brutalidad
sionista no fue suficiente para derrocar a Hamás que, con
una táctica inteligente, ha logrado revertir el curso de la
batalla. Sólo por el hecho de resistir ya está logrando réditos
políticos –no tardará en cosecharlos el en ámbito
militar como continúe la agresión sionista y se inicie la
batalla urbana– y, al mismo tiempo, poniendo en serios
apuros no a los patrocinadores occidentales de los sionistas
sino a los regímenes reaccionarios árabes como relataba
con estupor un corresponsal estadounidense: “Un torrente
de ira popular está poniendo presión sobre los aliados de
América en el mundo árabe y parece empeorar las divisiones
en la región (…) Las mayores críticas se han dirigido a
Egipto, que es ampliamente visto [por la calle árabe] como
el principal ayudante de la campaña israelí” (4) y,
sobre todo, por no abrir el cruce de Rafah.
Es una
realidad. Mubarak, que había mantenido silencio ante la
agresión, tuvo que salir públicamente el día 2 de enero
–seis días después de su inicio– para “aclarar” la
posición de Egipto. Habló de que Gaza y Cisjordania “son
un solo país” y que el cruce de Rafah –la única
frontera de Gaza con un territorio no israelí– se abrirá
sólo en las condiciones de un acuerdo de 2005 –del que
Egipto no es signatario, curiosamente, y que al ser anterior
a las elecciones palestinas de 2006, ganadas de forma limpia
y democrática por Hamás, es ya antiguo puesto que
establece que dicho cruce fronterizo ha de estar vigilado
por fuerzas de la Autoridad Palestina, es decir, Abbas, y de
la Unión Europea– (5). Y, al mismo tiempo, destinó una
partida de 35 millones de dólares para iniciar una campaña
informativa en los medios de comunicación, egipcios y árabes,
para contrarrestar las críticas y “explicar” la postura
oficial. Pero ya era tarde.
Gaza está
provocando que el régimen de Mubarak se tambalee como nunca
hasta ahora lo había hecho. El día 29 de diciembre se
produjo un conato de rebelión en una academia de policía
con 6.000 alumnos cuando se les ordenó reforzar a los policías
del cruce de Rafah y se negaron, lo que ha supuesto el
arresto de varios mandos intermedios y policías (6). El día
30 de diciembre se comenzaron a hacer masivas las
manifestaciones de apoyo a los palestinos de Gaza –que han
continuado ininterrumpidamente– en localidades como Assiut,
Minya, Daqaliya, Fayoum y Alejandría (7), así como en las
universidades de El Cairo y Ain Shams. Los Hermanos
Musulmanes y la izquierda del Movimiento Kefaya (Basta) han
ido de la mano en ellas, reforzando una alianza tácita que
se viene produciendo desde antes de la guerra de Líbano en
2006.
El lema de
las manifestaciones ha sido doble. Por una parte, “Parar
el holocausto de Gaza”. Por otra, “Gaza, perdónanos”,
en referencia a la incapacidad del movimiento popular
egipcio para revertir la postura de su gobierno. Y mientras
se generalizan las manifestaciones, comienzan a aparecer las
amenazas armadas: Said Mohamed Anwar Sadat, sobrino del
anterior presidente del país –el hombre que firmó la paz
con Israel en 1979 y que murió en un atentado pocos años más
tarde– y portavoz de una campaña de protesta por la
postura de Mubarak en la matanza de Gaza, ha advertido públicamente
que la juventud egipcia está “muy enojada” con la
postura del gobierno y eso significa que no va a haber otra
opción que comenzar a realizar “acciones armadas contra
las instalaciones y líneas de suministro de gas a Israel”
(8). Además de las manifestaciones de apoyo a Gaza y en
contra de la matanza, hay en marcha una campaña popular
para exigir al gobierno egipcio el cese inmediato del
suministro de gas a Israel. El régimen egipcio y la entidad
sionista llegaron a un acuerdo en 2005 por el que Egipto
suministra a Israel siete millones de metros cúbicos de gas
natural a Israel a un precio inferior hasta en 12 veces del
que rige en el mercado internacional del gas (9). El gas
egipcio parte del oleoducto de la ciudad de El–Arish (en
el norte del Sinaí y muy cerca de la Franja de Gaza) y
llega hasta el puerto de Ashkelon, al norte de la Franja de
Gaza.
Il a souligné qu’il a envoyé au président égyptien Hosni Moubarak une
missive lui demandant un arrêt immédiat de la fourniture
du gaz à Israël afin de se conformer à une décision de
justice lui enjoignant de le faire et avant que la colère
du peuple n’explose. Tan delicada es la situación
para el régimen de Mubarak que esa ha sido una de las
razones por las que ahora aparece como uno de los adalides
de un plan, copatrocinado con Francia, para lograr un alto
el fuego que satisfaga a los sionistas y, en cierta medida,
a Hamás. En Egipto ya no se habla de derrocar a Hamás y el
lenguaje es mucho más suave. Tanto que Mubarak ha tenido
que ordenar a su ministro de Asuntos Exteriores que llame a
los embajadores de los países permanentes del Consejo de
Seguridad de la ONU para “expresar el malestar” egipcio
por la tardanza en aprobar una resolución de alto el fuego
(10). Desde luego, no se dio prisa en hacerlo: fue el día 4
de enero, nueve días después del inicio de la agresión
sionista.
Egipto
se difumina como mediador
La otra ha
sido el desvanecimiento del papel de Egipto como mediador,
incluso patrocinador, de acuerdos. Ya ocurrió el mes de
mayo de 2008, cuando los militantes de Hizbulá y sus
aliados del Frente de la Resistencia, se hicieron con el
control de Beirut en sólo cuatro días. No fue Egipto quien
patrocinó un acuerdo entre las partes, sino Qatar (11).
Ahora la situación es la misma.
Siria,
Qatar y Turquía están patrocinando un acuerdo de alto el
fuego que, al contrario que el que promueven Egipto y
Francia, sí cuenta con el visto bueno de Hamás. Dicho
acuerdo, del que no se informa en Occidente ni en los regímenes
árabes reaccionarios, establece cinco puntos: cese el fuego
por ambas partes, retirada inmediata israelí, vuelta a la
tregua firmada en junio de 2008 entre Hamás e Israel,
formación de un comité especial para abrir los cruces en
la Franja de Gaza y una conferencia internacional de
donantes para la reconstrucción de Gaza (12).
De hecho,
la matanza sionista de Gaza ha logrado dividir de forma ya
prácticamente irreversible el mundo árabe. Por una parte,
estarían Egipto, Irak, Jordania, Arabia Saudita, Marruecos,
Túnez, Kuwait, Bahrein, Omán, los Emiratos Árabes Unidos
y las fuerzas que apoyan a Mahmoud Abbas en Cisjordania. Por
otra, Siria, Líbano, Qatar, Yemen, Libia, Mauritania (pese
a que mantiene relaciones diplomáticas con Israel), Sudán,
Argelia, Yibuti, Somalia y las Islas Comores.
De estos países,
Argelia, Yemen y Qatar iniciaron su desmarque del otro
bloque en una reunión mantenida por la Liga Árabe en mayo
de 2008 para tratar la situación en Líbano tras la toma de
Beirut por Hizbulá y sus aliados e iniciaron su
acercamiento a Siria puesto que no estaban de acuerdo con el
mantra de los regímenes reaccionarios pro–occidentales árabes
sobre la interferencia iraní en la zona y la estrategia de
contención a la “expansión shíi”. La matanza de Gaza
hace difícil continuar con ello puesto que Hamás es suní,
pero ahora los regímenes reaccionarios hablan de que Hamás
se ha convertido en “un peón de Irán”.
Pero a esta
división hay que sumar la del mundo islámico no árabe.
Aquí merece la pena mencionar a Turquía. El que haya
aceptado patrocinar este plan alternativo que cuenta con el
visto bueno de Hamás indica que se resquebraja la alianza
estratégica que venía manteniendo con Israel y que algo
está cambiando entre los regímenes árabes e islámicos
considerados “moderados” y más cercanos a Israel y a
Occidente. Tras la matanza de Gaza ya nada será igual.
La
resistencia de los habitantes de Gaza, y la inteligente
estrategia de Hamás, ha cogido por sorpresa a los regímenes
reaccionarios árabes. Están obligados a dar la cara ante
sus pueblos puesto que de ello depende su supervivencia. Los
editoriales de la prensa árabe son muy claros al respecto,
aunque tal vez el análisis más acertado sea el del “The
Daily Star” libanés del pasado 9 de enero: “Gaza es la
punta del iceberg en término de peligro para los Estados árabes”
(13). Y apunta que “los agentes no estatales van a ganar
influencia [entre el pueblo árabe] a costa de unos
gobiernos desgraciados y de un inerte liderazgo árabe”.
Puede que
Hamás acepte el plan egipcio–francés o puede que no.
Dependerá de la correlación de fuerzas en el campo de
batalla y hasta ahora, a pesar de los muertos y heridos, no
es muy desfavorable a Hamás. En este caso, para el
movimiento político–militar palestino, resistir es
vencer. Y en los próximos días veremos quién resulta
definitivamente vencedor para los árabes: dependerá del
lugar donde se celebre la próxima cumbre y si en ella está
o no presente Hamás.
Notas:
(1)
Alberto Cruz, “La connivencia árabe con la matanza de
Gaza” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article355
(2)
Al–Akhbar (Líbano), 10 de enero de 2009.
(3)
As–Safir (Líbano), 4 de enero de 2009.
(4)
The New York Times, 3 de enero de 2009.
(5)
Haaretz (Israel), 3 de enero de 2009.
(6)
Sawt Al–Omah (Egipto), 30 de diciembre de 2008.
(7)
Al–Ahram (Egipto), 9 de enero de 2009.
(8)
Al Jazeera, 9 de enero de 2009.
(9)
Ibid.
(10)
Al–Ahram Weekly, 8–14 de enero de 2009.
(11)
Alberto Cruz, “Condoleezza Rice tenía razón: nace un
nuevo Oriente Medio” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article154
(12)
Al–Quds Al–Arabi (Gran Bretaña), 9 de enero de 2009.
(13)
The Daily Star, 9 de enero de 2009.
(*)
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor
especializado en Relaciones Internacionales. albercruz@eresmas.com
|