Carta
al presidente de Israel del nieto de una víctima del
Holocausto
“Borrad
el nombre de mi abuelo en Yad Vashem”
Por Jean–Moïse Braitberg (*)
Le Monde, 28/01/09
Aporrea, 30/01/09
Traducido
por Germán Leyens
Señor
presidente del Estado de Israel:
Le
escribo para que intervenga ante quien sea a fin que se
retire del Memorial de Yad Vashem dedicado a la memoria de
los víctimas judías del nazismo, el nombre de mi abuelo,
Moshe Braitberg, gaseado en Treblinka en 1943, así como los
de los demás miembros de mi familia muertos en deportación
en diferentes campos nazis durante la segunda guerra
mundial. Le demando que acceda a mi pedido, señor
presidente, porque lo que pasó en Gaza, y de modo más
general, la suerte dada al pueblo árabe de Palestina desde
hace sesenta años, descalifica a mis ojos a Israel como
centro de la memoria del mal hecho a los judíos y por lo
tanto a toda la humanidad.
Desde
mi infancia he vivido rodeado de sobrevivientes de los
campos de la muerte. He visto los números tatuados sobre
los brazos, he escuchado los relatos de las torturas; he
conocido los duelos imposibles y he compartido sus
pesadillas.
Era
preciso, me enseñaron, que esos crímenes no recomenzaran
jamás, que nunca más un hombre, por su pertenencia a una
etnia o a una religión desprecie a otro, que atropelle sus
derechos más elementales que son una vida digna en la
seguridad, la ausencia de barreras, y la luz, por lejana que
sea, de un porvenir de serenidad y prosperidad.
Pero,
señor presidente, observo que a pesar de algunas decenas de
resoluciones aprobadas por la comunidad internacional, a
pesar de los claros indicios de la injusticia cometida
contra el pueblo palestino desde 1948, a pesar de las
esperanzas nacidas en Oslo y a pesar del reconocimiento del
derecho de los judíos israelíes a vivir en paz y
seguridad, reafirmadas frecuentemente por la Autoridad
Palestina, las únicas respuestas aportadas por los
sucesivos gobiernos de su país han sido la violencia, el
derramamiento de sangre, el encierro, los incesantes
controles, la colonización, las expoliaciones.
Usted
me dirá, señor presidente, que es legítimo, para su país,
que se defienda contra los que lanzan cohetes contra Israel,
o contra los kamikazes que se llevan con ellos numerosas
vidas israelíes inocentes. A lo cual le responderé que mi
sentimiento de humanidad no varía según la ciudadanía de
las víctimas.
Al
contrario, señor presidente, usted dirige los destinos de
un país que no sólo dice representar a los judíos en su
conjunto, sino también la memoria de los que fueron víctimas
del nazismo. Es eso lo que me preocupa y me es insoportable.
Al conservar en el Memorial de Yad Vashem, en el corazón
del Estado judío, el nombre de mis parientes, vuestro
Estado tiene prisionera mi memoria familiar tras las
alambradas de púa del sionismo para que sean rehenes de una
así llamada autoridad moral que comete cada día la
abominación que es la negación de justicia.
Por
lo tanto, le ruego que retire el nombre de mi abuelo del
santuario dedicado a la crueldad cometida contra los judíos
para que no siga justificando la cometida contra los
palestinos.
Sírvase
aceptar, señor presidente, el testimonio de mi respetuosa
consideración.
(*)
Jean–Moïse Braitberg es escritor.
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