“Tanto
los palestinos como la opinión pública se mueven hacia una
solución con un estado, y esto, por supuesto, es el fin del
proyecto sionista”
Israel:
Crónica de un suicidio anunciado
Por
Immanuel Wallerstein (*)
Agence Global, 15/01/09
La Jornada, 07/02/09
Traducción de Ramón Vera Herrera
El Estado
de Israel proclamó su independencia a la medianoche del 15
de mayo de 1948. Naciones Unidas había votado establecer
dos estados en lo que había sido la Palestina bajo el
dominio británico. Se suponía que la ciudad de Jerusalén
habría de ser una zona internacional bajo la jurisdicción
de Naciones Unidas. La resolución de la ONU recibió mucho
respaldo, específicamente el de Estados Unidos y la Unión
Soviética. Todos los estados árabes votaron en contra.
En los 60 años
de su existencia, el Estado de Israel ha dependido para su
supervivencia y expansión de una estrategia general que
combina tres elementos: militarismo macho, alianzas geopolíticas
y relaciones públicas. El militarismo macho (lo que el
actual primer ministro Ehud Olmert llama el “puño de
hierro”) fue posible por el fervor nacionalista de los judíos
israelíes, y eventualmente (aunque no al principio) por el
muy fuerte respaldo de las comunidades judías de otras
partes del mundo.
Geopolíticamente,
Israel forjó primero una alianza con la Unión Soviética
(que fue breve pero crucial), luego con Francia (que duró
un poco más de tiempo y permitió a Israel convertirse en
una potencia nuclear) y finalmente (y lo más importante)
con Estados Unidos. Estos aliados, que también fueron
patrocinadores, ofrecieron sobre todo un apoyo militar al
proveerlo de armas. Pero también ofrecieron respaldo diplomático/político
y, en el caso de Estados Unidos, un considerable apoyo económico.
Las
relaciones públicas se dirigieron a obtener la simpatía de
una amplia franja de la opinión pública, que en los
primeros años tuvo como base el retrato de Israel como un
David pionero contra el retrógrado Goliath, y que en los últimos
40 años ha tenido como base la culpa y la compasión por el
masivo exterminio de los judíos europeos durante la Segunda
Guerra Mundial.
Todos estos
elementos de la estrategia israelí funcionaron muy bien
desde 1948 hasta los años 80. De hecho, se fueron haciendo
más efectivos. Pero en algún momento de los 80, el uso de
estas tres tácticas comenzó a ser contraproducente. Israel
ha entrado ahora en una fase de declive precipitado de su
estrategia. Puede ser muy tarde para que Israel persiga una
estrategia alternativa, en cuyo caso habrá cometido
suicidio geopolítico. Rastreemos cómo fue que
interactuaron los tres elementos de su estrategia, primero
durante su envión hacia arriba, luego durante el lento
declive del poder de Israel.
Durante los
primeros 25 años de su existencia, Israel se involucró en
cuatro guerras con los estados árabes. La primera fue en
1948–1949, para establecer el Estado judío. La declaración
israelí de un Estado independiente no coincidió con una
declaración palestina de establecer un Estado. En cambio,
un número de gobiernos árabes le declararon la guerra a
Israel. Inicialmente Israel estuvo en dificultades
militares. Sin embargo, los militares israelíes estaban
mejor entrenados que los de los países árabes, con la
excepción de Transjordania. Y, lo que es crucial,
obtuvieron armas de Checoslovaquia, que actuó como agente
de la Unión Soviética.
Para el
momento de la tregua en 1949, la disciplina de las fuerzas
israelíes combinada con armas checoslovacas permitió a los
israelíes ganar un territorio considerable no incluido en
las propuestas de partición de Naciones Unidas, incluido
Jerusalén occidental. Las otras áreas se incorporaron a
partir de los estados árabes circundantes. Un gran número
de árabes palestinos se fueron o los forzaron a abandonar
áreas bajo el control de los israelíes y se volvieron
refugiados en los países árabes circundantes, donde sus
descendientes viven hasta la fecha en gran medida. La tierra
que era de ellos fue arrebatada por los judíos israelíes.
La Unión
Soviética pronto abandonó a Israel. Esto probablemente se
debió principalmente a que sus líderes muy pronto
sintieron miedo del impacto que tendría la creación del
Estado en las actitudes de los judíos soviéticos, que
parecían demasiado entusiastas y que por tanto eran
potencialmente subversivos desde el punto de vista de Stalin.
A cambio, Israel dejó de lado cualquier simpatía hacia el
campo socialista con la guerra fría, y dejó claro su
ferviente deseo de ser considerado miembro pleno del mundo
occidental, política y culturalmente.
En ese
tiempo Francia se enfrentaba a los movimientos de liberación
nacional en sus tres colonias norafricanas, y vio a Israel
como un aliado útil. Esto fue especialmente cierto después
de que los argelinos lanzaron su guerra de independencia en
1954. Francia empezó a ayudar a Israel a armarse. En
particular, Francia, que desarrollaba sus propias armas
nucleares (contra los deseos estadounidenses), ayudó a
Israel a hacer lo mismo. En 1956, Israel se unió con
Francia y Gran Bretaña en una guerra contra Egipto.
Desafortunadamente para Israel, esta guerra se lanzó contra
la oposición de Estados Unidos, y Estados Unidos forzó a
las tres potencias a ponerle fin. Después de que Argelia se
independizara en 1962, Francia perdió interés en la conexión
israelí, que ahora interfería con sus intentos de renovar
relaciones más cercanas con los estados norafricanos que
ahora se habían vuelto independientes. Fue en este punto en
que Estados Unidos e Israel voltearon uno hacia el otro para
forjar vínculos cercanos. En 1967, estalló la guerra entre
Egipto e Israel, y otros estados árabes se unieron a
Egipto. En ésta, llamada la Guerra de los Seis días, por
primera vez Estados Unidos le brindó armamento militar a
Israel.
La victoria
israelí de 1967 cambió la situación básica en muchos
aspectos. Israel había ganado la guerra con facilidad,
ocupando todas aquellas partes del Mandato Británico de
Palestina que ya había ocupado antes, más la península
del Sinaí, de Egipto, y las Alturas del Golán, de Siria.
Jurídicamente, hubo ahora un Estado de Israel más los
territorios ocupados por Israel. Israel comenzó su política
de establecer asentamientos judíos en los territorios
ocupados.
La victoria
israelí transformó la actitud de los judíos en el mundo,
que ahora se despojaron de cualquier reserva que tuvieran
acerca de la creación del Estado de Israel. Se pusieron
orgullosos de sus logros y comenzaron a emprender campañas
políticas importantes en Estados Unidos y Europa occidental
para asegurarle respaldo político a Israel. La imagen de un
Israel pionero que ponía el énfasis en las virtudes de los
kibbutz fue abandonada en favor de un énfasis en el
Holocausto como la justificación básica para buscarle
respaldo mundial a Israel.
En 1973,
los estados árabes buscaron reajustar la situación en la
llamada guerra del Yom Kippur. De nuevo, esta vez, Israel
ganó la guerra con apoyo de Estados Unidos. La guerra de
1973 marcó el final del papel central de los estados árabes.
Israel pudo seguir buscando el reconocimiento de los estados
árabes, y eventualmente lo logró con Egipto y Jordania,
pero era muy tarde para que esto fuera una forma de
asegurarle la existencia a Israel.
A partir de
este punto, emergió un serio movimiento político palestino
árabe, la Organización de Liberación de Palestina (OLP),
que ahora se convirtió en el oponente clave de Israel, el
único con el que Israel necesitaba llegar a un trato. Por
mucho tiempo, Israel se rehusó a tratar con la OLP y con su
líder Yasser Arafat, y prefirió el puño de hierro. Y al
principio, obtuvo logros militares.
Los límites
de la política del puño de hierro se hicieron evidentes
por vez primera durante la primera intifada, un
levantamiento espontáneo de palestinos árabes dentro de
los territorios ocupados, que comenzó en 1987 y duró seis
años. Fueron dos los logros básicos de la intifada. Forzó
a los israelíes y a Estados Unidos a hablar con la OLP, un
largo proceso que condujo a los llamado Acuerdos de Oslo de
1993, que ayudaron a la creación de la Autoridad Palestina
en parte de los territorios ocupados.
En el largo
plazo los Acuerdos de Oslo fueron menos importantes geopolíticamente
que el impacto de la intifada en la opinión pública
mundial. Por vez primera, la imagen de David y Goliath
comenzó a invertirse. Por vez primera, comenzó a existir
un respaldo serio en el mundo occidental a la llamada solución
de los dos estados. Por vez primera, comenzó a haber una crítica
seria al puño de hierro de Israel y sus prácticas vis–a–vis
los palestinos árabes. Si Israel hubiera sido serio acerca
de la solución de dos estados basada en la llamada Línea
Verde –la línea de división al final de la guerra de
1948–1949– probablemente habría logrado un
asentamiento.
Sin
embargo, Israel siempre estaba un paso atrás. Cuando pudo
haber negociado con Nasser, no quiso. Cuando pudo haber
negociado con Arafat, no quiso. Cuando Arafat murió y lo
sucedió el ineficaz Mahmoud Abbas, el más militante
movimiento Hamas ganó las elecciones parlamentarias de
2006. Israel se negó a hablar con Hamas.
Ahora,
Israel ha invadido Gaza, buscando destruir a Hamas. Si lo
logra, ¿qué organización vendrá después? Y, como es lo
más probable, si no logra destruir a Hamas, ¿será posible
ahora una solución con dos estados? Tanto los palestinos
como la opinión pública se mueven hacia una solución con
un estado, y esto, por supuesto, es el fin del proyecto
sionista.
La
estrategia de tres elementos de Israel se está
descomponiendo. El puño de hierro ya no funciona, como no
funcionó para George W. Bush en Irak. ¿Se mantendrá firme
el vínculo con Estados Unidos? Lo dudo. ¿Continuará la
opinión pública mirando con simpatía a Israel? No lo
parece. ¿Puede Israel ahora cambiar a una estrategia
alternativa de negociar con los representantes militantes de
los palestinos árabes, como parte constituyente de Medio
Oriente y no como puesto de avanzada de Europa? Parece
bastante tarde para eso, y muy posiblemente sea demasiado
tarde. Por eso, la crónica de un suicidio anunciado.
(*)
Immanuel Wallerstein, sociólogo e historiador
estadounidense, continuador de la corriente iniciada por
Fernand Braudel, es ampliamente conocido por sus estudios
acerca de la génesis y transformaciones históricas del
capitalismo. Su monumental trabajo "El moderno sistema
mundial", cuyo primer tomo publicó en 1976, analiza el
desarrollo del capitalismo como "economía-mundo".
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