Sobre las elecciones israelíes
Adiós a la fantasía de la paz
Por Abdelbari Atuán (*)
Al Quds Al Arabi / Al–Fanar, 11/02/09
Traducción de Al–Fanar
Los primeros resultados de las elecciones israelíes
apuntan a la apurada victoria del partido Kadima liderado
por Tzipi Livni sobre su rival, el Likud, lo que vaticina la
posible formación de un gobierno de unidad porque
cualquiera de los dos partidos más votados va a tener
grandes dificultades a la hora de crear la coalición
necesaria para formar un gobierno que lidere en solitario y
tenga la confianza de la Knéset.
La situación de parálisis que han destapado los
resultados de las elecciones refleja la grave crisis que
vive el Estado hebreo en este momento y la incapacidad de su
elite política para sacarlo de esa crisis por la paz o por
la guerra.
Los programas electorales de los partidos que han
participado en estas elecciones eran similares, por no decir
coincidentes en no hacer a los árabes ninguna concesión en
las cuestiones más relevantes. Por ello ha competido el que
está a la derecha con el que está todavía más a la
derecha y por ello sólo habrá cambios marginales en
cuestiones secundarias, ni más ni menos.
No ha habido un bando de halcones y otro de palomas, ni un
bando de la izquierda y de la derecha como venía siendo el
caso en la mayoría de las anteriores elecciones, sino que
se han enfrentado dos alas del Likud, una de ellas disidente
(Kadima) y la otra que ha conservado su nombre histórico y
un programa más extremista.
El gobierno resultante de estas elecciones será un
gobierno débil a la hora de dar pasos positivos en el
camino hacia la paz, pero fuerte a la hora de iniciar nuevas
guerras en el sur (franja de Gaza) o en el norte (sur de Líbano)
o de bombardear el proyecto nuclear y las infraestructuras
iraníes. El control de la extrema derecha sobre la Knéset
y el gobierno a un mismo tiempo colocará obstáculos ante
el proceso de paz, impedirá las concesiones y apoyará
cualquier tendencia a la guerra.
Lo sabio es esperar a los resultados finales antes de
escribir sobre las elecciones israelíes generales
celebradas ayer para hacer un análisis más detallado y
objetivo. No obstante, la similitud de los programas
electorales y una competencia concentrada entre la derecha y
otra derecha más aún a la derecha nos obliga a afirmar que
proseguirán las políticas actuales con algunos cambios
leves en cuestiones marginales.
Las elecciones han sido una competición entre dos alas
del partido de extrema derecha Likud, y no entre la
izquierda y la derecha, o entre el bando de los halcones y
las palomas como en anteriores comicios. Kadima, liderado
por Tzipi Livni, ministra de Exteriores, nació en el seno
de la extrema derecha y tiene sus mismas ideas. La
divergencia no es una divergencia de programas, sino de
personas que compiten por el liderazgo, ya que los programas
coinciden en su hostilidad hacia los árabes e insisten en
no hacer ninguna concesión en cuestiones esenciales como la
Jerusalén ocupada, los asentamientos o los refugiados. Tal
vez no exageremos al decir que la victoria del Likud, con su
versión original liderada por Netanyahu, tal vez sea mejor
para nosotros como árabes y para el mundo entero que la
victoria de la «imagen» o de la versión «falsa» que
representa el partido Kadima, un partido para el que muchos
árabes, y especialmente la Autoridad Palestina en Ramalá,
desean la victoria y que forme el próximo gobierno de
Israel. Porque la victoria de Kadima significa que los árabes,
o algunos árabes, seguirán colgados de los hilos de la
fantasía.
Debemos tener presente que aún no se ha secado la sangre
de los niños de la franja de Gaza que murieron mártires en
la última guerra que puso en marcha el gobierno de Kadima.
Debemos recordar que el proceso de paz que se inició hace
dos años y medio lideradazo por el dúo Olmert–Livni no
se ha movido ni ha avanzado un milímetro, por no decir que
ha dado marcha atrás.
La victoria de Netanyahu, de hacerse realidad, tal vez sea
más útil para los árabes y los musulmanes a largo plazo
porque pondrá en evidencia la naturaleza del pueblo israelí,
una naturaleza hostil, de derechas, racista, radical, que
rechaza la paz y la convivencia según las premisas de la
comunidad internacional y las resoluciones de su sistema. Su
victoria podría hacer realidad un milagro si consigue que
el bando palestino se una de nuevo y que quienes apuestan
por el proceso de paz sean conscientes de que ha llegado el
momento de retomar todas sus disparatadas opciones previas,
lo que implica la necesidad de hacer una revisión global
que incluya la autocrítica y la búsqueda de una estrategia
nueva que no descarte ninguna opción, incluida la reanudación
de la resistencia en todas sus formas.
Incluso la victoria del partido Israel Beiteinu, liderado
por el racista y extremista Avigdor Lieberman, con un gran número
de escaños que supere los obtenidos por el Partido
Laborista podría ser útil a los árabes dentro de los
territorios ocupados y fuera de ellos, porque los despertará
de su profundo letargo, de ese soñar despiertos en el que
han vivido en los últimos veinte años aproximadamente,
durante los que se han convertido en evangelizadores de la
paz dispuestos a normalizar relaciones con Israel y a hacer
de inmediato todas las concesiones que se les pidan.
Leiberman, que amenazó con bombardear la presa de Asuán
en Egipto para ahogar a su pueblo, y con borrar a Gaza del
mapa y expulsar a los árabes de los territorios ocupados en
1948; que insultó al presidente Mubarak de una forma
racista y altiva acusándole de estar implicado en los túneles
de Rafah y en el contrabando de armas a través de éstos
diciéndole que «se fuera al infierno»; que es candidato a
la cartera de Defensa en el próximo gobierno israelí, esté
presidido por Netanyahu o por Livni; tal vez él lleve a los
árabes «moderados y opositores», todos juntos, a dar el
tiro de gracia a la iniciativa de paz árabe, después de
pudrirse en la UCI en la que vive desde su lanzamiento hace
al menos siete años.
El próximo gobierno israelí tal vez sea para los israelíes
una «copia mejorada» del actual gobierno al ser más
extremista, al cambiar de caras que no de políticas ni de
principios. No nos sorprendería que llegara un «gobierno
de guerra» que termine lo que empezó el anterior en la
franja de Gaza y no concluyó en el sur de Líbano en un
intento por depurar a la resistencia y hacer prosternarse al
mundo árabe imponiendo el verdadero proyecto israelí, es
decir, «la paz a cambio de la paz».
La calle israelí está sedienta de muerte y sangre. Como
prueba de ello, el espaldarazo de una mayoría aplastante a
la guerra de Gaza, su falta de arrepentimiento ante las
matanzas cometidas y su incitación a otra guerra contra Irán
para destruir su programa nuclear aunque ello suponga
sumergir al mundo entero en un baño de sangre.
El proyecto israelí vive un estado de confusión sin
precedentes lo que ha tenido un claro reflejo en las últimas
elecciones. Los israelíes están poseídos por el miedo y
por ello huyen hacia las guerras y apoyan a los caudillos
militares y a los líderes políticos que les venden
extremismo, sin ser conscientes al mismo tiempo que la mayoría
de sus últimas guerras, incluida la de Gaza, no les han
dado la victoria. Perdieron en la última de las guerras
tradicionales en 1973, no han ganado en ninguna guerra o
ataque (en Líbano dos veces, en 1982 y en 2006) y se han
visto obligados a retirarse de forma unilateral cuatro veces
(dos veces en Líbano y dos veces en Gaza) sin conseguir
acuerdos de paz según sus condiciones.
Desafortunadamente, los israelíes tienen la suerte de que
los líderes árabes sean corruptos y resignados, de que
gocen con su impotencia artificial, de que estén callados
por el nudo del miedo, como ellos. Pero su suerte no durará
mucho, como la suerte del jugador que rápidamente se
desgasta y se destruye con pérdidas aplastantes. Los israelíes
no van a ser una excepción.
(*) Abdelbari Atuán es director del periódico en lengua árabe
Al Quds Al Arabi, editado desde 1978 en Londres y que se
considera el periódico árabe más vendido en Europa.
Los israelíes aterrorizados se hunden en
la derecha
extremista
Por Leila Mazboudi (*)
Al–Manar, Beirut, 10/02/09
Kaos en la Red, 15/02/09
La ‘libermanía’ es la palabra acuñada por un
analista israelí para describir el estado de ánimo de los
israelíes que se inclinan cada vez más a la derecha y,
sobre todo, hacia la del ultranacionalista Avigdor Libermann.
En efecto, la novedad de estas 18ª elecciones israelíes es
el ascenso del partido de este político de origen ruso, el
“Israel Beitenu” (Israel nuestra casa), que tiene todas
las de ganar el tercer puesto [1], con lo que desplazaría
al viejo partido Laborista, que pierde fuerza a pesar de ser
uno de los principales partidos desde la creación sionista.
Hay que decir que la irrupción política de este partido
es ya un hecho. Una vez que haya obtenido los diez escaños
* que se le asignan [en las encuestas], será el que
inclinará la balanza a favor de Benjamín Neanyahu, el jefe
del Likud, o de Tsipi Livni, la jefe de Kadima, ambos
empatados en los sondeos. Los observadores prevén que optará
por el primero, pero que se retrasará en declararlo con el
fin de conseguir los mejores puestos ministeriales. Entre la
explicaciones más corrientes de este viraje hacia la
derecha de los israelíes está el odio recrecido hacia los
árabes sobre todo después de la guerra de Gaza. El
desparpajo de Libermann que dice en voz alta lo que los
otros líderes dicen por lo bajo, le habría supuesto la
admiración de muchos de ellos. Hasta en el eslogan de su
campaña electoral : “Sin lealtad, no hay ciudadanía”.
Según el analista del diario israelí Haaretz, Alov Ben,
Libermann habría llenado el vacío dejado por sus rivales
del Likud, de Kadima y del partido Laborista que optaron por
un discurso más nebuloso. Y concluye que es el lado
gamberro de este tipo, conocido entre otras cosas por sus
rifirrafes con la justicia israelí, lo que habría
complacido a los electores israelíes que sienten cada vez más
odio hacia los árabes.
Un odio que no es sino la otra cara del miedo, es decir,
“la obsesión que la sociedad israelí siente cada vez más
hacia los árabes” según el pronóstico del analista político
del diario israelí Yediot Aharonot, Nahum Berniah. Éste ve en
Libermann un espantajo que los israelíes angustiados
quieren poner en la escena política con la esperanza de que
“los árabes a su vista cojan miedo como pájaros”.
Según este curtido analista, la campaña electoral es [ha
sido] la más virada a
la derecha de la historia de Israel. El discurso ha sido el
más extremista, y no solamente en los ambientes de la
derecha, sino también en los del centro, Kadima, y en los
de la izquierda, Laborista. Ninguno de los dos deja de
exhibir sus cualidades belicosas. Mientras que Livni no cesa
de recordar que tiene en su haber el desencadenamiento de la
última guerra, Barak reprocha a Libermann de nunca haber
manejado un arma ni disparado contra los árabes como él lo
ha hecho en varias ocasiones.
Al desplazarse a la derecha, los israelíes quieren
advertir a los árabes de que ellos también pueden
”romper los cacharros”. Libermann sería así “la
tarjeta amarilla mostrada a los árabes, y no la roja, pues
todo el mundo sabe muy bien que no es Libermann el que nos
librará de nuestro miedo endémico a los árabes de Israel,
pero que está en una posición muy buena y muy seria para
amenazarles”, según la experta en cuestiones políticas
del Yadiot Aharonot, Sima Kedmone.
Por su parte el
escritor israelí Nir Bréame estima que la última campaña
electoral ha permitido mostrar el dogma etno–judaico en su
rostro más feo; para él, tanto el partido Laborista como
Kadima son tan racistas como el jefe del ‘Israel Beitenu’,
es decir, que son “tan Libermann como Libermann”.
En cuanto a la periodista Abirma Golani, ha concluido que
“el extremismo que suele ser el último refugio de los
hijosdeputa, se convierte en el último refugio de los
aterrorizados por el porvenir cuyo miedo y odio a los árabes
les empuja a los polos de fuerza que representa Avigdor
Libermann”
(*) Leila Mazboudi es redactora en jefe de la
televisión Al Manar, la emisora de Hezbollah. Se crió en
Francia, pero finalizó sus estudios de periodismo en
Beirut. La TV Al Manar fue uno de los primeros blancos de la
aviación israelí durante la guerra de 2006.
1.– Según últimas noticias, así ha sucedido con sus
15 escaños, después del Lukud con 27 y de Kadima con 28 y
más que el Laborista que sólo obtuvo 13. (N. del T.)
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