El
silencio mentiroso de los que saben
El
Holocausto negado
Por
John Pilger (*)
Znet, febrero 2009
Traducido por Miguel Montes Bajo
Revisado por Carlos F. Diez S.
"Cuando
la verdad es reemplazada por el silencio", dijo el
disidente soviético Yevgeny Yevtushenko, "el silencio
es una mentira". Puede parecer que se ha roto el
silencio en Gaza. Las mortajas verdes de los niños
asesinados, junto con las cajas que contienen a sus padres
desmembrados y los gritos de dolor y rabia de todos en ese
campo de muerte junto al mar pueden verse en Al–Jazeera y
YouTube, incluso vislumbrarse en la BBC. Pero el
incorregible poeta ruso no se refería a eso tan efímero
que llamamos noticias, estaba preguntándose por qué los
que conocen el porqué nunca lo dicen y, por tanto, lo
niegan. Entre la intelectualidad angloamericana, esto es
especialmente notable. Son ellos los que guardan las llaves
de los grandes tesoros del conocimiento: las historiografías
y archivos que nos llevan al porqué.
Ellos saben
que el horror que hoy cae sobre Gaza tiene poco que ver con
Hamas o, como dicen absurdamente, con "el derecho a
existir de Israel". Saben que lo que es cierto es lo
opuesto: que el derecho de Palestina a existir fue cancelado
hace 61 años, que la expulsión y, en caso de ser
necesario, extinción de la población nativa fue planeada y
ejecutada por los fundadores de Israel.
Saben, por
ejemplo, que el infame "Plan D" resultó en la
criminal despoblación de 369 pueblos y ciudades palestinas
a manos de la Haganah (ejército judío) y que las sucesivas
masacres de civiles palestinos en lugares como Deir Yassin,
al–Dawayima, Eilaboun, Jish, Ramala y Lydda aparecen en
los registros oficiales como "limpieza étnica".
Al llegar a
la escena de esta carnicería, el general Yigal Allon
preguntó al primero de los primeros ministros israelíes,
David Ben–Gurion: "¿Qué hacemos con los árabes?"
Ben Gurion, según nos informa el historiador israelí Beny
Morris, "hizo un gesto desdeñoso pero enérgico con su
mano y dijo: 'Expúlsalos'". La orden de expulsar a una
población entera, "sin importar la edad", fue
firmada por Yitzak Rabin, un futuro primer ministro
promovido por la propaganda más eficiente del mundo como un
hombre de paz.
La terrible
ironía de todo esto llamo la atención sólo de pasada,
como cuando el colíder del Partido Mapan, Meir Ya'ari señaló
"cuán fácilmente" los líderes israelíes
hablaban de como era "posible y permisible coger
mujeres, niños y personas mayores y llenar con ellos las
carreteras, porque ése es el imperativo de la estrategia.
quienes recordamos quién utilizó estos medios en contra de
nuestro pueblo durante la [Segunda] Guerra. estamos
horrorizados".
Cada
"guerra" que Israel ha llevado a cabo ha tenido el
mismo objetivo: la expulsión de la población nativa y el
robo de mes y más tierra. La mentira de David y Goliat, de
la víctima perenne, alcanzó su apogeo en 1967 cuando la
propaganda se convirtió en una furia justificada que
alegaba que los estados árabes habían golpeado primero.
Desde entonces, gente que dice la verdad, principalmente judíos,
como Avi Schlaim, Noam Chomsky, la difunta Tanya Reinhart,
Neve Gordon, Tom Segev, Yuri Avneri, Ilan Pappe y Norman
Filkenstein han desmentido estos y otros mitos y han
revelado un estado que carece ya de todas las humanas
tradiciones del judaísmo, cuyo implacable militarismo es el
resultado de una ideología expansionista, sin leyes y
racista, llamada sionismo. "Parece", escribió el
historiador israelí? Ilan Pappe, el 2 de enero, "que
incluso los más horrendos crímenes, como el genocidio de
Gaza, son tratados como eventos de violencia ajenos a
cualquier cosa que haya sucedido en el pasado y sin relación
con ideología o sistema alguno. De un modo muy parecido a cómo
la ideología del Apartheid explicaba las políticas
opresivas del gobierno sudafricano, esta ideología – en
su versión más consensuada y simple – ha permitido a
todos los gobiernos israelíes del pasado y del presente
deshumanizar a los palestinos donde quiera que estén y ha
intentado destruirlos a toda costa. Los medios para lograrlo
han cambiado de período en período, de lugar en lugar,
como lo ha hecho la narrativa que encubría estas
atrocidades. Pero hay un patrón claro [de genocidio]".
En Gaza, la
inanición forzada y la negativa a proveer de ayuda
humanitaria, el saqueo de recursos básicos como el
combustible y el agua, la negativa a proveer de medicinas y
tratamientos, la destrucción sistemática de la
infraestructura y el asesinato y mutilación de la población
civil, el 50% de los cuales son niños, se ajusta a los
criterios internacionales de la Convención sobre Genocidio.
"¿Es una exageración irresponsable", preguntó
Richard Falk, relator especial de las Naciones Unidas sobre
Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados y
autoridad en Derecho Internacional en la Universidad de
Princeton, "asociar el trato que reciben los palestinos
con este criminalizado registro Nazi de atrocidad colectiva?
Yo creo que no".
Al
describir un "holocausto en ciernes", Falk aludía
al establecimiento de guetos judíos por parte de los Nazis
en Polonia. Durante un mes, en 1943, los judíos polacos
cautivos, dirigidos por Mordechaj Anielewiz, repelieron al
ejército alemán y a las SS, pero su resistencia fue
aplastada y los Nazis finalmente se vengaron. Falk también
es judío. El holocausto en ciernes, que comenzó? con el
Plan D de Ben Gurion, está en sus últimas fases. La
diferencia hoy es que es un proyecto conjunto entre EE. UU.
e Israel. Los cazabombarderos F–16, las bombas
"inteligentes" de 250 libras GBU–39,
proporcionadas la víspera del ataque a Gaza, aprobadas por
un Congreso dominado por el Partido Demócrata, más los
2.400 millones de dólares anuales en "ayuda" para
hacer la guerra le dan a Washington un control de facto.
Cuesta creer que el presidente electo Obama no estuviera
informado. Al hablar abiertamente sobre la guerra de Rusia
en Georgia y el terrorismo en Bombay, el silencio de Obama
sobre Palestina indica su aprobación, que es de esperar,
dado su servilismo hacia el régimen de Tel Aviv y sus
grupos de presión durante la campaña presidencial y qué
decir del nombramiento de sionistas como su secretaria de
Estado, jefe del Estado Mayor y los principales consejeros
sobre Oriente Medio. Cuando Aretha Franklin cante Think, su
maravilloso himno a la libertad de los 60, en la investidura
de Obama como presidente, el 21 de enero, confió en que
alguien con un corazón valiente como el de Muntadar al–Zaidi,
el lanzador de zapatos, gritará: "Gaza".
La asimetría
entre conquista y terror es clara. El Plan D es ahora la
"Operación Plomo Fundido", que a su vez es la
"Operación Venganza Justificada". Esta última la
llevó a cabo el Primer Ministro Ariel Sharon en 2001
cuando, con la aprobación de Bush, utilizó los F–16
contra los pueblos y ciudades palestinos por primera vez. El
mismo año, el acreditado informe Jane's Foreign Report
revelo que el gobierno de Blair había dado a Israel
"luz verde" para atacar Cisjordania después de
que se le mostraron las intenciones secretas israelíes de
llevar a cabo un baño de sangre. Es algo típico del Nuevo
Partido Laborista su permanente y vergonzante complicidad en
la agonía de Palestina. Sin embargo, el plan de Israel de
2001, según Jane's, necesitaba como "detonante"
un atentado suicida que causara "numerosos muertos y
heridos [porque] el factor 'venganza' es crucial". Esto
"motivaría a los soldados israelíes a aplastar a los
palestinos". Lo que alarmó a Sharon y al autor del
plan, el general Shaul Mofaz, jefe del Estado Mayor israelí,
fue un acuerdo secreto entre Yasir Arafat y Hamas para
prohibir los ataques suicidas. El 23 de noviembre de 2001,
agentes israelíes asesinaban al líder de Hamas, Mahmud Abu
Hunud, y obtuvieron su "detonante": la reanudación
de los ataques suicidas en respuesta a este asesinato.
Algo
curiosamente similar ocurrió el pasado 5 de noviembre,
cuando las fuerzas especiales israelíes atacaron Gaza,
asesinando a seis personas. De nuevo, consiguieron su
"detonante" propagandístico. Un alto el fuego
iniciado y sostenido por el gobierno de Hamas – que
incluso encarcelaba a quienes lo violaban – fue hecho añicos
por el ataque israelí y los cohetes caseros se dispararon
contra lo que solía ser Palestina antes de que sus
ocupantes árabes fueran "barridos". Después, el
23 de diciembre, Hamas ofreció renovar el alto el fuego.
Pero la farsa de Israel era tal, que su asalto máximo sobre
Gaza ya estaba planeado desde hacía seis meses antes, de
acuerdo con el diario israelí Ha'aretz.
Detrás de
este sórdido juego está el "Plan Dagan", que
toma su nombre del general Meir Dagan, quien participó, con
Sharon al mando, en la sangrienta invasión del Líbano de
1982. Actualmente jefe del Mossad, el organismo de
inteligencia israelí, Dagan es el autor de una "solución"
que ha visto el encarcelamiento de los palestinos en un
gueto por un muro que serpentea a través de Cisjordania y
Gaza, creando, de facto, un verdadero campo de concentración.
El establecimiento de un gobierno colaboracionista en Ramala
bajo Mohammed Abbas es un logro de Dagan, junto con una
campaña de hasbara (propaganda) transmitida por unos
postrados, intimidados, medios occidentales, notablemente en
EE. UU., que dice que Hamas es una organización terrorista
dedicada a la destrucción de Israel y a la que hay que
"culpar" de las masacres y el asedio de su propio
pueblo durante dos generaciones, mucho antes de su creación.
"Nunca habíamos estado en tan buena situación",
dijo el portavoz del Ministro de Exteriores israelí, Gideon
Meir, en 2006. "Como resultado, la hasbara es ahora una
máquina bien engrasada".
De hecho,
la auténtica amenaza de Hamas es su ejemplo, como el único
gobierno democráticamente elegido del mundo árabe, popular
por su resistencia frente a los opresores y atormentadores
de los palestinos. Esto quedó demostrado cuando Hamas
desbarato un golpe de la CIA en 2007, un evento descrito en
los medios occidentales como "la toma del poder de
Hamas". Del mismo modo, nunca se describe a Hamas como
un gobierno, mucho menos como un gobierno democrático.
Tampoco se habla de su propuesta de una tregua de diez años
como un reconocimiento histórico de la "realidad"
de Israel y su apoyo a una solución con dos estados, con
una sola condición: que los israelíes obedezcan la ley
internacional y finalicen su ocupación ilegal de
territorios más allá de las fronteras de 1967. Como se
demuestra cada año en la votación en la Asamblea General
de la ONU, el 99% de la humanidad está de acuerdo. El 4 de
enero, el presidente de la Asamblea General, Miguel d'Escoto,
describió el ataque israelí sobre Gaza como una
"monstruosidad".
Cuando la
monstruosidad está hecha y la población de Gaza está aún
más dañada, el Plan Dagan contempla lo que Sharon llamaba
una "solución al estilo 1948": la destrucción de
todo liderazgo y autoridad palestina, seguido de expulsiones
masivas en "acantonamientos" cada vez más pequeños
hasta llegar, quizá, finalmente, hasta Jordania. Esta
destrucción de la vida institucional y educativa en Gaza
está diseñada para producir, escribió Karma Nablusi, un
exilio palestino en Gran Bretaña, "una visión
Hobessiana de una sociedad anárquica, truncada, violenta,
sin poder, destruida, intimidada. Hay que ver lo que sucede
en Irak hoy en día: eso es lo que [Sharon] tenia previsto
para nosotros y casi lo ha conseguido".
La Dra.
Dalia Wasfi es una escritora estadounidense dedicada a
Palestina. Su madre es judía y su padre es un musulmán
iraquí. "Negar el Holocausto es antisemita",
escribió el 31 de diciembre, "pero no estoy hablando
de la Segunda Guerra Mundial, Mahmoud Ahmadinejad (el
presidente de Irán) o los judíos askenazis. A lo que me
refiero es al holocausto de que estamos siendo todos
testigos y responsables en Gaza hoy y en Palestina durante
los últimos 60 años. Ya que los árabes son semitas, la
política de EE. UU. e Israel no puede ser más antisemita
que esto". Citó a Rachel Corrie, la joven
estadounidense que fue a Palestina a defender a los
palestinos y fue aplastada por una excavadora israelí.
"Estoy en medio de un genocidio", escribió Corrie,
"que estoy apoyando indirectamente y por el que mi
gobierno es responsable en gran medida".
Al leer las
palabras de ambas, me llama la atención el uso que dan a la
palabra "responsabilidad". Romper la mentira del
silencio no es una abstracción esotérica sino una
responsabilidad urgente que recae sobre aquellos con el
privilegio de una plataforma. Con la BBC intimidada, como
buena parte del periodismo, se permite solamente un vigoroso
debate dentro de unas fronteras inamovibles e invisibles,
siempre temerosos de la mancha del antisemitismo. Las
noticias sin difundir, mientras tanto, son que el número de
muertos en Gaza es equivalente a 18.000 muertos en Gran
Bretaña. Imagínenlo, si pueden.
Después,
están los académicos, los decanos, los profesores y los
investigadores. ¿Por qué guardan silencio mientras ven
como se bombardea una universidad y escuchan a la Asociación
de Profesores de la Universidad de Gaza suplicando ayuda?.
¿Es que las universidades británicas de hoy, como cree
Terry Eagleton, no son más que "Tescos" [cadena
británica de supermercados, N. del T.] intelectuales, que
producen en masa una mercancía conocida como graduados, en
lugar de verduras?
Luego están
los escritores. En el oscuro año de 1939, se celebró el
Tercer Congreso de Escritores en el Carnegie Hall de Nueva
York y los Thomas Mann y los Albert Einstein enviaron
mensajes y hablaron bien alto para asegurarse de que la
mentira del silencio se rompía. Según testimonios, 3.500
personas abarrotaban el auditorio y no se dejó entrar a más
de mil. Hoy se dice que esta poderosa voz de realismo y
moralidad está obsoleta, las páginas de reseña literaria
aparentan un irónico desdén de irrelevancia, el falso
simbolismo lo es todo. Y en cuanto a los lectores, hay que
apaciguar su imaginación política, no encauzarla. El
antimusulmán Martin Amis expresó esto muy bien en Visiting
Mrs. Nabokov: "El dominio de uno mismo no es un
defecto, es una característica evolutiva, as? es tal y como
son las cosas".
Si así es
tal y como son las cosas, nos vemos disminuidos como
sociedad civilizada. Porque lo que ocurre en Gaza es el
momento definitorio de nuestro tiempo, cuando o bien la
inmunidad de nuestro silencio garantizará la impunidad de
los criminales de guerra, mientras retorcemos nuestro propio
intelecto y moralidad, o bien nos dará la oportunidad de
expresar nuestras opiniones. Por el momento, prefiero mi
propio recuerdo de Gaza: la valentía de un pueblo, su
resistencia, su "luminosa humanidad", como lo
describiera Karma Nabulsi. En mi último viaje allí, tuve
el honor de presenciar un espectáculo de banderas
palestinas ondeando en los lugares más inverosímiles. Era
el atardecer y los niños las habían puesto. Nadie les había
dicho que lo hicieran. Hicieron los mástiles con palos
atados juntos y unos cuantos escalaron un muro y sostuvieron
la bandera entre ellos, algunos en silencio, otros llorando.
Hacen esto todos los días cuando saben que hay extranjeros
que se van, con la esperanza de que el mundo no los olvide.
(*)
John Pilger es un famoso periodista australiano que
actualmente reside en Londres. Distinguido dos veces como
Periodista del Año en Inglaterra, recibió el Premio de la
Paz a los Medios de la Asociación de la ONU. Fue
corresponsal de guerra en Vietnam, Camboya, Egipto, India,
Bangladesh y Biafra. Escribe para diversas publicaciones de
Europa y Estados Unidos.
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