Ha llegado nuestro momento sudafricano
Por Omar Barghouti (*)
The Palestine Chronicle, 18/03/09
Tlaxcala, 24/03/09
Traducido por Beatriz Morales Bastos
Introducción
Mientras Israel gira continuamente hacia una derecha fanática y racista,
tal como han demostrado los resultados de las últimas
elecciones parlamentarias, los palestinos que están bajo su
control son tratados cada vez peor por sus cada vez más
dura políticas coloniales y de apartheid, diseñadas para
echarlos de su patria con el objetivo de hacer una profecía
de autocumplimiento a partir de la vieja mentira sionista de
“una tierra sin pueblo”.
De forma paralela, según muchos indicadores la sociedad civil internacional
está llegando a un momento decisivo en su percepción de
Israel como un Estado paria que actúa por encima de la ley
de las naciones y, en consecuencia, también en su acción
efectiva para penalizarlo y aislarlo como hizo con el
apartheid sudafricano.
Las comunidades palestinas de Jerusalén, Jaffa, Hebrón, el valle de Jordán
y el Naqab (Negev), entre otras, han estado sometidas
recientemente a algunas de las peores y continuas campañas
israelíes de limpieza étnica con el objetivo de
“judaizar” su espacio. Qalqilya está asfixiada por el
Muro del apartheid que la rodea por todas partes, mientras
que Nablus está sometida a un constante asedio. Hace unos
meses la comunidad palestina de Acre fue brutalmente atacada
por judíos fundamentalistas y xenófobos en uno de los
peores pogromos de los que han sido testigo los palestinos
de Israel.
Gaza sigue destacando hoy como una prueba de nuestra humanidad común y
nuestra indispensable moralidad. Un minucioso análisis del
papel desempeñado por occidente y por algunos gobiernos árabes
en relación a la criminal guerra de agresión de Israel
contra Gaza demostrará un rotundo fracaso en ambos. Durante
todo el atroz ataque, el occidente oficial junto con los
gobiernos de Egipto, Arabia Saudí, la Autoridad Palestina
de Ramala y los dirigentes de la ONU [1] fueron cómplices
voluntarios de las graves violaciones por parte de Israel
del derecho internacional y de los derechos humanos
fundamentales.
En unas palabras que pueden ser utilizadas con bastante corrección para
describir a Israel, Robert Kagan, un destacado ideólogo
neo–conservador, justifica las tendencias hegemónicas
como una prerrogativa de los más poderosos [2]:
“Estados Unidos permanece envuelto en la historia y ejerce su poder en el
anárquico mundo hobbesiano en el que no se puede contar con
la legislación y las normas internacionales, y en el que la
verdadera seguridad y la defensa y promoción de un orden
liberal siguen dependiendo de la posesión y uso del poder
militar”.
Fiel a este paradigma, Israel ha mantenido durante décadas un régimen de
ocupación, colonización y apartheid sobre la población
originaria de Palestina por medio de la “posesión y uso
del poder militar”, junto con la indispensable connivencia
de las potencias occidentales cuya generosidad incondicional
ha permitido a Israel durante seis décadas mantener y
desarrollar su polifacético sistema de opresión colonial
contra el pueblo palestino.
Contribuyendo al bloqueo ilegal y a la criminal guerra contra Gaza, la Unión
Europea y otros Estados occidentales han llegado a un
estadio cualitativamente diferente de complicidad y se han
convertido, de manera más flagrante que nunca, en cómplices
totales de la política israelo–estadounidense de minar el
imperio de la ley y de apoyar en su lugar la ley de la
selva, promoviendo con ello la profecía de autocumplimiento
de Bush–Bin Laden de un mundo dicotómico dividido quirúrgicamente
entre el bien y el mal y en el que cada lado considera al
otro el mal.
En respuesta a esta alianza fatal del capitalismo salvaje en occidente con
el racismo, la exclusión y el sometimiento colonial israelíes,
el movimiento global de boicot, desinversión y sanciones (BDS)
a Israel presenta no sólo una forma de resistencia civil no
violenta progresista, antirracista [3], elaborada,
sostenible, moral y eficaz, sino que es una oportunidad real
de convertirse en la catálisis política y el ancla moral
de un movimiento internacional fortalecido y vigorizado
capaz de reafirmar los derechos de todos los seres humanos a
la libertad, la igualdad y la dignidad, y el derecho de las
naciones a la autodeterminación.
Gaza:
la complicidad occidental en los crímenes de guerra
Ya en 2007, Richard Falk, un destacado experto en derecho internacional de
la Universidad de Princeton y actual Relator Especial de
Naciones Unidas para los Derechos Humanos en los Territorios
Palestinos Ocupados (TPO) calificó el asedio israelí a
Gaza apoyado por occidente de “preludio al genocidio”[4]
y, más adelante, de “Holocausto en gestación” [5].
Falk, que es judío, argumentó que el asedio es
especialmente alarmante porque expresa de manera vívida
“un intención deliberada por parte de Israel y sus
aliados de someter a toda una comunidad humana a unas
condiciones que ponen en peligro la vida humana y que son de
una crueldad sin paliativos” [6].
Utilizando un lenguaje más diplomático, Sara Roy [7], una experta de la
Universidad de Harvard en desarrollo en los TPO, acusa a la
UE y a Estados Unidos de complicidad con una política
deliberada israelí de “des–desarrollo” de los TPO que
cercena toda posibilidad de crear una Estado palestino
independiente y soberano. Roy argumenta que al proporcionar
a los palestinos “unos beneficios tangibles, como ingresos
más altos y una mejora de las infraestructuras” la UE
esperaba comprar el apoyo palestino a unas concesiones
fundamentales en las denominadas “negociaciones de paz”.
Y concluye: “se abandonó la lógica del derecho
internacional en interés de mantener un fallido proceso político”.
Un examen del asedio israelí a Gaza, la mayoría de cuya población son
refugiados a los que los sionistas (y más tarde Israel)
desplazaron por la fuerza durante la Nakba de 1948 [8],
puede arrojar luz a esta política de “des–desarrollo”
que, como lo consideran la mayoría de los expertos,
equivale a un castigo colectivo. Durante este asedio que
todavía continua (desde hace ya 21 meses), más del 80% del
millón y medio de palestinos encerrados en la “mayor cárcel
al aire libre” del mundo han sido castigados a la pobreza
y a depender de la ayuda humanitaria internacional; toda la
infraestructura económica ha sido diezmada sistemáticamente,
más del 95% de sus fábricas han tenido que cerrar lo que
ha provocado una pobreza y un paro que se sitúa en unos índices
inferiores a los subsaharianos; la instituciones educativas
no han podido funcionar debidamente a causa de la falta de
combustible y de electricidad durante largos periodos; el
sistema sanitario está a punto de colapsar y cientos de
pacientes que necesita cuidados médicos críticos,
especialmente los pacientes de cáncer y de enfermedades
renales, han muerto después de que se les denegara el
acceso a instalaciones médicas fuera de Gaza.
Los efectos a largo plazo del asedio son aún más sobrecogedores [9]. Según
al Organización Mundial de la Salud, la desnutrición crónica
y las enfermedades relacionadas con la dieta han aumentado
de forma alarmante, lo que ha provocado que se dispare el número
de bebés que nacen con bajo peso, la anemia en más de dos
tercios de los niños de hasta un año y raquitismo en cerca
del 13.2% de los niños menores de cinco años. Además, se
han empezado a propagar desenfrenadamente enfermedades que
son prevenibles. Miles de personas, la mayoría niños, han
sufrido graves problemas auditivos debido al uso intenso y
continuado de bombas sónicas durante semanas. Estudios
sanitarios han demostrado que en el futuro toda una generación
de niños palestinos de Gaza sufrirán graves problemas de
desarrollo y mentales durante muchos años. También hay ya
un significativo a aumento del índice de incidencia del cáncer
y de otras enfermedades mortales relacionadas directamente
con la contaminación provocada por Israel y con el hecho de
que éste niegue la atención médica.
Karen Abu Zayd, Comisionada General de UNRWA, advirtió del devastador
impacto del asedio israelí [10]:
“Gaza está al límite de convertirse en el primer territorio que es
reducido intencionadamente a un estado de indigencia abyecta
con el conocimiento y el consentimiento de la comunidad
internacional y se podría decir que alentado por ella …
El trabajo humanitario y de desarrollo humano nunca ha sido
un trabajo que funcione en un medio carente de esfuerzos
constructivos para resolver un conflicto o tratar sus causas
subyacentes. Además, el trabajo humanitario está
profundamente minado en un contexto en el que hay una
complicidad implícita o activa para crear unas condiciones
de sufrimiento generalizado”.
Es este aspecto del asedio, el proceso que lleva a la muerte lenta de miles
de personas y a inhibir el desarrollo de una generación de
niños palestinos, lo que llevó a la reveladora descripción
hecha por Falk del asedio de Israel como actos constitutivos
de genocidio.
La ex–ministra de educación israelí y dirigente de izquierda, Shulamit
Aloni, adoptó hace años esta denominación de las políticas
de Israel respecto a los palestinos que están bajo su
ocupación. Ya en 2003, ella condenó una atrocidad israelí
que parece nimia en comparación con las masacres que Israel
acaba de cometer en Gaza al afirmar [11]:
“Así que todavía no existe un genocidio del terrible y único estilo del
que nosotros fuimos víctimas en el pasado. Y como me dijo
uno de los inteligentes generales [israelíes], nosotros no
tenemos crematorios ni cámaras de gas. ¿Es consecuente con
la ética judía todo lo que no sea esto? ¿Oyó él alguna
vez cómo todo un pueblo decía que no sabía lo que se
estaba haciendo en su nombre?”.Y esto se dijo antes de la
devastadora masacre en Gaza.
Según respetadas organizaciones de derechos humanos activas sobre el
terreno, la ofensiva militar israelí de 23 días que empezó
el 27 de diciembre de 2008 provocó la muerte de más de
1.400 palestinos, aproximadamente un 83% de los cuales son
civiles [12] y la destrucción completa o parcial de miles
de hogares, de la principal universidad, de 45 mezquitas, de
varios ministerios incluyendo los de Educación y Justicia,
de decenas de escuelas [13], de un hospital del Creciente
Rojo y de decenas de ambulancias [14] y clínicas, así como
de miles de fábricas y pequeñas empresas. Se cometieron
varias masacres que están bien documentadas. En un tono
inusualmente duro, el Comité Internacional de Cruz Roja (ICRC,
en sus siglas en inglés, como todas las que vienen a
continuación) [15] acusó a Israel de no haber
proporcionado atención médica a los heridos y de haber
impedido que la ayuda médica llegara hasta ellos, lo que
provocó que se desangraran hasta morir. Ambas cosas son
graves violaciones del derecho humanitario internacional. Más
de 400 niños palestinos murieron durante las tres semanas
de bombardeos, muchos de ellos a causa de las quemaduras
provocadas por el uso ilegal por parte de Israel de bombas
de fósforo blanco.
En el primer día de su ataque a Gaza el ejército israelí causó una
destrucción generalizada de la infraestructura civil y mató
a casi 200 civiles palestinos, muchos de ellos estudiantes
de policía que no eran combatientes, mientras que no murió
ningún civil israelí. Sin embargo, los dirigentes
occidentales emitieron rápidamente declaraciones expresando
su preocupación por la pérdida de vidas y por el
sufrimiento de “ambos bandos”, culparon a la resistencia
palestina de haber provocado estas atrocidades y absolvieron
a Israel de toda responsabilidad con el pretexto de su
“derecho a defenderse”.
Sin embargo, destacados juristas internacionales [16] rechazaron categóricamente
el argumento de su auto–defensa esgrimido por Israel y le
acusaron de cometer crímenes de guerra. El Consejo de
Derechos Humanos de la ONU y el Secretario General de ésta
han pedido una investigación imparcial e independiente de
los crímenes de guerra. Amnistía Internacional [17], Human
Rights Watch [18], las principales organizaciones israelíes
de derechos humanos, B’Tselem [19], la Federación
Internacional para Derechos Humanos (FIDH) y la Red
Euro–Mediterránea de Derechos Humanos [20], entre muchas
otras organizaciones, han acusado igualmente a Israel de
cometer crímenes de guerra y han rechazado tajantemente su
afirmación de que ejercía su derecho a defenderse,
particularmente puesto que Israel fue el primero en violar
el acuerdo de alto el fuego con Hamás de junio de 2008 el día
4 de noviembre cuando atacó y mató a 6 resistentes sin que
mediara provocación alguna.
Gerald Kaufman, un judío veterano diputado del Parlamento británico por el
Partido Laborista comparó alguna de las acciones israelíes
con las de los nazis [21]. Lo mismo hicieron Noam Chomsky
[22] y el superviviente del Holocausto y académico, Hajo
Meyer [23], del grupo A Different Jewish Voice de los Países
Bajos. Haciéndose eco de Kaufman, Chomsky y Meyer,
destacados intelectuales y académicos británicos judíos
compararon Gaza con el Ghetto de Varsovia en una carta
publicada en The Guardian [24] y lo mismo hizo la Red
Internacional Judía Antisionista en el Día de Conmemoración
de Holocausto de este año [25].
Otras
políticas coloniales y de apartheid de Israel
Además de Gaza, la sociedad civil palestina y un número cada vez mayor de
influyentes abogados de derechos humanos reconocen que el régimen
de Israel sobre el pueblo originario de Palestina constituye
ocupación, colonización y apartheid. Específicamente, la
opresión desde hace décadas por parte de Israel adopta
tres formas básicas que son el centro del llamamiento
palestino al BDS [26]:
(1) La prolongada ocupación y colonización de Gaza y Cisjordania,
incluyendo Jerusalén y otros territorios árabes,
(2) El sistema de discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de
Israel,
(3) La persistente negación de los derechos, sancionados por la ONU, de los
refugiados palestinos, el principal de los cuales es su
derecho a reparaciones y a retornar a sus hogares
originarios según la resolución 194 de la Asamblea General
de la ONU.
Acabar con estas tres formas de opresión es el requisito mínimo para
lograr una paz justa en nuestra región.
La más importante de estas tres injusticia es, sin lugar a dudas, la
negativa por parte de Israel del derecho de los refugiados
palestinos a retornar. El centro de la cuestión palestina
siempre ha sido la difícil situación de los refugiados que
fueron limpiados étnicamente durante la Nakba y continúan
siéndolo desde entonces. El hecho de que los refugiados son
la mayoría del pueblo palestino unido a sus sufrimientos en
el exilio desde hace sesenta años supone el reconocimiento
de sus derechos básicos, incluyendo el derecho a
reparaciones y a retornar a sus hogares de origen, lo cual
es la prueba decisiva de la moralidad de cualquiera que
sugiera una solución justa y duradera para el conflicto
palestino–israelí. Aparte de los derechos morales y
legales, negar los derechos de los refugiados palestinos
garantiza la perpetuación del conflicto [27].
Por lo que se refiere a la ocupación [28], nada expresa su profunda
injusticia tanto como el colonial Muro de Israel. A pesar de
las graves repercusiones que tiene el Muro sobre los medios
de vida palestinos, su medio ambiente y los derechos políticos,
prácticamente todos los judíos israelíes lo apoyan [29].
Sin embrago, el ex– ministro israelí de Medio Ambiente,
Yehudit Naot, protestó por este aspecto específico
(medioambiental) del Muro afirmando [30]:
“El muro de separación corta la continuidad de las zonas abiertas y es
perjudicial para el paisaje, la flora y la fauna, los
corredores ecológicos y el drenaje de los arroyos. Su
sistema de protección afectará irreversiblemente a los
recursos de la tierra y crea enclaves de comunidades a los
que se corta de su entorno”.
Incluso después de que se trasladaran los lirios y de que se crearan
corredores para los animales pequeños, el portavoz de las
Autoridades para la Protección de la Naturaleza y los
parques Naturales de Israel seguía quejándose [31]:
“Los animales no saben que ahora hay una frontera. Están acostumbrados a
determinado espacio vital y lo que nos preocupa es que su
diversidad genética se vea afectada porque diferentes
grupos de población no podrán aparearse y reproducirse.
Aislar a las poblaciones a ambos lados del muro
definitivamente crea un problema genético”.
Mientras que estaba tan preocupado por el bienestar de las flores silvestres
y de los conejos, Israel trataba a los niños palestinos
como criaturas de las que se puede prescindir. Tiradores
adiestrados profesionalmente disparaban contra ellos durante
incidentes sin importancia de lanzamiento de piedras. Por
ejemplo, fuentes médicas [32] y organizaciones de derechos
humanos, incluyendo Médicos por los Derechos Humanos, han
documentado en los primeros momentos de la actual Intifada
una pauta en la que se dispara a los ojos [33] y a las
rodillas de los niños palestinos con la “clara intención”
de hacer daño [34].
Y cuando no había un incidente de lanzamiento de piedras tras el que
esconderse, los soldados israelíes lo provocaban. El
veterano periodista estadounidense Chris Hedges expuso [35]
cómo antes de replegarse fuera de Gaza los soldados israelíes
habían provocado sistemáticamente a los niños palestinos
que jugaban en las dunas de la zona de Rafah para disparar
contra ellos y concluía: “En otros conflictos que he
cubierto se ha disparado a niños […] pero nunca había
visto a soldados atraer a niños como se atrae a un ratón
hacia una trampa y matarlos por deporte”.
Gran cantidad de personalidades, como el arzobispo Desmond Tutu, el
ex–presidente de Estados Unidos Jimmy Carter y el
ex–Relator Especial de Derechos Humanos de la ONU John
Dugard, entre otros, han considerado que las políticas
represivas y racistas ejercidas por Israel en los
territorios palestinos ocupados en 1967 constituyen
apartheid. En la misma línea, el ex–fiscal general israelí,
Michael Ben–Yair, escribió en 2002 un artículo en
Ha'aretz en el que describía el régimen de Israel en los
TPO: “Elegimos entusiasmados convertirnos en una sociedad
colonial, que ignora los tratados internacionales, expropia
tierras, transfiere colonos desde Israel a los territorios
ocupados, está implicada en el robo y encuentra justificación
para todas estas actividades … En efecto, establecimos un
régimen de apartheid en los territorios ocupados….”
[36].
Sin embargo, la aplicabilidad a Israel del crimen de apartheid tal como lo
definen las convenciones de la ONU en general o bien se ha
pasado por alto inadvertidamente o bien se ha ignorado
intencionadamente al ser un tema delicado que tiene todas
las posibilidades de suscitar la ira vengativa de los
poderosos lobbies en favor de Israel. Con todo, no se puede
menos que examinar los hechos y analizar en consecuencia el
sistema de gobernanza de Israel.
El argumento más firme que dan (a veces bien intencionadamente) los
expertos que rechazan aplicar el calificativo de apartheid a
Israel es que la analogía entre éste y Sudáfrica no es
exacta y que, en muchos aspectos, la represión de Israel es
incluso más severa y requiere una definición totalmente
diferente. El problema de este argumento es que asume,
bastante incorrectamente, que el apartheid es un sello
característico de Sudáfrica y, por consiguiente, se debe
demostrar que todo régimen acusado de practicarlo es idéntico
al régimen de apartheid sudafricano de antaño. Sin
embargo, aunque el apartheid atrajo la atención del mundo
entero y recibió su nombre del racista régimen de Sudáfrica,
había sido reconocido por Naciones Unidas desde hacía décadas
como un crimen generalizado con una definición universal.
La Convención para la Supresión y Castigo del Crimen del Apartheid de 1976
define apartheid [37] como “políticas y prácticas de
segregación y discriminación racial similares a las que se
practicaron en África del Sur” que tienen “el propósito
de establecer y mantener la dominación de un grupo racial
de personas sobre cualquier otro grupo racial de personas y
de oprimirlas sistemáticamente, en particular por medios
como la segregación, la expropiación de la tierra y la
negación del derecho a salir y regresar a su país, el
derecho a la nacionalidad y el derecho a la libertad de
movimientos y de residencia” (Artículo II). La similitud
con Sudáfrica se cita no como una condición sino en
reconocimiento de su estatuto como un precedente histórico.
Como se afirma en un reciente y exhaustivo documento de toma de postura del
Comité nacional de BDS Palestino [38], el origen de Israel,
su legislación y sus políticas contra el pueblo palestino
coinciden en buena medida con la definición de apartheid.
Los orígenes conceptuales de esta forma única de apartheid
de Israel se encuentran en el Sionismo, una ideología
racista europea que fue adoptada por la corriente dominante
del movimiento sionista (Organización Sionista Mundial,
Agencia Judía, Fondo nacional Judío) para reclutar apoyo
politico, y justificarlo, para su proyecto colonial de
establecer un Estado exclusivamente judío en la Palestina
histórica. Los sionistas políticos despreciaron a la
población originaria de Palestina como no existente en la
famosa consigna sionista de “una tierra sin pueblo”. Al
convertir a esta consigna en una profecía de
autocumplimiento, las fuerzas sionistas desplazaron por la
fuerza de su patria a entre 750.000 y 900.000 palestinos y
destruyeron cientos de pueblos palestinos previamente
despoblados por ellos en una operación calificada de
“limpiar el paisaje” que duró hasta 1960 [39].
El régimen de Israel sobre el pueblo palestino equivale al apartheid
precisamente porque presenta muchos de los principales
características de este crimen tal como lo define el
derecho internacional:
1. La discriminación racial contra los palestinos originarios que se
convirtieron en ciudadanos del Estado de Israel se formalizó
e institucionalizó por medio de la creación por ley de la
“nacionalidad judía, que es distinta de la ciudadanía
israelí. En Israel existe la nacionalidad no “israelí”
y el Tribunal Supremo [de Israel] se ha negado una y otra
vez a reconocer una [sola nacionalidad] ya que eso acabaría
con el sistema de primacía judía en Israel. La Ley del
Retorno de 1950 da derecho a todos los judíos (y sólo a
los judíos) a los derechos de los nacionales, concretamente
en derecho a entrar en “Eretz Yisrael” (Israel y los TPO)
y a disfrutar inmediatamente de todos los derechos legales y
políticos. La “nacionalidad judía” según la Ley del
Retorno es extraterritorial lo que contraviene el derecho público
internacional referente a la nacionalidad. Incluye a
ciudadanos judíos de otros países, sin tener en cuenta si
desean pertenecer al colectivo de los “judíos
nacionales”, y excluye a los “no judíos” (esto es, a
los palestinos) de los derechos nacionales en Israel.
2. La Ley de Ciudadanía de 1952 [40] ha creado un discriminatorio sistema
legal a dos niveles según el cual los judíos poseen la
nacionalidad y la ciudadanía mientras que los ciudadanos
palestinos originarios que permanecen [en Israel] sólo
tienen la ciudadanía [41]. Según la legislación israelí,
el estatuto de nacionalidad judía va acompañado de
derechos y beneficios de primera clase que no se conceden a
los ciudadanos palestinos.
3. La Ley del Estatuto Israelí de 1952 autoriza a la Organización Sionista
Mundial/Agencia Judía y a sus filiales, incluyendo el Fondo
Nacional Judío, a controlar la mayor parte de la tierra de
Israel para beneficio exclusivo de los judíos. En 1998 El
Comité para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales
(CESCR) expresó [42] su grave preocupación por esta ley y
afirmó que la confiscación sistemática y a gran escala de
tierras y de propiedades palestinas por parte del Estado y
la transferencia de estas propiedades a dichas agencias
constituye una forma institucionalizada de discriminación,
porque estas agencias deniegan por definición el uso de
estas propiedades a los ciudadanos no judíos del Estado.
4. Basándose en motivos racistas se ha impedido por medio de la fuerza y de
la legislación el retorno de los refugiados y de los
desplazados internos palestinos, tal como exige el derecho
internacional. Simplemente porque no son judíos, los
refugiados palestinos están excluidos del derecho a la
ciudadanía en el Estado de Israel según la Ley de la
Ciudadanía de 1952. Fueron “desnacionalizados” y
devueltos a la condición de refugiados sin Estado en
violación de la ley de sucesión del Estado. Sus tierras y
otras propiedades fueron confiscadas por el Estado. Los
aproximadamente 150.000 palestinos que permanecieron en
Israel tras la Nakba de 1948 quedaron bajo un régimen
militar (1948 – 1966) similar al regimen actualmente en
vigor en los TOP.
Durante décadas la norma ha sido la discriminación racial contra los
ciudadanos palestinos de Israel en cada uno de los aspectos
vitales de la vida. Desde al propiedad de la tierra hasta la
educación parando por el trabajo y la vivienda, las leyes y
las políticas del Estado ha negado la igualdad a los
palestinos originarios. Por ejemplo, no se les permite
comprar o alquilar tierra en aproximadamente el 93% del
territorio del Estado de Israel [43]. Hasta la fecha las
encuestas de opinión demuestran que una abrumadora mayoría
de judíos israelíes se oponen a la total igualdad con los
palestinos originarios del Estado [44]. El hecho de que, a
diferencia de los negros africanos bajo el apartheid, los
palestinos puedan votar es casi una formalidad, podríamos
decir que un formulismo claramente diseñado para proyectar
una imagen engañosa de democracia y eludir las bien
justificadas acusaciones de apartheid [45].
El apartheid israelí está fuertemente presente incluso en la investigación
del cáncer [46]. En junio de 2001 el ministerio de Sanidad
publicó un mapa de la distribución geográfica de
enfermedades malignas en Israel durante los años
1984–1999. El informe no incluía a una sola comunidad
palestina en Israel, excepto Rahat, supuestamente debido a
“problemas de presupuesto”. Esta investigación es
particularmente importante porque en Israel sólo cuando se
demuestra una correlación entre la presencia de lugares
contaminantes y la incidencia de enfermedades malignas es
posible impedir la instalación de nuevos peligros o
solicitar mayores controles medioambientales. Al omitir
intencionadamente las ciudades palestinas en sus exhaustivos
mapas del cáncer, el ministerio de Sanidad ha dado
indirectamente luz verde a los contaminadores para que se
trasladen a las ciudades palestinas dentro de Israel, por no
hablar de los TPO. Los resultados de esta política
sanitaria de apartheid no auguran nada bueno. En las últimas
tres décadas el índice de enfermedades malignas entre la
población palestina en Israel ha aumentado de 3 a 4 veces
en relación a la población judía. Un portavoz del Centro
Israelí contra el Racismo comentaba: “El informe ha
producido dos grupos diferentes. Uno, un grupo
sobreprivilegiado, cuyas vidas son preciosas para el Estado
y el ministerio de Sanidad, y un segundo, cuyas vidas
carecen de importancia para el Estado”.
Hay que considerar esta discriminación en el más amplio contexto de la
percepción que tienen en Israel de los palestinos los
principales políticos, intelectuales, académicos y medios
de comunicación israelíes como una “amenaza demográfica”
que hay que tratar con resolución y de ahí el ascenso de
los partidos políticos abiertamente fascistas en las
recientes elecciones parlamentarias. Haciéndose eco de un
punto de vista popular en Israel, un prominente académico,
el general de división (de la reserva) Shlomo Gazit del
Centro Jaffee de Estudios Estratégicos, preconiza: “La
democracia tiene que estar subordinada a la demografía”
[47]. Y ahora, el fanático dirigente de la derecha israelí
Avigdor Lieberman y sus partidarios afirman que la
democracia tiene que estar subordinada a la lealtad a la
supremacía judía.
La complicidad de los gobiernos occidentales con toda esta abominable
violación del derecho internacional y de los derechos
humanos básicos ha llevado a muchos analistas a considerar
el papel de Occidente como profundamente fallido, tanto
moral como legalmente. La total impunidad de la que disfruta
Israel le ha permitido presentarse y actuar como un
incontrolable “perro rabioso” (una imagen evocada hace décadas
por Moshe Dayan y refrendada más recientemente por el
historiador militar israelí Martin Van Creveld [48]) en un
intento de hacer que los palestinos se sometan a su deseo
colonia, de que acepten la esclavitud como su destino.
Más que ninguna otra cosa, esta impunidad criminal y la categórica
denegación de derechos es lo que fundamentalmente motivó
la campaña palestina de BDS.
Desde el 9 de julio de 2005 prácticamente toda la sociedad civil palestina
de todas partes ha estado defendiendo el boicot, la
desinversión y las sanciones como una forma eficaz de
solidaridad que tiene una posibilidad real de provocar el
final de la complicidad occidental con Israel y, por
consiguiente, de la ocupación, la colonización y el
apartheid de Israel. Desde el mismo momento en que se inició
el ataque criminal de Israel contra Gaza y durante este
ataque la sociedad civil palestina ha permanecido más unida
que nunca en urgir a las personas de conciencia de todo el
mundo para que hagan que Israel asuma su responsabilidad por
sus crímenes tratándolo como se trató a Sudáfrica
durante el régimen de apartheid. En respuesta, sindicatos,
grupos de académicos, organizaciones religiosas, partidos
políticos, movimientos sociales y otros han adoptado campañas
de BDS creativas, acordes con el contexto y sostenibles,
desde Sudáfrica hasta Noruega, desde Australia a Canadá,
desde Gran Bretaña a Venezuela, e incluso desde el estrado
del Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas
[49].
El terrorismo de Estado de Israel en Gaza, permitido por el prácticamente
ilimitado apoyo de Estados Unidos y de los gobiernos
occidentales en general, fue un catalizador clave en la
difusión y profundización de la campaña de BDS por todo
el mundo que hizo que los defensores de los derechos
palestinos sintieran que finalmente había llegado nuestro
momento sudafricano. Ahora, a nivel de los movimientos de
base, se considera a Israel un paria internacional que
comete con impunidad crímenes de guerra y que tiene que ser
considerado responsable según el derecho internacional y
los principios básicos de los derechos humanos.
Sólo las últimas semanas han sido testigo de algunos de los indicios más
significativos para datar este fenómeno. El Sindicato
Canadiense de Funcionarios (CUPE)–Comité de Coordinación
de los Trabajadores de la Universidad de Ontario (OUWCC) en
su conferencia anual del pasado mes de febrero apoyó [50]
el boicot a las instituciones académicas israelíes. Hace
unos días la Fédération autonome du collégial (FAC) de
Quebec también se unió a la campaña de BDS [51]. En
Durban, Sudáfrica, el sindicato de estibadores afiliados a
COSATU se negó a principios de febrero a descargar un bardo
de carga israelí [52], lo que nos recordó acciones
similares emprendidas contra los barcos sudafricanos durante
la época del apartheid. Un grupo de estibadores
australianos y un grupo de dirigentes sindicales
progresistas estadounidenses suscribieron la acción de BDS
sudafricana. En Estados Unidos el College de Hampshire
estableció un precedente histórico [53] al anunciar que
retiraba sus inversiones en seis compañías que se
benefician de la ocupación israelí. De manera
significativa, Hampshire fue también el primer college en
Estados Unidos en retirar sus inversiones de la Sudáfrica
del apartheid en los años setenta. En Gales la Universidad
de Cardiff accedió [54] a las demandas de los estudiantes y
decidió retirar sus inversiones de compañías que apoyaban
la ocupación. Incluso en Francia, donde la campaña de BDS
ha tenido que hacer frente a una dura batalla durante años,
recientemente un grupo de destacados académicos emitió una
declaración [55] apoyando explícitamente la campaña de
BDS para acabar con la impunidad de Israel.
Este último fortalecimiento espectacular de la campaña de BDS,
especialmente desde la agresión israelí contra Gaza, nos
da esperanzas de que un día acabará la impunidad de Israel
y la connivencia con él de Occidente, Naciones Unidas y
[del mundo] árabe, lo que permitirá que en Palestina y en
toda la región florezca una paz genuina. Sólo así la
coexistencia étnica tiene una posibilidad real de
realizarse.
El poeta alemán de la resistencia contra los nazis, Henk van Randwijk,
escribió en su poema “Mensaje a los vivos”:
“Un pueblo que cede ante los tiranos
“pierde más que el cuerpo y sus bienes
“se extinguirá la luz.”
El sábado 24 de enero de 2009, dos días después de que cesaran las
hostilidades israelíes y a pesar de todas las muertes, la
devastación y del trauma, cientos de miles de niños
palestinos surgieron casi literalmente de los escombros a
los que había quedado reducida la mayor parte de Gaza y
acudieron con entusiasmo a sus destrozadas escuelas llevando
sus gastadas mochilas, sus maltrechos libros y sus almas
heridas. Su agonía era profunda y su ira lo era aún más,
pero sus ojos seguían brillando con rebeldía, ambición y
esperanza de emancipación. No extingan su luz.
(*)
Omar Barghouti es un analista político y cultural palestino
independiente y miembro fundador de la campaña de Boicot,
Desinversión y Sanciones (BDS).Este artículo se basa en
una ponencia presentada recientemente en universidades
canadienses como parte de la Semana del Apartheid Israelí.
Notas:
[1] http://electronicintifada.net/v2/article10089.shtml
[2]
Robert Kagan, "Power and Weakness," Policy Review,
No. 113, junio de 2002.
[3] la campaña palestina de BDS ha rechazado sistemáticamente toda forma
de racismo, incluyendo la islamofobia, el sionismo y el
antisemitismo www.BDSmovement.net
[4] http://www.kibush.co.il/show_file.asp?num=22676
[5] http://www.transnational.org/Area_MiddleEast/2007/Falk_PalestineGenocide.html
[6]
Ibid.
[7]
CIDSE Seminar Report, The EU’s Aid to the Occupied
Palestinian Territory, Bruselas, 7 de noviembre de 2008.
[8] Para más información véase: Ilan Pappe, La limpieza étnica de
Palestina, Crítica, 2008
[9] http://www.countercurrents.org/audeh210108.htm
[10] http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2008/jan/23/israelandthepalestinians.world
[11] http://www.counterpunch.org/aloni03072003.html
[12] http://www.pchrgaza.org/files/W_report/English/2008/22-01-2009.htm
[13] http://right2edu.birzeit.edu/news/article706
[14] http://www.amnesty.org/en/news-and-updates/news/ambulance-20090128
[15] http://www.nytimes.com/2009/01/09/world/middleeast/09redcross.html?_r=1&em
[16] http://www.timesonline.co.uk/tol/comment/letters/article5488380.ece
[17] http://www.amnesty.org/en/appeals-for-action/time-accountability-gaza-and-southern-israel
[18] http://www.hrw.org/en/news/2009/01/27/israelgaza-international-investigation-essential
[19] http://www.btselem.org/English/Gaza_Strip/20090112_Use_of_White_Phosphorus.asp
[20] http://www.euromedrights.net/pages/560/news/focus/68859
[21] http://jta.org/news/article/2009/01/16/1002308/mp-kaufman-likens-israelis-to-nazis
[22] http://www.zmag.org/znet/viewArticle/20316
[23] http://alanhartdiary.blogspot.com/2009/01/new-nazis.html
[24] http://www.guardian.co.uk/world/2009/jan/10/letters-gaza-uk
[25] http://www.ijsn.net/home/
[26] http://www.bdsmovement.net/?q=node/52
[27] para más detalles, véase: Omar Barghouti, On Refugees, Creativity
& Ethics, ZNet, 28 de septiembre de 2002.
[28] Cité por primera vez algunos de los siguientes ejemplos en: http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=124
[29] Editorial de Ha’aretz, A Fence Along the Settlers’ Lines, 3 de
octubre de 2003.
[30] Mazal Mualem, Old Habitats Die Hard, Ha’aretz, 20 de junio de 2003.
[31] Ibid.
[32] El Dr. Aghlab Khouri del Hospital St. John Eye de Jerusalén explica en
su declaración jurada a una organización de derechos
humanos el efecto del impacto en el ojo de una bala de metal
recubierta de caucho: “Los casos que he tratado durante
los enfrentamientos fueron casos de tiros directos a los ojo
con balas de metal recubiertas de caucho. Este tipo de bala
no es afilada pero tiene un trozo de metal en su interior;
golpea el ojo a gran velocidad y causa un impacto que
destroza el ojo”.
[33]
Tanya Reinhart, Don’t Say You Didn’t Know, Indymedia, 6
de noviembre de 2000.
[34]
Physicians for Human Rights, Evaluation of the Use of Force
in Israel, Gaza and the West Bank, 3 de noviembre de 2000.
http://www.phrusa.org/research/forensics/israel/Israel_force_2.html
[35] Chris Hedges, A Gaza Diary, Harper’s Magazine, octubre de 2001.
[36] http://www.haaretz.com/hasen/pages/ShArt.jhtml?itemNo=136433
[37] http://www.anc.org.za/un/uncrime.htm
[38] http://bdsmovement.net/files/English-BNC_Position_Paper-Durban_Review.pdf
[39]
Aron Shai, “The Fate of Abandoned Arab Villages in Israel,
1965 -1969” en: History and Memory, Vol. 18, número #2 (Fall
2006), University of Indiana Press. Véase también: Meron
Benvenisti, Sacred Landscape: the Buried History of the Holy
Land, Berkeley: The University of California Press, 2000;
Walid Khalidi, “Why Did the Palestinians Leave, Revisited.”
Journal of Palestine Studies, 134:2 (1995); Slaman Abu Sitta,
Atlas of Palestine 1948, Palestine Land Society, December
2004; Ilan Pappe, La limpieza étnica de Palestina.
[40] En la traducción oficial israelí esta ley de 1952 fue titulada erróneamente
“Ley de nacionalidad”.
[41]
Roselle Tekiner, "Race and the Issue of National
Identity in Israel.”
[42] E/C.12/1/Add.27 del 4 de diciembre de 1998.
[43] http://weekly.ahram.org.eg/2007/855/re92.htm
[44] Ha’aretz, 22 de mayo de 2003.
[45]
Ronnie Kasrils y Victoria Brittain, Both Palestinians and
Israelis will benefit from a boycott, The Guardian, 25 de
mayo de 2005. http://www.guardian.co.uk/education/2005/may/25/highereducation.uk1
[46]
Eli Ashkenazi, Budget for Cancer Mapping doesn’t extend to
Arab Sector, Ha’aretz, 28 de marzo de 2005.
[47]
Lily Galili, A Jewish demographic state, Ha’aretz, lunes,
1 de julio de 2002.
[48]
http://www.guardian.co.uk/world/2003/sep/21/israelandthepalestinians.bookextracts
[49]
http://www.jpost.com/servlet/Satellite?pagename=JPost%2FJPArticle%2FShowFull&cid=1226404827209
[50]
http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=954
[51]
http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=971
[52]
http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=916
[53]
http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=930
[54]
http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=959
[55]
http://www.pacbi.org/boycott_news_more.php?id=926_0_1_0_C
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