Palestina, provincia de Eurasia
Por Tiberio Graziani (*)
SurySur, 15/07/09
Traducción de Luigi Lovecchio
Es propio del rito publicitario y político de la literatura académica
europea y estadounidense introducir en el debate científico
y político concerniente a regiones extraoccidentales
definiciones inexactas que, a más de expresar una presunta
superioridad occidental, condiciona con prejuicios el análisis
y las pesquisas.
Lo que la historiografía y la literatura de las políticas contemporáneas
definen sin propiedad como “cuestiones palestinas” en
referencia a los aún no solucionados acontecimientos de
Oriente Medio y que enfrenta a las poblaciones palestina y
judía, son en realidad un aglomerado de cuestiones políticas
y geopolíticas, especificas de Occidente.
Un ejemplo de esta actitud intelectualmente poco honesta es dadas por la así
llamada “Cuestión de Oriente” hija de aquella
“Palestina” donde las finalidades políticas y de poder
sustituyen el análisis objetiva y de realidad.
En un arco de tiempo que corre desde la guerra rusa–turca de 1768–1774
hasta los primeros años del novecientos, las cancillerías
europeas, y la británica en particular, utilizaban la
expresión “La cuestión de Oriente” para indicar la política
que los diferente gobiernos tenían con el imperio Otomano.
El debate de la “Cuestión de Oriente” y de todas las acciones
necesarias para “resolverla” escondían un preciso diseño
estratégico: extender la influencia del Viejo Continente
sobre algunos territorios otomanos.
Palestina:
una cuestión toda “occidental”
Las potencias europeas con Gran Bretaña a la cabeza apuntaban a deshacer
desde adentro la fortaleza otomana. Esto ocurría
aprovechando las tensiones internas o sosteniendo, por
ejemplo, el sentimiento nacionalista en Bulgaria, Rumania y
la península balcánica (Abania, Serbia, Montenegro,
Grecia), verdadero “talón de Aquiles” del imperio, y
hasta interviniendo en las disputas entre Estambul y sus
gobernadores y los virreyes, como en el caso del Egipto de
Mehmet Alí, las Potencias europeas consiguieron, en el
transcurso de un siglo, a erosionar gran parte del “estero
cercano” del edificio geopolítico otomano.
La Cuestión de Oriente se solucionó, como es sabido, sólo a terminar la
primera guerra mundial. Con la disolución del
imperio y su partición entre las potencias victoriosas fue
nítido que La Cuestión de Oriente era en primer lugar una
“cuestión del expansionismo ingles” en el cercano y
medio Oriente; La expresión indicaba un viejo proyecto británico:
la eliminación del impero otomano.
También Palestina es una cuestión toda occidental. Comprende, y oculta,
cuanto menos cinco “sub–cuestiones”, que por orden
metodológico podemos dividir en dos grupos, uno histórico,
con fechas que van del 1881 a 1948 y uno contemporáneo que
va desde la auto proclamación del estado sionista,
acontecida el 14 de mayo de 1948, hasta a nuestros días.
Las dos cuestiones históricas se refieren a:
– una “cuestión hebraica” o del “sionismo pre–estatal (1),
relativa a las primera inmigraciones y asentamientos de judíos
provenientes de Europa (1881 –1903) ; y
– una cuestión inglesa, relativa a la penetración económica, politica y
militar de Gran Bretaña en el Cercano Oriente
(1922–1948).
Mientras que las contemporáneas se refieren a:
– una cuestión sionista –fundada sobre e mito laico y religiosos de la
tierra prometida– que engloba los siguientes tres ámbitos:
a) la política demográfica actuada (Actual) (2) con las continuas
corrientes de bolsones inmigratorios (1904–2009);
b) la construcción del aparado estatal y del complexo militar/industrial
israelí. (3);
c) las relaciones de los vértices del Estado hebreo con las organizaciones
internacionales pro–israelíes presentes en Europa y, de
especial manera, en EEUU (4).
Una cuestión israelí relativa:
a) la construcción de la identidad “nacional” israelí y una “religión”
civil nacional que gira entorno al holocausto (5);
b) la consolidación del aparado cultural, estatal y del complejo
industrial/militar israelí,
c) la limpieza étnica en contra de a población palestina (6);
d) el expansionismo del estado hebreo, estratégicamente puesto a realizar,
según el deseo de uno de los padre fundadores, Ben Gurión,
“el gran Israel, desde el Nilo al Eufrates.
Una cuestión estadounidense relativa a la penetración económica, política
y militar de Estados Unidos en el Mediterráneo y en el
Oriente Medio, consolidada en su "special relationship"
con Tel Aviv (7).
En términos geopolíticos, la expresión “Cuestión Palestina” esconde
también, como aquella de Oriente, un proyecto bien
definido: la eliminación y expulsión de los palestinos de
su tierra como condición para la existencia del Estado de
Israel.
Palestina
provincia del Imperio Otomano
Por un largo período histórico que cubre por entero la Edad Moderna y
parte de la contemporánea, Palestina no constituye un específico
caso geopolítico. De hecho, por casi cuatro siglos es parte
del Imperio Otomano luego que en 1517 fue sustraída a los
mamelucos. Hasta la Declaración de Balfour de 1917,
Palestina es una provincia que gracias a la estabilidad de
Estambul asegura a todo el imperio un gran desarrollo económico,
social y cultural.
En éste considerable arco de tiempo, las únicas tensiones que le atañen y
dignas de ser citadas no duran más de diez años,
exactamente desde 1831 a 1840, cuando Palestina cae bajo el
control egipcio a causa de una controversia surgida entre el
sultán Mahumud II y el pachá Mehmet Alí de Egipto. La
disputa relativa a los territorios de Siria (incluyendo
Palestina, Transjordania, Líbano y Siria) que el futuro
soberano de Egipto reclamaba como compensación por haber
prestado ayuda a la Sublime Puerta cuando la guerra contra
de Grecia (1821), se recompuso en el 1840 luego de la muerte
del sultán, gracia a la intermediación de Prusia, Austria,
Rusia y Gran Bretaña en la Convención de Londres.
Inmigración
judía
Por tanto seria justo, en un análisis correcto geopolítico de Palestina
contemporánea, comenzar por los Acuerdos Sykes–Picot, 6
de mayo de 1916; de la declaración Balfour, 2 de noviembre
de 1917, y el Tratado de Sèvres, 10 de agosto de 1920. Es
necesario, sin embargo, recordar como incidió de manera
fundamental el rol de los flujos inmigratorios y de los
asentamientos que atañen a la población judía al final
del siglo 19 para determinar las sucesivas tensiones locales
y parte de la actual practica expansionista del Estado
sionista.
En 1880 la comunidad hebrea en Palestina es poco consistente, con apenas
24.000 individuos. Pero a partir de ése año un
considerable flujo de judíos se dirige hacía Palestina. La
creciente inmigración, la compra de tierras y edificios por
parte de la comunidad judía europea, en un específico
territorio del Imperio Otomano preocupan a la Sublime Puerta
al punto de decidir, en
noviembre de 1881, dicvtar algunas medidas
restrictivas relativas a los nuevos asentamientos judíos en
el territorio.
Las normas contemplaban que los judíos inmigrantes podían establecerse en
todo el territorio del Imperio, excepto en Palestina. La
finalidad era no crear desequilibrios demográficos locales
y no constituir un potencial elemento de tensión en una
provincia otomana, considerada delicada por su significado
simbólico y religioso para los creyentes de las tres
religiones monoteístas.
No obstante, sostenida por algunos países europeos la creciente afirmación
del sionismo como movimiento internacional organizado y la
ineficiencia administrativa en ejercer un riguroso control,
el flujo inmigratorio en Palestina anuló las normas
migratorias existentes. En el lapso de treinta años, desde
1880 a 1908, la población judía creció de 24.000 a 80.000
individuos, o sea: como señala el historiador Robert
Mantran (8). del cinco al 10% de toda la población
palestina.
La inmigración judía en Palestina continúa de manera sorprendente bajo el
mandato inglés (1922–1948), intensificándose desde 1948
hasta nuestros días. Actualmente la población judía en
Palestina se estima entorno a los seis millones de personas.
La tan temida subversión demográfica prevista por la Sublime Puerta se ha
vuelto realidad con consecuencias catastróficas para las
poblaciones locales: los palestinos autóctonos se ven
progresivamente privados de sus propias tierra y espulsados
del neo Estado judío.
En el 1951, según fuentes de la ONU
(General Progress Report and Supplementary Report of the
United Nations Conciliation Commission for Palestine) el número
de palestinos expulsados sumaban los 711.000 personas, hoy
la cifra de los palestinos en condición de prófugos es de
alrededor de 4.600.000 individuos.
Palestina
en el sistema bipolar
En los últimos años del mandato británico, en el nuevo cuadro geopolítico
que se formó a consecuencia de las victorias de la segunda
guerra mundial, Palestina se transforma en un objetivo
estratégico tanto de EEUU como de la URSS. Wáshington y
Moscú (10) –por razones diferentes pero con la misma
finalidad– sostienen la consolidación y la expansión del
nuevo Estado sionista. Los colosos mundiales entienden que
por medio del “dispositivo” israelí pueden extender su
propia influencia en el Cercano Oriente.
Stalin estima en un primer tiempo, mas o menos a partir de diciembre de 1947
y hasta septiembre /octubre del año siguiente, que un
Estado judío virtualmente “socialista” y antes de nada
antibritánico puesto en el Mediterráneo, puede ser útil a
las finalidades de la revolución mundial en general y a la
URSS en particular. Pero, en un lapso breve el Kremlin
cambia de opinión. El cambio de la URSS en sus relaciones
con el Estado judío se manifiesta en los últimos meses del
1948, cuando la primera embajadora de Israel, Golda Meir,
visita Moscú. Las relaciones entre Moscú y Tel Aviv se
deterioraron aún más en los años psteriores –hasta la
ruptura definitiva en 1953
(11).
Para Stalin, entonces, el apuntalamiento de Estado judío en Palestina en
perjuicio de los árabes demostraba ser lo que efectivamente
es: una estrategia de "containement" y un aumento
de la influencia estadounidense en el Mediterráneo y en el
Cercano Oriente.
También Estados Unidos considera a Palestina, por su posición geográfica,
una importante base estratégica para controlar junto a
Grecia y Turquía, adherente de la OTAN desde 1952, la parte
oriental del Mediterráneo y el Cercano Oriente. Por este
motivo Wáshington estima a Israel el aliado más fiel de
toda la región.
El apoyo incondicional estadounidense al Estado hebraico muestra evidentes
finalidades de volver rehenes de un estado de tensión
permanente a la comunidades árabes, pero principalmente a
Egipto, Siria y Jordania. Una condición de tensión que será
utilizada maquiavélicamente para la conquista de nuevos
territorios del Estado de Israel en junio de 1967, luego de
que las discusiones diplomáticas fracasaron.
A pesar de que Israel es un aliado de Wáshington desde 1950, a principios
de la guerra de Corea, será con la crisis de Suez en 1956 y
su participación en la guerra contra Nasser que el Estado
israelí se consagra como "partner" insustituible
de Estados unidos en el Cercano Oriente. A partir de
entonces las cuestiones geopolíticas palestinas tienen una
dimensión siempre más relevante en el ámbito de la política
exterior estadounidense y en as doctrinas geopolíticas que
se determinan.
Los EEUU apoyan el proyecto expansionista y neocolonialista de Estado judío
y consecuentemente la política de expulsión de los
habitantes no judíos que las autoridades israelíes
persiguen con constancia y determinación desde 1948.
Al finalizar los años ’50, “Israel es integrada en secreto a una
alianza geopolítica pro americana (esrtadounidense) que
comprende a Irán, Turquía y Etiopía” (12).
Una nítida manifestación del apoyo de EEUU a Tel Aviv tuvo lugar durante
la Guerra de los seis días, cuando israelíes y árabe se
enfrentaron militarmente.
La estrecha relación que ata a Wáshington y Tel Aviv se refuerza por todo
el periodo de la Guerra Fría. En este arco de tiempo la
resistencia de los palestinos, representados por la
Organización por la Liberación de la Palestina (OLP) cruza
fases alternas que no consiguen una solución definitiva. El
así llamado “proceso de paz” patrocinado por Estados
Unidos se convierte en una broma para los palestinos, cuyas
condiciones empeoran siempre más.
Palestina
en el instante unipolar
Con la caída del muro de Berlín y el colapso soviético, Estados Unidos,
ya única potencia a nivel planetario, imponen un nuevo
orden global que prevé en primer lugar la organización del
Cercano y Medio Oriente. Las etapas principales del nuevo
orden son:
• la Guerra de Golfo (1990– 1991)
• la ocupación del Afganistán (2002)
• y la agresión a Irak (2003)
Sucesivamente los estrategas neocon de Wáshington insertan al Oriente Próximo
y Medio en el ámbito de un proyecto más ambicioso
denominado Gran Medio Oriente. Este proyecto, que repropone
algunas líneas estratégicas hechas públicas en 1975, en
el ámbito de los acuerdos de Helsinki, prevé la
“balcanización” de una vasta área desde Marruecos
hasta a las regiones euroasiáticas, es decir: su
reorganización a lo largo de las fronteras etnico–confesionales.
Con este proyecto geopolítico, Wáshington entiende contener la nueva Rusia
de Putin, apropiarse de las reservas energéticas en la Asia
central y mantener la región rehén de un estado de tensión
permanente –en el cuadro de una doctrina de choque de
civilizaciones–– a gran parte de los pueblos euro–asiáticos.
Referidos a este cuadro, para Palestina está prevista la
solución llamada de “dos Estados”, uno israelí, que
ocuparía la casi totalidad del territorio palestino y uno
–con soberanía limitada y sin recursos hídricos–
atendido por la Autoridades Nacional Palestina.
Tal solución, de realizarse, haría formalmente oficial el proceso de
“bantustanización” ya ejercido en el lejano 1948, con
la consecuencia de agudizar mucho más las tensiones entre
las poblaciones palestinas y el Estado colonial hebraico.
En términos reales el diseño estratégico de Tel Aviv parece más bien
apuntar a la expulsión total de las poblaciones no judías
residentes en Cisjordania y en la Franja de Gaza. Los
palestinos expulsados, según este proyecto, deberían hacer
parte de una Confederación jordano–palestina. (15)
La era
multipolar: Palestina provincia de Eurasia
En el nuevo sistema multipolar, excluyendo la hipótesis de una acción
militar llevada a cabo por Israel y Estados Unidos contra Irán,
los proyectos de expulsión y ampliación de la franja de
Gaza y Cisjordania para afirmar la soberanía de Tel Aviv
serían de difícil implementación y no podrían realizarse
sin tener en cuenta los actores principales de las áreas en
cuestión como Turquía, Jordania, Siria, Egipto e Irán.
Tampoco se pueden ignorar países "globales", como Rusia y China.
Moscú y Beijing tienen todo el interés en contener a
expansión de Israel y su afirmación en el Cercano Oriente.
Un Israel militar y económicamente fuerte constituiría en
el mediano plazo para las dos potencias euroasiáticas una
real amenaza estratégica por la estrechez de las relaciones
entre Tel Aviv y Wáshington y por la influencia del
"lobby" israelí en la formación y conducción de
la política exterior de Estados Unidos.
De hecho, Israel está completamente identificado en convalidar con firmeza
el proyecto “Nuevo Gran Oriente", que asegura el
dominio de EEUU en toda el área con la ambición de
transformarse en la única potencia regional.
Por esta razón, el Estado judío, pone obstáculos y perturba las
relaciones que con mucha paciencia la Federación Rusa y la
Republica China, tejen teniendo en cuenta los planes de una
integración euroasiática con otros actores regionales, en
particular con la Turquía de Erdogan, el Irán de
Ahmadinejad y la Siria de Bashar al Asad. La consolidación
y el ulterior desarrollo de tales relaciones señalarían
puntos a favor de la seguridad y defensa regional, y
encaminarían un real y promisorio inicio por las soluciones
de las cuestiones surgidas por la creación del Estado judío,
o sea: para el regreso de la Palestina como provincia de la
Eurasia en un concepto geopolítico unitario.
(*)
Director de Eurasia –Rivista di studi geopolitici– y de
la colección Quaderni di geopolitica (Edizioni
all’insegna del Veltro), Parma, Italia. Cofundador del
Istituto Enrico Mattei di Alti Studi per il Vicino e Medio
Oriente, Ha dictado cursos y seminarios de geopolítica en
universidades y centros de investigación y análisis.
Docente del Istituto per il Commercio Estero (Ministerio de
Asuntos Exteriores italiano), dictando cursos en distintos
países, como Uzbekistán, Argentina, India, China, Libia.
Notas:
1. Eli Barnavi, Storia d’Israele, Bompiani, Milano 2005, p. 138.
2. Fréderic Encel, François Thual, Géopolitique d’Israël, Édition du
Seuil, Paris, 2006, pp. 23-25.
3. Diana Carminati, Alfredo Tradardi (a cura di), Boicottare Israele, Derive
Approdi, Roma 2005.
4. John J. Mearsheimer, Stephen M. Walt, La Israel Lobby e la politica
estera americana, Mondatori, Milano 2007.
5. Secondo Bruno Guigue, la ”resurrezione dell’olocausto”,
manifestatasi nella seconda metà degli anni settanta del
secolo scorso, costituì un avvenimento culturale di
primaria importanza per rafforzare i già stretti legami tra
Washington e Tel Aviv ed influenzare ulteriormente
l’opinione pubblica statunitense a favore di Israele, Aux
origines du conflit israélo-arabe. L’invisible
remords de l’Occident, L’Harmattan, Paris 2008, p.
135-139. Per
Norman Finkelstein, controverso autore de L' industria
dell'Olocausto. Lo sfruttamento della sofferenza degli
ebrei, Rizzoli, Milano 2004, invece, il tema
dell’olocausto divenne uno strumento di pressione e
propaganda a sostegno di Israele subito dopo il conflitto
arabo-israeliano del 1967.
6. Ilan Pappe, La pulizia etnica dei palestinesi, Fazi Editore, Roma 2008.
7. Per l’orientalista francese di origine ebraica, Maxime Rodinson
(1915-2004), l’insediamento della colonia ebraico-sionista
e la formazione dello stato di Israele nel 1948 sono il
risultato “di un processo che si inserisce perfettamente
nel grande movimento dell’espansione europeo-americana dei
secoli XIX e XX per popolare o dominare economicamente e
politicamente gli altri popoli”, citazione tratta da Serge
Cordellier (a cura di), Le dictionnaire historique et géopolitique
du 20e siécle, La Découverte, Paris 2007, p. 574. Per un
approfondimento del pensiero di M. Rodinson riguardo alla
questione israeliana vedere il suo Israele e il rifiuto
arabo, Einaudi, Milano 1969.
8. Robert Mantran, Storia dell’impero ottomano, Argo, Lecce 2000, p. 588.
9. Dati dell’Agenzia delle Nazioni Unite per i rifugiati palestinesi,
UNRWA, consultabili presso il sito internet ufficiale:
http://www.un.org/unrwa.
10. Gli USA riconoscono Israele de facto, appena “dieci minuti dopo la
proclamazione dello Stato, quando a Washington era passata
la mezzanotte”, (cfr. Leonid Mlecin, Perché Stalin creò
Israele, Sandro Teti editore, Roma 2008, p. 128) , il
riconoscimento de jure avverrà nel gennaio del 1949. Mosca
riconosce lo stato sionista il 18 maggio, quattro giorni
dopo l’autoproclamazione della nuova entità statale.
11. Sui complessi rapporti tra Stalin, il movimento sionista e Israele si
rimanda a Leonid Mlecin, op.cit.
12. Aymeric Chauprade, Chronique du choc des civilisations, Éditions
Chronique-Dargaud s.a., Pèrigueux 2009, p. 143.
13. J.-F. L. (Jean François Legrain), Question palestinienne, in Serge
Cordellier (a cura di), op.cit., p. 575.
14.
Aymeric Chauprade, op. cit., p. 143.
15. Benny Morris, Due popoli, una terra, Rizzoli, Milano 2009, pp. 190-197.
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