Fatah
ignora los problemas reales, limitándose a
hacer proclamas
huecas
Por
Khalid Amayreh (*)
Uruknet.info,
09/08/09
Rebelión,
12/08/09
Traducido
por Sinfo Fernández
Muchos
palestinos habían pensado que la convención de Fatah en
Belén serviría para revitalizar el movimiento, liberándolo
de su actual y deshonroso sometimiento a Israel, devolviéndolo
de nuevo al buen camino, el camino de la verdadera lucha
nacional que liberará al pueblo palestino y a su usurpada
patria de la cruel ocupación y dominación sionista.
Sin
embargo, en vez de eso, lo que hemos estado presenciando
estos últimos días ha sido la cacofonía de desvaríos y
fanfarronadas que ha fracasado de forma miserable a la hora
de abordar los problemas fundamentales a que se enfrenta el
pueblo palestino, poniendo en peligro sus vitales intereses
nacionales.
Así
es, mientras los alrededor de 2.200 delegados de Fatah se
empecinaban en dar vueltas alrededor de palabras vacías,
eludían cuidadosamente cuestiones clave como el Derecho al
Retorno, el inherentemente ignominioso escándalo de la
coordinación en temas de seguridad con Israel y el
persistente bloqueo israelí de la Franja de Gaza, así como
la criminal política de prohibir que entre en Gaza
cualquier material de construcción.
Fatah
ha pasado también por alto el escandaloso espectáculo
conocido como “proceso de paz”, que Israel ha utilizado
como tapadera para continuar con su expansión de
asentamientos judíos así como con la implacable destrucción
de la identidad islámica árabe de Jerusalén.
Por
supuesto que nadie en sus cabales esperaba que la
conferencia de Fatah fuera a servir para declararle la
guerra a Israel. Sin embargo, cada palestino tiene todo el
derecho a esperar que los delegados de Fatah se demuestren a
ellos mismos que merecen ser los representantes del pueblo
palestino que tanto proclaman ser.
Lo
que resulta aún más trágico es que hay una extendida
impresión de que los delegados de Fatah están poniendo sus
propios y estrechos intereses partidistas por delante de la
situación nacional.
No
puede haber nada peor que una nación que se escinda en
grupos y que cada grupo se considere a sí mismo como una
nación.
Por
desgracia, Fatah ya no es lo que fue. El antiguo movimiento
se liberación permite hoy que sus propios corruptos
dirigentes lo domestiquen a fondo eliminando su carácter
revolucionario mientras proclaman con todo cinismo que
siguen aferrados a la vía de la resistencia y la lucha
armada.
Bien,
ese liderazgo lleva intentando exhaustivamente desde 1993 la
vía de las negociaciones con Israel sin éxito alguno. De
hecho, el único resultado palpable de los casi quince años
de maratón de negociaciones con Israel ha sido la creación
de más asentamientos judíos en Cisjordania y más robos de
tierra árabe, tanta tierra han robado que ya no queda casi
nada para poder establecer un auténtico y viable estado
palestino.
Ahora,
esos dirigentes, que continúan desvergonzadamente en sus
puestos con la excusa del patriotismo, prometen más de lo
mismo, es decir, más conversaciones baldías con Israel,
probablemente hasta que no quede nada de qué hablar.
Desafortunadamente, esa es la deformada visión que tienen
del pragmatismo y del realismo.
La
forma y manera en que la conferencia de Belén se ha
referido al derecho al retorno es muy preocupante, por
decirlo de forma suave. Los funcionarios de Fatah, incluido
el Presidente Mahmoud Abbas, se limitaron a hacer alusiones
vagas, imprecisas y generales sobre el mismo.
Esas
alusiones mostraron que Fatah podría estar utilizando la
cuestión palestina más importante como una especie de
moneda de cambio para conseguir que Israel se avenga a dar
un estado a los palestinos, aunque esté desprovisto de la
sustancia que ese “estado” debería tener.
Por
tanto, una lectura cuidadosa del discurso de Abbas surgiere
que la OLP y los dirigentes de Fatah estarían bien
dispuestos a comprometer de hecho el derecho al retorno a
cambio de ciertas compensaciones políticas.
Es más,
la charlatanería de Abbas sobre el regreso de 300.000
palestinos a Cisjordania y la Franja de Gaza tras la
conclusión de los Acuerdos de Oslo muestra una tendencia
auténtica a considerar por su parte el “retorno de los
palestinos desplazados a los territorios ocupados por Israel
en 1967” como un cumplimiento parcial del derecho al
retorno.
Si
esto es así, supondría la traición definitiva a la causa
del derecho al retorno y un pérfido abandono de millones de
sufridos refugiados que han estado soñando con volver a los
hogares, pueblos y ciudades de donde ellos o sus padres y
abuelos fueron arrancados cuando se creó el perverso estado
de Israel hace más de sesenta años.
Todos
sabemos que Abbas acostumbra a hablar del derecho al retorno
en términos despreciativos y desdeñosos. Eso es lo que
hace que Israel le aprecie tanto y que se haya ganado el frívolo
epíteto de “moderado”. También sabemos que si no
hubiera sido por los esfuerzos de Hamas y otros dignos
nacionalistas palestinos para reafirmar el carácter central
del derecho al retorno, Fatah, bajo su comprometido
liderazgo, probablemente habría permitido que la cuestión
cayera en el olvido.
Esto
demuestra que no se puede confiar en Fatah en relación con
el sagrado derecho de los refugiados a retornar a sus
hogares. Esto fue así durante la época de Arafat y es aún
más verdad ahora con la aparición de una nueva generación
de dirigentes de Fatah que muestran más interés por los
coches elegantes y por la acumulación de riqueza que por el
sufrimiento del pueblo palestino.
Otro
tema que la convención de Fatah ha ignorado casi
completamente es la desgraciada “coordinación de
seguridad” con Israel en Cisjordania. Esa abominable
coordinación no es más que una especie de traición.
La
coordinación de seguridad supone toda una serie de formas y
expresiones alarmantes, incluida la sistemática persecución
y acoso de los simpatizantes de Hamas, el cierre de
instituciones islámicas, el despido de sus trabajos de
funcionarios islámicos así como el intercambio de datos
sobre potenciales activistas de la resistencia.
El año
pasado se citó a un comandante de seguridad palestino de
alto rango diciéndole a un comandante del ejército
sionista: “Somos aliados, no enemigos, tenemos un enemigo
común, que es Hamas”.
Por
desgracia, ese oficial y sus colegas nunca fueron
reprendidos ni castigados por hacer esos traidores
comentarios. Es más, algunos de esos oficiales han
participando en la conferencia de Belén.
Ni
que decir tiene que la estrecha colaboración entre las
agencias de seguridad de la Autoridad Palestina e Israel ha
tenido consecuencias desastrosas para la causa de la unidad
nacional palestina.
Al
parecer, desde mediados de 2007, han sido detenidos hasta
10.000 activistas islámicos en Cisjordania, sometiendo a
muchos de ellos a graves torturas que han puesto en peligro
sus vidas.
Así
es, al menos once personas, incluidos dirigentes religiosos,
profesores y otros profesionales han muerto bajo las
torturas de los interrogadores de la AP.
La víctima
más reciente ha sido Kamal Abu T’iema, profesor y líder
comunitario del campo de refugiados de Fawwar, cerca de
al–Jalil, que ha pasado gran parte de su vida pudriéndose
en las cárceles y mazmorras israelíes.
Abu
T’iema murió la pasada semana, al sucumbir tras una
apoplejía masiva que sufrió hace unas cuantas semanas como
consecuencia de las graves torturas padecidas en una agencia
de seguridad de la AP en la sede de Hebrón. Nunca imaginó,
ni en sus peores pesadillas, que moriría por torturas a
manos de la misma gente que proclama luchar por la libertad
de Palestina.
Lamentablemente,
muy pocos delegados de Fatah en Belén tuvieron el coraje
moral de llamar al pan pan y al vino vino, especialmente en
relación a tipos como Muhammad Dahlan, quien con tanto
entusiasmo y disposición se puso al servicio de la
administración Bush provocando una guerra civil en
Palestina al servicio de los objetivos y designios de
Israel.
Fatah
fue una vez un casa honorable que luchaba por una causa
digna, la causa de un pueblo oprimido resistiendo frente a
un agresor de características nazis que buscaba su
desaparición y olvido de la faz de la tierra.
Ahora
parece que Fatah se ha transformado finalmente en un hotel
de cinco estrellas cuyos antiguos revolucionarios se
esfuerzan en disfrutar de la vida, mientras observan con
total insensibilidad cómo el mismo país que trataban de
liberar va siendo pulverizado y expoliado por los sionistas
y la misma gente que ellos proclaman representar es violada,
arrasada y atormentada por Israel, su presunto socio para la
paz.
Bien,
el Fatah que durante décadas conocimos ya no existe. Quizá
aparezca otro Fatah, un movimiento más honorable y limpio
que reemplace al que ha muerto. Eso es inevitable porque la
traición es algo que nunca ha prosperado en esta tierra.
(*)
Khalid Amayreh es un periodista palestino que vive con su
familia en la ciudad palestina ocupada de Dura. Puede
contactarse con él en: amayreh@p–ol.com
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