La
ocasión merecía un anuncio categórico en uno u otro
sentido, pero acabó sonando como el aullido de auxilio de
alguien que se deja querer. En una conferencia televisada,
el presidente palestino, Mahmud Abbás, declaró anoche que
no desea presentarse a las elecciones generales que él
mismo ha convocado para el próximo 24 de enero. El histórico
dirigente de Al Fatá y la OLP, de 74 años, aseguró que su
anuncio «no es una maniobra política» y que espera que
sus compañeros de militancia respeten su decisión. Abbás
la justificó por el estancamiento del proceso de paz, y
repartió culpas entre Israel, EEUU y Hamás.
No
fue el discurso de alguien que se va después de toda una
vida dedicada a la causa o de uno de los protagonistas del
eterno proceso de negociación abierto en Madrid en 1991. «He
informado al comité central de Al Fatá de que no estoy
interesado en presentarme a la reelección», aseguró el
sucesor de Yasir Arafat.
Espero
que se entienda y respete mi voluntad», añadió, dejando
una puerta abierta a lo contrario. El moderado Abbás expresó
frustración, pero en el tono desapasionado habitual de sus
discursos.
«El
Gobierno israelí está adoptando una política que arruina
todos los esfuerzos de paz», declaró, tras denunciar la
negativa israelí a detener la expansión de los
asentamientos. También cargó contra la judaización «sin
precedentes» de Jerusalén. Más suaves fueron sus
reproches a EEUU, su gran aliado contra Hamás y la mano que
mueve los hilos de sus fuerzas de seguridad.
Giro
de Obama: cede ante Netanyahu
Abbás
expresó «sorpresa» por el giro de la Administración de
Obama, que un día condena sin ambages los asentamientos y
otro está dispuesto a convivir con un poco de «contención»
en su imparable metástasis. Habrá que ver, por tanto, qué
pasa. No es la primera vez que el presidente amenaza con
dimitir o toma una decisión y se arrepiente, como con la
dimisión de su primer ministro.
Esta
vez las presiones también le llueven de todos los flancos
para que reconsidere su decisión. El comité ejecutivo de
la OLP declaró que es «el único candidato de Al Fatá y
la OLP» y que tiene su «apoyo unánime». También le
llamaron los presidentes de Egipto e Israel, el rey jordano
y el ministro israelí de Defensa, el mismo Ehud Barak, que
entre sus allegados dice que Abbás es demasiado débil para
negociar nada.
Ningún
dirigente israelí se pronunció públicamente, pero la
renuncia de Abbás podría quitarle un peso de encima al
gobierno de Netanyahu. El presidente es el principal garante
de las negociaciones en el seno de la ANP. Si se esfumara,
Netanyahu podría volver a enarbolar el discurso de que no
hay socio y deshacerse de la incómoda presión
internacional.
Para
Hamás fue una jornada de autoafirmación, pese a las
numerosas críticas que les dedicó Abbás. Los islamistas
le pidieron al presidente que reconozca ante su pueblo que
la vía del diálogo ha fracasado. Es trágico, pero la
historia les está dando la razón. Israel sólo ha movido
ficha cuando se ha visto amenazado.