El primer ministro israelí Netanyahu describió su oferta de restringir
temporalmente la construcción de asentamientos judíos
totalmente nuevos en Cisjordania, excluyendo el Jerusalén
Este árabe, como un “paso trascendental y doloroso” que
forma parte de una política que supuestamente dará un
nuevo empuje a las conversaciones de paz.
Netanyahu no es estúpido. Sabe que algunos de nosotros sabemos que no está
ni remotamente interesado en una paz en condiciones
aceptables para los palestinos. ¿Cuál es entonces su
verdadero plan de juego actual? Es simple. Trata de hacer la
paz con el gobierno de Obama. Y su reacción sugiere que con
ayuda del lobby sionista y sus títeres en el Congreso tiene
ese asunto bajo firme control.
El 18 de noviembre el propio presidente Obama expresó su consternación
ante la decisión israelí de aprobar 900 unidades
habitacionales más en Jerusalén Este. Dijo que podría
llevar a una “situación peligrosa” porque dificultaría
a Israel el logro de la paz en la región e “irrita a los
palestinos”.
Ocho días después, el gobierno de Obama dijo que la nueva oferta de
Netanyahu, que subraya que no habrá restricciones, ni
siquiera temporales, en el desarrollo de nuevos
asentamientos en Jerusalén Este, ayudará a “hacer que
avancen” los esfuerzos de paz.
¡Qué absurdo! Me parece que el gobierno de Obama no sabe si va o viene
cuando se trata de encarar a Netanyahu.
La reacción del importante legislador palestino Mustafa Barghouti estuvo
mucho más cerca de la realidad: “Lo que Netanyahu anunció
hoy es uno de los mayores intentos de engaño en su
historia”.
Es, claro está, un engaño, pero no debería sorprender a nadie. No sólo
el engaño ha sido el nombre del juego sionista, no conoce
otro.
Su primera declaración de misión en 1897 fue un engaño. El año anterior
el padre fundador del sionismo, Teodoro Herzl, escribió y
publicó “Der Judenstaat,” el Estado judío. Comenzaba
con estas palabras: “Los judíos que lo deseen tendrán su
propio Estado.” Pero cuando todos los padres fundadores
del sionismo se reunieron en su primer congreso en Basilea,
Suiza, Herzl fue uno de los primeros que apreció la
necesidad de abandonar la palabra Estado en todos los
pronunciamientos políticos públicos.
Por eso el primer congreso de la Organización Sionista Mundial terminó con
una declaración pública que declaró que la misión del
sionismo era el esfuerzo “para crear para el pueblo judío
un hogar en Palestina garantizado por la ley pública”.
La diferencia entre “hogar” y “Estado” era grande.
Estado habría significado que lo que el sionismo quería (y estaba
implacablemente determinado a obtener) era una entidad
soberana, por definición con plenos poderes estatales
respaldados por sus propias fuerzas armadas. En otras
palabras, un Estado judío soberano, totalmente
independiente, sería algo que plantearía una amenaza a los
derechos y posiblemente incluso a la existencia de los árabes
de Palestina. En esos días el sionismo no quería que el
mundo, incluidos la mayoría de los judíos del mundo, lo
supiera.
Hogar era un término mucho más suave, menos inquietante. Implicaba, y para
propósitos propagandísticos se podía afirmar que
significaba, que el sionismo estaría dispuesto a aceptar
una entidad sin poderes soberanos y que por lo tanto no
plantearía ni podría plantear algún tipo de amenaza para
los árabes.
La prueba de que el padre fundador del sionismo sabía que la sustitución
de “hogar” por “Estado” en la primera declaración
de misión constituía un engaño se encuentra en su diario
que no fue publicado (se mantuvo secreto) durante 63 años.
La anotación de Herzl del 3 de septiembre de 1897, tal como
fue publicada en 1960, incluía lo siguiente:
Si tuviera que resumir el congreso de Basilea en una palabra –y tendré
cuidado de no pronunciarla en público– sería la
siguiente: En Basilea fundé el Estado judío… Tal vez en
cinco años, y ciertamente en 50, todos lo sabrán… En
Basilea entonces, creé esa abstracción que, como tal, es
invisible para la vasta mayoría de la gente.
El sionismo no sólo no quería asustar a los árabes y a las principales
potencias mediante el uso del término Estado. Todos sus
padres fundadores tenían plena consciencia de que los judíos
más informados y juiciosos por doquier estaban opuestos a
la idea de crear un Estado judío soberano en el corazón
del territorio árabe. Creían que era moralmente erróneo.
Temían que condujera a un conflicto interminable. Y sobre
todo temían que si las grandes potencias permitían que el
sionismo se saliera con la suya, llevaría un día a
provocar antisemitismo.
Esa preocupación judía y esos temores judíos fueron eliminados por la
obscenidad del holocausto nazi, sin el cual es casi seguro
que el sionismo no hubiera triunfado.
Después de su declaración unilateral de independencia la política del
Estado sionista (no judío) fue avanzar mediante la creación
de hechos en el terreno. En efecto, su mensaje al mundo fue,
y sigue siendo: “Sabemos que no deberíamos haberlo hecho,
pero lo hemos hecho. Y no hay nada que podáis hacer al
respecto”.
(*) Alan Hart es ex corresponsal extranjero de ITN y de Panorama de la BBC.
Ha cubierto guerras y conflictos dondequiera que ocurrían
en el mundo y se especializó en Oriente Próximo. Autor
de: “Zionism: The Real Enemy of the Jews: The False
Messiah”. Tiene
su blog en www.alanhart.net