Después
de un viaje a ciertas zonas de los Territorios Ocupados,
tratar con dirigentes de muchas corrientes, tanto palestinos
como israelíes, la percepción es clara. Más, después de
ver los rostros de ‘sorpresa’ de avezados miembros de la
estructura que ‘manda’ en ciertos bantustanes de
Cisjordania, ya sean OLP, Al Fatah, o algo que se denomina
Autoridad Palestina por las declaraciones de la Secretaria
de Estado estadounidense Hillary Clinton en su reciente
visita a Ramala en la que pedía que se restableciera el diálogo
con el Gobierno israelí sin pedir el ‘congelamiento’ de
nuevos asentamientos a cambio de la generosa oferta de
‘limitarlos’, deshaciendo la ilusión de que la
administración Obama iba a ser coherente con sus primeras
declaraciones de retomar una Hoja de ruta que, en este otoño,
no se sabe a donde ha ido a parar. Pero que, en todo caso,
deja a los interlocutores palestinos por los suelos ante su
pueblo, porque se demuestra que la llamada Autoridad
Palestina está vacía, que es una ficción lo emprendido
hasta ahora y que no se va a conseguir nada si se sigue con
los planteamientos que hasta ahora.
Para
un observador de fuera, con cortes de cata de la situación
palestina en diferentes años, ésta se traduce en que el
camino emprendido por los rectores de la dirigencia
palestina, desde hace mucho tiempo, les ha llevado a
recorrer un túnel, basados –en el mejor caso de buena
fe– en una esperanza de cambio de la estrategia sionista y
de la ayuda política de la comunidad internacional (y árabe),
que no conduce a ninguna parte y que ‘ahora’ ya saben
que no tiene salida. No pueden argüir desconocimiento o
esperanza de que haya alguna luz, por pobre que ésta sea y
que reafirme el camino emprendido desde los acuerdos
negociados secretamente en Oslo.
Esos
acuerdos no fijaban la limitación de construcciones de
colonias sionistas y otros elementos de la política
tradicional israelí como la determinación de la propiedad
de la tierra para los ‘ausentes’ o la posibilidad de
concesión de la nacionalidad israelí a cualquier judío
para poder establecerse en los Territorios Ocupados sin que
se permita a los refugiados palestinos volver a sus
primigenios hogares.
Y
con esos mimbres, la estrategia israelí, común divisor de
laboristas, meretz, likub, kadima, los rusos, los ortodoxos
y la pléyade del arco parlamentario israelí, continuó con
la expropiación, la esquilmación de los recursos hídricos
y el resto de las políticas colonizadoras de la tierra y
economía palestina. Ahora la verdura palestina ha dejado de
venderse en Jerusalén, la Casa de Oriente –simbólica
representación palestina en la ciudad de Jerusalén– está
cerrada y sigue gota a gota la judaización de la capital
palestina.
La
colonización económica es evidente y se apropia de la
ayuda internacional. Según fuentes diplomáticas, se
calcula que cerca del cincuenta por ciento de los alimentos
palestinos son producidos en áreas controladas por los
israelíes y que del 60 al 80 por ciento de toda la ayuda
internacional a los palestinos es comprada en Israel que no
paga ninguna factura por sus destrozos y que cobra tasas
hasta de los camiones de ayuda humanitaria que van a Gaza. Sólo
hay que ver los rótulos de las cajas de las tiendas
palestinas de los Territorios Ocupados. Incluso la comida
que llega a Gaza sirve como regulador de los precios
internos israelíes: se deja pasar manzanas si éstas bajan
‘demasiado’ el precio y se impide que entran los kiwis o
al revés, según interese a las comercializadoras israelíes.
Y
todo esto con luz y taquígrafos. Los metros lineales de
informes internacionales, de las Naciones Unidas, de la
propia Unión Europea y sus predecesoras, las embajadas de
sus países miembros, de las organizaciones humanitarias,
incluyendo israelíes, podrían abarcar todo el perímetro
de cada uno de los Ministerios de Asuntos Exteriores,
incluyendo el madrileño Palacio de Santa Cruz. Formarían
una gran biblioteca de la complicidad y de la ignominia.
Porque sabiéndolo, los rectores de las políticas
internacionales siguen publicitando, como un mantra, una
cosa que denominan proceso de paz, haciendo abstracción del
avance imparable de la ocupación que, ya ni siquiera, deja
visualizar otra cosa que el archipiélago de bantustanes o
reservas de los indigentes palestinos.
A
estos efectos, es curioso revelar que cualificados
dirigentes palestinos se refieran al Ministro español de
Exteriores, Moratinos, como Mr. Amnesia. Él conoce por su
trayectoria profesional en el Ministerio de Asuntos
Exteriores, en la Dirección General de África y Oriente
Medio, embajador en Israel, enviado especial de la UE,
ministro de Asuntos Exteriores... cómo se han incrementado
de año en año las colonias sionistas, la expropiación de
tierras, la esquilmación del agua, la periódica destrucción
de infraestructuras o la economía palestina, y ante eso y más,
manteniendo o incrementando las migajas de la ayuda
humanitaria a los palestinos, cada vez olvida esos datos
para mantener que hay que apoyar a Israel en la política de
vecindad y upgranding de la UE, respaldarle a su incorporación
a la OCDE, e incrementar las maniobras militares o cualquier
negocio (como la supresión de la legislación española
sobre jurisdicción universal cuando hay un caso sobre crímenes
de lesa humanidad contra 7 militares israelíes), afirmando
que se hace (el olvido y el apoyo de facto a la ocupación)
como fórmula de ser considerados interlocutores por parte
israelí y ‘convencerles’ de que hacen algo malo y
cambien de actitud. Otros palestinos ya opinan abiertamente
que es un sionista con palabra amable y que se presenta como
amigo cuando solo es otro instrumento (voluntario) de la
estrategia israelí.
Después
de Oslo, y a pesar de cada uno de los incumplimientos de la
literalidad del mismo o sus esperanzas frustradas sobre que
la interpretación de los mismos llevaría a una paz de
valientes, en lugar de la dinámica de profundizar la
ocupación y el colonizaje, los negociadores palestinos
siempre ponían como argumentos ‘fuertes’ de su postura,
que la comunidad internacional (los Estados Unidos, la
Europa civilizada o el alicaído imperio ruso) impedirían
ese avance o que el pueblo palestino se rebelaría cuando
intentasen arrebatarles el 10 (después el 20, el 30… por
ciento de su territorio o el Valle del Jordán, o el
transitar por Jerusalén, …). Pero esos argumentos ya ni
siquiera lo repiten. Son conscientes de que la comunidad
internacional no existe. Hillary Clinton o la votación del
Informe Goldstone lo han dejado claro, hay luz verde para
seguir la colonización, el muro y lo demás, solo se
perturban por el ritmo. Un ritmo que sea digerible por la
adormecida opinión pública. Por otro lado ese pueblo al
que se le pide paciencia o que se rebele está exhausto.
Exhausto porque ha recibido mucha represión, vive de la
ayuda internacional, pero sobre todo, desde mi opinión,
porque no tiene un gobierno democrático, ético, coherente
y fiel a una estrategia.
Riad
Malki, el que está nombrado por Abú Mazen, Ministro de
exteriores palestino tras los sucesos de Gaza en un Gobierno
diferente al elegido en las urnas, de la antigua ONG
Panorama, le hemos escuchado varias veces, en estos dos últimos
años, que si la Comunidad Internacional no hacia nada por
evitar la profundización de la colonización israelí, se
deslegitimaba a la Autoridad Palestina (que contenía la ira
del pueblo palestino, de acuerdo a ese pacto de su
alineamiento ‘moderado’, aliado de esa misma comunidad,
frente a la resistencia laica o islámica), se menospreciaba
la oferta de paz árabe recogida en la Cumbre árabe de
Beirut (reconocimiento árabe–israelí, si Israel dejaba
que hubiera un estado palestino en las fronteras de 1967), y
que eso llevaría a su colapso y les obligaría a tener que
abandonar esa postura y forzar a la comunidad internacional,
a las Naciones Unidas (¿a la que forma parte del Cuarteto,
que sigue la estrategia israelo–estadounidense?) a que se
hicieran cargo del proceso de descolonización. Tantas veces
lo ha dicho y tantas veces Israel ha seguido expropiando,
esquilmado, judaizando Jerusalén y asentando las leyes
racistas que su cantinela es parecida a la fábula de la
amenaza de que viene el lobo y ya ha sido ‘descontada’
por el mercado diplomático. De ahí la relativa
indiferencia que ha ocasionado el anuncio de Abú Mazen de
no presentarse a unas quiméricas elecciones el próximo
enero o después.
La
dirigencia de Al Fatah, que es la que corta el bacalao, ante
la impotencia de los otros grupos que no han denunciado el
pastiche no democrático que actualmente es la OLP, y el
apoyo de esa comunidad internacional a cualquier cosa que no
represente a la resistencia palestina, aunque sea elegida
democráticamente, tiene un dilema.
Mantener
su estatus y los 150.000 sueldos (de trabajadores que
sostienen la Autoridad Palestina y su capacidad de
autogobierno, con el dramatismo que tiene eso de una
esperanza de vivir mejor y establemente) que representan la
ayuda internacional a cambio de aceptar ser los reyes de los
bantustanes y seguir utilizando la superestructura de que
hay un proceso de paz o buscar una catarsis que rompa la
inercia.
Entre
ellos predomina lo primero. De ahí el denodado esfuerzo
sectario de vestir las decisiones de la Presidencia
palestina con la legitimidad otorgada por ser los cauces de
la ayuda internacional, fuera de una legitimidad o legalidad
palestina. Presionan a Abú Mazen para que siga el tinglado
ante la falta de otro liderazgo de su facción. Otras voces,
no organizadas, entienden que hay que pedir la independencia
y proclamar el estado palestino unilateralmente ante las
Naciones Unidas con las fronteras de 1967 y con Jerusalén
como capital. Esas voces que han participado hasta ahora en
todos los meandros del sectarismo y el boicot a Hamas y a
las demás organizaciones palestinas tienen una idea, pero
no tienen consigo al aparato por lo precipitado de su
propuesta y no lo han llevado a la calle palestina. No
tienen, ni han buscado, un consenso palestino y sus
aventuras políticas les hacen tener poca credibilidad. Y a
lo mejor, esa idea, arropada por un consenso palestino,
tendría una mayor fuerza y podría ser ese elemento catártico
del ensueño de un estado palestino inviable que es de lo
que actualmente viven ellos mismos.
Esa
unilateralidad por supuesto no conviene a los israelíes y a
esa misma comunidad internacional porque se desvelaría el
tinglado de la farsa. Pero poco más podrían perder. ¿Qué
no se les hace caso? Todavía no se han modificado las leyes
y resoluciones internacionales y entraríamos en el capítulo
de la descolonización de las Naciones Unidas. Incluso las
voces que reclaman un solo estado, desde la convicción de
que es inviable un estado palestino, tendrían más fuerza
porque la lucha contra el apartheid y las leyes racistas
israelíes entrarían de plano en la lucha contra la
descolonización, sin estar pretéritas por la confusión de
un proceso de paz quimérico.
La
división palestina, en todo caso, es un handicap para
cualquier planteamiento. Una división alentada por esa
comunidad internacional (que aceptó los criterios israelíes
y no usa esas mismas condiciones a los diferentes gobiernos
sionistas). Las diatribas de Abú Mazen y su estado mayor
contra Hamas y a cualquier oposición hacen imposible la
reconciliación por esta parte y que los ‘tunecinos’
puedan protagonizar cualquier acuerdo. De ahí la debilidad
de la amenaza independentista de una facción, de una parte
del partido, que controla (y es el interlocutor
internacional) la OLP.
Pero
mantener el espantajo indefinido de un proceso de paz
tampoco es verosímil, aunque se quiere mantener. Hay una
carrera entre un intento de mejorar las condiciones económicas
de (parte) de la población palestina (Natanyahu–Blair–
y todo el mundo) a cambio de la dilución de la identidad
palestina y sus reclamaciones históricas. Ya los refugiados
palestinos pitan poco. No se atiende la integración con la
lucha de los árabes israelíes. El vector ideológico
lanzado por el Gobierno israelí de que se reconozca a
Israel como Estado ‘judío’ tiene sus adeptos entre la
‘inteligencia’ y la misma comunidad internacional que
amenazaban y forzaban el uso de la fuerza ante los
planteamientos de estados étnicos (y su correlato de
limpiezas étnicas) hace unos pocos años.
En
esa carrera contra el tiempo, la catarsis rompe la inercia.
La matanza de civiles en Gaza, como la de Jenin, Sabra y
Chatila o la de los aviones civiles destruidos décadas atrás
no han servido. El discurso normalizador de Israel avanza
gracias a la capacidad sionista y a los Moratinos boys. ¡Un
Estado–Gobierno ocupante acaba de firmar el acuerdo de
libre comercio con Mercosur con el Brasil de Lula! Los
palestinos están solos. No tienen muchos aliados. Quizá el
derecho internacional, que no es poco.
En
ese túnel sin salida en el que están metidos los
palestinos y con una dirigencia empeñada en continuar por
los mismos derroteros a ninguna parte, con gran debilidad
económica tienen pocas cartas. Una de ellas es apoyar y
extender la Campaña de Boicot, Sanciones y Desinversión (BDS
en sus siglas en inglés) similar a la que se hizo a la Sudáfrica
del Aparheid.
La
actual dirigencia puede sobrevivir, mejor o peor, a cambio
de la represión a los opositores a esa inercia o aceptar
que lo hasta ahora encaminado no lleva a ninguna parte, ni
al menor de sus sueños y replantearse su estrategia, buscar
alianzas con sus opositores (a los que ahora dirigen más
criticas que a los ocupantes israelíes (¡)) y consensuar
una nueva estrategia de resistencia. El pueblo palestino
continuamente descabezado, ya sea por la represión israelí,
o sus cantos de sirena, la comunidad internacional o la
identidad con el otro mundo divino, tiene, como nunca, un
desafío de continuar siéndolo y de renovar su liderazgo.
(*) Santiago González Vallejo
es economista y miembro del Comité de Solidaridad con la
Causa Árabe.