Viejas estrategias contra nuevos enemigos
Descifrando la crisis política palestina
Por Emilio Dabed (*)
Dissident Voice, 07/12/09
Rebelión, 14/12/09
Traducido por Sinfo Fernández
“Dijisteis que nunca les derrotaríamos: Al contrario, necesitamos
ayudarles a que se derroten a sí mismos. No se derrota a
nadie desde fuera; todas las derrotas son internas… han caído
en la vorágine de la derrota y depende de nosotros que les
hagamos seguir en esa misma dirección”.(Elias
Khoury, “Bab al-Shams”)
Las explicaciones que Israel ofreció para justificar la masacre perpetrada
contra Gaza en diciembre del pasado año fueron confusas.
Los objetivos que el aparato político y militar israelí
avanzó fueron diversos: derrocar al gobierno dirigido por
Hamas y aniquilar el movimiento, acabar con el lanzamiento
de cohetes desde la Franja por Hamas, destruir las
capacidades militares de Hamas, acabar con el contrabando en
Gaza, etc.
Sin embargo, no lograron alcanzar ninguno de esos afirmados objetivos. El
gobierno de Hamas permanece en Gaza. En efecto,
inmediatamente después de declararse el alto el fuego, las
pantallas de TV mostraban a la policía de Gaza poniendo
orden en las calles mientras los grupos armados de la
resistencia volvían a lanzar cohetes hacia Israel. El
mensaje era claro: el gobierno de Hamas mantenía el poder
en Gaza, su capacidad para lanzar cohetes hacia Israel no
había resultado precisamente destruida y la economía
sumergida de Gaza seguía creciendo, haciéndose más y más
sofisticada.
Pero a pesar de todos estos hechos, el establishment israelí declaró
triunfantemente que había alcanzado sus objetivos de guerra
[1]. ¿Cómo reconciliar esas declaraciones con la realidad?
¿Deberíamos interpretarlo como una especie de “disociación
cognitiva”, una tendencia a mantener como “realidad”
todo aquello que constantemente es negado por los hechos? En
efecto, es esta una fuerte tendencia histórica de la política
israelí. Sin embargo, hay otra posible explicación: puede
que el objetivo fuera diferente, que fuera más importante y
tuviera consecuencias de mayor alcance que el de simplemente
derrocar al gobierno de Hamas u obtener algunas ventajas
temporales, un objetivo que los israelíes no pueden
abiertamente admitir sin entrar en contradicción con la
supuesta postura que su sistema de propaganda ha difundido
por doquier de “autodefensa” y afán por una “paz
justa y duradera”.
El único camino para reconciliar los hechos y la posición pública israelí
y describir la actual crisis palestina es exponer el
principal objetivo y la estrategia subyacentes tras la
“guerra contra Gaza”.
El objetivo del ataque fue consolidar las consecuencias de una campaña
iniciada hace tiempo ya durante el período mismo de los
Acuerdos de Oslo: convertir, de una vez por todas, el
movimiento nacional palestino en algo anodino, y a la
Autoridad Palestina (AP) en un mero administrador de la
ocupación con tendencias dictatoriales. La estrategia se
basaba en profundizar la división dentro del campo
palestino y en deslegitimar tanto a la resistencia armada
como a la no violenta como opciones políticas viables. La
perspectiva a largo plazo era clara: forzar negociaciones
interminables en el transcurso de las cuales, y debido a su
posición de poder, Israel pudiera continuar creando
“hechos sobre el terreno” e imponer sus condiciones para
asegurar su proyecto expansionista de “Eretz Israel” (el
“Gran Israel”), sin tener que pagar ningún coste
importante por ello.
Uno podría sostener que no hay nada nuevo en esa idea y que este ha sido el
objetivo israelí durante las últimas cinco décadas. Sin
embargo, un examen más minucioso de la situación arroja
luz sobre una diferencia significativa, una diferencia que
ha obligado a Israel a cambiar su estrategia sobre la firma
de los Acuerdos de Oslo y que al mismo tiempo explica mejor
su política actual. Antes de los Acuerdos de Oslo, el
enfoque de Israel era casi puramente militar: destruir a los
que Israel ni siquiera reconocía como palestinos sino como
“terroristas árabes” [2]. La infame sentencia de Golda
Meir personificó esta idea: “No existe tal cosa llamada
palestinos”. Pero los Acuerdos de Oslo situaron el
movimiento nacional palestino en alguna parte de la
Palestina histórica e hicieron inexorable una solución política
a sus demandas. Sin duda, la única concesión significativa
hecha en Oslo por Israel fue la de reconocer la existencia
del pueblo palestino y sus demandas como una cuestión política,
algo que se había venido negando rotundamente desde 1948.
Desde Oslo, el enfoque israelí ha ido acompañado de una
“nueva estrategia”. La posición militar era
insuficiente. Sencillamente, Israel no podía ya matar
palestinos o expulsarles del territorio ocupado sino que
también tenía que encontrar una respuesta política.
Esta respuesta se hallaba contenida en las condiciones mismas del proceso de
Oslo y en su aplicación práctica. La corriente política
dominante de la OLP (fundamentalmente el liderazgo de Fatah
[3]) ha acabado seducido por la “trampa de la
estatalidad”: una promesa hueca israelí de estado
independiente palestino bajo condiciones inaceptables. Sirvió
para desgarrar el movimiento nacional palestino
profundizando la división en los años siguientes. La
condición principal de los Acuerdos de Oslo para que Israel
hiciera cualquier concesión era la de “proporcionar
seguridad a Israel”, es decir, renunciar y reprimir a la
resistencia. Fatah (que es como decir la OLP), bajo el
liderazgo de Arafat, acató esas normas y renunció
formalmente a la lucha armada, empezó a reprimir a la
resistencia palestina y a someterlo todo a negociaciones políticas
[4].
En 2006, Israel tenía ya medio camino recorrido hacia su objetivo. La OLP
había prácticamente desaparecido y, en términos prácticos,
había sido sustituida por la AP como cabeza del movimiento
nacional palestino. El liderazgo de Fatah en la AP ya no
formaba parte de la resistencia palestina y se mostraba
proclive a aceptar una “solución israelí al
conflicto”. Sólo un actor importante, Hamas, continuaba
rechazando las soluciones unilaterales de Israel, con una
estrategia de resistencia armada y negociaciones políticas.
Pero Hamas no representaba ya a una minoría política como
movimiento de resistencia. Se había convertido en un
partido político con un apoyo popular sólido y amplio. En
enero de 2006 obtuvo una amplia victoria en las elecciones
legislativas palestinas y estaba, por tanto,
constitucionalmente autorizado para formar el siguiente
gobierno de la AP.
Este inesperado desarrollo creó una crisis importante para Israel, Fatah y
la administración estadounidense. Las elecciones libres y
justas habían conseguido un “gobierno dirigido por
islamistas” que abiertamente desafiaba el unilateralismo
de Israel, los propios privilegios políticos y económicos
de Fatah y la política exterior de EEUU. Por tanto, para
enfrentar este nuevo escenario, esas tres partes acudieron a
la historia, empleando viejas estrategias contra nuevos
enemigos.
Para evitarse el bochorno de despreciar abiertamente los resultados de las
elecciones, Israel, la AP y EEUU –aunque con objetivos
distintos- se unieron e idearon una “nueva estrategia”
de desestabilización, propaganda y complot militar y político
contra un gobierno democráticamente elegido. EEUU es
experto en estas técnicas, las ha practicado anteriormente
a voluntad por todo el planeta durante la “guerra fría”.
En su momento, se utilizó contra los movimientos sociales
de izquierdas que buscaban reformas sociales y políticas.
Sudamérica, por ejemplo, tuvo que sufrir una larga historia
de guerras civiles, fuertes divisiones y dictaduras como
consecuencia de esas tácticas. La estrategia era siempre la
misma: desestabilización económica y política, propaganda
y agresión militar.
Puede analizarse lo que sucedió con Hamas desde su victoria electoral en
2006 hasta la agresión de Gaza en 2008-2009 a través de la
experiencia en Sudamérica. El caso de Chile en el período
comprendido entre 1970-1973 nos ofrece un paralelo
apropiado. Aunque tanto en el caso de Chile como en el de
Palestina el contexto político era distinto, en ambas
situaciones se estableció un plan de sabotaje, uniendo
poderes exteriores a grupos internos para desestabilizar un
gobierno democráticamente elegido. Aunque los objetivos en
ambos contextos no eran idénticos, había parecidos
importantes. Mientras que en Chile el plan culminó en el
golpe de estado de 1973 con el objetivo de destruir el
movimiento social y convertirlo en parte funcional de una
nueva estructura social y económica, el sabotaje al
gobierno dirigido por Hamas que acabó en la agresión
israelí contra Gaza debe considerarse como un acto final
del establishment israelí para aumentar y consolidar el
estado de división, la inactividad y el sentimiento de
autoderrota dentro del movimiento palestino. Al hacer eso,
Israel buscaba eliminar la resistencia como opción política
obligando a los palestinos, especialmente a Hamas, a
convertirse en parte funcional de la estructura de cooperación
de la AP o a asumir las consecuencias. Los objetivos de la
agresión no eran militares sino políticos.
Este artículo intenta, a través de la comparación con el caso chileno,
mostrar que el conflicto Fatah-Hamas no representa una
novedad sino más bien la aplicación de una vieja
estrategia contra un nuevo enemigo. Debería ayudarnos a
describir la dinámica interna de división y enfrentamiento
que reina hoy en el escenario político palestino y a
desechar cualquier explicación “existencialista” del
conflicto. A diferencia de la forma en la que muchos han
empezado a pensar sobre la cuestión, la crisis interna no
se debe a una supuesta “política palestina” que pueda
estar enraizada en un esencial “carácter palestino”
sino a la “política en Palestina”: el actual punto
muerto palestino tiene causas políticas internas y externas
y dinámicas que se pueden identificar y analizar. Volvemos
al paralelo chileno para arrojar luz sobre esta cuestión.
El caso
chileno: o cómo convertir a revolucionarios marxistas en dóciles
administradores
Cuando el ex Presidente socialista Salvador Allende Gossens fue democráticamente
elegido en Chile en 1970, el Presidente estadounidense,
Richard Nixon, dio la orden de “hacer que la economía
(chilena) crujiese” y revertir, “por medios políticos o
militares”, los resultados de las elecciones [5]. El mundo
era testigo de uno de los momentos álgidos de la “guerra
fría”. El enemigo de Occidente, en aquel momento, eran
los movimientos progresistas y de izquierdas que estaban
“poniendo en peligro los intereses económicos de EEUU por
todo el planeta”. La guerra en Vietnam había resultado un
fiasco total. La joven revolución cubana había sobrevivido
a todos los ataques norteamericanos (la fallida invasión de
Cochinos, sabotajes, complots, campañas propagandísticas y
el largo bloqueo económico). Desde la óptica de la política
exterior estadounidense, no había espacio para otra Cuba.
Pero el caso chileno era un caso especial. El gobierno de Allende era uno de
los primeros gobiernos socialistas en llegar al poder tras
unas elecciones democráticas. En efecto, quizá fue este
rasgo el pilar más simbólico de la plataforma política de
este gobierno: la “vía chilena (democrática) al
socialismo”.
A pesar de este hecho, se sometió al gobierno de Allende a un complot
sistemático estadounidense-chileno-derechista a fin de
derrocarlo. El múltiple plan incluía restricciones a los
poderes constitucionales del Presidente, un duro boicot económico,
actividades de propaganda, desestabilización política e
intervención militar [6]. Cada paso trataba de preparar el
campo para un golpe de estado, que se presentó al mundo
como la única solución para un “conflicto irresoluble y
peligroso” entre “comunismo y libertad”.
La piedra angular de esta estrategia fue la teoría del “enemigo
interno”. Esta era un elemento fundamental de la política
exterior de EEUU en la región. Primero se formaba a los
oficiales sudamericanos, que recibían instrucción militar
de EEUU, y después se extendía a la población a través
de los medios y campañas políticas. La teoría defendía
que existía un complot comunista internacional que
utilizaba a los partidos políticos para propiciar
dictaduras comunistas con objeto de destruir la cultura,
tradición de libertades y otros valores fundadores. Así
pues, el conflicto político se convirtió en otro
existencial. Las fuerzas conservadoras chilenas empezaron a
considerar el movimiento popular como una amenaza mortal no
sólo a su poder económico sino también a su misma
existencia. Por tanto, cualquier medio que sirviera para
defenderse era válido.
Un segundo elemento de la estrategia fue el cese de los poderes
constitucionales del Presidente. En 1970, Allende salió
elegido en un estrecho enfrentamiento electoral. Consiguió
el 36,3% de los votos comparado con el 35,8% de su más próximo
oponente de derechas. Ya que ninguno de los partidos había
logrado la mayoría absoluta que permitiera ser directamente
elegido, el Congreso tuvo que designar al nuevo presidente.
La tradición constitucional consistía en que el Congreso
designaba al candidato que consiguiera el mayor número de
votos. En este caso, era Allende. Sin embargo, el Congreso
le sometió a especiales condiciones. Para poder nombrarle,
el Congreso exigió que Allende firmara un documento que
restringiría su margen de maniobra, el llamado “Estatuto
de Garantías Constitucionales”.
Poco después de que el gobierno llegara al poder se pusieron ya en marcha
toda una serie de medidas económicas de boicot. Se
congelaron los préstamos a Chile y el país ya no podía
abastecer los suministros más básicos que su economía
necesitaba. Las principales instituciones financieras
internacionales, junto con compañías chilenas y
estadounidenses, participaron en el boicot económico
cancelando proyectos financieros e interrumpiendo los
suministros a la economía chilena. Se mantuvo la ayuda pero
con un único objetivo: apoyar a las organizaciones sociales
o políticas que eran bastiones del activismo en contra de
Allende, incluido el ejército.
Mientras tanto, se llevó a cabo una dura campaña de propaganda contra el
gobierno. Durante y después de las elecciones, EEUU y la
derecha dominaron los periódicos chilenos y difundieron
historias falsas para atemorizar a la población y alienarle
a Allende el apoyo político: “que el gobierno socialista
estaba recibiendo órdenes de Cuba y la Unión Soviética”;
“que iban a enviar a los niños a Cuba y a sus padres a
campos de concentración”; y “que el gobierno se estaba
preparando para convertir Chile en una dictadura del
proletariado sin derechos ni libertades públicas”. Esta
campaña fomentó el temor, el odio y las divisiones políticas
y sociales internas. Esta maquinaria propagandística fue
financiada por la CIA y otras instituciones, y mientras
tanto el gobierno no podía siquiera financiar sus proyectos
sociales básicos.
Además, se formó una coalición parlamentaria (demócrata-cristiana de
derechas) para bloquear las iniciativas políticas del
Presidente. En 1972, se inició una fuerte campaña política
contra los miembros del gobierno. La coalición
parlamentaria de la oposición disponía de mayoría para
destituir a los ministros. En tres años, Allende tuvo que
formar seis gobiernos.
Este estado de cosas se exacerbó por la creciente militarización del
conflicto, sobre todo por importantes aumentos en el apoyo
material al ejército chileno. Se había entrenado e
iniciado a miles de altos oficiales del ejército chileno en
la teoría del “enemigo interno”. Del mismo modo, la CIA
armó, entrenó y apoyó a las fuerzas reaccionarias más
radicales dentro de la derecha chilena.
La estrategia dio sus frutos. Un conflicto político y social sin
precedentes llevó a la total desestabilización del país:
colas para conseguir el pan y los productos más básicos;
enfrentamientos entre facciones políticas; huelgas;
discursos incendiarios; llamamientos a acciones armadas
desde ambos lados y acusaciones de sedición y traición;
asesinatos políticos; y atentados contra puentes,
ferrocarriles y otras instalaciones públicas.
En este escenario, los llamamientos por parte de la derecha chilena a la
intervención del ejército fueron subiendo de tono. Pero
había que preparar una intervención de tal tenor. Un
elemento clave en todo este proceso fue el lanzamiento de un
documento elaborado en agosto de 1973, el denominado “plan
Z”, planeado y organizado por la CIA y la derecha chilena.
Al parecer, el documento revelaba que la izquierda estaba
planeando liquidar físicamente a miles de oficiales y a sus
familias, figurando en él una lista con todos los nombres.
Esto extendió el pánico entre las filas del ejército y
consolidó el apoyo a un golpe de estado a todos los niveles
del ejército. Ahora, era ya sólo cuestión de tiempo y
coordinación.
Considerando la situación global en el país, Allende decidió convocar un
referéndum que permitiera que la población decidiera el
futuro de su gobierno. La fecha fijada fue la del 12 de
septiembre de 1973. Pero la alianza entre la derecha chilena
y EEUU estaba inquieta. Las recientes elecciones
legislativas de marzo de 1973 habían mostrado que la
coalición gubernamental contaba con fuerte apoyo popular.
La alianza de derechas no tenía interés en un ejercicio
electoral que pudiera consolidar aún más el poder de
Allende.
Al amanecer del 11 de septiembre de 1973, se emprendieron acciones militares
en la capital, Santiago. Una “Junta” militar proclamó
que había asumido el poder del gobierno y declaró el
estado de excepción. El ejército rodeó el palacio
presidencial y la “Junta” exigió que el Presidente se
rindiera. Esas exigencias recibieron el rechazo absoluto de
Allende quien, en un discurso final desde el palacio
presidencial, declaró que moriría antes que abandonar el
mandato popular. La “Junta” ordenó que las fuerzas aéreas
bombardearan el palacio presidencial. Antes de que
finalizara el día, la democracia chilena estaba destruida,
el gobierno derrocado y el mismo Allende muerto. Miles de
personas fueron arrestadas y asesinadas, muchas otras
desaparecieron. Y muchos miles más tuvieron que marcharse
al exilio.
Se instaló un nuevo gobierno militar dictatorial con el General Augusto
Pinochet al frente. Se constituyó una fuerte alianza entre
las fuerzas militares y la derecha chilena con un firme
apoyo por parte de la administración estadounidense. El
apoyo de EEUU al nuevo gobierno se produjo de inmediato.
Pocos días después del golpe de estado, la gente ya no tenía
que hacer cola para conseguir alimentos. De nuevo llegaban
suministros a la economía chilena y el “nuevo gobierno
chileno” podía disponer de créditos internacionales. Se
anularon la mayor parte de las medidas políticas, económicas
y legales adoptadas por el gobierno de Allende. Pocos años
después, se emprendieron nuevas y amplias reformas económicas
y legales, incluida una total liberalización económica.
Durante todo el período en el poder, la “Junta” militar
también instauró un régimen social y político represivo.
Se reprimieron los movimientos sociales, se desmantelaron
los sindicatos y se prohibieron los partidos políticos.
La Escuela de Economía de Chicago y sus principios neoliberales sirvieron
como guía para las reformas económicas. El gobierno
militar tuvo gran éxito asegurando los beneficios a las
empresas multinacionales y a las clases privilegiadas de la
sociedad chilena. Mientras tanto, los segmentos más
desfavorecidos de la población tuvieron que pagar el alto
precio del ajuste económico en el país. Las elites políticas
en Chile (tanto de la derecha como de la izquierda) –con
raíces en la elite económica- se beneficiaron del
florecimiento de los grandes negocios. Los antiguos
revolucionarios se convirtieron en administradores de las
empresas locales e internacionales. Otros muchos
emprendieron sus propias empresas comerciales o industriales
o se convirtieron en consultores políticos o económicos.
La elite de izquierdas se convirtió en una parte dinámica
del mundo empresarial chileno y profundizó sus lazos con la
derecha económica y con el nuevo sistema económico
chileno.
La economía del país estaba ya privatizada, abierta al comercio
internacional y desplegándose como modelo económico para
Sudamérica. Sus tasas macroeconómicas mejoraron todas
durante los años de la década de 1980, con la única
excepción de los salarios, el reparto de la riqueza del país
y la pobreza. En 1980, el proceso iniciado en 1973 se selló
con la promulgación de una nueva Constitución política
aprobada en un proceso electoral más que dudoso. El texto
legal santificó los principios ideológicos defendidos por
la dictadura y sus partidarios en la derecha: una economía
neoliberal y una “protegida democracia” conservadora que
aseguró la sobrerrepresentación de la derecha, dándole
poder de veto sobre todas las reformas económicas o políticas
importantes en el país.
En 1990, tras el referéndum de 1989, se restauró la democracia en Chile.
Pero el mundo había cambiado ya mucho, sobre todo tras la
desaparición de la Unión Soviética. La izquierda chilena
abandonó completamente su anterior programa. La elite política
de izquierdas estaba ya totalmente incorporada al sistema
económico neoliberal y disfrutaba de importantes beneficios
materiales. Esta tendencia se profundizó tras unos años en
el poder. La coalición de centro-izquierda que ha gobernado
el país durante casi diecinueve años ha sido un mero
administrador del legado económico y político del anterior
gobierno militar. La constitución de 1980 es la única ley
sobre la tierra y parece que los movimientos sociales están
incorporados al statu quo conservador y neoliberal.
Hamas,
el nuevo enemigo: Chile, la vieja solución
“El temor que tengo es que la traición se convierta en opinión”.
(Abu Jihad)
Al igual que en el caso de Allende en Chile, la victoria electoral de Hamas
en enero de 2006 fue un hito histórico. Por primera vez en
el mundo árabe se elegía de forma democrática un
movimiento islámico para el parlamento y para el gobierno.
Y también se convirtió en un evento político cargado de
importantes y potenciales consecuencias. Su victoria supuso
una amenaza para Fatah-AP, Israel, los regímenes vecinos árabes
autoritarios y para la concepción del “Nuevo Oriente
Medio” de EEUU.
Cada uno esos actores tenía razones diferentes para querer asegurar el
fracaso del gobierno dirigido por Hamas. El liderazgo de
Fatah quería derrocar al gobierno de Hamas para recuperar
el poder institucional y un acceso sin obstáculos a los
fondos financieros e intereses comerciales de la AP. Los
vecinos árabes vecinos se sentían molestos por la
presencia a sus puertas de un “gobierno islámico”
democráticamente elegido mientras reprimían en casa a sus
propios “islamistas”. Además, cualquier apoyo exterior
a Hamas trastocaría sus relaciones con Israel y Occidente,
de cuyo apoyo financiero dependían. La administración Bush
pro-israelí, colocó el objetivo de deshacerse de Hamas
dentro de su mantra de la “guerra contra el terror” como
parte de su apoyo incondicional a Israel. Para el mismo
Israel, representaba la oportunidad de debilitar más al
movimiento palestino intensificando la división hasta
niveles insospechados para así liquidarlo políticamente
desde dentro.
Para afrontar este nuevo panorama político palestino era necesario
desplegar de nuevo una estrategia eficaz y eficiente. Volvió
a aplicarse la fórmula chilena: se formó una alianza entre
un grupo interno palestino y las potencias externas
estableciéndose un plan que incluía un duro boicot económico,
actividades de propaganda, desestabilización social y política
e intervención militar. Una vez más, cada elemento del
plan perseguía preparar el terreno para un golpe de estado,
que se presentó al mundo como la única solución para un
“conflicto peligroso e irresoluble”, en esta ocasión
entre “moderados” y “fundamentalistas”.
El
liderazgo de Fatah: o cómo convertir a los combatientes por
la liberación en dóciles administradores de un no-estado
ocupado
El equivalente palestino de la derecha chilena –el grupo interno que se alía
con las potencias exteriores en apoyo de la desestabilización-
resultó ser el mismo liderazgo de la AP-Fatah. Incluso
antes de que el nuevo gobierno de Hamas democráticamente
elegido asumiera el poder, se estableció una alianza entre
este grupo interno, Israel, EEUU y otros países para
impedir que Hamas gobernara [7].
La cooptación de este grupo empezó ya en Oslo. En aquel momento, los
dirigentes de Fatah aceptaron la condición clave israelí
de “proporcionar seguridad” para conseguir avances en
las negociaciones, conociendo bien los beneficios y
privilegios que recibirían con el establecimiento
de la AP. El primer paso de los dirigentes de la AP
fue silenciar a sus más cercanos opositores políticos.
Fueron marginando progresivamente a la OLP, a la que dejaron
languidecer y que sólo reactivaban cuando era necesario
para “legitimar” las decisiones políticas de la
AP-Fatah. Se contuvieron todas las formas de resistencia,
especialmente la lucha armada frente a Israel. El objetivo
principal era Hamas, cuyos miembros empezaron a frecuentar
las cárceles de la AP, donde eran sometidos a acoso político
y tortura.
Años dirigiendo a la AP en estos términos llevó a que una parte del
liderazgo de Fatah se desviara de la lucha por la liberación
nacional para convertirse en instrumento auxiliar de una
ocupación duradera. Durante su tiempo en el poder, el
liderazgo de la AP-Fatah fomentó fuertes incentivos políticos
y económicos para mantener su servil relación con Israel
[8]. La muerte de Arafat develó esta realidad. A cambio del
apoyo israelí y occidental para poder mantener política y
económicamente el poder en sus manos, el nuevo liderazgo de
Abbas aceptó renunciar a todas las formas de resistencia
tanto armada como no violenta [9]. La AP intensificó la
cooperación militar y de inteligencia con Israel para
combatir y desarmar a sus opositores internos. Fatah empezó
con su propio brazo armado en 2005. Se pidió al núcleo de
las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa que se desarmaran
con promesas de amnistía por parte de Israel y de empleo en
la AP. Aunque una cifra importante de sus miembros entregó
sus armas, el liderazgo de la AP-Fatah no cumplió sus
promesas. Para asegurarse de que las nuevas órdenes se
comprendieran bien, la AP estableció nuevas reglas para sus
fuerzas de seguridad: En caso de que un soldado palestino
muriera en una confrontación con el ejército israelí, su
familia ya no recibiría su salario tras su muerte como
ocurría antes [10].
La victoria de Hamas en 2006 supuso algo parecido a un shock para los
dirigentes de Fatah. Sus intereses políticos y económicos
se veían seriamente amenazados. Por tanto, Fatah intentó,
al precio de la unidad palestina, mantener el poder político
a través de toda una variedad de tácticas. Esto supuso
violar el marco constitucional que hacia unos años un
parlamento de Fatah había aprobado y la participación en
un complot militar y político para despojar a Hamas de su
victoria política. En los dirigentes de Fatah, Israel y
EEUU encontraron sus aliados para colocar sus propias
agendas.
Medidas
legales y constitucionales: Limitando el poder del gobierno
de Hamas
Como en el caso de Chile, se adoptaron toda una serie de medidas legales y
constitucionales que restringieran los poderes del gobierno
elegido incluso antes de que tomara posesión. Previendo una
potencial victoria de Hamas en las elecciones legislativas,
los miembros del parlamento de Fatah introdujeron una
proposición de enmiendas constitucionales durante una reunión
parlamentaria en 2005 [11]. La proposición trataba de
fortalecer los poderes legislativos del Presidente; daba
poder al Presidente para convocar referéndum y elecciones
anticipadas (disolviendo el Consejo Legislativo Palestino
–CLP-) si se daban determinados escenarios, algunos de los
cuales se parecían notablemente a situaciones que se
conocieron tras la elección de Hamas. Pero la enmienda no
se aprobó, reflejando quizá la confianza excesiva que
Fatah tenía aún en aquel momento respecto al resultado de
las elecciones. Pocos días antes de las elecciones se
reintrodujo la moción pero, en las dos ocasiones, no se
alcanzó en el parlamento el quórum necesario. Al parecer,
los miembros de Fatah estaban demasiado absorbidos por sus
campañas.
Tras las elecciones, el parlamento y el gobierno salientes de Fatah
aprobaron varias medidas para socavar las capacidades del
nuevo gobierno dirigido por Hamas. Enmendaron la ley del FPI
(Fondo Palestino de Inversiones) para impedir que el
gobierno estuviera representado en su Junta y transfirieron
la supervisión del FPI a la oficina del Presidente. Al
hacer eso limitaron el acceso del nuevo gobierno a gran
parte de los recursos financieros de la AP; también se
enmendó la ley presupuestaria para impedir que el nuevo
gobierno recurriera a la Autoridad Monetaria Palestina. El
13 de febrero de 2006, se aprobó la ley del Tribunal
Constitucional Palestino. Esta ley, cuya aprobación había
permanecido estancada durante varios años, se sacó ahora
adelante con algunas enmiendas de última hora que
aumentaban los poderes del Presidente para nombrar a sus
miembros. En una de sus últimas reuniones, el saliente CLP
dirigido por Fatah creó nuevos puestos administrativos en
el Consejo y nombró a gente de Fatah para los mismos; se
puso a los principales medios oficiales palestinos de
comunicación bajo la supervisión de la oficina del
Presidente; la Presidencia reforzó sus prerrogativas y
poderes en cuanto a la seguridad, anulando las reformas
llevadas a cabo en el sector tras la creación del cargo de
Primer Ministro en 2003 [12].
Boicot
economico: Aplastando la economía palestina
El boicot económico fue también un elemento central del plan de
desestabilización en Palestina, como lo fue también tras
la victoria de Allende en Chile. De hecho, los israelíes no
hicieron esfuerzo alguno para enmascarar este objetivo. Tras
los resultados electorales de 2006, Dov Weisglass, asesor de
Ehud Olmert, comentó despreocupadamente: Va a ser [el
planeado boicot] “como una cita con el dietista. Los
palestinos van a adelgazar mucho pero no se van a morir”.
Los primeros movimientos de EEUU e Israel se produjeron inmediatamente después
de la victoria de Hamas en las elecciones. La administración
Bush, junto a otros países, suspendieron la ayuda
financiera hasta que se cumplieran determinadas condiciones:
el reconocimiento de Israel y de su “derecho a existir”
por parte de Hamas (sin exigir de Israel que aceptara un
estado palestino), renuncia a la violencia (es decir, a la
resistencia) y aceptar los términos de los anteriores
acuerdos entre Israel y la OLP: Hamas rechazó estas
condiciones, con lo cual se congeló completamente la ayuda
internacional, con la excepción, por supuesto, del dinero
que iba a parar a los baluartes de las actividades contra
Hamas y al aparato militar y político de Fatah. En junio de
2006, los donantes internacionales crearon el “TIM”
(siglas en inglés del Mecanismo Internacional Temporal) y más
tarde “Pégase” para canalizar la ayuda financiera a
Palestina eludiendo al gobierno de Hamas. No llegó ayuda
oficial internacional alguna a las cuentas del gobierno de
Hamas.
A su vez, Israel retuvo todos los ingresos de aduanas palestinos que, bajo
el protocolo económico de París, recogía en nombre de la
AP. Por otra parte, Israel mantuvo sus draconianas
limitaciones al movimiento de la población palestina;
sometió a la población de Gaza a un bloqueo total y arrestó
a los miembros del gobierno y a más de 40 diputados de
Hamas, paralizando completamente de ese modo el parlamento
palestino [13].
Como en Chile, el boicot propició la crisis económica, la desestabilización
política y la confusión social. El gobierno no pudo pagar
sus nóminas, miles de palestinos se quedaron sin salario
durante meses, estallaron las manifestaciones y se
produjeron enfrentamientos armados entre facciones. Los
trabajadores del sector público fueron a la huelga, se
pararon las operaciones de la mayor parte de las
instituciones gubernamentales, se cerraron las escuelas y se
produjo una amplia escasez de medicinas.
El plan para la “dieta” palestina estaba funcionando bien, excepto en el
hecho de que el gobierno de Hamas seguía firmemente en el
poder. La administración estadounidense trató de apretar aún
más las clavijas oponiéndose a la negociación entre Fatah
y Hamas para formar un gobierno de unidad nacional. Simultáneamente,
presionó al Presidente palestino (Fatah) para que
destituyera a Haniyeh (Hamas), el Primer Ministro del
gabinete.
A pesar de las presiones estadounidenses e israelíes, Fatah y Hamas
llegaron a un acuerdo para formar un gobierno de unidad
nacional en febrero de 2007. Sin embargo, se continuó
bloqueando la ayuda internacional y la división entre Fatah
y Hamas siguió profundizándose.
La
creciente polarizacion: “Preparando la Contra palestina”
“… No estáis aquí para enfrentaros a Israel, el conflicto con Israel
no nos ha llevado hasta ahora a ninguna parte. Debéis
mostrar a los israelíes que podéis hacer el trabajo”.
General Abdel Razak al-Yahya, ex Ministro del Interior de la AP, en un
discurso a los jóvenes reclutas en un campo militar de
entrenamiento cerca de Jericó.
La administración estadounidense, enfrentada a un resistente Hamas que
continuaba manteniendo el poder, lanzó un plan para un
golpe de estado en 2007. Sus objetivos eran sacar a Hamas
del poder y reemplazarlo con un gobierno de Fatah que
aceptara las condiciones israelíes-estadounidenses. El
complot [14], cuyo nombre en clave era “Plan B”, tuvo
diversas dimensiones: securitaria, económica, política y
de relaciones públicas. Puede encontrarse un primer
borrador informal que traza los fundamentos del plan en un
documento denominado “Puntos de conversación”. Este
documento contenía un memorándum de la discusión, que
tuvo lugar en octubre o noviembre de 2006, entre el enviado
del Departamento de Estado Jake Walles y el presidente
palestino Mahmoud Abbas. Según el documento: “A Hamas se
le daría una oportunidad clara con un claro ultimátum… o
aceptaban un nuevo gobierno que cumpliera los principios del
Cuarteto o lo rechazaban… Si Hamas no está de acuerdo
dentro del tiempo prescrito, tu (Abbas) dejarás clara tu
intención de declarar un estado de emergencia y formar un
gobierno de emergencia explícitamente comprometido con esa
plataforma… Si tu (Abbas) actúas de acuerdo con estas
premisas, te apoyaremos tanto material como políticamente…”
[15] para afrontar la probable reacción violenta de Hamas.
Pueden encontrarse los detalles del plan en otro documento titulado “Un
plan de acción para la presidencia palestina”, redactado
por funcionarios estadounidenses, jordanos y palest¡nos
[16]. Su apéndice de seguridad revela detalles de las
conversaciones secretas mantenidas entre el hombre fuerte
palestino de Fatah Muhammad Dahlan y el Teniente General
Keith Dayton. Con la publicación de este documento
volvieron a producirse enfrentamientos armados entre Fatah y
Hamas.
Preparándose para dar el paso, Fatah empezó a reclutar y entrenar un nuevo
tipo de personal militar y a adquirir nuevas y sofisticadas
armas. Jóvenes procedentes de contextos sociales humildes
fueron el objetivo principal de esos esfuerzos. El objetivo:
reemplazar a los viejos cuadros considerados “demasiado
politizados” y comprometidos en la resistencia contra
Israel con nuevas tropas entrenadas para controlar a las
masas y en labores de contrainsurgencia en campos militares
en Jericó, así como en Jordania y Egipto. La idea era
crear nuevas formas de seguridad que fueran más leales a
las órdenes de sus superiores que a los principios de la
resistencia contra Israel.
En esta época, a principios de 2007, la sociedad palestina se enfrentaba a
una crisis política grave con rasgos de guerra civil. Se
produjeron duros enfrentamientos armados entre Fatah y Hamas
y el Presidente de la AP amenazó con convocar un referéndum
o elecciones legislativas anticipadas. Los rumores acerca de
un inminente golpe de estado [17] envenenaron aún más la
situación. A mediados de mayo de 2007, esos temores se
confirmaron con la llegada de 500 nuevos reclutas entrenados
en Egipto leales al Presidente palestino. El 7 de junio, el
periódico israelí Haaretz publicó que Abbas estaba
negociando con Israel para que le autorizaran a recibir
suministros de armas más pesadas desde Egipto. Hubo también
rumores de que Fatah estaba movilizando tropas hacia Gaza. A
diferencia de la izquierda chilena, Hamas había preparado a
sus tropas para tal eventualidad. El 14 de junio de 2007, en
una medida preventiva, Hamas emprendió una acción militar
que hizo que se apoderara totalmente del aparato político y
securitario de la AP en Gaza.
Para colmo de ironías, Fatah tildó la acción de golpe de estado de Hamas.
Abbas declaró el estado de emergencia y destituyó al
Primer Ministro Haniyeh y a su gabinete. En su lugar, el
Presidente nombró un nuevo Primer Ministro (Salam Fayyad)
para que formara un gobierno que excluía completamente a
Hamas. Hamas continuó manteniendo el poder en Gaza.
La teoría
del enemigo interno: Fatah e Israel combaten a un común
adversario
Tras los sucesos acaecidos en junio de 2007, ambas facciones lanzaron su
propia guerra en los medios. La teoría del “enemigo
interno” se aplicó a Palestina, llevando el conflicto
interno a niveles muy altos.
La retórica desplegada describía el conflicto como de profundas luchas
ideológicas y casi de división cultural, y al hacerlo así
enmascaraba las diferencias políticas que estaban en la raíz
del conflicto [18]. Desde el lado de Fatah, el conflicto se
presentaba como un combate entre una fuerza laica y moderada
(i.e. Fatah) contra el terrorismo y fundamentalismo islámico
(i.e. Hamas). También se acusó a Hamas de querer crear un
“régimen islámico” en el territorio palestino. Desde
el lado de Hamas, acusaciones de corrupción, de colaboración
con el enemigo y traición fueron los principales cargos
lanzados contra Fatah. Ese tipo de odiosa rivalidad entre
“hermanos en armas” se parece en muchos aspectos a una
fragmentación étnica: se describe al enemigo, de una vez
por todas, como un peligro esencial para la cultura,
identidad o existencia de uno, cuando en realidad el
conflicto es más profano y político [19].
La teoría del “enemigo interno” demostró su eficiencia a la hora de
exacerbar los odios internos y profundizar las divisiones.
Una parte de los dirigentes y burocracia de la AP se
coordina en estrategias militares y de inteligencia con
Israel y colabora con las medidas de ocupación. La AP e
Israel comparten información para arrestar a militantes
palestinos; se entrena a nuevas fuerzas de seguridad en los
países árabes vecinos y se les proporciona armas con la
autorización de Israel; el ejército israelí lleva a cabo
operaciones militares en Cisjordania con la ayuda y
coordinación de las fuerzas de seguridad de la AP. Además,
durante los encuentros entre Israel y la AP para la
coordinación militar y de inteligencia, algunos oficiales
de Fatah incluso llegan a expresar su convicción de estar
combatiendo a un “enemigo común” [20].
El
nuevo gobierno de Fatah: Autoritarismo sin Estado
El “Gobierno de Emergencia” de Salam Fayyad que se creó en junio de
2007 ha estado gobernando Cisjordania al margen de la
legalidad constitucional [21]. Sin embargo, Israel, EEUU y
la UE le han dado su total apoyo y las instituciones
financieras internacionales y los donantes han continuado
ayudando a ese gobierno.
Mientras tanto, Abbas ha estado utilizando toda una serie de medios legales
y extralegales para consolidar su poder y marginar políticamente
a Hamas. Actualmente, una larga lista de decretos
presidenciales y ministeriales gobierna Cisjordania,
excluyendo a Hamas de la AP y reprimiendo a la oposición
interna y a la resistencia frente a Israel. A pesar de la
participación en varias rondas de reuniones con Hamas para
resolver el punto muerto interno, Fatah-AP ha adoptado de
forma concomitante duras medidas contra Hamas en
Cisjordania. En todas las ciudades importantes de
Cisjordania, el gobierno de Abbas ha movilizado a sus
fuerzas; se ha establecido una “policía quasi-estatal”
encargada de la represión y arresto de los disidentes; se
consideran ilegales las fuerzas militares de Hamas; se han
cerrado las ONG dedicadas a la beneficencia vinculadas con
Hamas; la libertad de expresión sólo existe en apariencia;
se enmiendan las leyes a través de decretos presidenciales,
incluyendo la ley electoral; y se hacen esfuerzos para
renovar la OLP como medio para eludir un paralizado CLP. El
objetivo final de todas estas medidas es preparar el campo
para unas elecciones legislativas que aseguren una victoria
de Fatah.
Más recientemente, el gobierno de Abbas adoptó la decisión de retirar su
apoyo –en el Consejo de los Derechos Humanos de las
Naciones Unidas- al “informe Goldstone”, que trataba de
responsabilizar a Israel por los crímenes cometidos en
Gaza. Esta decisión supuso un terremoto en la sociedad
palestina, ampliando la división interna. Sin embargo, las
tácticas de temor y represión del gobierno, la
desmovilización política popular y la falta de oposición
seria en Cisjordania significan que las consecuencias políticas
de esta decisión probablemente serán limitadas.
Es en este contexto en el que el régimen de Abbas ha estado construyendo su
intención de negociar un fin al conflicto interno
palestino. Quizá el temor de Abu Jihad sea ya una realidad:
la traición se ha convertido en una opinión desde la que
uno puede negociar.
La
agresión contra Gaza: Buscando una victoria real sobre el
Movimiento Nacional Palestino
“No tenemos solución, continuareis viviendo como perros, el que quiera
puede marcharse y ya veremos adónde lleva este proceso”.(Moshe
Dayan, a los palestinos)
Incluso desde los sucesos de junio de 2007, ya no hay sólo dos facciones
rivales principales dentro del movimiento nacional palestino
sino dos gobiernos de la AP luchando uno contra otro, ironía
para los pedazos de un poder no existente. La “trampa de
la estatalidad” ha seducido también a Hamas y está
destruyendo el movimiento nacional palestino desde dentro.
Israel sólo “necesitaba ayudarles a derrotarse a ellos
mismos”. La consigna era profundizar la confrontación y
la división y “mantenerles yendo en esa dirección”. La
agresión israelí contra Gaza de 2008-2009 se emprendió a
fin de servir a tal propósito.
Fundamentalmente, el objetivo de la agresión era el de llevar la
fragmentación y división dentro del campo político
palestino hasta un nivel del paroxismo. Mientras que en el
caso de Chile, el grupo interno tuvo éxito en el golpe, en
el caso palestino no ha sucedido tal. Después del fracaso
militar de Fatah de junio de 2007, Israel tomó cartas en el
asunto, aunque con diferentes objetivos. Así es cómo debería
entenderse la “guerra contra Gaza”.
Sin duda que aniquilar el movimiento de Hamas no era el objetivo real de la
“guerra”. Hamas se ha convertido en un movimiento de
masas y, de muchas maneras, en un auténtico partido político.
Destruirlo significa destruir físicamente una porción
importante de la misma población palestina. Si no se hacía
así, nuevos militantes reemplazarían a aquellos que fueran
asesinados, como fue el caso de los dirigentes de Hamas
Ahmad Yassin, Abdelaziz Rantisi y muchos otros. Los israelíes
habían aprendido esta lección en muchas ocasiones: la
agresión contra el Líbano de 2006 había sido el caso más
reciente. Hizbollah salió reforzado tras 33 días de
bombardeos, al igual que Hamas salió ahora reforzado.
Actualmente está más claro que nunca antes que no puede
encontrarse una solución posible a la crisis palestina sin
contar con Hamas.
La guerra contra Gaza tampoco se emprendió para parar los cohetes
palestinos de Hamas. ¿Por qué iba Israel a provocar una
guerra para conseguir lo que ya había obtenido mediante
negociaciones políticas? En 2008, un alto el fuego verbal
auspiciado por Egipto comprendía fundamentalmente el fin
bilateral de los disparos y el levantamiento del bloqueo de
Gaza abriendo los cruces de frontera. Efectivamente, desde
el 19 de junio al 4 de noviembre de 2008, el número de
cohetes lanzados hacia Israel disminuyó significativamente
[22]. El portavoz del Primer Ministro israelí incluso
admitió que Hamas no había lanzado cohetes durante ese período
[23]. Aunque Hamas mantuvo el alto el fuego entre el 19 de
junio y el 4 de noviembre, Israel se las arregló para matar
a varios palestinos durante este período y no abrió nunca
los cruces de frontera ni extendió el alto el fuego a
Cisjordania. Hamas estaba dispuesto a renovar el acuerdo si
Israel cumplía sus términos y así se lo hicieron saber
[25]. Pero Israel, decididamente, no quería un nuevo
acuerdo. Había muchas razones tácticas para ello pero,
sobre todo, veía en una “guerra contra Gaza” una gran
oportunidad para avanzar hacia su principal objetivo.
Este objetivo es hacer que los palestinos acepten la solución política
israelí al conflicto global: el “único Gran Israel judío”.
Este plan ignora completamente la legalidad internacional y
priva a los palestinos de sus derechos nacionales. Israel
rechaza retirarse a las líneas del armisticio de 1967
(Resolución 242 de las Naciones Unidas) y el retorno de los
refugiados o la compensación para quien decida no regresar
(Resolución 194 de las Naciones Unidas). Israel se niega a
ceder Jerusalén Este y sólo ofrece una autonomía limitada
para varios enclaves en Cisjordania y Gaza sin soberanía
real.
Para conseguirlo, Israel tiene que debilitar al campo palestino hasta el
extremo de obligarle a aceptar su solución unilateral e
ilegal. La agresión contra Gaza fue otro paso en esa
dirección.
Sin embargo, Israel necesitaba que cayeran en su territorio algunos cohetes
Qassam para justificar la agresión. Esperó al momento
perfecto para provocar deliberadamente el fuego de Hamas. El
4 de noviembre, Israel llevó a cabo una operación militar
que mató a seis combatientes, exactamente en el mismo
momento en que el mundo estaba absorto en las elecciones
estadounidenses. Las acciones de Israel recibieron poca
cobertura por parte de los medios. Tras esta provocación,
comenzaron desde el lado de Gaza los ataques con cohetes. La
maquinaria de la propaganda israelí podría entonces
presentar su agresión como un acto de “autodefensa”.
La intencionadamente masiva destrucción de Gaza y el asesinato y heridas
causadas a miles de palestinos sirvió a la estrategia de
Israel en dos sentidos:
En primer lugar, mostró que la resistencia palestina tiene un alto y
potencialmente intolerable precio. Esto se demostró
haciendo que la población civil palestina sufriera altísimos
costes materiales y humanos, culpando después de todo ello
a Hamas. La estrategia se estableció en realidad en Líbano
en 2006. Entre los círculos israelíes, se llamó la
“Doctrina Dahiya” [26]: “… ejercer un poder
desproporcionado contra todos los pueblos que dispararan
contra Israel y causar un inmenso daño y destrucción…
Esta no es una mera sugerencia. Este es un plan que ya está
autorizado…” [28]. La agresión al Líbano de 2006 fue
desproporcionada e inmensamente destructiva.
Y esa fue la misma estrategia militar utilizada en Gaza. El ejército
consideraba todos los edificios como objetivo potencial. La
población no se podía sentir segura en ninguna parte. Las
fuerzas israelíes bombardearon fábricas, comisarías,
cadenas de televisión y emisoras de radio, almacenes,
escuelas, hospitales y otras instalaciones del gobierno. El
ejército dio instrucciones a varios miembros de una familia
para que se refugiaran en un edificio y después, menos de
24 horas más tarde, lo voló [29]. Se ha informado de un
montón de casos de civiles que salían de sus casas con
banderas blancas en las manos buscando refugio en alguna
parte a quienes el ejército israelí mató a tiros [30]. Niños,
madres y padres tuvieron que presenciar la agonía de sus
familiares heridos. La gente estuvo bajo los escombros
durante días, mientras se impedía que los equipos médicos
pudieran llegar hasta los heridos y eran atacados
directamente por los soldados israelíes [*]. El objetivo
era múltiple: hacer que la situación fuera tan intolerable
para la población civil que sirviera para presionar y
obligar a Hamas a aceptar cualquier acuerdo impuesto por
Israel; desincentivar un compromiso popular con la
resistencia asegurándose que la población comprendía sus
consecuencias, i.e. que Israel podía infligirles una muerte
horrorosa cuando le viniera en gana; y, finalmente,
convertir la lucha política palestina en una mera crisis
humanitaria ante la opinión internacional [31].
Con toda certeza que este nivel de violencia y destrucción fue algo
premeditado y formaba parte de una estrategia más amplia
[32]. Se trataba de convencer al campo palestino de que iba
a aplastarse a la resistencia a cualquier precio y que no
podía haber esperanza en la resistencia como opción política.
El mensaje se cumplió: la resistencia palestina puede
elegir entre someterse o morir. Hamas, puesto entre la
espada y la pared, parece elegir la espada. Los cohetes
continuaron cayendo en Israel. Seguramente que este gesto no
se pasó por alto en las calles palestinas [33].
La segunda dimensión de la estrategia en Gaza perseguía profundizar la
división dentro del movimiento nacional palestino e impedir
la unidad palestina. Es por esta razón que derrocar al
gobierno en Gaza no era una prioridad para Israel. Desde la
perspectiva israelí, ¿qué es preferible? ¿Tener un
gobierno fuerte palestino dispuesto a centrar sus esfuerzos
contra la ocupación, o tener dos gobiernos palestinos
contrarrestándose y deslegitimándose el uno al otro? La
división política en los Territorios Palestinos ha
alcanzado niveles sin precedentes, allí no hay espacio para
la confianza política ni para lealtad patriótica. Esta
crisis ha mostrado que los dos partidos palestinos
principales ya no se consideran a sí mismos como meros
oponentes políticos sino como enemigos. De hecho, Hamas
lanzó recientemente la acusación de que algunos oficiales
de Fatah-AP estuvieron ayudando y asistiendo al ejército
israelí durante los bombardeos contra Gaza [34]. Dada la
posición de Fatah-AP tras las elecciones legislativas de
2006 y durante la agresión contra Gaza, Hamas entiende que
no sólo le toca resistir una fuerte oposición política
por parte de Fatah sino que el objetivo de esta organización
es su liquidación física.
Resolver esta confrontación llevará muchísimo tiempo y, mientras tanto,
el movimiento nacional palestino está paralizado: no tiene
una sino varias voces; no tiene un programa o estrategia
claros; está aniquilado a causa del punto muerto interno;
perdiendo legitimidad a nivel interno e internacional; e
incapaz de enfrentar la ocupación de forma significativa.
La situación no puede ser mejor para Israel. Lo único que
cabe esperar es que seguirá presionando en la misma dirección.
Después de la agresión contra Gaza, el movimiento nacional palestino salió
más fragmentado y debilitado que nunca. En efecto, podemos
encontrar la metáfora que mejor representa su condición
actual en las palabras de Umm Ibrahim cuando expresa la pérdida
de sus niños durante los ataques: “… Mi hijo Rakan
estaba destrozado. No tenía manos, ni piernas, ni siquiera
rostro. Mi hija Fidaa era tan bella como la luna. Sus ropas
estaban tan destrozadas como su cuerpo. Murió en mis
brazos. Recogí el cuerpo de mi primogénito Ibrahim en una
manta y me lo llevé conmigo a casa de mis vecinos. Regresé
a buscar a mi nuera Eman; su rostro y sus piernas estaban
plagados de cortes y me pedía sin parar que llamara a una
ambulancia. No tengo nada en la mente, sólo lo que acaba de
sucederme. Todo está en mi memoria y no podré olvidarlo en
lo que dure mi vida. Soy una madre que ha tenido que recoger
a sus hijos hechos pedazos”.
¿Quién recogerá ahora los pedazos del movimiento nacional palestino?
Notas:
1.-"We
have reached all the goals of the war, and beyond." Ehud
Olmert. Al Jazeera 1/18/2009.
2.- Por ejemplo, en 1970, Israel intervino convenciendo al
Rey Hussein de Jordania para que reprimiera y expulsara a la
OLP de su país. "Septiembre Negro" dejó miles de
muertos palestinos. La OLP reinstaló sus cuarteles en el Líbano
pero, en 1982, Israel invadió el Líbano asesinando a
muchos miles más de palestinos, y los combatientes de la
OLP tuvieron que marcharse de nuevo y establecer sus
cuarteles en Túnez. El 1 de octubre de 1985, Israel intentó
asesinar a Arafat mediante un ataque aéreo contra sus
cuarteles en Túnez. Arafat sobrevivió pero murieron 60
miembros de la OLP.
3.- Las expresiones que aparecen en este artículo de
"el grupo dominante de la OLP", "el liderazgo
de Fatah", "Fatah-AP", se refieren a un grupo
muy selecto de personas que estaban y todavía están hoy
implicadas en la toma de decisiones de la AP. En efecto,
Fatah es un partid constituido por diversos grupos de
personas y no puede considerarse como un movimiento monolítico.
4.- En 1996, se introdujeron enmiendas a tal fin en la
Carta Nacional Palestina.
5.- Notas de Richard Helm, director de la CIA, tomadas en
una reunión con Nixon y otros funcionarios estadounidenses
sobre la situación chilena.
6.-
"U.S. responsibility for the coup in Chile" y
"Chile and the United States: Declassified Documents
Relating to the Military Coup, September 11, 1973."
7.- Véase Jean-François Legrain, " L'Impasse
Politique et Institutionelle Palestinienne ", Critique
International 36, julio-septiembre 2007.
8.-
Véase, por ejemplo: "The Peace Business. Money and
Power in the Palestine-Israel Conflict", Markus E.
Bouillon, I.B. Tauris, London, 2004; Mushtaq H. Khan,
"State Formation in Palestine: Viability and Governance
During A Social Transformation", Routeledge, July 2004;
Peter Lagerquist, "Privatizing the Occupation: The
Political Economy of an Oslo Development Process",
Journal of Palestine Studies, Vol.32, No. 2, 2003.
9.- En el último programa político del gobierno de
Fayyad, la palabra resistencia (Muqawamah), un símbolo en
las plataformas políticas palestinas, había desaparecido
completamente.
10.- Zakaria Al-Zubaidi, ex comandante de las Brigadas de
los Mártires de al-Aqsa, Haaretz, 13 de abril de 2008.
11.- Fuente.
12.- El razonamiento utilizado fue que era para impedir
que Hamas tuviera control sobre el aparato de seguridad. Por
eso fue que el gobierno de Hamas creó una nueva fuerza de
seguridad, la Fuerza Ejecutiva, en abril de 2006.
13.- Después de eso, no se pudo convocar el CLP ya que
faltaba el quórum para poder hacerlo. Fatah no asistía a
las reuniones del CLP para impedir que funcionara y evitar
que dictara leyes contrarias a sus intereses.
14.- Vanity Fair, 5 de marzo de 2008.
15.- "Puntos de conversación"
16.- El documento se publicó en Jordania: "Khitta
'Amaliyya li-l- Ri'âsa al-Filastîniyya li-'am 2007,"
al-Majd (Amman), 30 de abril de 2007. ;
17.- Mark Perry, Paul Woodward, "Document details
U.S. Plan to sink Hamas," Asia Times, 16 de mayo de
2007. ; N. de
la T.: Véase en castellano artículo relativo a esta cuestión
en: http://www.rebelion.org/noticias/2007/5/51111.pdf
18.- Ynet.
19.- En entrevistas con el autor, muchos seguidores de
Fatah han comunicado el odio instintivo que sienten por
Hamas y tienden a describirles como "unos fanáticos a
nivel político, sedientos de sangre y socialmente
atrasados".
20.- "Los palestinos, de cabeza hacia la guerra
civil"
21.- La Ley Básica Palestina no autoriza a ningún
gobierno a asumir el poder antes de recibir un voto de
confianza del Consejo Legislativo Palestino. El gobierno de
Salam Fayyad no ha cumplido nunca esta condición.
22.- Durante los seis meses de tregua, se lanzaron 2.278
cohetes y morteros. Durante el alto el fuego y hasta el 4 de
noviembre de 2008, se lanzaron un total de 20 cohetes y 18
morteros.
23.-
Youtube.
24.-
"Hamas arrests Gaza rocket squad after two Qassams hit
Negev". Ha'aretz, 10/7/2008.
25.-
"Hamas offer for peace rejected by Israel", Int'l
Middle East Media Centre.
26.- Dahiya es un suburbio de Beirut considerado baluarte
de Hizbollah. Este lugar resultó duramente destruido
durante el ataque de Israel contra el Líbano de 2006.
27.- Gadi Einsekot, comandante del ejército israelí,
sector norte. Ha'aretz, 5 de octubre de 2008.
28.- Coronel (Res.) Gabriel Siboni, Ha'aretz, 5 de octubre
de 2008.
29.- La familia Samouni perdió a 29 de sus miembros en
cuestión de segundos. Este caso se ha presentado como uno
de los casos legales más importantes contra las actuaciones
de Israel en Gaza.
30.- Los soldados israelíes exponen las atrocidades
cometidas en Gaza.
31.- El Presidente Obama, en una de sus escasas
declaraciones sobre los sucesos de Gaza dijo que estaba
"... profundamente preocupado por la pérdida de vidas
palestinas e israelíes de los últimos días, y por el
grave sufrimiento y situación de las necesidades humanas en
Gaza ...", sin referirse ni una sola vez ni a la
ocupación ni a sus consecuencias.
32.-
"Consent and Advise," Haaretz.
33.- Las recientes encuestas de opinión muestran que,
mientras haya ocupación, la resistencia será una de las
fuentes más importantes de legitimidad política interna
palestina.
34.-
e-intifada; "A Fatah friend writes: I'm supporting the
Israel Air Force". Atlantic
Monthly.
* Emilio Dabed es un abogado especializado en cuestiones constitucionales.
Tiene un master en Ciencia Política y actualmente está
finalizando un doctorado sobre el proceso constitucional en
Palestina en el IREMAM (Institut de Recherche et d' Etudes
sur le Monde Arabe et Musulman, Aix-en-Provence, France).
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