Israel–EEUU
Diferencias sin precedentes
Análisis de Jerrold Kessel y Pierre Klochendler
Desde Jerusalén
Inter Press Service (IPS), 15/03/10
Cuando parecía que Estados Unidos había logrado convencer a Israel y a la
Autoridad Nacional Palestina de reanudar las conversaciones
de paz, la situación tuvo un giro inesperado al chocar los
dos aliados históricos.
A mediados de la semana pasada parecía que se veía la luz al final del túnel
en la política de Medio Oriente.
Pero cuatro días después, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu
descubrió que el cliché resultó ser un chiste de mal
gusto, no era la luz al final del túnel, era el faro del
tren que se le viene encima a Israel a toda velocidad.
Es el tren de la política de Estados Unidos en Medio Oriente, y Netanyahu
se prepara para un gran descarrilamiento y se puede decir
que es el responsable de las señales que lo guiaron.
Algunos veteranos analistas de la región observan asombrados la situación
y se preguntan si esto está realmente ocurriendo entre
Estados Unidos e Israel, dos acérrimos aliados de la región,
que más que estar a punto de chocar, ya están enfrentados.
La crisis actual, pronosticada por numerosos analistas desde que Netanyahu
asumió el cargo hace un año, finalmente se produjo y salta
a la vista.
Pero el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, no se contuvo y condenó
la humillación sufrida por el vicepresidente Joe Biden.
De visita en Israel, mientras Biden alababa el compromiso inquebrantable de
Estados Unidos con la seguridad de este país, el gobierno
de Netanyahu aprobó la construcción de 1.600 nuevos
apartamentos en el territorio ocupado de Jerusalén
oriental.
Obama no aceptó la disculpa parcial de Netanyahu y, además, advirtió con
severidad que Estados Unidos no puede tolerar un proyecto
tan descarado.
Washington pidió que el primer ministro tome "medidas específicas"
para mostrar su "compromiso" con el proceso de
paz, pero también con los vínculos entre ambos países.
Israel no puede proseguir con políticas displicentes y poner en riesgo los
intereses nacionales de Estados Unidos en la región,
insistió la Casa Blanca.
Luego, la secretaria de Estado (canciller) estadounidense, Hillary Rodham
Clinton mantuvo una dura conversación telefónica de
"43 minutos" con Netanyahu el viernes de tarde en
la que le recriminó la construcción de los nuevos
asentamientos.
No trascendieron detalles de lo que se dijeron, pero parecería que Clinton
quiso asegurarse de que el mensaje quedara claro. La
secretaria de Estado hizo pública la reprimenda que dio a
Netanyahu en la cadena estadounidense de noticias CNN y
calificó de "insultante" el proyecto.
Clinton sostuvo que no es culpa directa del propio Netanyahu, pero agregó
con severidad, "él es el primer ministro. Al igual que
el presidente o el secretario de Estado, en última
instancia, es el responsable".
Para Estados Unidos, el enfrentamiento sucedió cuando menos se lo esperaba.
Netanyahu tuvo dos enfrentamientos con el gobierno de Obama en 2009.
Primero ignoró el pedido de Estados Unidos de congelar la construcción de
asentamientos en Cisjordania, luego reafirmó su posición
favorable a los asentamientos judíos en Jerusalén
oriental, incluso en los barrios palestinos, pese a la dura
advertencia de Washington de que no prosiguiera con esa
actitud.
También hay un elemento personal e histórico en el enfado de Estados
Unidos. En su anterior gobierno (1996–1999), Netanyahu
también chocó con Washington por el mismo problema: la política
israelí en Jerusalén oriental.
Entonces, durante el segundo mandato del presidente Bill Clinton
(1993–2001), el asentamiento de Har Homa se convirtió en
una mancha para las iniciativas de paz de Estados Unidos.
Ahora es un floreciente barrio judío en la frontera entre Jerusalén y Belén.
Es claro que Estados Unidos no quiere que Netanyahu "logre" otro
Har Homa en el barrio previsto de Ramat Shlomo.
En los años 90, los funcionarios estadounidenses le hicieron saber a
Netanyahu que lo consideraban "poco confiable" y
"artero". El tono de la disputa actual parece
seguir el mismo camino.
Pero entonces, el antagonismo quedó en el plano personal y Har Homa se
mantuvo. Esta vez, Washington subraya las consecuencias
sobre su política en Medio Oriente.
Tras los duros comentarios recibidos por la secretaria de Estado, Netanyahu
llamó a dos gobernantes europeos con los que tiene vínculos
estrechos –la canciller de Alemania (jefa de gobierno),
Angela Merkel, y el primer ministro de Italia, Silvio
Berlusconi—para explicarles por qué creía que Estados
Unidos se equivocaba y fomentaba la crisis.
"El primer ministro llegó al momento de la verdad. Debe elegir, por un
lado, entre sus creencias ideológicas y su alianza política
con la coalición de derecha y, por otro, la necesidad de
tener el apoyo de Estados Unidos", señaló Aluf Benn,
corresponsal de Haaretz.
Israel se pregunta cuán lejos pretende Estados Unidos llevar esta crisis y
cuán profunda puede llegar a ser la ruptura. Netanyahu, por
su parte, llamó a los israelíes a "quedarse
tranquilos".
"Leí esta mañana titulares de prensa alarmistas. No nos dejemos
llevar. Fue un episodio desafortunado, pero sabemos cómo
lidiar con esas situaciones, con calma, con responsabilidad
y con seriedad", declaró Netanyahu el domingo al
inicio de la reunión de gabinete.
El gobierno israelí todavía debe divulgar un comunicado tras la reprimenda
de Clinton. Pero todo parece indicar que el primer ministro
no dará marcha atrás.
Para Netanyahu, que Israel conserve Jerusalén, al menos lo que el Estado
judío define como tal, es tan importante como su alianza
con Estados Unidos.
Pero con su humor actual y su experiencia con Obama a Netanyahu puede no
importarle las consecuencias de que se disuelvan los lazos
entre su país y Estados Unidos, según el analista David
Landau.
"Puede haber llegado a la conclusión de que no tiene que renunciar a
nada", añadió.
Netanyahu quizá piensa que de todas formas, Estados Unidos sigue adelante
con las sanciones a Irán.
Pero también es verdad que el primer ministro israelí parece no tener
mucha fe en que Washington pueda frenar a Irán con acciones
diplomáticas por más duras que sean las sanciones.
Por su parte, Estados Unidos dejó bien claro que no va a permitir que
Israel se enfrente solo a las ambiciones nucleares de Irán.
Ése puede haber sido el principal elemento en la agenda de
Biden al comienzo de su fallida gira por la región.
La crisis entre Estados Unidos e Israel supera las consecuencias negativas
que pueda tener, o no, sobre las negociaciones de paz entre
israelíes y palestinos. La actual inestabilidad en Medio
Oriente no tiene precedentes.
Los nuevos asentamientos frustran al presidente y provocan un cisma
Obama dice basta a Israel y anula
la gira de su enviado
Por Idoya Noain
Corresponsal en EEUU
El Periódico, 17/03/10
Nueva York.– No era buena y cada vez es peor. La relación entre la
Administración de Barack Obama y la de su homólogo israelí,
Binyamin Netanyahu, se ha deteriorado a pasos agigantados en
los últimos días y la crisis, definida por el embajador
israelí en Washington, Michael Oren, como «el peor momento
en las relaciones bilaterales desde 1975», sigue en
escalada.
Ayer, de forma abrupta, se canceló el viaje de George Mitchell, el enviado
especial de Obama para la zona, que debía impulsar las
llamadas «conversaciones de proximidad» entre israelís y
palestinos. Aunque la secretaria de Estado, Hillary Clinton,
se mostró confiada en que esa visita se recuperará, su
suspensión indefinida alimenta la sensación de
desencuentro.
Va en el trabajo de la jefa de la diplomacia intentar lanzar un mensaje de
calma, y ayer Clinton trató de disipar la noción de crisis
reiterando el «total compromiso (de EEUU) con la seguridad
de Israel» y hablando de un lazo «inquebrantable» entre
ambas naciones, «calurosas palabras» a las que dio la
bienvenida Netanyahu en un comunicado. Había sido ella, no
obstante, quien personificara el grave momento que atraviesa
la relación cuando el viernes, en una llamada telefónica
de 43 minutos, transmitió con duro lenguaje al primer
ministro israelí el enfado de Obama por el gesto de
desprecio que representó el anuncio de una nueva construcción
de asentamientos en Jerusalén Este, justo cuando el
vicepresidente, Joe Biden, estaba de visita en Israel.
Logros
escasos
Ese episodio –definido como «insulto» y «afrenta»– ha abierto una
caja de los truenos que lleva cerrada, en falso, los 14
meses transcurridos desde que Obama llegó a la Casa Blanca.
El presidente demócrata ha buscado desde entonces relanzar
las conversaciones de paz entre palestinos e israelís y ha
hecho, sin éxito, reclamaciones a ambas partes.
No ha logrado, por ejemplo, gestos de buena voluntad del mundo árabe y,
pese a su petición de que Israel congelara completamente la
construcción de asentamientos, se ha tenido que conformar
con una moratoria, y parcial, de 10 meses (y solo en
Cisjordania).
Obama se ha frustrado con la falta de avances y aunque ha mantenido la
cooperación en aspectos como los 2.200 millones de euros
anuales en ayuda militar, ha dado –no sin consecuencias–
un giro que hace intuir el fin de lo que un columnista de
The New York Times, Roger Cohen, definió como «la
diplomacia del cheque en blanco». Es mirado con recelo por
buena parte de la población israelí y por el ala
ultraconservadora del Gobierno de Netanyahu y es acusado de
alentar las reclamaciones palestinas. Tras la reclamación
de congelación de asentamientos, por ejemplo, el líder
palestino, Mahmud Abbas, dejó claro que eso le forzaba a
adoptar posturas «maximalistas», exigiendo gestos específicos
antes de sentarse a negociar.
Obama, que también se enfrenta a acusaciones de no tener una estrategia
clara a largo plazo para la región, se ve forzado a caminar
por una fina línea. En el Pentágono, después de un viaje
a la zona organizado por el general David Petraeus, se
presentó en enero un informe en el que se denunció que la
intransigencia de Israel está poniendo en peligro el papel
de EEUU en la región, donde una de las prioridades ahora
para Washington es lograr consenso y apoyos para Afganistán,
Irak y los planes nucleares de Irán.
En casa, pese a haber contado con el 78% del voto judío para llegar a la
Casa Blanca, el presidente cuenta con creciente oposición
política al endurecer su postura frente a Israel. Eric
Cantor, el único republicano judío en la cámara baja, le
ha acusado de dar «una respuesta desproporcionada», ha
denunciado esta última crisis como un «movimiento
oportunista de una administración que quiere imponer su
visión en un aliado» y ha llegado a decir que «jugar duro
pone en peligro la seguridad nacional». Otros congresistas,
de ambos partidos, han escrito a Obama instándole a «abstenerse
de criticar en público a Israel».
Los militares estadounidenses ven el conflicto palestino-israelí como un
gran
obstáculo para operar en la región
EEUU-Israel: fractura expuesta
Por
Jim Lobe
Inter
Press Service (IPS), 16/03/10
Washington.– El mal momento que pasan las relaciones entre Estados Unidos
e Israel no da señales de ceder.
La secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Hillary Rodham
Clinton, sostuvo este martes 16 que entre los dos países
existe un "vínculo estrecho e inconmovible". Pero
eso no impidió cancelar un viaje a Medio Oriente del
enviado especial para la paz en la región, el senador
George Mitchell.
Mientras, un alto jefe militar advertía que la ausencia de avances en las
conversaciones entre palestinos e israelíes y la percepción
de que Washington favorece a Israel en el conflicto, dañan
intereses vitales de Estados Unidos y de sus aliados en el
mundo árabe.
"Las tensiones entre israelíes y palestinos suelen derivar en
violencia y choques armados", dijo el general David
Petraeus, jefe del comando central de Estados Unidos, ante
el Comité de Servicios Armados del Senado.
"Este conflicto fomenta el sentimiento antiestadounidense por la
percepción de nuestra preferencia por Israel", agregó.
Mientras, Israel y los defensores de su causa escalaron la campaña para
responsabilizar de la crisis al gobierno de Barack Obama,
cuando faltan días para la visita a Washington del primer
ministro israelí Benjamín Netanyahu.
Junto con Clinton, Netanyahu será uno de los oradores principales de la
conferencia anual del American Israel Public Affairs
Committee, la organización más poderosa del lobby judío
en este país.
Un comunicado publicado por la Conferencia de Presidentes de Grandes
Organizaciones Judías sostuvo que "los duros
comentarios efectuados por miembros del gobierno (desde el
regreso del vicepresidente Joe Biden de su viaje a Israel la
semana pasada) sólo crean nuevas tensiones".
El texto se refería a declaraciones formuladas el fin de semana por Clinton
y por el principal asesor de Obama en la materia, David
Axelrod, entre otros.
Para Clinton y Axelrod, el anuncio israelí de que se construirían 1.600
nuevas viviendas para judíos en Jerusalén oriental
––un territorio palestino ocupado—justo cuando Biden
visitaba ese país, constituye un "insulto" y una
"afrenta" que socava los intereses de Estados
Unidos en la región.
En una breve aparición ante periodistas este martes, Clinton quitó
importancia a los contratiempos, calificados en cambio como
la peor crisis bilateral desde 1975 por el embajador israelí
Michael Oren.
"Eso no lo suscribo", dijo Clinton. Washington mantiene su
"absoluto compromiso con la seguridad de Israel",
pero, al mismo tiempo, "sostiene intensas consultas con
los israelíes sobre los pasos que estimamos necesarios para
demostrar el compromiso con el proceso" de paz, añadió.
Pero la suspensión del viaje de Mitchell, enviado especial de Obama para la
paz entre árabes e israelíes que debía inaugurar esta
semana las "conversaciones de proximidad" entre la
Autoridad Nacional Palestina e Israel, y los dichos de
Clinton sugieren un escenario diferente.
Tal parece que Washington no ha recibido aún una "respuesta
formal" de Israel a las demandas que detalló Clinton
el viernes en una conversación telefónica de 45 minutos
con Netanyahu.
Según la prensa israelí, esas exigencias incluyen suspender la expansión
de los asentamientos judíos anunciada la semana pasada, la
liberación de una gran cantidad de presos palestinos y la
aceptación de que las conversaciones de paz incluyan el
estatus final de Palestina, la suerte de los refugiados, de
Jerusalén oriental y de las fronteras entre los dos
estados.
Esta semana, Clinton se reunirá en Moscú con los demás representantes del
Cuarteto, la Unión Europea, Rusia y las Naciones Unidas,
que deberían respaldar la postura de Washington y sumar más
presión sobre Netanyahu antes de que llegue a Washington.
Además del disgusto del gobierno de Obama, el testimonio de Petraeus indica
que los militares ven en el conflicto de Medio Oriente un
gran obstáculo para los intereses estadounidenses en una
región más amplia, que incluye a Irán, un vínculo que
rechazan Israel y sus amigos estadounidenses.
"La rabia árabe por el conflicto palestino limita la potencia y
profundidad de nuestra alianza con gobiernos y pueblos del
área y debilita la legitimidad de los regímenes moderados
del mundo árabe", dijo el general ante el comité del
Senado.
La red extremista "Al Qaeda y otros grupos explotan esa rabia y
obtienen apoyo. El conflicto da también a Irán peso en el
mundo árabe a través de sus aliados, la milicia libanesa
Hezbolá y Hamás" el palestino Movimiento de
Resistencia Islámica, añadió.
En opinión de Petraeus, "un esfuerzo creíble" de Estados Unidos
que aporte a gobiernos y pueblos de la región un camino
hacia una solución amplia de las disputas, limitaría la
política de "resistencia militante" que tan bien
han explotado Irán y los "grupos insurgentes".
Para Daniel Levy, ex negociador de paz israelí y miembro de New America
Foundation, "Petraeus expuso en términos inequívocos
hasta qué punto importan los lazos entre la seguridad de
Estados Unidos y un proceso de paz creíble, y lo hizo
articulando no sólo la existencia de esos vínculos, sino
cuán centrales son para los militares".
Lo que el general expuso, "y que debería sonar como una alarma para
Israel, es que el no resuelto conflicto y la ocupación
entrañan un peso insoportable en la relación con Estados
Unidos y que la mejor manera de afrontarlo sería obviamente
resolviendo ese conflicto", añadió.
Según un artículo publicado el fin de semana en el sitio foreignpolicy.com,
la dureza de Washington obedece en parte a la frustración
de varios jefes militares ante la pérdida de credibilidad
derivada de la impotencia estadounidense ante Israel, sobre
todo en la cuestión de los asentamientos.
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