El ritual volverá a repetirse en Washington: en la reunión anual de AIPAC
(Comité de Asuntos Públicos América-Israel), el principal
lobby proisraelí de EEUU, se leerán uno a uno los
nombres de los miembros del Congreso presentes y, cuando más
de la mitad del Senado y un tercio de la Cámara baja se
pongan en pie entre los aplausos de más de 7.000 activistas
en el centro de convenciones, quedarán en evidencia los
fuertes lazos y la influencia que ese lobby, uno de
los más poderosos del país, tiene en el Capitolio.
La cita de este año, no obstante, tiene lugar en una encrucijada. La tensión
entre la Administración de Barack Obama y el Gobierno de
Binyamin Netanyahu promete marcar los tres días de la
conferencia que comienza el domingo, en la que los dos
invitados estrella, el lunes, serán la secretaria de
Estado, Hillary Clinton, y el propio Netanyahu.
Inicialmente estaba previsto que dos de los ejes de discusión fueran la
contención de Irán y los ataques al informe Goldstone de
la ONU, que denunció la operación militar de Israel en
Gaza, pero puede augurarse que la atención girará hacia la
actual relación entre Washington y Tel-Aviv. La capacidad
del lobby de marcar esa relación está a prueba.
En
juego
Tras décadas de influencia, sobre todo en el Congreso pero también en el
Ejecutivo –especialmente durante los mandatos de George
Bush–, el lobby israelí AIPAC trabaja ahora con
una Administración que, pese a mantener su «inquebrantable»
compromiso con Israel, ha incluido en las prioridades de su
política exterior mejorar las relaciones con el mundo árabe.
Los intereses políticos, económicos y militares de EEUU en
todo Oriente Próximo, no sólo en Israel y Palestina, están
en juego. AIPAC debe reajustarse a la situación.
El grupo, con más de 45 millones de euros de presupuesto, 300 empleados y
18 oficinas en todo EEUU, trabaja por reforzar el apoyo a
Israel, pero sus más de 100.000 miembros son
estadounidenses, y la política interior puede ganar la
batalla. El hecho de que las políticas del Gobierno
ultraconservador de Netanyahu estén bastante lejos de la línea
dominante en política exterior de EEUU contribuye a ese
reajuste forzoso.
AIPAC sigue siendo uno de los mastodontes del reglamentado sistema de lobbies
de EEUU. No hace donaciones directas a las campañas, pero sí
trabaja con más de cinco decenas de los llamados Comités
de Acción Política, que en el último ciclo electoral
inyectaron más de 16 millones de euros en la política
estadounidense. Pero en los últimos años se ha visto
afectada por un escándalo de espionaje de dos de sus
dirigentes, y la competencia de grupos moderados como J
Street.
J
Street, el nuevo lobby sionista
Este lobby, nacido en el 2008, tiene muchos menos miembros que AIPAC
pero es visto como una alternativa de creciente peso en EEUU.
Alineado directamente con la política exterior de Obama,
usando su mismo lenguaje en cuestiones como el apoyo a «soluciones
diplomáticas antes que militares, incluso con Irán», J
Street defiende la solución de los dos estados (israelí y
palestino) y aboga porque Obama tenga la capacidad de
criticar al Gobierno de Tel-Aviv.
El choque entre AIPAC y J Street quedó de manifiesto con la escalada de
tensión por la construcción de nuevas viviendas en
asentamientos de Jerusalén Este durante la visita del
vicepresidente Joe Biden. Mientras J Street defendió a la
Administración de Obama, AIPAC la instó a «hacer
esfuerzos conscientes por alejarse de demandas públicas y
ultimátums unilaterales a Israel».