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A la fuerza, las familias árabes son sacadas
con violencia de las casas que
habitan
desde hace varias generaciones |
Tel
Aviv (Corresponsal).- La lluvia torrencial que cae en
Jerusalén camino al barrio de Shej Jarach limpia la tierra
que cubría el coche. Pero para Maizun El Kurt la lluvia no
es una bendición en la carpa en la que todos los días
permanece de guardia junto a su marido y sus cuatro hijos,
desde que la desalojaron de su casa en esta barriada de la
parte oriental de la ciudad y que fue entregada a colonos
judíos. La justicia israelí no hizo caso de la documentación
que esta familia palestina halló en Turquía (el Imperio
Otomano fue la potencia dominante en estos territorios a
comienzos del siglo pasado). Pero sí le permitió
instalarse con esa carpa improvisada, armada con telas
atadas, en el patio de la que fuera su casa. El sitio ganó
fama porque es ahí donde semanalmente se manifiestan
palestinos y también israelíes contra la invasión de los
barrios árabes de Jerusalén Este.
"Mi
suegra, que era originaria de Haifa (norte de Israel) y tuvo
que escapar de allí en la guerra del '48, recibió en 1956
de la ONU una casa de una pieza a cambio de renunciar a la
condición de refugiada", cuenta a Clarín. Con su
esposo estaban tramitando la propiedad del terreno cuando,
en 1967, Israel conquistó la zona e impuso sus propias
leyes, impidiendo finalizar el trámite.
"Nos
casamos hace 12 años y vivíamos con mi suegra y los chicos
mientras tramitábamos el permiso paras construir en el
patio". La municipalidad demoró en responder el
pedido. En la zona no es posible construir sin autorización
aunque la casa sea propia. "Como muchos otros,
construimos mientras seguíamos el trámite. Pero de repente
llegaron colonos que sostenían que se trata de tierras de
un antiguo poblado judío que existía cerca de una cueva
donde fue enterrado Shimon Hatzadik (El Misericordioso).
Quizás Shimon llegó al Paraíso, pero a partir de ese
momento nuestra vida es un infierno".
Cuando
Maizún dice infierno, sabe a qué se refiere. Su marido
consiguió los documentos que probaban que esos terrenos
fueron árabes mucho antes que cristianos. Pero la justicia
rechazó la prueba aduciendo demoras en presentarla. Les
ocurrió igual que a otras dos celebres familias palestinas
expulsadas, los Ghawi y los Hanun. El desalojo policial fue
a las dos de la mañana. Los enseres y ropas terminaron en
el patio y el lugar se convirtió en un aula de estudios
religiosos para los hijos de los colonos.
Maizún
agrega que la empresa que limpió la casa y les arrojó sus
pocas cosas al patio se presentó tiempo después con una
factura de US$ 4.000 por ese servicio.
"¿En
qué democracia puede aceptarse que a nosotros nos negaran
el permiso en la casa que habitábamos y cuando nos
desalojan el permiso es otorgado inmediatamente a los
colonos?". Maizún se ofende ante la pregunta sobre si
aceptaría una vivienda, a cambio, en otro lugar.
"Imposible. Aprendimos de la historia de nuestros
hermanos y sabemos que lo que quieren es que nos vayamos de
nuestro hogar, pero yo no me iré ni a cambio de un
castillo".
La
mujer relata sus penas sin esperar que vengan en su ayuda
EE.UU. ni Europa ("No harán nada contra Israel"),
o la justicia israelí ("Está en servicio de los
colonos"). Pero fundamentalmente protesta contra los países
árabes ("Ellos podrían forzar al mundo a que se haga
justicia").
Pero
la mayor pena de Maizún parece ser su nena de dos años y
medio sentada en un triciclo dentro de la carpa. La madre se
esfuerza todo el tiempo para evitar que la niña se moje con
la lluvia que no se detiene.
"Los
tres más grandes dejaron de usar pañales al año. Ella
volvió a hacerse encima cuando nos desalojaron. Desde
entonces no duerme, escucha voces y tiene miedo de que
vengan a desalojarnos de la casa de mi suegra durante la
noche".
Sus
temores son ciertos. La municipalidad quiere hacer un camino
a la tumba de Shimon, "que pasará por el medio de la
casa de mi suegra, que ya recibió una orden de desalojo. ¿Le
parece que las cosas tienen que ser así?", pregunta
sin esperar respuesta. Afuera sigue lloviendo. El automóvil
lavado por la lluvia es lo único que brilla en esta mañana
de Jerusalén.