El asalto realizado por el ejército
israelí en la madrugada del 31 de mayo a la flotilla de buques que
transportaba ayuda humanitaria a Gaza habría provocado una veintena de
muertos. El ataque se produjo en aguas internacionales y ha suscitado
numerosas condenas, incluyendo las de los países europeos y las del gobierno
francés. Bernard Kouchner ha declarado que "nada puede justificar el uso
de semejante violencia, que condenamos". Varios países, entre ellos
Suecia, España, Turquía y Francia, han llamado a consultas al embajador
israelí. Grecia ha suspendido unas maniobras aéreas que tenía previsto
desarrollar con Israel y ha cancelado una visita del jefe de la Fuerza Aérea
Israelí.
Por supuesto, estas condenas
son bienvenidas. Sin embargo todavía hay algunas personas que se atreven a
buscar justificaciones a la acción israelí. Así, el portavoz de la UMP, el
inefable Frédéric Lefebvre ha dicho, según AFP, que su partido
"lamenta" los muertos, pero ha denunciado las “provocaciones” de
“quienes se llaman amigos de los palestinos”.
La víspera del ataque
militar, haciendo gala de una clarividencia que forma parte de sus
innumerables cualidades, Bernard-Henri Levy dijo en Tel Aviv: "Nunca he
visto un ejército tan democrático y que se plantee tantas cuestiones
morales”. (Haaretz.com, 31 de mayo). Es cierto que durante la guerra de Gaza
nuestro filósofo, encaramado a lomos de un tanque israelí, entró pavoneándose
en territorio gazatí. En respuesta al ataque de hoy, Levy lo ha calificado,
según refiere AFP, como "estúpido", porque amenaza con empañar la
imagen de Israel. Ni una sola palabra de condena, ni una palabra de
condolencia por los muertos...
La única pregunta pertinente
ahora es qué precio deberá pagar el gobierno israelí por su crimen. Durante
años la ONU ha adoptado decenas de resoluciones (Ver "Resoluciones de la
ONU que Israel no ha respetado”, Le Monde diplomatique, febrero de 2009), la
Unión Europea ha votado infinidad de textos exhortando a Israel a cumplir el
derecho internacional, o simplemente la legislación humanitaria, levantando,
por ejemplo, el bloqueo de Gaza. Estos textos no tienen nunca ninguna
consecuencia práctica. En lugar de ello, la Unión Europea y los Estados
Unidos recompensan a Israel.
Esto quedó demostrado la
semana pasada con la admisión de Israel en la Organización para la Cooperación
y Desarrollo Económicos (OCDE), y con la visita a Francia del Primer Ministro
israelí Netanyahu para asistir a la entronización de su país. Como señaló
un comunicado de la Asociación Solidaridad Franco-Palestina (AFPS) del 30 de
abril ("¿Israel en la OCDE? Un duro golpe contra la paz!"), esta
adhesión equivale a aceptar la inclusión de Cisjordania y los Altos del Golán
en el "perímetro" de Israel. El hecho de que a los pocos días
Israel se haya permitido atacar a la Flotilla de la Paz confirma que ese
Estado interpreta esos gestos de cortesía como una carta blanca para sus
acciones.
Ese fue el caso en diciembre
de 2008. Entonces fue la Unión Europea la que decidió "aumentar"
las relaciones bilaterales con Israel, otorgando a ese Estado privilegios de
los que hasta entonces sólo disfrutaban unas pocas grandes potencias. Pocos días
después los tanques israelíes se lanzaron al asalto de Gaza y cometieron con
total impunidad "crímenes de guerra" y "crímenes contra la
humanidad".
Richard Falk, enviado
especial de la ONU para los Territorios Ocupados, escribió en Le Monde
Diplomatique (marzo 2009) un texto titulado "Hay que llevar al banquillo
a los responsables de la agresión contra Gaza". Unos meses más tarde,
la Comisión de la ONU presidida por el juez sudafricano Richard Goldstone
entregó sus conclusiones. Resultaron devastadoras para Israel, aunque tampoco
eximían a Hamás. El texto del informe Goldstone confirma que fue
efectivamente el ejército israelí el que rompió el alto el fuego, y arrojó
luz sobre los crímenes cometidos. Este texto confirmó muchos de los informes
ya publicados por Amnistía Internacional y Human Rights Watch.
Estos textos no han dado
lugar a ninguna sanción contra el Gobierno israelí. Uno de los argumentos
esgrimidos para justificar esta inacción es que los hechos denunciados han
sido objeto de investigaciones serias por parte de Israel, extremo que
desmintió de forma argumentada el abogado Sharon Weill en Le Monde
Diplomatique (septiembre 2009, "Desde Gaza a Madrid: el asesinato
selectivo de Salah Shehadeh”).
Además se está
desarrollando en Israel una ofensiva sin precedentes contra las organizaciones
defensoras de los derechos humanos, tanto internacionales como israelíes,
consideradas ahora como una amenaza estratégica para el Estado israelí a la
que sólo supera en importancia la amenaza de Irán, Hamas e Hizbulá. Una auténtica
campaña de deslegitimación de esas organizaciones se está llevando a cabo a
través de grupos apoyados por el Gobierno y la extrema derecha israelíes,
tales como NGO Monitor (Monitor de ONG). Paralelamente, se está librando una
guerra de propaganda para justificar lo injustificable (véase Dominique
Vidal, "Cuanto más grande es la mentira…”, Le Monde Diplomatique,
febrero de 2009). En semejante contexto apenas sorprende que los soldados
israelíes consideren a los militantes que transportan suministros a Gaza como
"terroristas" y los traten como a tales.
¿La impunidad continuará, o
algunos gobiernos se atreverán a adoptar medidas para sancionar a Israel,
para hacer comprender a su Gobierno (y a su gente) que su política tiene un
precio, que la represión tiene un precio y que la ocupación tiene un precio?
Dentro de la Unión Europea
París podría sugerir a sus socios suspender el Acuerdo de Asociación en
virtud del artículo 2, que establece explícitamente que Israel está
obligado a garantizar la protección de los derechos humanos (léase Isabelle
Avran, "Los retrasos de la UE con respecto a Israel”, La Valija diplomática,
25 de junio de 2009).
Francia podría adoptar tres
medidas desde ahora mismo, sin esperar a llegar a un acuerdo con sus socios
europeos:
- En primer lugar –y en
estricto cumplimiento de la legalidad y de las decisiones de la Unión
Europea–, iniciar una campaña para determinar el origen de los productos
israelíes exportados a Francia, y prohibir (no sólo gravar) la importación
de productos procedentes de los asentamientos;
- En segundo lugar, declarar
que la instalación de colonos en los territorios palestinos ocupados es
inaceptable y que tales colonos quedarán sujetos a un régimen de visado si
desean viajar a Francia, una medida muy fácil de aplicar a partir de las
direcciones de las personas que desean visitar nuestro país;
- Por último, decretar que
los ciudadanos franceses que hagan su servicio militar en Israel no están
autorizados a servir en los territorios ocupados, y que si colaboran con las
acciones de un ejército de ocupación pueden sufrir consecuencias penales.
Bernard Kouchner ha anunciado
que no hay ningún ciudadano francés entre los muertos de la flotilla
humanitaria. Pero ¿sabe acaso si hay ciudadanos franceses entre los
responsables de ese crimen?