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Líder israelí reza por la muerte
de todos los
palestinos
Por Ricardo Mir de Francia
Corresponsal en Jerusalén
El Periódico, 30/08/10
A menos de una semana del inicio de negociaciones en
Washington los israelís se posicionan. En su sermón semanal, el rabino
Ovadia Yosef, una de las autoridades religiosas más importantes y respetadas
de Israel, cargó ayer contra los palestinos y su presidente, Mahmud Abbás,
alias Abú Mazen: «Abú Mazen y todo ese pueblo diabólico deberían perecer».
Yosef definió a los palestinos como «enemigos rencorosos» y aseguró que «Dios
debería golpearles con una plaga».
Este anciano de 89 años no es el clérigo de un
asentamiento perdido como Yitzhar, cuyos rabinos han defendido con argumentos
teológicos el asesinato de gentiles, incluidos niños, cuando pongan en
peligro el bienestar de los judíos.
Yosef es el exrrabino jefe sefardí de Israel y el líder
espiritual del partido ultraortodoxo Shas, integrado en la coalición de
gobierno. Para sus seguidores, sus opiniones son vinculantes. No es la primera
vez que carga así contra los palestinos. Otras de sus dianas más recurrentes
son las mujeres, los homosexuales y los liberales judíos.
El Gobierno
israelí se limitó a responder que las opiniones no Yosef no reflejan las del
primer ministro, Binyamin Netanyahu.
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Ha sido imposible leer el orden del día para la cumbre
en el Despacho Oval entre Obama, Netanyahu y Abbas sin desternillarse de risa
ante lo absurdo de sus pretensiones. El plan estadounidense es que el
presidente Obama informe al primer ministro israelí Binyamin Netanyahu y a
Mahmud Abbas, en representación de la Autoridad Palestina, que es el momento
decisivo para un arreglo pacífico. EE.UU. quiere un acuerdo dentro de un año,
con estipulaciones en ese acuerdo que sean realizadas por fases dentro de una
década.
En juego: los asentamientos judíos ilegales, el estatus
de Jerusalén Este, el tratamiento dado a los refugiados palestinos y
fronteras definitivas entre Israel y un Estado palestino.
El hombre que saludó a Netanyahu y Abbas ya no es el ícono
de cambio que entusiasmó al mundo con su discurso a los musulmanes en El
Cairo y quien encargó al ex senador estadounidense George Mitchell que
preparara la escena para un convenio justo sobre problemas que no han sido
solucionados durante más de medio siglo.
Obama está en una mala situación política. La economía
baja en espiral. Las elecciones de mitad de mandato surgen amenazadoramente
como un posible baño de sangre para los demócratas, en el que podrían
perder por lo menos una, si no ambas, cámaras del Congreso. Como lo sabe
perfectamente el lobby de Israel, los demócratas ansían dinero judío y
votos judíos. Cuando se trata de intereses israelíes el Congreso de EE.UU.
salta siguiendo las órdenes del lobby. El discurso de la secretaria de Estado
Hillary Clinton, cargado de honores para Netanyahu, podría ser interpretado
como un llamado a la colecta de fondos para su próximo intento de obtener la
candidatura presidencial demócrata.
Desapareció toda noción de retorcer el brazo a
Netanyahu, o de tratar de hacerlo, como cuando el gobierno criticó un
asentamiento judío ilegal hace cuatro meses y cuando el vicepresidente Biden
transmitió en Tel Aviv las preocupaciones del general Petraeus de que la
obstinación de Israel pone en peligro los intereses de seguridad de EE.UU. en
la región.
El lobby devolvió el golpe con amenazas políticas. En
julio, Dana Milbanke del Washington Post describió con una franqueza poco
usual la inminente visita de Netanyahu a Washington:
“Una bandera azul y blanca israelí cuelga de Blair
House. Al otro lado de Pennsylvania Avenue, la bandera de EE.UU. está en su
sitio usual sobre la Casa Blanca. Pero para captar el verdadero significado de
la visita del primer ministro Binyamin Netanyahu al presidente Obama, los
funcionarios de la Casa Blanca podrían haber preferido izar la bandera blanca
de la rendición.”
Y ante la cumbre de septiembre, los israelíes apuntaron
deleitados al retiro por Obama de una exigencia de que Israel congelara las
colonias judías en tierra palestina. En su lugar instó a mostrar
“circunspección”. “El primer ministro está satisfecho porque su posición
principal de que las negociaciones debieran ser sin condiciones previas fue
aceptada” dijo el portavoz de Netanyahu, Nir Hefetz, a la Radio del Ejército
desde Nueva York. Se citó al propio Netanyahu, quien ha rechazado demandas de
una congelación de los asentamientos, y dijo a un periódico: “Entiendo el
inglés: ‘circunspección’ y ‘congelación’ son dos palabras
diferentes”. Y en cuanto al estatuto de Jerusalén y el tema de los
refugiados palestinos, Netanyahu se niega inflexiblemente a discutirlos.
Simultáneamente, horas antes de los apretones de manos,
unos colonos judíos dijeron que comenzarán de inmediato los trabajos para la
construcción de edificios en por lo menos 80 asentamientos, rompiendo la
congelación parcial por el gobierno, que termina el 26 de septiembre.
El tenor de la política israelí actual es un rechazo
fanático de cualquier detención de los asentamientos, cualquier concesión
seria respecto a las fronteras, más allá de un “Estado” palestino en
pequeños trozos, encerrados entre carreteras y muros israelíes, con agua
desviada y comunicación entre diversos fragmentos de territorio palestino
bajo rigoroso control israelí y constante acoso. Jerusalén Este, la capital
propuesta para un Estado palestino, sufre una invasión incesante de nuevos
proyectos habitacionales judíos.
La prensa israelí informa de que Netanyahu todavía
tiene que desarrollar una posición para la negociación. Su ministro de
exteriores, Avigdor Lieberman, se negó a asistir a la cumbre y piensa que
Netanyahu debiera haber dicho simplemente a Obama que la construcción
continuará sin restricción alguna después del fin de la actual moratoria
oficial, que termina el 26 de septiembre.
Por su parte, Abbas ya no es presidente de la Autoridad
Palestina, que no tiene un mandato democrático de la vasta mayoría de los
palestinos. Votaron por Hamás y consideran a Abbas como un traidor que existe
sólo gracias al dinero de EE.UU., los consejeros de seguridad del Pentágono
y el apoyo israelí. Hamás expresó su opinión sobre la reunión matando a
cuatro colonos israelíes. (Medio millón de colonos judíos ilegales han sido
la consecuencia más evidente del “proceso de paz”.)
Tácticamente, Netanyahu tiene juego fácil. Puede
proclamar las esperanzas de paz de Israel y, no obstante, advertir que los
intereses de seguridad de Israel son supremos. Puede sermonear a Obama sobre
los temores primordiales de aniquilación de Israel y, no obstante, no
mostrarse demasiado reticente al señalar que Israel puede aniquilar a sus
enemigos y está bastante dispuesto a hacerlo. El arsenal nuclear de Israel
ronda fantasmagóricamente alrededor del evento.
Cuando la moratoria expire dentro de tres semanas,
permitirá que continúen los asentamientos, lo que por su parte llevará a
Abbas a amenazar con cumplir su compromiso de abandonar las conversaciones si
esto ocurre, un deber programado, como Jeffrey Blankfort predijo en este sitio
la semana pasada. Israel continuará su arremetida hacia la derecha, con una
purga cada vez mayor del disenso en un entorno político cada vez más
encarnizado. El Plan Obama se sumará a todas las demás ruinas diplomáticas
en el desierto de los huesos abandonados, la característica más obvia de
todos los mapas que intentan presentar la búsqueda de una “solución
justa” en Oriente Próximo.
¿Por qué realiza este esfuerzo Obama? Como dice
Blankfort:
“Cada presidente de EE.UU., desde Nixon, ha hecho un
esfuerzo por terminar con la ocupación israelí por razones estratégicas de
EE.UU., y cada uno de ellos se ha enfrentado al lobby y, al final, ha sido
incapaz o no ha estado dispuesto a gastar el capital político necesario para
imponer su voluntad a Israel. En cada caso, el Congreso se ha puesto de parte
de Israel y nunca más que durante el gobierno de Obama. Los tres presidentes
que cuestionaron a Israel: Ford, Carter, y Bush padre, terminaron por ser
obligados a retirarse y fueron removidos en las elecciones.”
Ahora bien, ¿por qué –considerando esta historia–
trató de hacerlo Obama? Blankfort sospecha que fue por presión de los
aliados europeos de EE.UU. para que lo hiciera porque:
“La continuación del conflicto I–P pone en peligro
su seguridad y su sociedad mucho más que en el caso de EE.UU. y ha habido
llamados desde hace tiempo para que la UE active su propia ‘iniciativa de
paz’ y probablemente lo haría si EE.UU. se retirara de ese terreno. Es lo
último que Israel o el lobby desean y por eso vemos a elementos del lobby en
cada administración, actualmente Ross, Emanuel et al., presionando para la
participación de Obama a pesar de que saben que va a fracasar.”
La reciente remodelación del Despacho Oval por Obama
incluye una alfombra muy cursi con citas edificantes en su borde: “La única
cosa que hemos de temer es el temor en sí” de F.D. Roosevelt; “El arco
del universo moral es largo, pero se curva hacia la justicia” de Martin
Luther King Jr.; “El gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”
de Lincoln, etc. Cuando se espere una rara visita de los palestinos, deberían
guardar la alfombra, y colocar otra con la Estrella de David al medio y con un
texto bordado en el borde: “¡Cuidado palestinos! Abandonad toda esperanza
al entrar aquí”.
(*) Alexander Cockburn. Periodista, co–director
del bimensual CounterPunch y del sitio internet homónimo.
La moderada euforia de Israel contrasta con
la desazón
palestina
Por Dabid Lazkanoiturburu
Gara, 04/09/10
Es un capítulo más de la falacia negociadora que se
abrió en Oslo. La parte israelí se sienta en la mesa tras haber negociado lo
suyo con su aliado y mediador estadounidense, mientras que la palestina llega
a regañadientes, mutilada y amenazada por la Espada de Damocles de la política
de hechos consumados que practica el Estado sionista. Las reacciones de ambos
bandos, esperanzada la una y desolada la otra, ilustran la asimetría del
actual proceso negociador.
Los medios de comunicación israelíes, incluso los que
como el diario «Haaretz» son muy críticos con el gobierno más sionista
–que ya es decir– que haya conocido Israel en su corta historia, coincidían
en dar pábulo a la esperanza y en mostrar incluso su «sorpresa», en algunos
casos admiración abierta, por un primer ministro, Benjamin Netanyahu, que
ensalzó al presidente de la Autoridad Palestina (ANP) en Cisjordania, Mahmud
Abbas, como «socio para la paz».
De vuelta a Tel Aviv, y contagiado por ese clima,
Netanyahu se adelantó a lo que se prevé como por lo menos un año de
reuniones quincenales entre ambas partes y evocó la posibilidad de celebrar
un referéndum ante un hipotético acuerdo de paz.
Por de pronto, Israel ha logrado una foto que supone su
reconciliación total con la Casa Blanca de Obama –tras momentos de tensión
en los últimos meses– y ni siquiera se ha visto forzado a anunciar una prórroga
en la moratoria a la construcción de nuevas colonias judías.
Y eso que ha logrado que Abbas se comprometa a sentarse
nuevamente en la mesa a mediados de mes, 10 días antes de que expire la
moratoria.
En esta línea, un gesto de ampliar su vigencia por parte
de Netanyahu en los próximos días, o incluso en, o tras, la segunda ronda
negociadora, permitiría a Israel presentarse como conciliador y dispuesto a
ceder para permitir la consecución de un acuerdo. Cuando, realmente, no haría
otra cosa que congelar temporalmente un proceso de colonización de la ocupada
Cisjordania que viola toda la legislación internacional.
La cuestión iraní
La utilización de los palestinos como moneda de cambio,
no sólo por parte de Israel sino por los regímenes árabes, es una constante
en la historia.
En este sentido, no falta quien vincula la repentina «fe
negociadora» de Netanyahu con un intercambio de cromos con EEUU respecto a la
única potencia regional –destrozada Irak– que preocupa a Israel, Irán.
Israel ansía un escudo antimisiles –suministrado por
EEUU– que le asegure frente a Irán y sueña con una guerra abierta contra
la República Islámica. Y sabe que Obama le exige, en ese gran juego, una
contrapartida: sentarse a «negociar».
Hamas se hace presente
Cruz de la moneda, la delegación negociadora de la ANP
vuelve a casa de vacío –con la amenaza de la reanudación de la colonización
en el aire– y con una sensación de déjà vu. «Es lo de siempre, bellos
discursos y negociaciones que no llevan a ninguna parte», se lamentaba un
miembro de la delegación.
En teoría, los palestinos deberían tener todas las de
ganar en un proceso negociador serio pero llevan 17 años, desde Oslo,
cediendo posiciones.
Y, además, ahora son representados por una fuerza, la
vieja guardia de Al–Fatah, odiada por corrupta y contemporizadora con el
enemigo israelí.
En este contexto, los recientes ataques de Hamas –y su
anuncio ayer de que 13 grupos palestinos han unido fuerzas para incrementar su
presión armada–, son una manera de estar presente en un proceso negociador
del que han sido, desde el primer momento, excluidos.
Con los ataques a grupos de colonos, Hamas rompe a su vez
su moratoria –equiparable a la de Israel– en los ataques y pone sobre la
mesa uno de los problemas más sangrantes, el de la anexión constante de
territorio palestino por el sionismo y su plan del Gran (Eretz) Israel.
El Movimiento de la Resistencia Islámica recuerda así a
los impulsores de estas negociaciones, léase EEUU, que está ahí, y que ningún
acuerdo será posible sin contar con su aquiescencia. Y, de paso, mueve del
asiento negociador a Abbas.
Imperturbable
Israel se ha mantenido imperturbable en la mesa pese a
los ataques contra colonos, lo que contrasta con situaciones similares con
anterioridad. ¿Madurez negociadora? Más bien cálculo político.
Abbas y la Autoridad Palestina no tienen ninguna carta
que jugar
El diario «Haaretz» seguraba en su edición de ayer que
EEUU presiona a la Autoridad Palestina para que no abandone las negociaciones
aunque Israel reanude la construcción de colonias judías en Cisjordania.
Al margen de que la información sea cierta –podría
formar parte de una estratagema negociadora para vender luego un gesto como
concesión–, lo cierto es que, al margen de esta cuestión de la moratoria,
la ANP y Abbas tienen escaso margen de maniobra y tanto Israel como EEUU
conocen de antemano su posición.
Saben que la mutilada parte palestina no podrá renunciar
a que Jerusalén Oriental esté bajo su hipotética soberanía, aunque estaría
dispuesta a permitir a Israel que conserve grandes colonias en esta zona de la
ciudad tres veces santa.
Se baraja, además, con que la ANP renunciaría a exigir
a Israel que asuma su responsabilidad histórica con los millones de
refugiados palestinos, que se convertirían en un problema interno del futuro
estado palestino.
En procesos de negociación anteriores, la ANP insistía
en que todos los refugiados pudiesen elegir entre distintas formas de ser
compensados, con una remuneración económica o con su regreso a Israel, bien
que en determinados cupos.
La ANP estaría dipuesta a asumir la presencia de la OTAN
en Cisjordania y en el Valle del Jordán y a intercambiar territorios, en
principio similares. También habría asumido que muchas de las grandes
colonias judías pasen a manos de Israel. Por lo que toca a la de Ariel, en el
centro de Cisjordania, estaría dispuesta a conceder a sus colonos la cudadanía
palestina.