Declaración de la
corriente internacional Socialismo o Barbarie, 21/09/11
Sin depositar ninguna
confianza en la Autoridad Nacional Palestina
(ANP) ni suscribir la “solución
de dos estados”...
Apoyamos el derecho a
exigir en la ONU
el reconocimiento del Estado palestino
El próximo viernes 23, en una reunión de la Organización
de las Naciones Unidas, Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional
Palestina (ANP), pedirá el reconocimiento del Estado palestino, y, por lo
tanto, una banca en la Asamblea General de la ONU.
Esto ha desatado un tormenta político-diplomática. El
gran hipócrita Obama ha debido sacarse la careta de “amigo de los
palestinos y los pueblos árabes”, rechazando una medida que sería lógica
dentro de la “solución” que supuestamente promueve EEUU para la cuestión
palestina: la “solución de los dos estados”.
Para colmo, el frente único imperialista de EEUU, la Unión
Europea y Japón (al que se suman frecuentemente Rusia y China) aparece
inicialmente dividido al respecto. Los gobiernos de Francia e incluso de Gran
Bretaña vacilan sobre el curso a tomar. Es que un voto en contra junto con
Washington, sería muy dañino para la política hacia las rebeliones árabes
que inauguraron con la intervención en Libia: la de presentarse como adalides
de la “democracia” y los “derechos humanos”. Votar contra el
reconocimiento, los dejaría al desnudo.
Para el gobierno Netanyahu-Lieberman del Estado racista
de Israel, la votación por el Estado Palestino sería un duro golpe diplomático.
Además afectaría indirectamente la legitimidad del enclave colonial llamado
Israel, basado en la “limpieza étnica” y el genocidio del pueblo
palestino.
Por esos motivos –y sin depositar la menor confianza en
Mahmoud Abbas y la ANP, ni menos todavía en la cueva de bandidos que es la
ONU– apoyamos el derecho al reconocimiento del Estado Palestino como
miembro pleno de la Organización de las Naciones Unidas.
Las
rebeliones del mundo árabe golpean a la puerta de la ANP
La iniciativa de la ANP aparece como algo sorprendente,
casi milagroso, conociendo la larga trayectoria de lacayos de Israel y el
imperialismo que tienen tanto Mahmoud Abbas como su organización política,
Al Fatah, y la ANP.
Esto de sirvientes de Israel y el imperialismo no es una
metáfora, sino algo contante y sonante: anualmente, la ANP recibe de Israel
subsidios por 1.000 millones de dólares que se suman a otros 1.500 millones
que les suministran diversos “donantes”, países imperialistas, estados árabes,
etc.[1] Por eso, la primera amenaza de Israel y EEUU es cortar esas
subvenciones.
No es difícil explicar este milagro político: la súbita
“radicalización” de Mahmoud Abbas y la ANP. Obedece, ante todo, al
extraordinario cambio de la situación regional que se inicia este año y
que afecta también a Palestina.
La inmensa rebelión de masas llamada “Primavera Árabe”
ha repercutido de una u otra manera en todos los pueblos y países de la región.
Palestina no ha sido una excepción.
Como primera medida preventiva ante la nueva situación,
la ANP, que controla los guetos de Cisjordania, y Hamas, que manda en la
Franja de Gaza, firmaron un acuerdo para revertir progresivamente una escisión
que sólo beneficia a Israel y al imperialismo. Pero el “plato fuerte”
llega ahora: el pedido de reconocimiento en la ONU.
Asimismo, las rebeliones de la Primavera Árabe se
combinan con otros cambios mundiales y regionales no menos importantes.
Y ellos también son desfavorables, en distintas formas y grados, a Israel.
Hay una crisis económica mundial que golpea
principalmente a los imperialismos yanqui y europeos, que han sido los
soportes sin los cuales el Estado colonial-racista no podría sostenerse. Esta
crisis agrava un proceso que venía de antes: el debilitamiento
geopolítico de Estados Unidos –el “Gran Padrino” de Israel–.
También, por primera vez en su historia, hay una crisis del consenso
social al interior del Estado sionista, que se expresa en el movimiento de
los Indignados.
En ese contexto mundial y regional y, donde las
rebeliones populares dan la nota principal, Israel ha perdido sus dos
principales aliados regionales: Egipto y Turquía.
En el primero de esos países, el proceso iniciado en
enero registra una nueva oleada de luchas, que van desde huelgas obreras hasta
movilizaciones antiimperialistas como la toma de la Embajada de Israel.
Turquía –ex aliado incondicional de Israel desde
1949– ahora encabeza una campaña pro-palestina. Su actual primer ministro,
Recep Erdogan, trata así de erigirse en referente de los pueblos árabes e
islámicos de la región.
El
Estado racista no da concesiones
El reverso de esta situación, es el hecho de que Israel no
da la menor concesión a la ANP. No le ha arrojado ni un hueso que le
permita justificarse ante las masas palestinas. Y ahora esto hace crisis, por
el cambio profundo de la situación regional e internacional.
Es que el “programa” del estado sionista en relación
al pueblo palestino lo definió con toda franqueza su canciller, Avigdor
Lieberman: arrojar una bomba atómica sobre Gaza y expulsar fuera de
Palestina a la población de Cisjordania.[2]
El Estado de Israel es un enclave colonial, cuya “lógica”,
antes y después de su fundación, es el exterminio y/o desplazamiento de
la población nativa. En ese contexto, desde la firma de los Acuerdos de
Oslo de 1993 entre Israel y la OLP (Organización para la Liberación de
Palestina), durante 18 años se ha prolongado, con intermitencias, la farsa de
las “negociaciones” para lograr la “solución de dos estados”, el de
Israel y el de un Estado Palestino... Y por supuesto Israel se ha negado
siempre a un acuerdo, incluso en las condiciones más leoninas.
Mientras tanto, los ocupantes han ido desplazando a
los palestinos a punta de fusil, destruyendo sus viviendas y arrasando sus
campos, para finalmente encerrarlos tras largos muros de cemento en un puñado
de guetos o “bantustanes”,[3] en Cisjordania y la Franja de Gaza, sin
conexión entre sí. En las tierras arrebatadas a los palestinos, han
instalado colonos que se reclutan entre los sectores ultra-religiosos y
racistas más fanáticos, que gozan de total impunidad para maltratar y
asesinar palestinos.
Sobre ese puñado de guetos ya no puede hablarse en serio
de erigir un “estado”. Por otra parte, en el mejor de los casos, si las
fronteras se fijasen a partir de los límites anteriores a la guerra de 1967,
como reclama la ANP, el nuevo “Estado Palestino” nacería “minado” por
los asentamientos de colonos.
Por supuesto siempre es posible montar un simulacro
colonial: a un bantustán se le puede cambiar el nombre y llamarlo
“estado”. Pero incluso esta
versión mínima de la “solución de dos estados” viene siendo rechazada
tajantemente por Israel. Es que eso significaría fijar fronteras,
poner límites, mientras que la dinámica permanente de la colonización
sionista –como la de cualquier otra colonización– es seguir adelante,
hasta consumar la “limpieza étnica” de todo el territorio, por la
combinación de exterminio y desplazamiento.
Eso es lo que proclaman francamente Netanyahu y Lieberman
y lo que tartamudean hipócritamente los políticos sionistas más “a la
izquierda”, como Tzipi Livni.
Por
un estado único, laico, democrático, no racista y socialista
Apoyamos decididamente el derecho de exigir en la ONU
el reconocimiento del Estado palestino. Denunciamos la repugnante
hipocresía de los gobiernos imperialistas, como el de Obama, que desde
hace años predican el sermón de la “solución de los dos estados”... y
ahora, cuando se intenta un mínimo paso en ese sentido, se oponen
rabiosamente.
Pero también, al mismo tiempo, tenemos el deber de decir la verdad, tanto a
los luchadores palestinos y árabes, como a los trabajadores y jóvenes israelíes
que en estos momentos están expresando su justificado descontento en las
calles. Mantener el Estado de Israel tal cual es, con el único cambio de
poner el nombre de “Estado” a los dispersos guetos palestinos, es cambiar
todo... para que todo siga esencialmente igual.
La única solución de fondo es el establecimiento de un estado
único en toda Palestina, un nuevo estado que no sea judío ni islámico,
sino laico y democrático, donde todos sus ciudadanos –judíos, árabes
o de cualquier otra etnia o religión– sean iguales y tengan los mismos
derechos. Un nuevo estado sin explotadores ni explotados; es decir, socialista.
Un nuevo estado, por último, que sea parte de una federación de repúblicas
socialistas de Medio Oriente.
Notas:
1.-
Raja Khalidi, “Going to the United Nations, Santions, and the Tick-Tock of
the Palestinian Spring”, Jadaliyya, September 12, 2011.
2.-
“Lieberman: Treat Hamas like Japan in WWII”, AFP, January 13, 2009.
3.- Pequeños territorios establecidos en el estado
racista de Sudáfrica para concentrar y encerrar a la población negra.
Déclaration de Socialisme
ou Barbarie, 29/09/11
Sans
accorder la moindre confiance en l'Autorité Nationale
palestinienne (ANP) ni
souscrire à la « solution de deux états »…
Nous
soutenons le droit d'exiger à l'ONU
la reconnaissance de l'État
palestinien
Vendredi
23, dans une réunion de l'Organisation des Nations Unies,
Mahmoud Abbas, président de l'Autorité Nationale
palestinienne (ANP), demandera la reconnaissance de l'État
palestinien, et, en conséquence, un siège à l'Assemblée Générale
de l'ONU.
Ceci
a délié un orage politico-diplomatique. Obama, grand
hypocrite, a dû enlever
son masque «d'ami
des palestiniens et des peuples arabes », en rejetant
une mesure qui serait logique dans le cadre de la « solution »
que les USA prônent hypothétiquement pour la question
palestinienne : la « solution
des deux états ».
Pour
comble, le front unique impérialiste des USA, de l'Union
Européenne et du Japon (auxquels s'associent fréquemment la
Russie et la Chine) apparaît initialement divisé à ce sujet.
Les gouvernements de la France et même de la Grande-Bretagne
hésitent au sujet de l'orientation à adopter. Parce qu’un
vote contre, ensemble avec Washington, serait très nuisible
pour la politique vers les rébellions arabes qu’ils ont
inaugurée avec l'intervention en Libye : celle de se présenter
comme champions de la « démocratie » et des
« droits humains ». Voter contre la reconnaissance,
les laisserait nus.
Pour
le gouvernement Netanyahu-Lieberman de l’état raciste
d'Israël, le vote pour l'État palestinien serait un dur coup
diplomatique. Il affecterait en outre indirectement la légitimité
de l'enclave coloniale appelée Israël, basée sur le «nettoyage
ethnique» et le génocide du peuple palestinien.
Pour
ces motifs - et sans accorder la moindre confiance en Mahmoud
Abbas et l'ANP, ni moins encore en le repaire de bandits
qu'est l'ONU, nous
soutenons le droit à la reconnaissance de l'État palestinien
comme membre plein de l'Organisation des Nations Unies.
Les
rébellions du monde arabe frappent à la porte de l'ANP
L'initiative
de l'ANP apparaît comme quelque chose de surprenant, presque
miraculeuse, en connaissant la longue trajectoire de laquais
d’Israël et l'impérialisme que tant Mahmoud Abbas comme son organisation politique,
le Fatah, et l'ANP ont derrière eux.
Le
terme de valets d’Israël et de l'impérialisme n'est pas
une métaphore, mais quelque chose de concret : annuellement,
l'ANP reçoit d'Israël des subventions à hauteur d'un
milliard de dollars qui s'ajoutent aux 1,5 milliards que
fournissent divers « donateurs », pays impérialistes,
états arabes, etc.
C'est pourquoi, la première menace d’Israël et des USA est
de couper ces subventions.
Il
n'est pas difficile d'expliquer ce miracle politique : cette
« soudaine radicalisation » de Mahmoud Abbas et de
l'ANP obéit, avant tout, au
changement extraordinaire de la situation régionale qui a débuté cette année et qui affecte aussi la
Palestine.
L'immense
rébellion de masses appelée « Printemps Arabe »
a eu, d'une manière ou d'une autre, des répercussions sur
tous les peuples et pays de la région. La Palestine n'a pas
été une exception.
Comme
première mesure préventive devant la nouvelle situation,
l'ANP, qui contrôle les ghettos de la Cisjordanie, et Hamas,
qui contrôle la Bande de Gaza, ont signé un accord pour éliminer
progressivement une division qui profite seulement à Israël
et à l'impérialisme. Mais le «plat principal» arrive
maintenant : la demande de reconnaissance devant l'ONU.
De
même, les rébellions du Printemps Arabe se sont combinées
avec d'autres
changements mondiaux et régionaux non moins importants. Et ceux-ci sont aussi défavorables,
de différentes manières et à divers degrés, à Israël.
Il
y a une crise économique
mondiale qui
frappe principalement les impérialismes yanqui et européens,
qui ont été les supports indispensables de l’état
colonial-raciste. Cette crise aggrave un processus initié antérieurement
: l’affaiblissement
géopolitique des Etats-Unis - le « grand Parrain » d’Israël. Aussi,
pour la première fois dans son histoire, il y a une crise du consensus social à l'intérieur de l'état
sioniste, qui s’exprime dans le mouvement des indignés.
Dans
ce contexte mondial et régional, où les rébellions
populaires donnent la note principale, Israël a perdu ses deux principaux alliés régionaux:
L'Egypte et la Turquie.
Dans
le premier de ces pays, le processus entamé en janvier connaît
une nouvelle vague de luttes, qui va de grèves ouvrières
jusqu'à des mobilisations anti-impérialistes comme la prise
de l'Ambassade d’Israël.
La
Turquie - ex-allié inconditionnel d’Israël depuis 1949 -
dirige maintenant une campagne pro-palestinienne. Son actuel
premier ministre, Recep Erdogan, essaie de s'ériger en pôle
de référence des peuples arabes et islamiques de la région.
L'état
raciste ne donne pas de concessions
L’envers
de cette situation, est le fait qu’Israël n'accorde pas la moindre concession à l'ANP.
Israël ne lui jette même pas un os qui puisse lui permettre
de se justifier devant les masses palestiniennes. Et
maintenant ceci se transforme en point d'achoppement, du fait
du changement profond de la situation régionale et
internationale.
C'est
que le « programme » de l'état sioniste par
rapport au peuple palestinien a été défini avec toute clarté
par le ministre Avigdor Lieberman : jeter une bombe atomique sur Gaza
et expulser
hors de la Palestine la population de la Cisjordanie.
L'État
de Israël est une enclave
coloniale, dont la « logique »,
avant et après sa fondation, est l’extermination et/ou
le déplacement de la population indigène. Dans ce
contexte, depuis la signature des Accords d'Oslo de 1993 entre
Israël et l'OLP (Organisation pour la Libération de la
Palestine), pendant 18 années, on a prolongé, par
intermittence, la farce des « négociations » pour
obtenir la « solution de deux états », Israël et
un État palestinien… Et évidemment, Israël a toujours
refusé un accord, même dans les conditions les plus
léonines.
Entretemps,
les occupants ont déplacé les palestiniens sous la menace
des armes, détruisant leurs logements et rasant leurs
terres, pour finalement les enfermer derrière de longs murs
de ciment dans une poignée de ghettos ou « bantoustans »
[3],
en Cisjordanie et dans la Bande de Gaza, sans connexion entre
eux. Dans les terres arrachées aux palestiniens, ils ont
installé des colons qui sont recrutés parmi les secteurs
ultrareligieux et racistes les plus fanatiques, qui jouissent
d'impunité totale pour maltraiter et assassiner les
palestiniens.
On
ne peut pas parler sérieusement d'instaurer un « état »
avec cette poignée de ghettos. D'autre part, dans le meilleur
des cas, si les frontières étaient fixées à partir des
limites précédant la guerre de 1967, comme le réclame l'ANP,
ce nouveau « État palestinien » naîtrait
« miné » par les peuplements de colons.
Évidemment
il est toujours possible de monter un simulacre colonial : on
peut changer le nom d'un bantoustan et l'appeler « état ».
Mais cette version minimale de la « solution de deux états »
est rejetée catégoriquement pour Israël. C'est que cela signifierait
fixer des frontières, mettre des limites,
tandis que la dynamique permanente de la colonisation sioniste
- comme celle de toute autre colonisation est d’avancer,
jusqu'à mener à son terme le « nettoyage ethnique »
sur tout le territoire, par la combinaison d’extermination
et
de déplacement.
C'est
cela que Netanyahou et Lieberman proclament franchement et que
les politiciens sionistes plus « à gauche » bégayent
hypocritement, comme Tzipi Livni.
Pour
un état unique, laïc, démocratique, non raciste et
socialiste
Nous
soutenons résolument le
droit d'exiger de l'ONU la reconnaissance de l'État
palestinien. Nous dénonçons l’hypocrisie répugnante
des gouvernements impérialistes, comme celle d'Obama,
qui depuis des années prêchent le sermon de la « solution
des deux états »… et maintenant, quand on essaye un
pas minimal en ce sens, ils s'y opposent furieusement.
Mais
aussi, en même temps, nous devons dire la vérité, tant aux
palestiniens et arabes en lutte, comme aux travailleurs et
jeunes israéliens qui en ce moment dans les rues expriment
leur mécontentement justifié. Maintenir l'état d'Israël
tel quel, avec le seul changement de mettre le nom d'«état»
aux ghettos palestiniens dispersés, est de changer tout…
pour que tout soit encore essentiellement égal.
La seule solution de fond
est l'établissement d'un état
unique dans toute la Palestine, un nouvel état qui ne
soit ni juif ni islamique, mais laïc et démocratique, où tous ses citoyens -
juifs, arabes ou toute autre ethnie ou religion - soient égaux
et aient les mêmes droits. Un nouvel état sans exploiteurs
ni exploités ; c'est-à-dire, socialiste. Enfin, un nouvel état qui fasse
partie d’une fédération
de républiques socialistes du Moyen Orient.
Raja
Khalidi, “Going to the United Nations, Sanctions, and
the Tick-Tock of the Palestinian Spring”, Jadaliyya,
September 12, 2011.
“Lieberman:
Treat Hamas like Japan in WWII”, AFP, January 13, 2009
Pequeños
territorios establecidos en el estado racista de Sudáfrica
para concentrar y encerrar a la población negra.
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