La
soja, el Acuífero Guaraní y presencia militar yanqui
Ejes
de la recolonización imperialista en Paraguay
Por
Marco Boltes
Agrupamiento
por el Socialismo, Paraguay
A
pocos días de las grandes movilizaciones por la nacionalización de
los hidrocarburos protagonizadas por los trabajadores y el pueblo
boliviano, y a tan sólo 250 km de distancia de los yacimientos gasíferos
y petroleros motivo de la disputa entre los trabajadores y las
transnacionales, Washington logra que el Congreso paraguayo apruebe
una ley de inmunidad diplomática para sus tropas hasta diciembre del
2006. Aumenta así el número de soldados en la base aérea de
Mariscal Estigarribia, en el centro del Chaco, instalación que de
hecho hace ya un tiempo fungía de asiento de una base norteamericana
clandestina.
¿Cuál
es la intención de Washington? ¿Cuáles son los motivos de fondo que
llevan a esta intervención militar en Paraguay y la Cuenca del Plata,
aparte de amedrentar a los trabajadores y prevenir grandes
movilizaciones populares en contra de los gobiernos capangas de las
grandes transnacionales?
El
proyecto recolonizador
Partimos
de que esta época de globalización del capital está caracterizada
por una internacionalización de los procesos productivos con una
definida división mundial del trabajo. Y que en esta coyuntura del
sistema capitalista, en la nueva organización de la producción a
escala mundial, los países semicoloniales como el nuestro asumen el
desarrollo de una parte específica del proceso productivo, quedando
la dirección de qué, cuándo y cómo se produce a cargo de los países
centrales.
En
ese marco, el gran capital asigna a los países de la Cuenca del
Plata, y en especial al Paraguay, el papel de proveedores de recursos
naturales y materias primas, sobre todo la producción de rubros agrícolas.
Los casos más ilustrativos son los de Brasil y Argentina, que en la
última década sufrieron prácticamente el desmonte de toda su
industria pesada y semi pesada, siendo así que por ejemplo Brasil, de
ser un importante exportador de automotores y maquinarias, pasó a
tener actualmente como su principal rubro de exportación al jugo de
naranja.
Este
proyecto recolonizador también tiene otros aspectos o fases
importantes vinculadas estrechamente con la distribución de la
producción a nivel mundial y la expoliación económica, que son el
aspecto político y el militar.
Así,
podemos identificar dentro de este proceso regional a diversos
actores. En primer lugar, al gran capital representado principalmente
por las grandes transnacionales del agronegocio, en estrecha relación
con el estado norteamericano (EEUU), que asume como propio el proyecto
del gran capital transnacionalizado, y en esa medida lo apoya con sus
recursos políticos, tecnológicos y militares. Uno de estos
mecanismos de dominación de la potencia imperialista comprende el
control de los organismos financieros multilaterales (GEF, BM, FMI,
etc.), los cuales, mediante sus ajustes o sus acuerdos stand by,
«diseñan» las políticas económicas de los países semicoloniales.
Basta
citar que de las diez empresas más capitalizadas en el mundo la mitad
son norteamericanas
para dejar sentada la histórica fusión entre los intereses
nacionales norteamericanos y los del capital financiero trasnacional.
Fusión que es la fuerza motriz de las intervenciones militares de
Washington en todo el orbe contra países pobres, asegurando para las
empresas con base en ese país recursos y ganancias, como por ejemplo
en la guerra colonial petrolera en Iraq.
Las
grandes transnacionales del agronegocio, que mercantilizan la
naturaleza con una agricultura altamente tecnificada y capitalizada,
son una de las expresiones de esta «etapa superior» del proceso de
acumulación e internacionalización del capital. Apoyadas por los
derechos de propiedad intelectual, las grandes corporaciones controlan
y explotan los recursos genéticos (en este caso semillas) de los países
pobres, al tiempo que invaden sus territorios con semillas genéticamente
modificadas (transgénicas), destruyen sus recursos naturales y de
paso arrasan con comunidades campesinas e indígenas enteras, que son
expulsadas, generalmente en forma violenta, de sus tierras.
En
cuanto a la división técnica del trabajo de estas grandes
corporaciones, el proceso de producción se desarrolla en diversos países
y se realiza para el mercado mundial. La intensificación del dominio
del capital sobre el campo es un proceso capitalista crecientemente
globalizado, que se va expresando en la consolidación de un sistema
agroalimentario mundial bajo el dominio de grandes corporaciones
asociadas a políticas de liberalización y ajuste estructural.
Corporaciones que monopolizan la provisión de insumos y tecnología
agropecuaria, patentan variedades de cultivos y controlan la política
agropecuaria y alimenticia, determinando que la tierra se destine sólo
a la producción agropecuaria exportable.
La
sojalización del Paraguay y la Cuenca del Plata
En
2001, a nivel mundial la superficie destinada a la producción de soja
llega a 75,5 millones de hectáreas, de los cuales el 18,4 %
correspondía al Brasil y el 1,6 % a Paraguay, con 1,2 millones de
hectáreas. Esta oleaginosa ocupa el 21 % de la tierra arable en el
Brasil y el 44 % en Paraguay.
Así,
en 2004 la producción de soja ocupa 1,9 millones de hectáreas, mucho
más de la mitad de la superficie cultivada en el Paraguay, lo que
representa el 2% del cultivo mundial. Esta expansión sitúa al país
como cuarto exportador mundial, con 4 millones de toneladas
producidas. La producción de la soja es de lejos la principal
actividad productiva del país, considerando las rentas que genera a
los empresarios y su contribución a las exportaciones.
A
lo largo del proceso de expansión del cultivo pesaron los avances de
la biotecnología, que permitió un crecimiento sostenido de la
productividad. De las 27.000 explotaciones que cultivan soja, son sólo
45 las empresas que cultivan más de 5.000 hectáreas; en 2004, las
divisas generadas por las exportaciones de soja pueden estimarse en
mil millones de dólares, que en su mayor parte ni siquiera son
apropiados por la burguesía local vinculada a este rubro, pues la
parte del león se la quedan las grandes transnacionales del agro. El
mismo proceso de expansión se da en los vecinos estados brasileños
de Mato Grosso do Sul y Paraná y en las provincias argentinas del
Chaco y Misiones.
En
Paraguay, en los últimos años es indudable su impacto en el medio
rural. En ese período los cultivos anuales producidos por las
comunidades campesinas, como el algodón o la yerba mate, han
decrecido. Esa caída de la producción campesina es tal que ya en el
año agrícola 2002-03 la producción valorizada de los principales
cultivos del sector se redujo a menos de la quinta parte del total, en
contraste con la soja, que representó el 68 % del valor total de la
producción.
Debemos
puntualizar que cuando hablamos de este proceso de «sojalización»
no hablamos simplemente del cultivo intensivo de un producto, sino más
bien del conjunto de relaciones socioeconómicas asociadas a un modelo
productivo, que responde a las características de un enclave
agroexportador que refuerza los lazos de dependencia, que incluye el
uso a gran escala de agrotóxicos, y que se expande en base a la
expulsión del campesinado hacia los cinturones de pobreza en las
principales ciudades.
El
gigante capitalista de la soja
Uno
de los principales actores en este proceso recolonizador en esta parte
del continente es Monsanto, llamada la «Microsoft del mundo de la
semilla», que es la más importante compañía en el rubro transgénicos
y actualmente controla el 80% del mercado a nivel mundial.
A partir de 1996 empieza la carrera frenética de compras y fusiones
de la Monsanto en el mundo de la biotecnología. Ese año compró el
activo biotecnológico de la Calgene, una compañía biotecnológica
de California por 340 millones de dólares. En 1997, Monsanto adquirió
la compañía brasileña Sementes Agroceres y la americana Asgrow
Agronomics. En 1998 compra las operaciones de ventas de semillas de
Cargill por 1.400 millones de dólares , además de la Delta &
Pine Land Co. por otros 1.820 millones y la Dekalb Genetics por 2.300
millones. En 2003 declaró un capital de 9.461 millones de dólares.
Las ventas netas de Monsanto, tan sólo en el rubro soja, alcanzaron
en los primeros nueve meses del 2005 los 827 millones de dólares.
La
mayor parte o casi todas las plantaciones de soja transgénica en
Paraguay utilizan las semillas, los herbicidas y los agrotóxicos de
esta compañía.
La
Monsanto, además de este conocido monopolio ejercido principalmente
por vía de las leyes de patentes sobre los genes (la esencia misma de
la vida) y la venta de «paquetes» tecnológicos
–como es el conocido caso de la venta de la semilla de soja
RoundUp Ready, acompañada de su correspondiente herbicida RoundUp–,
ahora tiene como principal objetivo controlar otro recurso básico
para la vida y también básico para sus negocios en el agro: el agua.
En
1999 Monsanto compró la Mahyco (Maharashtra Hybrid Seed Company) de
la India. Con motivo de la operación, Robert Farley, alto ejecutivo
de Monsanto declaró que «lo que ustedes ven no es simplemente la
consolidación de una compañía en el negocio de las semillas, es
realmente su consolidación en toda la cadena alimenticia. Desde el
agua, que es tan central a la semilla como ésta lo es a la producción
alimenticia (...) Monsanto ahora trata de establecer su control sobre
el agua. Durante 1999, Monsanto planifica lanzar un nuevo negocio del
agua, comenzando con la India y México, pues ambos países encaran
una escasez de agua».
Para
entrar en el negocio del agua, Monsanto ya tiene un importante paquete
de acciones en la Water Health Internacional (WHI), con la opción de
comprar el resto del negocio. Negociar con el agua, como con su
negocio de semillas, tiene el objetivo de controlar los recursos
vitales necesarios para la supervivencia humana.
El
Banco Mundial y las transnacionales van por el agua
Dentro
del diseño recolonizador, parte importante del esquema es la relación
existente entre las transnacionales como la Monsanto y el Banco
Mundial.
El
Banco Mundial ya se ha ofrecido a colaborar intermediando entre
Monsanto y «los mercados en desarrollo». Como afirma el propio
documento de estrategia de Monsanto, «estamos particularmente
entusiasmados por la potencial cooperación con la Corporación
Financiera Internacional (IFC) del Banco Mundial para proyectos
conjuntos en los mercados en desarrollo. La IFC está ansiosa de
trabajar con Monsanto para comerciar con oportunidades de
sostenibilidad, y aportaría a nuestros esfuerzos tanto capital como
posibilidades de actuación sobre el terreno».
Es importante destacar que la International Finance Corporation-IFC
(una sección del BM) tiene como principal objetivo buscar, en propias
palabras de ese organismo, «financiar proyectos del sector privado en
países en desarrollo, ayudar a multinacionales del primer mundo a
movilizar capital en los mercados internacionales y proveer asesoría
y asistencia técnica a empresas y gobiernos».(www.ifc.org)
El
papel del Banco Mundial de «mediar» entre los gobiernos y las
transnacionales para que se privaticen los recursos hídricos de los
países semicoloniales y que se pueda comerciar con los derechos sobre
las aguas –y sobre cualquier otro recurso natural considerado estratégico
para el gran capital– es uno de los pilares del proceso de
recolonización de los países del Tercer Mundo.
Por
ejemplo, desde hace dos décadas existen tres formas generales de
privatización del agua aplicadas a nivel mundial, y que cuentan la
mayoría de las veces con el aval de organismos internacionales
(principalmente el BM). En la primera hay una venta total de los
sistemas de distribución, tratamiento y/o almacenamiento por parte de
los países semicoloniales en favor de las multinacionales. Otra
modalidad es la de hacer una concesión por parte de los Estados para
que las multinacionales tomen a su cargo el servicio y el cobro por
las operaciones y el mantenimiento del sistema en uso. El cobro por el
servicio y las ganancias son gestionadas en su totalidad por la
multinacional. Por último, otro procedimiento consiste en un modelo
«restringido» en el que el Estado nacional contrata a una
multinacional para que administre el servicio de agua a cambio de un
pago por costos administrativos. La multinacional puede o no hacer el
cobro del servicio, pero no tiene acceso a las ganancias generadas.
Aunque las tres formas se han aplicado en diversas partes del mundo,
la más popular ha sido la segunda.
La
Guerra del Agua en Bolivia
Como
parte de las políticas privatizadoras impulsadas por el Banco Mundial
para América Latina, en 1999 el gobierno boliviano resuelve conceder
a una empresa trasnacional con capital de origen norteamericano, la
Bechtel Group Inc. (en su versión local, Aguas del Tunari), la
facultad de gestionar y distribuir toda el agua de la ciudad de
Cochabamba y alrededores. Digamos que la familia Bechtel forma parte
de la lista Forbes de los 400 más ricos del mundo. Actualmente tiene
contratos para la «reconstrucción» de las infraestructuras en Iraq
(electricidad, agua potable, aeropuertos, hospitales, escuelas) por
2.800 millones de dólares.
Es
importante señalar que el contrato de concesión incluía una cláusula
de confidencialidad que indicaba que ningún boliviano debería
enterarse del mismo. Este contrato y posterior ley violentaba las
formas tradicionales de la distribución del recurso, incrementaba las
tarifas para hacer recaer sobre las espaldas de la población las
inversiones de modernización del sistema de distribución, y la
empresa sólo se hacía cargo del negocio sin aportar un solo peso; de
hecho, expropiaba los pozos que alimentaban la red privada y
comunitaria. En abril del 2000 la ciudad completa se levantó en
contra de la privatización del agua y decide, en cabildo abierto,
mantener tomada Cochabamba hasta que se derogue la ley. Se inicia una
rica experiencia de lucha, una insurrección popular donde convergen
campesinos, trabajadores fabriles y desocupados. Finalmente, el pueblo
de Cochabamba, victorioso, logra la derogación de la ley y la expulsión
de Aguas del Tunari.
Aguas
«Argentinas»
En
Argentina, otra transnacional, pero con capital mayoritariamente
europeo, el grupo Suez, es el principal accionista de Aguas Argentinas
(39,9 %), una empresa privatizada durante la era Menem que presta
servicios de agua potable y cloacas a 10 millones de consumidores «cautivos»
en Buenos Aires y sus alrededores. El grupo Suez maneja el agua que
consumen 125 millones de personas en más de 24 países. Con un plazo
de 30 años, Aguas Argentinas es la concesión unitaria más grande
conocida.
El
contrato de concesión por parte del estado argentino para AA es
realmente leonino. Pocas veces una empresa ha tenido condiciones tan
favorables para tener altísimas tasas de retorno a cambio de una mínima
inversión. Tiene un porcentaje de rentabilidad sobre su patrimonio
altísimo: entre 1994 y 2000 fue de un promedio del 20%, contra un máximo
del 12,5% en países como Estados Unidos o, en la propia Francia, de
un 7%.
Según
un estudio de FLACSO firmado por Daniel Azpiazu, las tarifas
residenciales de AA «se han incrementado entre mayo de 1993 y enero
de 2002 en un 88,2%». Según el mismo profesional, ese aumento «no
guarda relación alguna con la variación de los precios al consumidor
que, entre el comienzo de la concesión y enero de 2002, sólo registró
un crecimiento del 7,3%».
A
estas tremendas ventajas comparativas y la buena tasa de rentabilidad,
AA responde brindando a sus usuarios uno de los peores servicios
sanitarios conocidos.
Según
un informe preparado en diciembre del 2003 por el propio gobierno
argentino, a través de la Auditoría General de la Nación (AGN), AA
transporta residuos cloacales generados por 5.744.000 habitantes, de
los cuales sólo reciben tratamiento final en las plantas Norte y
Sudoeste los efluentes producidos por 696.000 habitantes, lo que
constituye un 12% del total. El resto, según la auditoría, es
vertido «al Río de la Plata en la zona de Berazategui sin haber
recibido el tratamiento adecuado».
Pero
lo mas grave es que a sólo 2.800 metros de allí, Aguas Argentinas
retira nuevamente del río el agua que pasa por las plantas
potabilizadoras. Este verdadero «envenenamiento de masas» se lleva
adelante por medio de la presencia en el agua de niveles de nitratos
que triplican los valores máximos tolerables por el organismo humano.
El consumo de agua con nitratos, principalmente en menores de seis
meses, puede provocar la muerte debido a la falta de oxígeno en la
sangre y, en adultos, afecciones cardiovasculares. La otra forma es la
presencia de sustancias tóxicas prohibidas en el vital líquido, como
el bifenilo ploriclorado (PBC), que es altamente cancerígeno,
detectado en peces de la zona del desagüe de AA. A esto se le puede
agregar verdaderas pestes de hepatitis B, causada por el agua en
varias zonas del Gran Buenos Aires como Esteban Echeverría, Lomas de
Zamora, Quilmes, Tres de Febrero, Morón, San Fernando y Tigre.
Irónicamente,
hace poco el directorio de Suez anunció su intención de dejar Aguas
Argentinas a raíz de la falta de acuerdo con el gobierno argentino
para subir nuevamente las tarifas domiciliarias, que se encuentran
congeladas desde el estallido del Argentinazo a finales del 2001.
El
proyecto del Sistema Acuífero Guaraní
Como
señalábamos, dentro de los procesos de recolonización de los países
de América Latina figuran como objetivos los principales recursos
naturales. Por eso, la intervención del Banco Mundial y otros actores
al servicio del gran capital en proyectos que aseguren el acceso,
gestión y usufructo de las principales reservas de agua dulce no se
ha hecho esperar.
En
mayo del 2003 se reunieron en Montevideo el BM y los países
integrantes del Mercosur. Allí se firmó el proyecto de Protección
Ambiental y Desarrollo Sustentable del Sistema Acuífero Guaraní (Document
of The World Bank-Report Nº 23.490-LAC). Un proyecto financiado por
ese organismo internacional y los gobiernos de Holanda (Bank
Netherlands Water Partnership Program-BNWPP) y Alemania (German
Geological Survey-BGR), la Agencia Internacional de Energía Atómica
y la Organización de Estados Americanos (OEA).
La
relevancia del proyecto radica en que el acuífero Guaraní es uno de
los reservorios de agua subterránea más grandes del mundo, con
alrededor de 1.190.000 km2 (superficie mayor que las de España,
Francia y Portugal juntas). En Brasil abarca una superficie de
aproximadamente 839.000 km2; en Argentina, 225.500 km2; en Paraguay
71.700 km2, y en Uruguay, 45.000 km2 (ibíd., p. 6). Y según el
propio documento del BM, se lo considera un «recurso estratégico del
Cono Sur».
Según
el BM, 27,24 millones de dólares del proyecto del Sistema Acuífero
Guaraní, que incluyen una donación del Fondo Mundial para la
Naturaleza de 13,4 millones, servirán para «elaborar e implementar
en forma conjunta un marco institucional y técnico para el manejo y
la preservación del Acuífero».
Entre
los siete componentes del Proyecto descritos en el documento del BM
caben destacar la expansión y consolidación del conocimiento a cerca
del Acuífero en base al «desarrollo e integración» del SISAG-Sistema
de Información del Sistema Acuífero Guaraní, el desarrollo e
implementación conjunta de un marco regulatorio de manejo del Acuífero
y la consideración del potencial geotérmico para la generación de
energía eléctrica (ibíd., p. 3)
Ahora
bien, vale aclarar lo que el BM suele entender por «marco regulatorio
de manejo» en sus proyectos relacionados a recursos naturales (háblese,
por ejemplo de biodiversidad o agua). Generalmente, se refiere a todas
aquellas medidas que se han de tomar para homogeneizar los marcos jurídicos
y operativos de acceso a tales o cuales recursos (claro está, bajo el
argumento de que es un prerrequisito necesario para ejecutar su «conservación»,
su «uso sustentable», etc.). En tal sentido, de los cuatro años que
componen el proyecto del Acuífero Guaraní, los tres primeros se
enfocan a esa finalidad, o como el BM señala, a la «primera fase».
Una vez consolidada ésta, el siguiente paso sería colocar a
determinados actores en la gestión y usufructo del líquido («El
aparatoso proyecto del Acuífero Guaraní», Gian Carlos Delgado
Ramos, 2004).
Esa
es la forma preferida de operar del BM que, en este tipo de proyectos,
devela su interés, primero, por reconfigurar el manejo del recurso, y
segundo, por la transferencia de los servicios hídricos hacia el
sector privado. Es decir, por un lado, impulsa una concentración del
manejo de cuencas hídricas en manos de «selectos actores», y una
vez consolidados, busca, por el otro lado, colocar a las
multinacionales en el centro de la gestión y usufructo del agua dulce
(es decir, en los negocios de servicios hídricos de almacenaje,
distribución, potabilización, generación de termo e
hidroelectricidad, etc.) (ibíd.).
De
esta forma, con la mesa servida, aparecen las transnacionales del agua
como el Bechtel Group, la Suez o bien la propia Monsanto, que desea
asegurar para sus negocios «a toda la cadena alimenticia».
La
Hidrovía Paraguay-Paraná
Otro
importante proyecto vinculado al papel asignado por el gran capital
transnacional a la Cuenca del Plata de ser un enorme campo de cultivos
de transgénicos, y que también es financiado por un organismo
financiero internacional, es el llamado «mega proyecto» de la Hidrovía
Paraguay-Paraná.
Este
proyecto varias veces millonario, financiado por el BID e iniciado en
abril de 1988, es uno de los ejes de la Iniciativa para la Integración
de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA).
La
Hidrovía Paraguay-Paraná consiste básicamente en obras de dragado y
balizamiento de estos dos ríos, en un tramo que va desde Puerto
Quijarro (Bolivia)-Corumbá (Mato Grosso do Sul, Brasil) hasta el
puerto de Santa Fe (Argentina), con el fin de mejorar el tráfico
fluvial del canal, de 3.442 km de longitud, facilitando la navegación
en todo el trayecto de buques y barcazas de 10 pies (3,3 m) de calado.
Obsérvese
que el trayecto se inicia en la frontera internacional entre Bolivia,
en el departamento de Santa Cruz, y el Brasil, específicamente en
Puerto Aguirre y Puerto Quijarro (ambos puertos sojeros bolivianos) y
la citada Corumbá, uno de los principales puertos de embarque de la
soja cosechada en el estado de Mato Grosso.
El
principal objetivo de la Hidrovía es el de dar una salida mucho mayor
en volumen al grano y por supuesto abaratar los costos de los fletes
terrestres, los cuales actualmente fluctúan en los 40 a 60 dólares
la tonelada desde Corumbá hasta el puerto de Santos, y de 23 dólares
la tonelada desde la frontera paraguaya hasta el puerto franco de
Paranagua (informe de la Secretaría Técnica de Planificaciones,
2-6-05). Lo importante es sacar la producción lo más rápido y
barato posible, sin importar (lo más cuestionado del proyecto hasta
ahora) el muy posible terrible impacto socio ambiental de tamaño
emprendimiento. Organizaciones como la WWF alertan que con la hidrovía
podría estar en riesgo el propio Pantanal brasileño.
Para
ilustrar nuestras afirmaciones basta apreciar la proyección de cargas
previstas en el trayecto de norte a sur por producto: 58% soja y
derivados, 23% mineral de hierro, 9% clinquer, 6% madera y derivados,
4% otros. Un informe del
organismo encargado del proyecto, que habla de las proyecciones del
futuro tráfico potencial por la Hidrovía, señala que las actuales
78 millones de toneladas de soja en grano que circulan por los citados
ríos, para el 2025, tan sólo las provenientes de Paraguay, llegarían
a 145 millones de toneladas.
Tropas
de Washington garantizando el lucro de las multinacionales
Hasta
ahora hemos esbozado la configuración recolonizadora en los aspectos
estructurales de diseño y asignación geopolítica de Paraguay como básicamente
productor y proveedor de materias primas, alimentos y recursos
naturales para los países imperialistas. También el papel de «mediadores»
que poseen los organismos como el BM o el BID para que las
transnacionales se aseguren los recursos necesarios para sus negocios.
Pero, como habíamos dicho, un aspecto vital en el actual reparto
mundial es la cuestión política y militar.
En
ese marco, dentro del proyecto de dominación geopolítica que el
imperialismo norteamericano busca imponer para América Latina podemos
señalar algunos ejes militares fundamentales. El más importante de
todos hasta la fecha es el Plan Colombia, que con su presencia militar
en el conflicto colombiano y la base militar norteamericana en Manta
cedida por el gobierno del Ecuador se asegura el control del Pacífico
y la Región Andina. En segundo lugar está el Plan Puebla-Panamá
para el control de Centroamérica y el Caribe, y por último la Triple
Frontera, donde EEUU viene montando una campaña para definirla como
«zona del terrorismo islámico» para justificar la instalación de
una base militar, que hoy le cede el gobierno de Nicanor Duarte
Frutos.
La
sanción de la ley que permite el ingreso de tropas de Washington por
un lapso de 18 meses con goce de total impunidad es el primer paso
dado con el fin de establecer en Paraguay una cabeza de puente para
custodiar las multimillonarias ganancias e inversiones de las
multinacionales. Además, en el Convenio firmado con el gobierno
paraguayo Washington no se responsabiliza por los daños que pueda
causar a las poblaciones en la salud y al medio ambiente, ni tampoco a
los recursos de la población. La presencia en Asunción de R. Myers o
del propio Donald Rumsfeld se dan en ese contexto.
Pero
la pregunta que surge es la siguiente: ¿por qué enviar tropas y
montar una base si con el apoyo de las burguesías lacayas y los ejércitos
locales debería bastar y sobrar para asegurar las ganancias y el
usufructo exclusivo de los recursos naturales por el imperialismo?
En
Paraguay, por ejemplo, el apoyo de las burguesía local «legalista»
a los planes del imperialismo de que Paraguay se transforme en un gran
sojal es del cien por cien. La influencia de la CAPECO (Cámara
Paraguaya de Exportadores de Cereales y Oleaginosas) dentro del
aparato de estado y del actual gobierno es innegable. Este es el
sector burgués que vive de las migajas que caen de la mesa del
banquete imperialista, y que está ganando la pulseada a los otros
sectores burgueses lúmpenes (narco mafiosos) que están fuera de los
planes de Washington para la región.
Sin
embargo, los ejemplos de las recientes rebeliones en América Latina
nos muestran que el papel entreguista de las burguesías
latinoamericanas y sus correspondientes brazos armados no son garantía
para el imperialismo, no pueden contener el ascenso continental de los
trabajadores y los explotados. Por suerte los ejemplos abundan y ojalá
se multipliquen. Tal es el caso del pueblo boliviano, que salió a las
calles, defendió su agua y sus hidrocarburos y derribó gobiernos
serviles al imperialismo como el de Sánchez de Lozada y el de Carlos
Mesa. Otros ejemplos son las rebeliones populares en Ecuador (la del
2000 y la de este año), y el Argentinazo, con el mismo saldo de
derrocamiento de gobiernos que eran más papistas que el Papa a la
hora de aplicar las recetas, los ajustes y los planes neoliberales.
Pero lo peor para los intereses imperialistas es el positivo saldo de
recomposición política y de clase que dejan estos ricos procesos de
lucha que brotan por todo el continente.
Los
regímenes de la «democracia» de los ricos y el imperialismo en América
Latina están pasando por una tremenda crisis de legitimidad. Los
constantes sobresaltos y golpes que le asestan los trabajadores,
campesinos y todo el pueblo explotado a los intereses de las
transnacionales y el casi nulo papel represivo de los ejércitos
locales hacen necesaria la intervención directa del ejercito yanqui
para asegurar que no se repitan y no se imiten los casos citados.
La
lucha de clases en Paraguay
En
Paraguay también se da el mismo proceso, aunque con distinto ritmo.
Aquí el gran enemigo del modelo del enclave agro exportador es el
campesinado. Por ser el sujeto social que enfrenta diariamente a los
pocos empresarios que llegan a acumular con la soja y con el aparato
estatal que defiende los intereses de las transnacionales, están
ubicados siempre en primera fila en las luchas por la soberanía, que
en esencia son profundamente anti capitalistas. Históricamente, el
movimiento campesino tiene sus reivindicaciones centradas en el pedido
de una reforma agraria integral, concretamente reivindicar las
necesidades básicas de tierra para los pequeños productores, salud,
educación, caminos y asistencia técnica para la producción.
Pero
a partir de 1999, y teniendo como impulso las jornadas del marzo
paraguayo, se da una importante recomposición política donde en
torno a uno de los principales gremios campesinos, la MCNOC (Mesa
Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas). Se creó el FSS
(Frente Social y Sindical), donde además convergieron los sindicatos
más combativos. Sus principales reivindicaciones fueron oponerse a la
privatización de las empresas públicas y exigir la reforma de la
banca pública orientada al servicio de los pequeños productores.
Por
otro lado, también la FNC (Federación Nacional Campesina) consolida
su frente con la Central Nacional de Trabajadores, y exige por su
parte la industrialización local de la producción agrícola y la
tarifa social de electricidad. Al poco tiempo se crea la Plenaria
Popular Permanente, también en torno a la MCNOC, donde funciona una
amplia unidad de acción entre sindicatos, gremios estudiantiles y
organizaciones políticas de izquierda.
El
principal hito de este proceso se dio con la convergencia de los dos
principales gremios campesinos, la FNC y la MCNOC, dentro del Congreso
Democrático del Pueblo. Desde allí, en el 2000, mediante masivas
movilizaciones y cortes de rutas, trabajadores, campesinos y
estudiantes detienen el proceso de privatización de las principales
empresas públicas de servicios (telefonía, electricidad, agua).
Actualmente,
el lugar de organismo aglutinador y coordinador de las luchas obreras
y campesinas en Paraguay lo ocupa el Frente Nacional de Lucha por la
Soberanía y la Vida.
La
respuesta del gobierno Nicanor para el campesinado en su conjunto
hasta ahora fue la misma de sus predecesores: endurecer sus métodos
violentos como única respuesta visible a las movilizaciones y
reivindicaciones del sector. Las fuerzas represivas tienen como norma
el «gatillo fácil» en los operativos de desalojo y despeje de
rutas, o bien el amedrentamiento y la persecución cotidiana de
dirigentes en las zonas de principal conflicto con los sojeros (Caaguazú,
Alto Paraná, Canindeyú). Tan sólo desde octubre de 2003 a
septiembre de 2004 han ocurrido tres muertes violentas de campesinos a
manos de la policía, además de varios heridos y decenas de
detenidos. Con estas víctimas fatales ya suman 83 los campesinos
asesinados desde la caída de la dictadura estronista en 1989.
Aun
así, la creciente miseria en el campo, la expulsión violenta de
comunidades campesinas enteras y principalmente el proceso de
politización y amplia alianza del campesinado con los trabajadores
urbanos prepara las condiciones objetivas y subjetivas para otras
jornadas de lucha similares a las de abril del 2000.
Hoy
por hoy el gobierno de Nicanor Duarte Frutos ha caído totalmente en
el descrédito, incluso para importantes sectores de la burguesía,
para los cuales no es capaz ni de garantizar el resguardo sobre sus
agronegocios y latifundios. Tal es el marco del canje de soberanía
por «seguridad». Según el propio vicepresidente, Luis Castiglioni,
tanto la venida de las tropas como la instalación de una filial del
FBI en Asunción tienen por objetivo ayudar en el combate contra el «terrorismo»
y mejorar la seguridad. Claro está que Castiglioni habla de la
seguridad del modelo agro exportador y la de sus representantes. Qué
más se puede afirmar para sostener que el imperialismo prefiere hacer
las cosas por sí mismo y no dejarlas en manos de sus lugartenientes.
Notas:
[1].-
Arceo Enrique (2002). Hegemonía norteamericana,
internacionalización financiera y productiva, y nuevo pacto
colonial.
[2].-
Fogel Ramón (2005). Enclave sojero, merma de soberanía y
pobreza. CERI, Asunción.
[4].-
Boletín N° 29, Red rural, 2004.
[5].-
http: www.montsanto.com. (Company reports third-quarter 2005
results).
[6].-
Monsanto moves to central water resources & fish farming in
India & the third world, Vandana Shiva, junio 1999.
[8].-
Sebastián Hacher (2004) «¿Kirchner vs. Aguas Argentinas?
Negocios sobre el agua», http://www.rebelion.org.
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