Chávez en la Cumbre de las Américas
¿Cómo alumbrar el socialismo del siglo XXI?
Por
Roberto Sáenz
En el estadio
de Mar del Plata, Chávez dio un discurso con conceptos que no se
escuchaban desde hacía años. No sólo planteó que se estaba «enterrando
el ALCA» (más allá de que esto no fuera así), sino que dijo que
había que ir por más: «acabar con el modelo capitalista neoliberal»
y abrirse el camino para «parir el socialismo del siglo XXI».
Incluso fundamentó esto planteando –correctamente– que se trata
de una necesidad de vida o muerte para la humanidad, porque se estaba
ingresando en un período en el que la alternativa planteada por Rosa
Luxemburgo, «socialismo o barbarie», se hace cada vez más presente
y actual.
El
retorno del debate sobre el socialismo
Estos
planteos de Chávez tienen un costado –si se quiere– «progresivo»:
instalan de una manera amplia y masiva un debate completamente
ausente desde la caída del Muro de Berlín. Es decir, son un claro
síntoma del cambio del ciclo histórico que estamos viviendo
mundialmente y particularmente en América Latina. A través de una
sola voz, pero que tiene sin embargo peso político y material por
estar al frente de un Estado mediano como Venezuela, lo que se empieza
a predicar no es la vieja cantinela de que «no hay alternativa» o
que «el socialismo murió». Siquiera simplemente que hay que «humanizar
el capitalismo» o «regularlo», como es la retórica
centroizquierdista que llega –en el caso más «extremo» de Evo
Morales– a hablar de «capitalismo de Estado» porque el socialismo
sería «imposible». Por el contrario, Chávez en su discurso planteó,
explícitamente, la necesidad de «alumbrar el socialismo del siglo
XXI».
Se
instala así un debate de inmensa importancia estratégica que hasta
ahora seguía permaneciendo fuera de la agenda. Desde ya que esto
tiene su costado inmediatamente negativo: generar una confusión que
ya le está dando al chavismo mayor proyección continental y
seguramente muchos seguidores entre sectores juveniles.
Porque
existe un inmenso problema que muestra los tremendos límites e
incluso trampas que encierra el discurso chavista. Ya en
otras épocas gobiernos como el de Allende en Chile (década del 70)
hablaron de «socialismo» y esto no significó ningún avance real en
ese camino, sino lo contrario: llevar al movimiento obrero y de masas
al callejón sin salida de la conciliación de clase, del reformismo,
de la imposibilidad de un curso revolucionario consecuente y real. Lo
que, para colmo, terminó en una tragedia.
¿Rosa Luxemburgo o Eva Perón?
Lo
primero sobre lo que debe llamarse la atención respecto del discurso
chavista es la contradicción entre los fines que se postulan y los
medios para alcanzarlos. Resalta,
en una alocución en la que habló de todo lo humano y lo divino, que
prácticamente no se hablara del único sujeto social que podría
llevar a cabo esta empresa: la clase obrera, los trabajadores, los
asalariados como centro de una alianza de explotados y oprimidos.
A
esto mismo contribuyó la amalgama discursiva
que caracteriza a Chávez. ¿Cómo se puede poner en el mismo saco a
Eva Perón
y Rosa Luxemburgo? Esto sólo es posible al servicio de la confusión
y de una perspectiva que no es independiente de los explotados y
oprimidos, sino que mezcla sin ton ni son y busca conciliar a
explotados y explotadores.
Rosa
Luxemburgo fue una heroica militante y dirigente socialista
revolucionaria que encarnó la perspectiva del socialismo como
autoemancipación de la clase obrera. Esto implicaba (como también lo
expresaron Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Gramsci) la destrucción del
Estado burgués y la revolución social en manos de la clase obrera,
actuando de manera independiente de todo sector capitalista.
Eva
Perón expresó una perspectiva opuesta por el vértice: la
cooptación de la clase obrera por parte del Estado burgués por
intermedio de concesiones a los trabajadores, que aseguró la
continuidad del sistema capitalista en la Argentina y ni siquiera logró
sostener un desarrollo independiente.
Esta
amalgama expresa una lógica política, estratégica: aunque Chávez
hable de construir este socialismo «desde abajo», su gobierno no
encarna esto. Expresa un nacionalismo burgués, un «capitalismo
de Estado» que, desde arriba, apoyado en la renta petrolera, le hace
una serie de concesiones a las masas, sobre todo a los sectores más
empobrecidos. Pero que, tomado en su conjunto, no ha avanzado en
ninguna verdadera medida de fondo anticapitalista y mucho menos
socialista en su propio país.
Acuerdos
de Estados
Hay
un segundo problema: el camino que plantea Chávez «para la integración
sudamericana» es un camino de acuerdos de estados; es decir, un
camino por arriba que busca el acuerdo con los distintos
gobiernos patronales de la región y no la perspectiva independiente
de los explotados y oprimidos desde abajo.
Chávez
apoya a Kirchner. Chávez apoya a Lula. Y no sólo eso: ha llegado
incluso a expresarle su solidaridad a... Jacques Chirac ante la justa
rebelión de los jóvenes excluidos de los suburbios franceses. Es
decir, Chávez plantea imponer estos objetivos no por un proceso
independiente que impulse la lucha obrera y campesina, sino por
relaciones de Estado que eviten el aislamiento de su país.
Precisemos
esto. Es completamente lícito que Chávez quiera evitar el
aislamiento de su gobierno y de Venezuela ante el cerco imperialista.
Lo que no es lícito es que a este objetivo se subordine la lucha de
clases obrera de la región (y el mundo), que, partiendo del clásico
criterio internacionalista, debe estar por encima de los intereses
de cualquier Estado.
Esto
llegó al colmo de llegar a proponer como modelo de integración la «Alianza
Para el Progreso», impulsada por Kennedy en la década del 60
claramente como barrera y muro de contención contrarrevolucionario
frente a la emergencia de la revolución anticapitalista en Cuba.
Cuba
y Venezuela
Un
costado de esto es dar una mirada a la particular relación de Chávez
con Castro.
Más
allá de que no aceptamos que Cuba sea un país «socialista» (ni
siquiera un verdadero «estado obrero»), sí reconocemos su
progresivo carácter independiente del imperialismo yanqui, junto con
el hecho de que no parece claro que en este país ya se haya
restaurado completamente el capitalismo. Todavía parecen pervivir (al
menos en parte) las relaciones de autoexplotación no capitalistas que
son administradas –en su beneficio– por parte de la burocracia
castrista.
En
estas condiciones, que Chávez le tienda una mano a Cuba mediante el
aporte de petróleo a cambio de la brigada de médicos y
alfabetizadores enviados a Venezuela, es progresivo y, a todas luces,
atenúa los efectos del bloqueo yanqui y el aislamiento económico
relativo de la isla.
Pero
la cosa no pasa de allí: hace décadas que Castro practica la misma
política reaccionaria de acuerdos de estados y que de ninguna manera
impulsa un curso desde abajo, anticapitalista, en los países de la
región. Es más; en la última década venía impulsando una
orientación abiertamente restauracionista del capitalismo, orientación
sólo «atenuada» ahora (pero de ninguna manera revertida) dado el «cambio
de aires» en la región, que le da mayores márgenes de maniobra para
preservarse como burocracia bonapartista.
Es
decir, los acuerdos de Chávez con Castro de ninguna manera
configuran una perspectiva emancipadora, más allá de que a ambos los
defendamos de eventuales ataques del imperialismo. No
hay que confundirse: ni Venezuela es un Estado no capitalista,
ni Cuba es un Estado socialista u obrero: en ambos países hace falta
construir una verdadera alternativa obrera y socialista, independiente
del chavismo, de la burocracia castrista y sus políticas de Estado y
cooptación de la clase obrera.
¿Y
por casa cómo andamos?
Por
ultimo, queda comprobar la realidad del discurso chavista en su propio
país. Aquí las cosas son aún más contradictorias. Es decir, las
palabras no son seguidas realmente de hechos.
Es
cierto que Chávez expresa el fin del viejo sistema de partidos y una
radical reforma del régimen de democracia de ricos (sin liquidarlo)
que combina formas «representativas» y «participativas»; algo
consagrado mediante la Asamblea Constituyente realizada años atrás.
También lo es que debió enfrentar varias tentativas golpistas de las
que fue rescatado, hay que decirlo, por el movimiento de masas, cuando
Chávez se encontraba perdido y no había llamado a la movilización
popular en su propia defensa. En las condiciones de haber recuperado
el control de PDVSA de manos de su administración pro imperialista,
ganó en autonomía con el control del recurso petróleo y el vuelco
de parte de esta renta petrolera al encaminamiento de ciertas reformas
populares.
Pero
al mismo tiempo no hay que aceptar la «demagogia» ambiente.
Todas estas reformas no han adelantado un paso en una senda realmente
anticapitalista y socialista: más bien, son concesiones para
evitar esta posible vía. Si Chávez está llevando a cabo,
incluso, una limitada reforma agraria, ésta tiene lugar,
precisamente, sobre la base de tierras improductivas y no de la
expropiación de la gran oligarquía del campo. Lo mismo sucede
con los grandes monopolios nacionales y extranjeros capitalistas (e
incluso los medios de comunicación), que no han sido expropiados.
El
discurso «socialista» de Chávez en su país tiene mucho que ver con
el apoyo a las cooperativas de producción
que han emergido: por ejemplo, en el caso de toda una serie de
empresas quebradas y ocupadas por sus trabajadores. Formas que son
progresivas (como hemos podido ver en la propia experiencia del
Argentinazo, o en el caso de la mina de Huanuni en Bolivia), pero que
no están exentas de contradicciones.
Es decir, de ninguna manera pueden resolver el problema de la
expropiación de los capitalistas en las principales ramas de la
producción; sin esto, son pan para hoy y hambre para mañana.
Conclusión:
Chávez no pasa el test de la prueba de haber tomado medidas
anticapitalistas y/o «socialistas» en su propio país. Esto debe
ser muy tenido en cuenta a la hora de la justa valoración de la
relación entre la retórica y el curso político real del chavismo.
Notas:
.-
Sin ruborizarse, Chávez citó en su discurso a Mao Tse Tung, Eva
Perón, Rosa Luxemburgo, Jesús, Karl Marx, J. F. Kennedy, San
Martín, Bolívar, etc.
.-
«Recordaba (...) a Eva Perón, cuando toda digna, toda libertaria
[!], toda patriota, lanzó aquella frase (...) ‘La patria será
libre o la bandera flameará sobre sus ruinas’». Discurso de Chávez
en Mar del Plata, tomado del periódico del PC Nuestra Propuesta
751, 10-11-05.
.-
Cuba, a lo largo de la segunda mitad de la década del 90, recibió
fuertes inversiones españolas y de otros países imperialistas.
Con Aznar al frente de España hubo una serie de cortocircuitos,
pero luego, con Zapatero, la relación se restableció.
Igualmente, en este artículo no pretendemos dar cuenta de los
elementos y contradicciones de la situación cubana.
.-
Demagogia que «compran» corrientes que se consideran de la
izquierda socialista como el MST en la Argentina o la mayoría de
la dirección del P-SOL en el Brasil, así como la LCR en Francia
y otros.
.-
Hay todo un debate en Venezuela acerca de la implementación de
formas de «cogestión» de la producción en las empresas
estatales. Esta cogestión no deber ser igualada al control o
administración obrera de la industria, porque siempre puede
implicar el comprometer la responsabilidad obrera en su propia
explotación en función de garantizar «la marcha de la empresa».
.-
Desde el debate de Marx con Proudhon sabemos que, en el marco
capitalista, las cooperativas de producción dejan abolido al patrón
pero no pueden liquidar la (auto) explotación subsistente.
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