BOLIVIA
“ENTRENAMIENTO“
EN LA LUCHA DE MASAS
Por Ricardo Napurí
Analistas
políticos burgueses se pierden en un mar de confusiones al caracterizar la
realidad socio-política de América Latina. Es que en estos países económicamente
atrasados, eslabones débiles de la cadena de la dominación imperialista,
estallan a cada rato las estructuras y mecanismos de orden de la sociedad.
Tomemos algunos ejemplos.
En
Colombia, las FARC, a través de una larga insurrección armada, tienen
posibilidad de conquistar el poder; Chiapas y la rebelión indígena del
zapatismo; el fenómeno de los Sin Tierra en Brasil; Chávez y el “chavismo”
en Venezuela; la casi insurrección campesina-indígena en Ecuador; las
inestabilidades políticas en Perú, Ecuador y últimamente en Paraguay. Y
pueden surgir nuevos movimientos “desestabilizadores”, después de lo
ocurrido en Bolivia, en abril pasado.
Estos
analistas no dejan de reconocer que nuestro atraso, la exclusión, la
marginalización social y el acrecentamiento descomunal de la miseria popular
adquieren niveles de barbarie en esta fase de la mundialización de la economía
capitalista, que convierte a los empresarios y patrones y a sus agentes políticos
calificados en una élite excluyente, mientras la diferenciación social lanza
al abismo a la mayoría de la población.
Pero
ellos, asimismo -aunque critiquen algunos a Fukuyama-, creen que el capitalismo
es inamovible en la historia y que sólo habría que “humanizarlo”, como si
esto fuera posible dada su naturaleza explotadora y su catadura moral. Así,
para el sociólogo Alan Touraine, que oficia de consejero político del espectro
“progresista”, América Latina debería reconocer este hecho y disponerse a
aceptar con realismo que la estabilidad de los regímenes de la región se
logrará si se pueblan de gobiernos de centro-derecha como el de la Alianza en
Argentina; el de Cardoso en Brasil; la Coalición en Chile; los colorados o
blancos en Uruguay; el PRI o su oposición en México. Nada de nacionalismos o
de izquierda marxista, exclama. Afirman otros que, como los viejos
autoritarismos no pueden reemplazar hoy a la crisis de la democracia
representativa, en muchos de nuestros países hay que aguardar el arribo al
poder del populismo o neopopulismo, como el de Chávez y el que puede asomar en
Ecuador y hasta en Paraguay. Es decir, populismo sin nada de nacionalismo, para
diferenciarlo del nacionalismo progresivo de épocas pasadas.
Muchos
ideólogos del capitalismo han “decretado” que el socialismo ya ha
desaparecido de la historia, y la lucha de clases, su ingrediente fundamental,
también. Pero ésta, a pesar de ellos, goza de buena salud. Una muestra: en
Bolivia, en abril pasado, las masas populares en todo su abanico (campesinos,
obreros, indígenas, estudiantes, empleados, pequeños propietarios,
profesionales) se movilizaron a partir de sus reivindicaciones concretas y
sectoriales frente al gobierno de Banzer. En este curso, maduraron políticamente
tratando de convertir estos conflictos en un gran problema nacional, en un
cuestionamiento directo al ex dictador, general Hugo Banzer, y a su actual régimen
“democrático” putrefacto.
El
estallido popular de Cochabamba en los primeros días de abril estuvo signado
durante meses por reiterados cortes de caminos de parte de los campesinos y por
la repercusión del acuartelamiento de los policías del grupo especial de
seguridad (GES) en La Paz, que cobró notable impulso cuando mujeres de los
policías apoyaron la huelga, yendo a una huelga general indefinida, que impidió
la represión y que ayudó decisivamente, en el cuadro de la crisis política, a
que ganaran la reivindicación exigida. En esos momentos, la coalición política
que apoya a Banzer casi colapsa, atravesada por las diferencias sobre el
aceleramiento de las privatizaciones y de las concesiones petroleros, por
exigencia del FMI.
Para
comprender el carácter que fue tomando el proceso, es necesario consignar los
hechos principales y su desarrollo. Veamos:
-
A raíz de la resistencia popular ante el intento del gobierno de aumentar las
tarifas del agua en Cochabamba, por exigencia de la empresa extranjera Aguas del
Tunari, se produce una irrupción de masas que enfrenta a la represión
policial. Se forma una “Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida”, de
amplio espectro social: juntas vecinales, partidos políticos, sindicatos,
estudiantes, organizaciones campesinas. Se paralizan las actividades y se
generaliza el bloqueo de caminos, principalmente en Chapare y Alto Valle, que rápidamente
se extiende al Altiplano de La Paz y a otras ciudades del país.
-
Banzer decreta el estado de sitio y ordena la captura de varios dirigentes de la
Coordinadora para intentar controlar la ciudad, que quedó por varios días en
poder de los rebeldes; y la militariza. Ante esto, y en protesta por el estado
de sitio y la detención de dirigentes y activistas, la población se vuelca
masivamente a las calles, enfrenta a la represión y proliferan las barricadas.
La hermosa plaza principal se convierte en un gran campo de batalla, y en la
extrema indignación se queman varios edificios, entre ellos el de la Escuela de
Suboficiales y el del GES. El ejército que reprimía junto con la policía es
obligado a retirarse a sus cuarteles. El saldo trágico: muere un joven y hay
muchos heridos. Se realizan asambleas y cabildos abiertos con gran participación
de los trabajadores.
-
Los campesinos bloquean los caminos en varios lugares del país y enfrentan al
ejército con un saldo de varios muertos y decenas de heridos. Campesinos
indignados matan a un capitán del ejército a pedradas. Se producen
movilizaciones radicalizadas en las ciudades de Oruro, Sucre y Potosí, por
reclamos por el costo de vida y demás reivindicaciones sectoriales.
-
El Gobierno ahonda su crisis. Interviene la Iglesia Católica ofreciéndose como
mediadora. Partidos políticos de oposición, la misma Iglesia, dirigentes
campesinos y sindicales y sectores empresariales exigen el cese del estado de
sitio. El MBL (Movimiento Bolivia Libre) de oposición pide, junto a otros, la
renuncia de Banzer y - como en Ecuador- su reemplazo por el vicepresidente
Quiroga.
-
Recién cuando se cumplían seis días de levantamiento de Cochabamba, la COB
resuelve un paro, pero de sólo 24 horas. Su dirección, integrada incluso por
representantes de partidos patronales, se niega a llamar a la huelga general.
-
Los estudiantes entran en acción con consignas contra el estado de sitio, de
apoyo a Cochabamba y por el aumento de rentas universitarias. Los de la
Universidad de San Andrés en La Paz arman piquetes que recorren la ciudad y
enfrentan a la policía y al ejército.
-
Banzer logra que el Parlamento, en una reunión mafiosa y fraudulenta, avale el
estado de sitio. El Gobierno anuncia el arresto de 25 dirigentes sindicales, los
que son confinados en una prisión selvática en el Beni.
-
Los campesinos, por mediación de la Iglesia, entran en negociaciones con el
Gobierno, pero exigen ante todo la liberación de sus dirigentes detenidos,
entre ellos Felipe Quispe. El Gobierno, para liberarlos, exige el fin de las
protestas y movilizaciones.
-
En Achacachi, en el alto de La Paz, campesinos aymarás se enfrentan a tropas
del ejército, donde murió un campesino apellidado Aruquipa. Los rebeldes
tratan de tomar por asalto el regimiento Ayacucho con el fin de apoderarse de
las armas. Los estudiantes vuelven a enfrentarse a la policía, que reprime con
gases y balas de goma. Se solidariza la Universidad estatal de Santa Cruz.
-
Mientras los policías del GES logran un aumento del 50%, oficiales de escala
menor y suboficiales del ejército reclaman un aumento en protesta por los bonos
especiales que reciben sus superiores. El Gobierno se vio obligado a aceptar
para mantener bajo su control, sin brechas, a las fuerzas represivas.
-
Ante la extraordinaria movilización nacional de las masas, por pedido de la
Iglesia y los partidos políticos, el gobierno promete levantar el estado de
sitio. La tensión crecía: 10.000 campesinos se concentran en Cochabamba y la
ciudad seguía ocupada por ellos.
-
James Rubin, portavoz del gobierno Clinton, se hace oír. Consideró que el
estado de sitio decretado por Banzer era conforme a la constitución, y que
“el orden público está regresando a Bolivia”, según exclamó. De su lado,
el Gobierno en franca retirada expone sus argumentos. Ronald Mac Lean, ministro
de Informaciones, afirma que “la protesta sindical es alentada por el narcotráfico”.
Zózimo Paniagua, dirigente de la COB, le responde que “la verdadera corrupción
se encuentra en los niveles del Ejecutivo”. Entretanto, muchas voces
representativas piden la renuncia de Banzer o que el Parlamento le reduzca su
mandato.
-
El Gobierno y un sector de los dirigentes campesinos firman un acuerdo por el
cual se comprometen a levantar los bloqueos de caminos a cambio de la libertad
de los detenidos. Pero otro sector se opone, llamando a continuar la lucha,
acusando a los acuerdistas de no haber defendido los intereses de los cocaleros.
Ya anteriormente el gobierno había cedido a las demandas de los rebeldes de
Cochabamba.
-
Organismos de Derechos Humanos y dirigentes campesinos acusan a la policía y,
sobre todo, al ejército de haber cometido reiteradas violaciones a los derechos
humanos, como la aplicación de horrorosos métodos de tortura.
-
Finalmente, el 21 de abril, después de una vigencia de apenas 13 días, se
levanta el estado de sitio, el más
corto
en la historia del país.
-
Los dictadores también lloran, dicen algunos. Banzer en una misa de Semana
Santa, pidió perdón “en nombre
del Estado por los pobres que produce un sistema social excluyente y
discriminativo”. Y siguió: “pido perdón a Dios y a ustedes por los errores
que pude haber cometido durante mi vida y cuando tuve en mis manos la
responsabilidad de gobernar”. ¡Qué cinismo!. Durante toda su vida militar, y
sobre todo en su dictadura sangrienta del ‘71 al ’78, dejó un tendal de
muertos, desaparecidos, torturados y encarcelados. Ahora, “milagrosamente”
convertido a “demócrata”, reza a Dios y lucha, dice, por un “capitalismo
humanizado”. ¿Humanismo con estos asesinos de los pueblos y de los hombres?
De
las milicias obreras a hoy
Cuando
Ernesto Guevara no era todavía “El Che” visitó Bolivia, en 1953. Vio a los
campesinos armados peticionando en las oficinas gubernamentales y por ello sacó
la conclusión que la revolución de abril de 1952 había sido una revolución
campesina y no obrera y popular. Tremendo error que lo marcaría para siempre,
al creer que las revoluciones que se producirían en nuestro hemisferio tendrían
al campesinado como el sujeto social político dirigente, por encima del
proletariado.
No
sorprende que en Bolivia, uno de los países más atrasados de Sudamérica,
debido al desarrollo desigual, haya tenido un rol protagónico el proletariado,
sobre todo el minero, desde 1940 para adelante. Primer productor en ese entonces
de estaño en el mundo, vio desarrollarse rápidamente los centros mineros y de
su organización combativa. Esta poderosa concentración de las huestes obreras
era aparentemente un lujo en un país dominado por pequeños grupos oligárquicos,
que para ejercer su
dominación
tuvieron que apelar siempre a los golpes de estado y a las dictaduras militares.
Por ello, los sindicatos, organizados en la poderosa federación minera,
debieron muy tempranamente hacer un aprendizaje en sus luchas enfrentados al
poder de turno.
Cuando
se produce la revolución del 9 de abril de 1952, con el apoyo de campesinos y
sobre todo sectores urbanos radicalizados, los mineros enfrentaron a los
destacamentos del ejército y los derrotaron en las calles, casi destruyéndolos.
Con las armas arrancadas a los militares y policías,
formaron
milicias que se constituyeron en el brazo armado de la COB, a la que dirigían.
Pero como el poder había sido políticamente conquistado en nombre del MNR
(Movimiento Nacionalista Revolucionario), que dirigía Paz Estenssoro y el
dirigente Juan Lechin, los trabajadores victoriosos se
encontraron
con una contradicción impensada para ellos: eran miembros de un partido político,
el MNR, que se reclamaba nacionalista revolucionario y que tenía objetivos políticos
que no salían del marco del respeto de la propiedad privada y el orden
capitalista. Pero ahora habían conquistado el poder, y su vanguardia, los
mineros, asumían las tesis de Pulacayo, que planteaban el poder obrero y
popular y la lucha por el socialismo.
Entre
el gobierno del MNR y la COB se estableció desde el inicio una dualidad de
poderes, que ésta no pudo rematar como poder para sí porque sus dirigentes,
sobre todo Lechín, conciliaron primero y capitularon después al gobierno. Pero
con sus exigencias impusieron a Paz Estenssoro una reforma
agraria
y la nacionalización de las minas. Desde entonces se sucedieron gobiernos del
MNR y dictaduras como la del general Barrientos y posteriormente de Banzer. En
este curso político, el proletariado y las masas perdieron posiciones y fueron
una y otra vez derrotados. Y con los planes de
ajuste,
el proletariado minero quedó reducido numéricamente a una mínima expresión.
Y los campesinos, ya con la tierra en su poder, fueron integrados, no sin
conflictos y luchas, a los planes de los gobiernos de turno.
Pero
en los últimos tiempos, mientras las huestes obreras no se han repuesto aún de
los golpes recibidos -tanto que hoy la dirección mayoritaria de la COB tiene en
sus filas a representantes de los partidos patronales- los campesinos han
avanzado en su organización y cuentan con varias centrales (la principal de
ellas es la CSUTCB), acicateadas por la constante y a veces heroica lucha de los
campesinos productores de hojas de coca, en varios valles agrícolas. Resisten
así a los intentos de los gobiernos, y ahora el de Banzer, de suprimir el
cultivo de la coca. Así, estas luchas se han convertido en un factor permanente
de desestabilización del régimen.
En
el actual enfrentamiento contra el gobierno, las masas populares, principalmente
campesinas y estudiantiles, estuvieron a la vanguardia de las luchas. Pero al no
contar con un programa de independencia de clase, no pudieron ayudar a la
maduración política de su conciencia, en una coyuntura totalmente favorable.
Por ello, las reivindicaciones concretas y sectoriales no pudieron unificarse a
través de un gran pliego nacional, que tuviera por eje la caída del ex
dictador. Por la misma razón, no hubo una centralización política capaz de
aprovechar las brechas que se presentaron en el régimen ante la profundización
de la crisis. La COB creyó cumplida su tarea de solidaridad con el llamado tardío
a un paro de 24 horas, cuando existía ambiente para una huelga general por
tiempo indeterminado. Los campesinos que cargaron con el costo de las luchas y
movilizaciones no pudieron arrancar concesiones importantes al gobierno, y
concluyeron en un acuerdo que dejaba de lado su reivindicación principal: la no
extirpación de los cultivos de coca.
Entrenamiento
en la lucha de clases, ¿para qué?
Hemos
citado intencionalmente la revolución obrera popular de 1952 porque, aunque los
trabajadores no pudieron quedarse con el poder que habían conquistado, con esta
gesta y sus combates posteriores ganaron el lugar de vanguardia en las luchas
populares, en la perspectiva del
Socialismo.
Por qué lo perdieron, a pesar de su alta conciencia política de clase, es un
tema y un drama que no puede ser explicado con el único argumento de que las
direcciones sindicales y políticas los traicionaron. Es una reflexión
pendiente que escapa a esta nota.
Una
y otra vez debemos recordarnos que estamos desde la década del ´80 en un
momento de la dominación del capitalismo imperialista -la mundialización- en
la que la ofensiva y agresión de las burguesías nativas y mundiales es de tal
fiereza que el objetivo para los trabajadores y el conjunto de los oprimidos
debe ser luchar por el socialismo, como quisieron hacerlo en 1952, para impedir
que la barbarie se imponga en el mundo. Pero es parte del drama el hecho de que
los trabajadores hayan retrocedido en su maduración política y en su
conciencia de clase independiente con relación al 1952 boliviano o a otros
momentos como la formación de la Asamblea Popular boliviana en 1971, órgano
transitorio y coyuntural de doble de poder, especie de Soviet altiplánico.
Sin
embargo, la aguda crisis de las burguesías nativas, de sus regímenes y
gobiernos que no tienen hoy prácticamente márgenes para discutir con el
imperialismo su autonomía, las hace débiles ante un movimiento de masas
radicalizado que las enfrente. Los últimos ejemplos que asustan a los burgueses
de toda laya son los de Ecuador y Bolivia. En el primero, la asunción al
gobierno de Gustavo Noboa, con apoyo militar decisivo, para nada cerró la
crisis. Los mismos actores sociales han comenzado nuevamente sus luchas y
demandas. Los analistas dicen que no saben adónde va Ecuador. En Bolivia la
crisis del régimen del gobierno y su extrema debilidad política ponen en duda
su porvenir inmediato en su forma anterior. Tanto, que ha hecho en la última
crisis concesiones importantes a militares y policías y a las masas rebeladas
de Cochabamba, tales como haber levantado contra su voluntad el estado de sitio
y haber dado libertad a todos los detenidos. ¡Cuidado entonces con Bolivia! En
ese país, como lo hemos ejemplificado sucintamente, el entrenamiento de las
masas en las luchas viene de larga data.
De
tantas luchas contra la patronal y sus gobiernos, las rebeliones -
insurrecciones locales y regionales si no son derrotadas a tiempo o
traicionadas- pueden devenir, en condiciones más favorables, procesos
revolucionarios incontrolables para quienes detentan el poder. A esto le
llamamos que avance la subjetividad. Pero hay que pelear en todos los terrenos
para que la objetividad y la subjetividad se encuentren en un punto del camino.
Claro que la segunda tendrá vida real si los trabajadores y sus vanguardias
logran resolver en el proceso de sus luchas el problema candente de la falta de
alternativas, del programa propio anticapitalista y de una dirección auténticamente
revolucionaria, que no capitule ante el enemigo de clase. Esto se vio claramente
en el abril boliviano, en contraste con el abril de 1952.
Preocupémonos
quienes nos reclamamos del marxismo revolucionario por estas cuestiones
fundamentales, para el caso, principalmente, de las vanguardias bolivianas.
Dejemos que los Touraine y los politicólogos traten de negar la lucha de clases
y la vigencia del socialismo de Marx - no el falso de los burócratas -. Los
hechos de Bolivia, aún con sus inconsecuencias, los denuncian.