Polémicas
RELANZAR
LA BATALLA POR EL SOCIALISMO,
reivindicando
el trotskismo y a la corriente histórica de Nahuél Moreno.
Por
Marcos Negro.
Estas
paginas de Socialismo o Barbarie, estarán abiertas al debate, las polémicas y
a la reflexión que nos quieran hacer llegar, tanto los compañeros de nuestra
organización o como todos aquellos que quieran aportar lealmente al
relanzamiento del combate por el Socialismo. Comenzamos a poner en marcha una
practica distinta a la del pensamiento único: el libre, democrático y publico
debates de ideas. Comenzamos por un aporte hecho por el cro. M. Negro que
polemiza, sobre aspectos del articulo “Relanzar la batalla por el
socialismo” de R. Sáenz editado
en él numero anterior de SoB.
Antes
que nada, nuestras coincidencias.
Con
el compañero Roberto Sáenz, firmante del artículo “Relanzar la batalla por
el socialismo”, nos unen aspectos políticos y programáticos fundamentales
que nos sitúan a ambos en la misma organización, el MAS.
Hay
una realidad radicalmente distinta a la de los años 80 y 90, que se debe
sustancialmente a los dos factores que menciona el compañero. Existe también
una fuertísima ofensiva del capital a nivel internacional combinada con lo que
se da en llamar la “crisis de alternativa”, es decir, la inexistencia por
desgaste, explosión y derrumbe de los ejemplos concretos de construcción
social alternativo al capitalismo. La clase obrera se ha diversificado y fragmentado a partir de la desocupación masiva estructural,
la flexibilización de las relaciones de trabajo, el incremento brutal de la
explotación, opresión y exclusión social de millones de seres humanos y una
enorme diversificación de las relaciones contractuales entre el capitalista y
el trabajador. Esto ha generado, muy marcadamente en nuestro país, una pérdida
muy alta de valores elementales que dieron identidad a la clase obrera como tal
en el período histórico que dejamos atrás. El hundimiento del estalinismo
permite pensar en la reconstrucción del movimiento obrero sobre bases no burocráticas
y anticapitalistas. Hay manifestaciones embrionarias que están señalando esta
perspectiva como posible (además de necesaria). En estos mismos procesos de
reorganización se verifica una falta total de perspectivas que cuestionen
revolucionariamente al capitalismo y llamen a su derrocamiento revolucionario.
Es una necesidad de la época que quienes reivindicamos el socialismo
revolucionario hagamos todos los esfuerzos para ser una parte consciente y
organizada que, interviniendo en la diversidad de experiencias en las que
participan todos los sectores obreros y populares, de una respuesta completa a
la ofensiva capitalista que ayude a la compresión de la salida socialismo o
barbarie capitalista. Pero las masas no se hacen socialistas espontáneamente.
Esta comprensión es producto de una combinación entre la práctica misma de
las masas y su relacionamiento con una organización revolucionaria que proponga
el socialismo como meta programatica a ser llevada adelante por las masas
autodeterminadas.
Tal
como dice el compañero, “en
estas condiciones, al calor de la lucha de clases, se trata de trabajar
pacientemente en pos de la construcción de una nueva organización socialista
revolucionaria que se plantee el desafío de contribuir al relanzamiento de esta
batalla: por la perspectiva auténtica del socialismo como alterativa a la
barbarie capitalista”.
Para
no perder el rumbo... ¿en dónde estamos?.
En
torno al enorme problema que ha significado la restauración en los Estados
Obreros, hay un aspecto que consideramos decisivo y que R.S. no toma:
la consecuencia fundamental de la restauración capitalista es una profunda
derrota del movimiento obrero mundial.
Acordando con RS en que se abrió la posibilidad, la hipótesis, de una
perspectiva nueva de enorme
importancia, tenemos que convenir que lo que predomina hoy es lo contrario:
desorganización, retroceso, resistencia desesperada, pérdida de conquistas,
creciente superexplotación, exclusión social inédita, guerras y genocidios en
Europa, el regreso de hambrunas de millones en Africa, el descontrol total en la
preservación del planeta mismo. Junto
a lo cual ya destacamos la ausencia de una perspectiva programática y
organizativa revolucionaria. Por último, hay un crecimiento inédito de la
desigualdad social, con un control casi absoluto de organismos supranacionales
hegemonizados por el imperialismo yanqui (FMI, Banco Mundial, OMC...) sobre
regiones enteras del planeta.
La caída del Muro de Berlín, coincidiendo
otra vez con RS, es un triunfo de la clase porque abrió la posibilidad de
revertir una derrota preexistente: la usurpación de Octubre por el estalinismo.
Pero
hay que sacar todas las concluciones: el proceso tomó un curso de
empantanamiento. No se desarrolló como lo hubiéramos deseado y, en general,
como lo esperábamos. Y toda revolución que se empantana...retrocede hacia la
contrarrevolución. Por una serie de factores y sus combinaciones finalmente la
llevaron en
una de las dos direcciones previstas por Trotsky (y Moreno): o revolución política
o restauración capitalista. Es decir: Socialismo o Barbarie.
Concretamente,
sobre la dinámica más esperada, sobre el carácter de los Estados o sobre las
circunstancias históricas pronosticadas en su comparación con las que se
dieron, podemos debatir durante mucho tiempo hasta ponernos, o no, de acuerdo.
Pero
es unilateral y superficial todo análisis que evite encuadrarse en el contexto
del plateo general
que
realizó León Trotsky y de la perspectiva que, en el movimiento trotskysta
internacional y en contra de la mayoría de Michael Pablo, Nahuél Moreno señaló
desde un comienzo (1951) de la polémica sobre el porvenir de los países en
donde la burguesía había sido expropiada: la restauración se tornaría
inevitable (y esto presuponía una nueva y más profunda derrota del movimiento
obrero) sin el desarrollo de una dirección revolucionaria que empujara esos
procesos hacia la expropiación de la burocracia y la destrucción de su Estado.
Por lo tanto tenemos que decir que esos países en donde se le había
expropiado a la burguesía la totalidad de su capital (independientemente de los
debates sobre el carácter del Estado, de sus gobiernos o de sus regímenes)
eran conquistas del movimiento obrero mundial de tal dimensión que su
hundimiento y desaparición arrojaron al movimiento obrero y de masas a una
derrota en todo el mundo, de la cual estamos intentando recuperarnos con un
descomunal esfuerzo.
Esta
es la época que estamos viviendo y esta es la sustancia que determina “la crisis global del viejo movimiento obrero y popular”.
¿Podemos
hacer frente al vendaval sin afirmarnos en el trotskismo?
R.S.
ha decidido tirar por la ventana por inservibles al “conjunto
de las concepciones que nuestra corriente (el morenismo) había venido
elaborando a lo largo de las últimas décadas en los más diversos terrenos: la
concepción del socialismo, la teoría de la revolución, el problema de las
organizaciones y/o partidos a construir”.
Sin
embargo, R.S. rescata al menos que los trotskistas conformamos una corriente que
tuvo “el
inmenso mérito de mantenerse organizada (como polo de referencia
revolucionario)... inspirados en la heroica lucha de León Trotsky contra la
burocracia estalinista...”.
A
continuación nos señala los límites a los trotskistas: nuestra “dogmatización”
y
el hecho de “sostener
análisis y teorizaciones al margen del verdadero desarrollo de la realidad”.
Pone
un ejemplo:
“haber elevado a la revolución rusa a modelo para todo tiempo y lugar”
y sostiene que “no
supimos considerar – en toda su riqueza – las tradiciones del movimiento
socialista revolucionario en su conjunto”.
No
es un problema menor que RS. , al igual que otros compañeros, no
señalen las expresiones políticas totalmente equivocadas que adoptaron el cúmulo
de barbaridades escritas por el trotskismo y particularmente por Nahuél Moreno
a lo largo de no se sabe cuántas décadas. Y por consiguiente, no elaboren y
propongan las propuestas políticas alternativas que debería haber seguido la
corriente. Es elemental que teorías, elaboraciones programáticas, concepciones
políticas de organización etc., se traducen en política. Se tocan al mismo
tiempo todos los temas y en distintos niveles de complejidad y extensión, pero
de eso no se habla.
Sin
embargo señala una pista a partir de la supuesta ubicación frente a Octubre
del trotskismo de Nahuél Moreno según la cual Octubre fue un modelo para todo
momento y lugar. Pero sí existen cantidad de textos en los cuales queda claro y
con lujo de detalles, que la reivindicación de la Revolución de Octubre y su
valoración y ejemplo, nuestra corriente la usó siempre para
mostrarle a las masas y a las vanguardias que la revolución que los
trotskistas deseamos y proponemos, y muy especialmente los morenistas, es
una revolución nacida desde la clase misma, autodeterminada por las masas y sus
organizaciones, impulsadas por el debate democrático de la democracia directa y
en la cual los partidos revolucionarios cumplen el papel de ofrecerles a las
masas sus diversos programas y políticas para enfrentar a la burguesía
capitalista y el imperialismo mundial. Una revolución enfrentada por el vértice
con las propuestas de los partidos ejércitos de las guerrillas y por los
diversos aparatos estalinistas que las impulsaban. Simultáneamente, en la polémica
con los reformistas y estalinistas reciclados, la reivindicación de Octubre se
hizo para condenar el pacifismo y la claudicación a la democracia burguesa de
los defensores de la vía pacífica y la “refundación comunista”, es decir,
de la política de restauración capitalista llevada al interior de los PC
europeos. En ambos casos, el objeto de la polémica era la mayoría trotskysta
impulsada por Ernest Mandel que siempre estuvo profundamente influenciada por
todas esas variantes.
Por
eso mismo, la historia del morenismo está cargado de ejemplos en los cuales la
política seguida por nuestra corriente partió de apoyar y aportar a los
organismos de la clase, sin pretender reemplazarlos por nada ni por nadie.
Para
señalar algunos ejemplos no nacionales que demuestran nuestra argumentación:
fue así frente a la Revolución Boliviana de 1952; frente a la política
nacionalista árabe, el reacomodamiento
de la burocracia soviética ante la muerte de Stalin o los
levantamientos de Polonia y Hungría
en 1956; frente al alzamiento campesino del perú en 1962; frente a las
posiciones generales del castrismo y el Che Guevara hasta su asesinato en 1968;
frente al proceso chileno de 1973 (la vía pacífica al socialismo) o frente a
la Revolución Sandinista de 1979 en Nicaragua.
Esta
lucha contra el sustituismo (como se
ha dado en llamar a la política de los aparatos contrarrevolucionarios) es
motivo de orgullo y de soporte fundamental para cualquier política y programa
que sostenga la necesidad de relanzar la batalla por el socialismo.
Es una de nuestras raíces mas firmes, y debe seguir siéndola. Pero además no
es la única.
Hay
que estudiar nuestra historia tal cual fue (textos teóricos, documentos políticos,
prensa y volantes, testimonios etc.) y no tomarla parcialmente o afirmarse en la
memoria, siempre parcial, de algunos compañeros.
¿No
hemos tomado las tradiciones del movimiento socialista revolucionario por fuera
del trotskismo?. Supongamos que RS tenga razón, no puede sin embargo negarnos
que esas
corrientes fueron sucumbiendo una a una debajo de la maroma estalinista,
socialdemócrata o nacionalista burguesa. Esa
experiencia que R.S. hoy quiere revalorizar (y nos parece bien porque es una
necesidad de la época revalorizar toda corriente y tradición principista)
también tiene un contexto: sus
impulsores carecieron de una política que les permitiera permanecer erguidos
frente al vendaval del siglo que culmina y sucumbieron mucho antes que el
trotskismo se desflecara.
Y
aún más, la advertencia de Moreno sobre las limitaciones de Trotsky siempre
existieron y en diversos terrenos. La paradoja de quien sé autodenominó trotskysta ortodoxo para diferenciarse de los trotskistas que le
proponían claudicar al estalinismo, es que fue
el más heterodoxo de todos los trotskistas e impulsó una corriente trotskistas
heterodoxa que se diferenció de los claudicantes, bautizándose como ortodoxa.
Si
las tradiciones que señala RS (contraponiéndolas al morenismo) también han
llegado a fin de siglo y podemos junto a las organizaciones que las reivindican
(debería señalarlas) relanzar la batalla por el socialismo, será que no son
tan distintas. En todo caso, sería bueno compararlas.
¿Pero
entonces, cuáles son las causas para la diáspora morenista?.
Como
parte del debate en curso estas posiciones se irán publicando junto a balances
y análisis de otros compañeros en una polémica que recién comienza. Sin
embargo estamos obligados a enumerar algunos de los factores políticos
principales que, en una combinación dialéctica con factores teóricos y
programáticos, consideramos decisivos.
Al
igual que para los pronósticos de Carlos Marx sobre las perspectivas de la
Revolución Socialista Europea, los de Rosa Luxemburgo para la revolución
alemana de principios de siglo, o los de Trotsky sobre los procesos posteriores
al 45, las transformaciones en los países del Este, a partir de 1989/91,
siguieron el curso menos esperado y menos elaborado por Nahuél Moreno y por
supuesto por León Trotsky asesinado en 1940. Al mismo tiempo, las profundas
transformaciones económicas mundiales desarrolladas simultáneamente con el
proceso de profundización de la restauración capitalista (y como parte de esas
transformaciones) sólo fueron intuidas poco antes de su muerte.
Las
gigantescas presiones burguesas y estalinistas (particularmente el castrismo en
América Latina) fueron dividiendo y atomizando al movimiento incorporando teorías,
programas y políticas que lo alejaron de la revolución socialista. El
“provincialismo” del trotskismo de Moreno apenas arañó la ubicación
europea en donde la dirección de hegemónica de Mandel siempre adoptó
posiciones claudicantes a las variantes señaladas.
La
formación de una dirección revolucionaria consecuente se encontró con estas
limitaciones, impuestas por la realidad, que desviaron e impidieron la
conformación de una dirección revolucionaria consecuente con capacidad para
elaborar y teorizar con detenimiento sobre los grandes y diversos problemas a
los que se expuso el troskismo, especialmente a partir de 1989.
Desde
esta fecha en adelante, la responsabilidad de la diáspora no puede atribuirse a
quienes desde el pasado no supieron prever el futuro, sino -
y fundamentalmente -
a quienes viviendo un presente convulsionado y complejo no supieron usar las
herramientas, ni construir otras con aquellas, para responder a las necesidades
de la nueva época.
Porque
nosotros, al igual que Trotsky, seguimos sosteniendo que, en última instancia,
la crisis de la humanidad se
expresa
en la crisis de la dirección revolucionaria mundial.