Ha
comenzado un proceso revolucionario
Por Roberto Sáenz - Isidoro Cruz Bernal
“En la
historia de las revoluciones, surgen a la luz contradicciones que han madurado
a lo largo de décadas y hasta de siglos. La vida adquiere una riqueza sin
precedentes. Aparecen en la escena política, como combatiente activo, las
masas, que siempre se mantuvieron en la sombra y que por ello pasan con
frecuencia inadvertidas para los observadores superficiales (...) Estas masas
aprenden en la práctica, ensayan sus primeros pasos a la vista de todos,
tantean el camino, se fijan objetivos, ponen a prueba sus propias fuerzas y las teorías de todos sus ideólogos.
Realizan heroicos esfuerzos para elevarse a las alturas de las tareas
gigantescas, de envergadura universal que la historia les impone (...) nada
puede compararse en importancia con lo que representa esta educación directa de
las masas y de las clases en el transcurso de la lucha revolucionaria directa”
(V. I. Lenin, 31/01/05, “Jornadas revolucionarias”. Obras Completas, tomo VIII.
Editorial Cartago).
La sociedad argentina explotada y oprimida, y especialmente
el pueblo trabajador, estamos protagonizando una serie de hechos excepcionales,
de importancia nacional e internacional: hemos derribado con nuestra
movilización revolucionaria directa a un gobierno democrático burgués y
también, en cierto modo, al “modelo” económico antiobrero y antipopular que se
viene imponiendo en el país desde el ‘76. Todo un ciclo histórico de la
Argentina capitalista ha quedado en cuestión.
Tan
evidente es el carácter histórico de nuestra acción, que podemos decir
que en el mismo momento en que estamos viviendo estos acontecimientos sabemos
que protagonizamos jornadas que vamos a recordar siempre. Mientras actuamos en
las calles, nos damos cuenta de que estos días no son como los demás. La
continuidad de la vida cotidiana se ha roto y, de una forma práctica,
estamos comprendiendo que la historia de la humanidad no necesariamente la
hacen “los que mandan”. Los trabajadores y los sectores populares, actuando
colectiva y resueltamente, podemos cambiar la historia en forma decisiva. Esta
es la lección más importante que se desprende de los hechos. Lección que
debemos tratar de llevar y hacer consciente en las propias masas, protagonistas
de este acontecimiento histórico: el comienzo de un proceso revolucionario en
la Argentina, producto de la irrupción masiva de millones.
Con
nuestra acción podemos cambiar la historia. Esta lección es la que más se
empeña la clase dominante y sus políticos en que no podamos asumir. Llevan
adelante una verdadera campaña político-ideológica cuya finalidad es que los
sectores populares no puedan elaborar estas enseñanzas. Parte de esta
campaña ha sido el intento de desatar “una guerra de pobres contra pobres”. Las
olas de pánico generadas por la propia policía en el Gran Buenos Aires,
buscando oponer un barrio contra otro, son un buen ejemplo de esta orientación.
O las campañas por los medios contra el “vandalismo”, aprovechándose de las
acciones de sectores desesperados (mayormente jóvenes), que en las movilizaciones
salen a romper todo sin ton ni son. Buscan argumentos y puntos de apoyo
políticos y sociales que puedan justificar, en un vuelco de la crisis, un
giro ala derecha, reaccionario y
represivo.
Por esta
razón, ayudar a sacar las conclusiones más rigurosas y profundas posibles
de l ocurrido, construir esta reflexión
con la población trabajadora, es la tarea política militante del
momento. El pueblo trabajador debe hacer el balance de la verdadera “semirrevolución”
que está protagonizando, del comienzo profundo de un verdadero proceso
revolucionario, producto de una acción histórica independiente de las masas
populares, que coloca por delant,e al mismo tiempo, enormes posibilidades y
profundos peligros y exige organización, programa y dirección.
Del
Cordobazo al Argentinazo
Al analizar los acontecimientos que estamos
viviendo, es importante describir lo que está pasando, ver los hechos tal cual
son, con todos sus alcances y límites.
Este
análisis, lo mismo que las principales orientaciones políticas, lo debemos
ir construyendo desde “abajo”, con los mismos que están siendo protagonistas de
estas jornadas revolucionarias. Conceptos como “revuelta”, “pueblada”,
“rebelión popular”, “Argentinazo”, están en la boca de la población, del
activismo y del periodismo. Habrá que ir precisando en el diálogo con los
compañeros de los distintos sectores, el verdadero carácter de los
acontecimientos en curso. Este artículo no es más que una primera
tentativa de reflexión sobre un acontecimiento de la lucha de clases muy
rico, diverso y complejo. Reflexión que seguiremos desarrollando, para ir al
contenido más profundo de la experiencia actual. Porque en la posibilidad de
que la misma se haga conciencia,
programa y organización, se juega mucho de las perspectivas futuras de
este comienzo.
Debemos
comenzar por dimensionar tentativamente el Argentinazo. Salta
inmediatamente a la memoria la comparación con la gran acción histórica
independiente que fue el Cordobazo. A diferencia de éste, el Argentinazo tiene
su epicentro en el Gran Buenos Aires y en la Capital Federal, las dos
zonas de mayor concentración poblacional del país. Esto constituye un
acontecimiento histórico, llamado a tener las más profundas
consecuencias en la dinámica futura, hecho que no se les ha escapado a los
analistas. No todos los días se ve y se vive una verdadera lucha en
las calles como ocurrió en torno de Plaza de Mayo y Congreso el jueves
20/12, los “cacerolazos” masivos que llenan con 80.000 personas la Plaza de
Mayo a las 2 de la mañana, o los saqueos masivos y ampliamente extendidos en
las barriadas más pobres del Gran Buenos Aires. Esto significa que como acontecimiento
“objetivo” de la lucha de clases, el Argentinazo ha comenzado desde un
escalón superior que el Cordobazo, aunque no sea esto así en el terreno de
la conciencia, donde claramente se parte desde un nivel inferior, ante
la persistencia de la crisis de alternativa socialista.
Esto nos
lleva inmediatamente a analizar el nivel de conciencia y el “programa”
que se está expresando en el Argentinazo. La conciencia inicial del proceso
revolucionario abierto aquí se está expresando en el rechazo a las
absolutamente insoportables condiciones de vida de un capitalismo
argentino en bancarrota, que lisa y llanamente no deja vivir a la inmensa
mayoría de la población. En este sentido, vale el análisis de León
Trotsky sobre la revolución de febrero de la Rusia del ’17: “Las masas no van a
la revolución con un plan preconcebido de sociedad nueva, sino con un
sentimiento claro de la imposibilidad de seguir soportando la sociedad
vieja...”.
Este
profundísimo rechazo a un mecanismo económico-social excluyente es el
que ha dado lugar a un verdadero “frente único” de la gran mayoría de los
explotados y oprimidos, y el que da el carácter inmediato a las
reivindicaciones: los “saqueos” motorizados por la situación de hambre de
millones de trabajadores, la protesta contra la confiscación de los ahorros, la
movilización contra la represión policial, los reclamos de sectores de
trabajadores ocupados por los despidos, cierres masivos de plantas o no pago de
los salarios, las profundos reclamos democraticos. Así, en el Argentinazo, están
participado todas las capas y clases sociales populares, aunque las acciones
más espectaculares, hoy por hoy, son aquellas en las que los trabajadores
aparecen disueltos en la “población” general.
Este
nivel de conciencia inicial es el que da el tono “político” al inicio del
Argentinazo, con características clásicas de una “revolución de febrero”
(categoría histórica que usamos con el debido cuidado): de la acción común de
sectores sociales heterogéneos, de reivindicaciones de carácter democráticas
generales, sin que se afirme aún por la positiva una salida en el terreno
social, es decir anticapitalista y socialista. De ahí que lo que se levanta
en las marchas a la Plaza es la “identidad nacional”, se canta el himno, se
rechazan indiscriminadamente las banderas políticas. En la perspectiva de la
revolución socialista, las mayorías populares, seguramente, se irán delimitando
de sectores de la clase media alta, que irán hacia la derecha. Deberán
afirmarse en un programa de transformaciones de fondo, sociales, de afectación
revolucionaria de la propiedad capitalista, esto es, en una perspectiva de
revolución socialista. Y esto significa que la “crisis de alternativas”
socialista abierta luego de la caída del muro de Berlín podrá empezar a ser
atravesada. Por otra parte se están verificando, hace ya tiempo, verdaderos
avances en el nivel de conciencia en sectores de masas. Las recientes
elecciones no fueron más que uno de los indicadores de este proceso, en el que
se verifican avances en la identificación del imperialismo, de las diferencias
entre ricos y pobres, en los rasgos más antidemocráticos y represivos de la
democracia, aunque aún está por delante un vuelco categórico y de masas
hacia la izquierda, vuelco por el que hay que trabajar, esforzándonos por
lograr una acción revolucionaria común de la izquierda, que supere su actual atomización
y dispersión.
No se
había visto en 30 años. Nunca en la capital del país, con la excepción de la
Semana Trágica de 1919. En el Argentinazo se generalizaron métodos de lucha revolucionarios
como no se había visto en esta escala e intensidad en toda esta etapa de
democracia capitalista.
Para
echar a De la Rúa-Cavallo y para poder comer, se han empleado métodos durísimos
de pelea. Efectivamente, aunque no sea de manera consciente, pero sí de hecho,
se han comenzado a retomar hilos que tienen que ver con la experiencia de las
masas previas a la dictadura militar. Cacerolazos, duras luchas en las calles,
afectación del derecho de propiedad por la vía de saqueos y ocupaciones de lugares
de trabajo, cortes de rutas y vías ferroviarias, paros y movilizaciones,
ataques a edificios emblemáticos del poder como los McDonald’s, bancos,
financieras, teléfonos públicos, irrupción y asalto a sitios como la
gobernación de la provincia de Buenos Aires y el Congreso Nacional. Pero
incluso más: formas “semiinsurreccionales”, de luchas en las calles, con
barricadas en diversas avenidas en torno de las dos plazas principales del
país, las dos sedes principales del poder: Plaza de Mayo y Congreso. Estas
acciones determinaron, en prácticamente todos los casos, la generalización del
enfrentamiento con la policía y la gendarmería en las calles.
¿Qué
es esto? Acciones y métodos de lucha revolucionarios, ni más ni menos.
Acciones y métodos que está planteado organizar, sistematizar (evitando la
irresponsabilidad y la provocación) las formas de autodefensa de los
trabajadores y los sectores populares, frente a una represión que seguramente
se intentará descargar con mayor contundencia, ahora apelando al aparato del
PJ.
En
todas estas acciones es de destacarse la irrupción de una vanguardia
básicamente juvenil. En este terreno, el “recambio” generacional es
evidente: en todas las franjas de los trabajadores, las jóvenes generaciones
son las más dinámicas en la pelea. Este componente juvenil muy combativo
incluye estudiantes, oficinistas del centro y sectores de trabajadores muy
explotados. En este ultimo grupo han cumplido un papel muy destacado los “motoqueros”:
jóvenes que trabajan en condiciones de superexplotación, que cotidianamente
arriesgan su vida, y que han cumplido un papel de vanguardia en muchas de
las batallas de calles que hemos presenciado en estas semanas, en particular la
de la Plaza de Mayo del 20/12, donde cayeron varios de sus integrantes asesinados
por la policía.
Una acción histórica independiente
Los
explotados y oprimidos han sido protagonistas de una acción histórica
independiente, que se ha caracterizado por la “heterogeneidad”, propia de
toda movilización auténticamente popular. Heterogeneidad que no alude meramente
a la diferencia específica entre sus diversos componentes, sino también al desarrollo
desigual de la conciencia, tanto en lo que tiene de progresivo como en las
limitaciones que presenta.
El
Argentinazo, al mismo tiempo que presentó esta heterogeneidad, se combinó con
un alto grado de condensación que le otorgó una enorme fuerza política.
Fuerza obtenida principalmente de un objetivo común: la caída del gobierno.
En el
correr vertiginoso de esos días, hemos visto entrar en acción a diversos
sectores de trabajadores. Pero no a través de sus dirigentes actuales, que
en su mayoría quedaron muy por detrás del desarrollo de los acontecimientos,
incluso en el caso de las direcciones “piqueteras”. “Increíblemente” la CCC,
que hace años levanta la necesidad de un Argentinazo, cuando finalmente llegó, faltó
a la cita. El jueves 20/12, cuando estaba planteada una movilización de
trabajadores desocupados a la Plaza de Mayo, encontró excusas para
desmovilizar a los compañeros, dejándolos en La Matanza.
De Moyano
y de Daer no vale la pena hablar. Llamaron al paro por tiempo indeterminado más
corto de la historia: por cinco minutos, porque cuando lo hicieron, De la Rúa
ya estaba renunciando.
Un curso
similar tuvo De Gennaro con su “consulta popular”, a la que Horacio Verbitsky
había definido durante el primer día de los saqueo, como la “alternativa
racional a la barbarie actual”. La política del Frenapo y el CTA quedó superada
en toda la línea por los hechos, por la acción directa e independiente de las
masas populares en las calles.
Ningún
partido patronal, ninguna de las instituciones de esta democracia, se puede
arrogar la menor autoría de las jornadas de movilización popular independiente
y espontánea. Ni Daer, ni Moyano, ni De Gennaro movieron un dedo para echar a
este gobierno. El Argentinazo se hizo sin ellos, a pesar de ellos,
por encima de ellos y contra ellos.
En este marco, diversos analistas afirman que “la
clase trabajadora no entró” en la pelea del Argentinazo. Esta definición es
completamente unilateral y errónea. A nuestro entender, “entraron” prácticamente
todas las capas de la población explotada y oprimida. Sin embargo, su
carácter masivo, popular, confunde a muchos. Este viene de las
transformaciones estructurales que ha sufrido el país: el carácter
territorial de la lucha tiene que ver con los millones de trabajadores que
están desocupados, por lo que el ámbito de “estructuración” social fundamental
es el barrio en el que se vive.
Esto no quiere decir que en el desarrollo del
proceso abierto no vayan a adquirir, “los trabajadores en tanto que
trabajadores”, una centralidad mucho más consistente y determinante. El Argentinazo
también ha impactado en los lugares de trabajo, lo mismo que su carácter
independiente y democrático. Por lo que hay que trabajar por el desarrollo de
la tendencia, que ya se está viendo, creciente de luchas de los trabajadores
estatales, docentes, de la industria, que le terminen dando un carácter social
mucho más definido al sujeto.
Pero atención, el carácter territorial del proceso
seguirá seguramente presente, en la medida de la transformación estructural a
la que hemos aludido y que le da determinadas características a la actual clase
trabajadora, muy distinta de la que caracterizó el proceso del Cordobazo,
cuando el pleno empleo en las grandes industrias era la situación dominante de
la clase trabajadora.
Durante
los acontecimientos hemos podido observar cómo la percepción de algo nuevo
es analizada con esquemas viejos. Un rasgo de esto es llamar “clase media”
a sectores cuya mayor parte, por su ubicación al interior de la división del
trabajo, su condición de asalariados y su estructuración real en subordinación
al capital, correspondería caracterizarlos como una parte de la clase
trabajadora. Claro que dejamos afuera de ella a los pequeños comerciantes
perjudicados por la depresión económica, a los que sí se debe considerar
pequeñoburguesía, en la medida en que se apoyan en la propiedad de pequeños
medios de producción o de comercialización.
Sin
embargo, hay que considerar que el elemento “pequeñoburgués”, más allá de su
peso en la estructura social objetiva en Argentina, ha sido históricamente
constitutivo de ésta y ha irradiado, en un sentido principalmente cultural,
a todas las clases sociales del país. En este sentido, la Argentina ha sido un
país con fuerte peso “pequeñoburgués” durante la mayor parte del siglo XX. Eso
fue sustantivo a pesar de que con el correr del tiempo se fue dando un avance
cualitativo de las relaciones sociales subordinadas al capital, convirtiéndose
la persistencia de esto en una característica más que nada cultural.
Cuando el
establishment de los medios habla de “clase media” para interpelar a estos
sectores que se expresan mediante los cacerolazos, lo hace utilizando una
ideología que apela a un modo de vida y de ser, uno de cuyos rasgos es la
“razonabilidad”, la “moderación” y la “decencia”. Un modo de ser supuestamente
opuesto al viejo mundo obrero tradicional, ligado a una conciencia
distribucionista y de paulatino progreso material, pero que contenía en su
origen un horizonte de pelea y en el que el sindicato clásico devenía su
representante ante el mundo “exterior”. Mundo obrero que ha sufrido una
transformación total en los últimos 25 años, especialmente a partir de la
disminución drástica del peso relativo del sector industrial durante Martínez
de Hoz, del ensanchamiento de la desocupación bajo Menem-Cavallo y de la
bancarrota y vaciamiento de las organizaciones sindicales.
El
retroceso social de ambos sectores, ya sea mediante la proletarización de las
clases medias o la desestructuración del universo obrero tradicional, por un
lado los aproxima en tanto que ambos pertenecen al lote de los
perjudicados por el capitalismo local y por otro lado los mantiene separados,
ya que unos se ven a sí mismos como una clase media en crisis y los otros se
perciben como pobres, como caídos del ordenamiento de la vieja clase
trabajadora con pleno empleo. Pero la desaparición de esa función de “colchón”
de los antagonismos sociales que cumplían las clases medias, gracias a la
bancarrota traída por el régimen de acumulación capitalista inaugurado en el
‘76, ha construido un terreno social común, que puede facilitar el
entendimiento entre los diversos sectores que componen la actual clase
trabajadora y que, insistimos, desde el poder burgués se va a intentar oponer,
desunir, separar y enfrentar.
Los
cacerolazos que hemos presenciado en estas ultimas semanas se deben analizar
dentro de este marco. Son visibles sus límites, ejemplificados en la
identificación colectiva en los símbolos nacionales. Esto coexiste con
elementos democráticos bastante radicales y que entrañan un rechazo a los
políticos tradicionales y a la mediación representativa, que tiene potenciales
elementos de autodeterminación. La razón de esto es evidente: después de 18
años de democracia burguesa en los que las condiciones de vida de las mayorías
no han dejado de retroceder, los partidos políticos son percibidos como agentes
de expropiación, tanto económica como política. Esta ideología “antipolítica”
ha sido un signo distintivo de la realidad de los años ’90. Pero al compás del
Argentinazo, hay que tomar nota de un cambio: un elemento con rasgos
conservadores, moralizantes y pasivos, parece estar pasando a revestir una
forma contestaria y empíricamente cuestionadora. El desarrollo de esta dinámica
dependerá de que la nueva clase trabajadora aparezca en este proceso
revolucionario como claro polo social y político diferenciado.
Los
recientes hechos son el epilogo amplificado al infinito de la crisis de
marzo de 2001. A diferencia de aquella oportunidad, en este caso sí se
ha abierto una crisis revolucionaria que con el pasar de los días asumió
carácter crónico: días y días pasaron sin que se supiera para qué lado
iría el país, a dónde lo quiere llevar su clase dominante. Al mismo tiempo,
durante las “jornadas revolucionarias” se expresó, incipientemente, un poder
alternativo de hecho pero para nada consciente ni muchos menos organizado o
institucionalizado, en la movilización en las calles.
La irrupción del Argentinazo convirtió la crisis
permanente del gobierno delarruista, atemperada por la falta de recambio
burgués, en una verdadera crisis de conjunto del régimen político actual, obligando al PJ a hacerse cargo de un poder y de
un gobierno contra su voluntad, algo para lo cual no estaba preparado.
Las
motivaciones del peronismo se reducían a mantener un cierto poder de veto sobre
De la Rúa (cosa que se ejemplificó en imponer a Puerta como presidente del
Senado) pero no contemplaban acceder anticipadamente al gobierno. Querían,
simplemente, que De la Rúa cargase con el gasto de acrecentar su ya rápida
deslegitimación mientras ellos esperaban que el poder les cayera en una
circunstancia más favorable, gracias a no se sabe cuál combinación.
Este
curso político obedecía a razones de fondo. Ya desde hace meses hemos venido
señalando en estas páginas la existencia de una crisis de orientación
burguesa, en el sentido más profundo del termino: está en crisis total
el modo de acumulación capitalista dominante en el país, y, por ende, el
“bloque histórico”, el agrupamiento de clases dominantes y del imperialismo que
lo impulsó desde el año ’76. Por esto, a partir de la acción de masas, ese
bloque “reventó” bajo la forma de una crisis revolucionaria, de un vacío de
poder de hecho que terminó en la caída del gobierno radical. Pero, al mismo
tiempo, hay que decir con claridad que en ningún momento los trabajadores
estuvieron en condiciones de disputar ese poder.
En este
marco se está viviendo la más grave crisis política, institucional y de
representación de la que se tenga memoria. La crisis de dominación que
estamos viviendo no tiene antecedentes históricos. La movilización de
las masas y su experiencia con la “democracia” están haciendo tambalear esta
forma clásica de la dominación burguesa. Uno de los más notables elementos
de esta crisis es que la acción independiente de la población se desarrolló en
contra de la democracia capitalista. De ahí que una de las características de
este régimen político, que es la de actuar como desvío de las reivindicaciones
obreras y populares, ha quedado fuera de juego. Los procesos populares que
concluyeron en la caída o en la retirada de dictaduras militares contaron
históricamente con la restauración democrática como desvío. En nuestra corriente, a esto se le llamo
“contrarrevolución o reacción democrática”. Por esto, una enorme originalidad y
potencialidad revolucionaria del actual proceso es que este va de lleno en
contra la democracia burguesa.
Esta
crisis política e institucional es orgánica: están cuestionadas todas
las instituciones (los partidos tradiciones de la burguesía, la UCR y el PJ,
así como también las diversas burocracias que históricamente han dominado y
expropiado la conducción y organización del movimiento de los trabajadores). Es
esto lo que abre la posibilidad histórica de recomposición global de
los trabajadores al calor del proceso que ha comenzado y que hoy solo puede ser
revolucionaria.
Por esto
mismo, en la Argentina, luego del Argentinazo, se está abriendo un desafío
histórico para la izquierda revolucionaria, que se debe enfrentar, con el
máximo de seriedad y responsabilidad.
El
nuevo gobierno: usurpación, ilegitimidad y antidemocracia
Para
cerrar la crisis revolucionaria abierta, la burguesía busca expropiar al
pueblo los frutos de su victoria, con un nuevo gobierno provisorio hasta el
2003. Han archivado la idea de elecciones en marzo de este año y han nombrado a
un nuevo usurpador: Eduardo Duhalde. Tienen el objetivo de que éste, de
espaldas a la legitimidad que viene del terreno de la democracia burguesa,
permanezca por dos años. Intentan legitimar este gobierno y este régimen afirmando
simplemente la continuidad hasta el 2003, buscando cerrar o desviar el proceso
revolucionario abierto, impidiendo toda posibilidad de una discusión global
sobre los destinos del país. Claramente una vía de hecho, antidemocrática, lo
que no quiere decir que necesariamente les vaya a resultar.
Esta
“salida” es profundamente reaccionaria. Podrían haber convocado a elecciones
anticipadas como quería De la Sota, o a una Constituyente como inicialmente
decía querer la Carrió. Pero no. El PJ y la UCR tienen un profundo terror a que
incluso en su propio terreno las cosas se les vayan de las manos y se acentúe
su tremendo deterioro. Han robado así el derecho al voto popular, el que si
bien ha venido siendo utilizado desde 1983 como instrumento de engaño de las
masas, al mismo tiempo expresa distorsionadamente un elemental derecho de la
gente a decidir. Este derecho debe ser transformado de formal en real, por
medio de la democracia directa. Esa es nuestra perspectiva, aunque al mismo
tiempo estamos en contra de la usurpación antidemocráatica del derecho del voto
popular.
Con
esta usurpación pretenden algo más importante aún: desconocer, negar, enfrentar
e incluso reprimir la democracia directa y de hecho que comienzan a ejercer las
masas en las calles. Esta experiencia, de profudizarse y desarrollarse, pondrá
en cuestión el nuevo gobierno emergente.
Contra
esta “salida” tramposa y antidemocrática debemos luchar los socialistas
revolucionarios. Tratan de que el Argentinazo se reabsorba, sin cuestionar
la continuidad de la propiedad capitalista y de su Estado. Intentarán por
todos los medios dividir el “frente único” fáctico de los oprimidos que
ha sido el motor del Argentinazo. Trataran de enfrentar a los “sectores medios”
con los sectores más pobres de la sociedad, en la búsqueda de una base
social para su poder.
Los
revolucionarios debemos trabajar en una perspectiva opuesta. En la vía de
una verdadera revolución, consciente, de los trabajadores y los sectores
populares, democrática y autoorganizada, la revolución socialista, único camino
por el que se podrán resolver los más urgentes problemas de las masas: el
hambre, el trabajo, la salud y la educación.
Pero para
esta revolución las condiciones de conciencia política y de clase y las tareas
organizativas serán primordiales. La tarea central hoy, a la que deben
confluir todas las reivindicaciones, es impulsar los organismos, las formas de
un doble poder, los que al calor del Argentinazo, aún no han surgido
en la escala de masas que es necesario. Porque este doble poder es la
absoluta condición de posibilidad para que el Argentinazo verdaderamente vaya
hasta el final.
Impulsar
la construcción de formas de poder desde abajo
Con la caída de De la Rúa y Rodríguez Saá y la instalación
del nuevo gobierno asistimos a dos posibles vías de desarrollo. La
primera es la reabsorción capitalista de la crisis, en las distintas variantes
políticas y económicas que puedan estar por delante. La feliz conclusión para
la clase dominante tiene como premisa el entierro de las inmensas
potencialidades de lucha abiertas por la rebelión popular. O, por lo menos,
su regimentación hacia una senda controlada por la clase dominante. Hay que
decirlo con todas las letras: si la democracia capitalista tiene un carácter
general de trampa y de desvío, en las condiciones actuales de cuestionamiento
del modelo económico las elecciones no pueden ser en sí mismas una salida para
los sectores populares que pusieron el cuerpo para echar al gobierno. La vía
que los socialistas del MAS planteamos es luchar por un Argentinazo consciente
y organizado que pueda superarse a través de la perspectiva de la revolución
socialista. Aunque al mismo tiempo reivindicamos los elementales derechos
democráticos y denunciamos el carácter usurpador e ilegítimo del nuevo gobierno
provisional. Y estamos dispuestos a luchar en primera línea contra todo zarpazo
antidemocrático y reaccionario del actual gobierno y régimen político.
A riesgo de
repetirnos, la primera tarea es llevar a cabo un balance de la gran rebelión
popular. Años de luchas de resistencia no producen el magnífico aprendizaje que
los sectores populares obtuvieron los pasados días. Debemos apoyarnos,
principalmente, en la experiencia vivida para impulsar un camino
anticapitalista en el que los trabajadores emerjan como polo político y social
independiente.
En este marco, una limitación del Argentinazo
(mirado desde otro punto de vista) es precisamente su “espontaneidad”: el
próximo deberá ser organizado, y deberá apuntar al cuestionamiento del
capitalismo como tal. Se trata de tomar en nuestras manos la resolución de
todas las tareas que el poder burgués y su estado se han demostrado incapaces
de resolver. Se trata de desarrollar lo que comienza a “estar en el aire”:
tomar el ejemplo de los cacerolazos, donde la gente decide a mano alzada los
pasos a seguir. Organizar los reclamos por comida y planes de empleo como
incipientemente se comienza a hacer en los barrios populares. Seguir el ejemplo
de los padres y vecinos de Floresta, que se están juntando para exigir
justicia. Lo mismo que los “comités de lucha” o coordinaciones en los distintos
lugares de trabajo.
Desarrollar a todos los niveles la más amplia
organización independiente de los trabajadores y los sectores populares. Los
plenarios, coordinadoras, comités de lucha, congresos, etc, en la perspectiva
de establecer un verdadero doble poder en el país. Y es en este terreno, en el de la organización
independiente, de la configuración de “doble poderes”, que nos debemos empeñar
con ahínco.
Trabajar en la perspectiva de la revolución
socialista
“Es
necesario que (...) el hombre derrotado pruebe de nuevo con el mundo de afuera.
Lo que va a surgir no está todavía decidido (...) el futuro no cae sobre los
hombres como destino, sino que es el hombre el que cae sobre el futuro y
penetra en él con lo suyo. El saber que necesita del valor , y sobre todo
de la decisión, no puede revestir, sin embargo, la forma más corriente del
saber anterior: la forma contemplativa. El saber solo contemplativo se refiere
necesariamente a lo concluso y, por tanto, pasado, y es impotente para el
presente y ciego para el futuro (...) El saber necesario para la decisión
reviste en su mismo sentido otra forma: una forma no solo contemplativa, sino
mas bien una forma que va con el proceso, que se juramenta activa y
partidistamente, a favor del bien que se va abriendo camino, es decir, de
lo humanamente digno en el proceso (...) La actitud ante este algo no decidido,
pero decidible por el trabajo y la acción mediata, se llama optimismo
militante” (Ernst Bloch, “El principio esperanza”, Pág. 190. Biblioteca
Filosofía Aguilar).
Solamente el pueblo que ha puesto el cuerpo en las calles
tiene derecho a disfrutar los beneficios de la victoria que su irrupción
creativa y espontánea posibilitó. Ahora debe procesar políticamente su combate para
poder darle una perspectiva, un programa y una dirección propia. No debe
dejarse usurpar su victoria.
Hacia delante se abren y solo pueden abrirse dos
alternativas: o la reabsorción capitalista del Argentinazo o un Argentinazo que
vaya hasta el final. Esto es, la perspectiva de una verdadera revolución
social, que transforme las estructuras económicas, políticas y sociales del
país, que lleve al poder a la clase trabajadora.
Es evidente que la burguesía va a trabajar por reabsorber
la crisis tanto en el terreno económico como en el político: debe superar la
bancarrota económica y debe superar el inmenso deterioro que existe en su forma
actual de dominación. Esto lo intentará por distintos caminos. Habrá que
ir siguiéndolo mediante “el análisis concreto de la situación concreta” en
medio del vértigo de los acontecimientos.
Y frente a esta realidad, frente al intento de reabsorción
capitalista del Argentinazo, no puede haber más alternativa que llevarlo hasta
el final. Y llevarlo hasta el final significa preparar y hacer la revolución
socialista. Con ese objetivo los socialistas tenemos que aportar el
contenido político preciso que se desprende de la autoactividad desplegada en
esta jornada: la conquista de manera democrática y autodeterminada del poder
político por parte de los trabajadores y el relanzamiento de la perspectiva del
socialismo a escala nacional e internacional.
Hay que trabajar sobre todos los elementos que son
condición de posibilidad para ello: las formas de organización, conciencia,
programas y partidos revolucionarios. Esta recomposición revolucionaria de
los trabajadores es la mediación que puede volver posible que el Argentinazo
derive en revolución socialista. Y para esta perspectiva nos ponemos
humilde pero firmemente a trabajar. La izquierda revolucionaria deberá probarse
en la acción, buscando formas de frente único revolucionario, en la perspectiva
de construir un gran partido socialista revolucionario de los trabajadores en
medio de la actual situación. Este partido hoy es absolutamente
imprescindible para el desenlace socialista del Argentinazo.