Aquí no sólo cayeron dos gobiernos en apenas siete días. También colapsó el llamado “modelo neoliberal” en su variante argentina. Con más precisión, estamos ante el colapso estructural de un “modo de acumulación”, de “reproducción del capital”, que comenzó a imponerse hace 25 años. Sus cimientos los puso la dictadura con Martínez de Hoz. Su coronación fue obra del dúo Menem-Cavallo. Luego, a De la Rúa y al retornado “Mingo” les tocó la misión imposible de apuntalarlo... y terminaron bajo sus escombros.
Ha estallado el modelo
impuesto y ensalzado por el FMI y EE.UU., no sólo para Argentina sino para toda
Latinoamérica y, en general, para los (mal) llamados “países en desarrollo”. La
prensa imperialista lo comenta con preocupación. Ya desde antes arreciaban las
críticas al FMI y sus políticas. Ahora, como señala The New York Times,
el ejemplo argentino va a alentar en los países latinoamericanos la resistencia
a “avanzar en las reformas de mercado”... o sea avanzar hacia el abismo en que
se desnucó la Argentina.
Aunque la economía
mundial está pasando por una fase recesiva, la crisis argentina es de una
agudeza sin comparación con la de otros países, a menos que hablemos de
Afganistán o lugares parecidos. Esto ha alimentado la interesada fábula de que
Argentina es “un caso único”, algo “excepcional”, que por lo tanto debe ser
culpa del país... De esa manera, EE.UU. y el FMI se lavan las manos. Es como
dijo despreciativamente el secretario del Tesoro de EE.UU.: “A los argentinos
les gusta ser así”. El papel que jugó la convertibilidad en este
descalabro respalda las teorías de la “excepcionalidad” de Argentina, ya que se
trata de un régimen monetario que existe en muy pocos países.
Cada economía nacional
presenta una combinación desigual y diferente de diversos elementos y factores.
La globalización de ninguna manera las ha “uniformado”, sino que ha modificado
esas combinaciones, especialmente sus relaciones con la economía mundial. Pero
la principal “originalidad” de la Argentina es que ha sido el país
latinoamericano que llevó más a fondo las recetas neoliberales. Fue el “niño
modelo”, el mejor alumno del FMI, el de las “relaciones carnales” con EE.UU. La
convertibilidad y la “libertad” absoluta para la entrada y salida de capitales
eran medidas para satisfacer al extremo los intereses de los bancos y las
transnacionales, interesados en que una devaluación no bajara sus ganancias y
que pudieran llevárselas cuando quisieran junto con el capital.
El colapso está mostrando,
entonces, a los países latinoamericanos lo que les espera si siguen el camino
por el que la Argentina avanzó raudamente, en medio de los aplausos del FMI, la
Secretaría del Tesoro de EE.UU. y los miles y miles de charlatanes que trabajan
de “expertos”, profesores o consultores económicos.
Un colapso estructural
Como sucede en todas las
crisis, sus manifestaciones más “espectaculares” son financieras
(default de la deuda pública, corridas bancarias, devaluaciones, etc.). Sin
embargo, no está allí el epicentro del terremoto. Y nada va a arreglar alguna
cataplasma financiera, sea el “argentino” (muerto antes de nacer) o los lecop.
Acá, como decíamos al principio, colapsó una estructura, un modo de
reproducción y acumulación de capital. Es decir, un complejo de relaciones en
las están incluidas las relaciones con la economía mundial y el capital
financiero-imperialista, cómo se extrae plusvalía a los trabajadores y a dónde
va a parar, cómo se estructuran las distintas clases y sus sectores, el rol del
Estado y cómo éste “regula” (o no) esa totalidad, etc.
No podía ser “sustentable”
(para emplear la palabreja de moda) una economía jugada a “globalizarse” (a
integrarse casi sin “barreras” ni mediaciones con la economía mundial), pero al
mismo tiempo con una inserción pobre, desfavorable y absolutamente sometida a
la voluntad y los intereses de la banca extranjera, las multinacionales y su
“inspector”, el FMI.
Más en concreto: 37
millones de habitantes no pueden vivir exportando algunos productos primarios
(granos, energía, siderurgia, aluminio, etc.) y algo de agroindustria, que dan
empleo a un número ínfimo de trabajadores, mientras la “apertura” barre con la
mayor parte de la antigua industria que ocupaba al resto de la fuerza laboral.
Y no hablemos de “alta tecnología”. En un país donde se dejó de fabricar casi
todo, desde bombitas eléctricas hasta biromes, la mitad de sus habitantes
sobran. No se puede funcionar con servicios privatizados (y mayormente en manos
del capital extranjero), con tarifas más caras que en Europa o EE.UU., mientras
el poder de compra de los salarios es
bajísimo. Pero al mismo tiempo, convertidos a dólares, esos salarios y los
precios de los insumos y tarifas son demasiado altos como para que gran parte
de la producción argentina pueda competir en el mercado mundial. No es
“sustentable” una economía que ha extranjerizado casi todas las antiguas
empresas del Estado y gran parte de las privadas, que generan un torrente de
ganancias que no se reinvierten, se van del país y nunca vuelven. No anda la extranjerización
casi total de la banca, que toma dólares al 6% anual y los presta desde el 30%
al 60%, y cuya principal tarea ha sido la de organizar la fuga de 40.000
millones de dólares desde que empezó la crisis. No era posible que se
“sustentara” un mecanismo en el cual la principal función del Estado es
recaudar (y ajustar) para pagar el servicio de la deuda que fue creciendo a un
ritmo anual que duplicó y luego triplicó al del producto.
Este “modelo” se desangró
por tres déficits correlacionados: 1) del comercio exterior
(exportaciones–importaciones), 2) del balance de pagos (entrada–salida de
capitales), 3) del presupuesto del Estado (recaudación–gastos). Cuando hubo
crecimiento del producto, el déficit del comercio exterior aumentó
desmesuradamente. No había ingresos “genuinos” por saldo positivo del comercio
exterior, pero eso se disimulaba con la entrada de capitales. Sin embargo, esos
capitales no iban a nuevas inversiones productivas. Eran capitales
especulativos (que luego volaron), o capitales que se “invertían” en comprar
empresas estatales o privadas ya existentes, o simplemente más deuda. Las
famosas “inversiones” de los años 90 no generaron una sola rama nueva y moderna
de la economía ni reconvirtieron las existentes como para competir en el mercado
mundial.
Todo esto se encadenó al
tercer problema: el del déficit del Estado. Este se “solucionaba” tomando deuda
y más deuda. El aumento de la deuda llevó a intereses y servicios desmesurados.
Esto exigió “ajustes” que bajaban el consumo y estimulaban el parate de la
economía. Esta no se reactivaba ni por vía del comercio exterior (que no podían
crecer con ese desastroso perfil productivo) ni por vía de inversiones
productivas (que por supuesto no venían). La baja del producto hizo bajar la
recaudación mientras subía el servicio de la deuda. Lo cual exigió más ajuste,
lo que generó más recesión, menos recaudación, más ajuste.... y así hasta el
infinito.
¿Duhalde traerá algo
nuevo?
Colapsó el “modelo”
neoliberal, pero por el lado de la burguesía no se ven proyectos
radicalmente distintos... Aunque hoy la mayoría de los políticos
peronistas, radicales y de centro-izquierda “condenan” al neoliberalismo, pero
no se ven propuestas globalmente diferentes. Lo mismo vale para sectores
patronales como la UIA, el Frente Productivo (industria + construcción), etc.
Más que un plan integral lo que hay hasta ahora son listas de “parches”, que
difieren entre sí porque cada sector propone medidas para salvarse él primero.
No se trata por supuesto
de reclamar a esa gente una salida anticapitalista. Pero hasta ahora tampoco
han logrado presentar una alternativa global y coherente de “otro capitalismo”,
en el cual a la gente le pueda ir un poco mejor. Ahora, cuando se desploma el
modelo neoliberal “salvaje”, vamos a comprobar en los hechos en qué
medida es posible “otro capitalismo” más humano.
Escribimos este artículo
en momentos en que la Asamblea Legislativa está nominando a Duhalde. Este no ha
presentado aún su plan económico. Se nos puede decir entonces que estamos
prejuzgando... Sin embargo, hay suficientes “señales” como para ver por dónde
puede ir la cosa.
Las configuraciones que
adopta el capitalismo no son algo caprichoso. Tienen que ver con cambios que se
dan a escala mundial, con la posición que ocupa el país en el mundo (por
ejemplo, si está sometido al imperialismo como es nuestro caso), con las
relaciones entre las clases en ese país, con cómo se articula el bloque
dominante, etc.
Así, diez años atrás, en
la época de gloria de Menem-Cavallo, se consolidó un bloque burgués que
respaldó el plan. Este reunió distintos sectores capitalistas, con intereses no
siempre coincidentes pero beneficiados todos por las transformaciones. Los
industriales, por ejemplo, por un lado perdían competividad internacional por el
1 a 1 y por la deformada estructura de precios relativos, pero por el otro se
los compensaba con un salto brutal en la explotación, la rebaja del salario,
etc.
Entre los componentes de
ese bloque estaban los bancos (que terminaron siendo casi 100% extranjeros),
las AFJPs (que son los principales acreedores nacionales de la deuda pública),
los acreedores extranjeros, las empresas estatales privatizadas (Telefónica,
Repsol-YPF, etc), las transnacionales radicadas aquí, los distintos sectores
industriales (hoy casi todos en crisis), etc. Fue el sector financiero y las
privatizadas y transnacionales los que hegemonizaron el bloque.
Pero éste fue estallando a
medida que la crisis hizo imposible satisfacer los intereses de todos. Ya antes
de caer De la Rúa, de la división surgen dos proyectos distintos: “dolarización”
(auspiciada principalmente por los bancos extranjeros y las empresas
privatizadas) y “devaluación” (Unión Industrial, Frente Productivo),
división que a su vez se refleja tanto en radicalismo como en el peronismo.
Menem ha sido el portaestandarte de la dolarización contra el amplio sector
encabezado por Duhalde, que plantea acabar con la convertibilidad. Duhalde,
desde hace tiempo, se declara enemigo del “modelo neoliberal”. ¿Pero no fue él,
como vice de Menem, uno de sus instrumentadores? ¿Cuándo se pronunció contra
las privatizaciones, la sumisión al FMI y al pago de la deuda? ¿Se cree que todos tenemos anmesia?
Ninguno de esos proyectos
constituye un cambio sustancial en la configuración del capitalismo argentino
ni menos habrá beneficios para los trabajadores y la clase media. Veamos esto
más en concreto, tomando como ejemplo cuatro o cinco problemas:
* Deuda externa y
devaluación: La cesación de pagos declarada por Rodríguez Saá fue engañosa.
No se trata del “no pago”. Es una suspensión que apunta a crear las
condiciones para posteriormente reiniciar los pagos. En eso va a jugar
un papel fundamental la eventual devaluación. Independientemente de cómo
se haga (tercera moneda, “pesificación” o lecop) va a significar una violenta
caída de los salarios de los trabajadores y también de los ingresos de la clase
media “independiente”.
La abrupta caída del
consumo por un lado hace bajar las importaciones (como ya está sucediendo) y
por el otro genera un excedente exportable mayor. Esto permitiría reconstituir
las reservas (que hoy estarían reducidas a menos de 4.000 millones de dólares
de disponibilidad inmediata) y reiniciar los pagos... En un país con
poca producción (sobre todo industrial) exportable, el excedente se logra con
menos consumo, menos salario y más hambre... Esta es la esencia de un plan
devaluatorio.
Por lo que se conoce anteriormente de las propuestas de Remes Lenicov
(asesor de Duhalde y su probable ministro), la cosa iría por ahí.
* Devaluación,
inflación e ingreso de divisas: En
los planes y propuestas de los devaluadores no hay medidas de fondo para tratar
de impedir, por ejemplo, que se genere una espiral inflacionaria que devore los
salarios En el país ha sido destruido
gran parte del aparato productivo, cuya producción ha sido reemplazada por
importaciones. Hay menos mediaciones, como por ejemplo en Brasil, para impedir
que una devaluación del 50% no se traduzca al otro día en una inflación del
60%. Además, en el escenario de una salida de la convertibilidad con
devaluación y dólar “flotante”, van a empezar inmediatamente los “curros”, que
son la principal habilidad empresaria en Argentina. Por ejemplo, la
subfacturación para no ingresar todas las divisas de las exportaciones.
La única forma seria de
enfrentar esto sería nacionalizar el comercio exterior y establecer un
estricto control de cambios. Ambas medidas no son en sí mismas
socialistas (Perón, por ejemplo, las aplicó). Pero significarían ir al choque
con los bancos y las grandes empresas en general.
* Hambre, desempleo y
planes sociales: Bajo la presión
popular, prometen más planes Trabajar, reparto de comida y algunos hasta un
seguro de desempleo. Pero hay un “pequeño” problema: ¿de dónde sale la plata
para eso? Rodríguez Saá lo resolvió fácil: imprimir moneda trucha. Si los
planes sociales se van a financiar así, emitiendo, la inflación los devorará
rápidamente. Pero puede haber recursos genuinos. Bastaría aumentar del
35% al 50% el impuesto a las ganancias de las grandes empresas, imponer
gravámenes especiales a las privatizadas que se han llenado los bolsillos en
plena crisis, como las telefónicas y Repsol-YPF, etc. Y si quiere en este
aspecto lograr una solución definitiva, habría que renacionalizarlas. ¿Duhalde
va a hacer eso?
* El corralito de los
ahorros: Miles de ahorristas de la
clase media están siendo despojados. Confiaron en los bancos, no sólo por la
propaganda sobre la “fortaleza” del sistema financiero sino también porque casi
todos los bancos son de capital extranjero. Les era inconcebible que si
ponían la plata en el City o el Río no se la fueran a devolver. Y eso es lo que
pasó. Los bancos recibieron el dinero, hoy dicen que no lo tienen y sus casas
matrices de EE.UU. o España no quieren poner un dólar para devolver los
depósitos. Es una estafa en el pleno sentido burgués del término. ¿Qué
va a hacer Duhalde? ¿Va a intimar a las casas centrales extranjeras a que
devuelvan la guita? ¿Va a intervenirlos y nacionalizarlos si no lo hacen? ¿O va
a “pesificar” los depósitos para devolver a los ahorristas papel impreso?
* Déficit fiscal,
AFJPs, etc.: Aquí el plan de
Duhalde, si es que tiene alguno, también sigue en un cono de sombras. En este
terreno se repite a gran escala lo que señalamos en un punto anterior sobre los
planes sociales. Sin crédito, al déficit se lo puede cubrir de dos maneras: 1)
emitiendo; 2) con recursos genuinos. Y hoy esos recursos no están en los
bolsillos de los trabajadores ni de la clase media. Uno de los principales
factores del déficit fiscal, después del servicio de la deuda, es el
escandaloso negociado de la AFJPs. Menem-Cavallo le sacaron al Estado alrededor
de 5.000 millones anuales de ingresos previsionales para dárselos a ese grupo
de bandidos de las AFJPs (formadas por los bancos). Por molestarse en recibir
ese dinerillo, se quedan con alrededor de 800 millones en comisiones. Bastaría
nacionalizarlas para que el déficit del Estado bajara automáticamente en el
monto que recaudan (ahora es menor por el desempleo). ¿Pero Duhalde se va a
pelear con esa gente?
Podríamos seguir haciendo
una lista interminable de problemas. Por ejemplo, ¿qué va a pasar con las
tarifas escandalosamente altas de luz, gas, teléfonos, etc., que, además, están
dolarizadas? ¿Qué va a pasar con las hipotecas en dólares de las viviendas?
¿Qué va a hacer con el desabastecimiento de medicamentos provocado por los
laboratorios criminales? Y así sigue la lista.
Todo nos llevaría a lo
mismo: las medidas más elementales (muchas de ellas que han sido tomadas por
gobiernos capitalistas en situaciones de emergencia nacional) no figuran
en la agenda ni de Remes Lenicov ni de los sectores burgueses que ahora se
presentan como “antiliberales” y “productivistas”.
No se ve un plan
alternativo, porque eso significaría un violento enfrentamiento con otros
núcleos más fuertes del capital: los bancos, las privatizadas, las
transnacionales, etc., y más allá de ellos, un choque con el Gran Hermano de
Washington. Y esto, en última instancia, es lo decisivo. Como nuevo
presidente (elegido por nadie) de la colonia llamada República Argentina,
Duhalde quiere ante todo la aprobación de “la voz del amo”.
Conclusión: para un
verdadero cambio en Argentina se necesita otro poder.