El 19 y 20 de diciembre no fue un rayo en una
noche estrellada. Por primera vez en décadas, la historia la escribieron
millones en las calles. El gobierno de Cavallo - De la Rúa descargó su
último y brutal mazazo con tal de intentar sostener el famoso "déficit
cero". Todo para garantizar el pago de deuda externa trucha. Todo en
defensa a ultranza de los banqueros y los grandes capitalistas. Bronca, mucha bronca y
predisposición de lucha que se vieron claramente en el masivo paro del 13 de
diciembre.
Todo el país estaba cruzado por importantes
peleas: la lucha de los estatales platenses, los municipales y los trabajadores
de EPEC (empresa de energía) de Córdoba, el fuerte paro ferroviario, la
infinidad de cortes de ruta y movilizaciones de las organizaciones de
desocupados, los conflictos en los lugares de trabajo contra los despidos y los
cierres, algunos que llevan meses, como el de la cerámica Zanón de Neuquén, o
el más reciente de EMFER. Los cacerolazos de los pequeños comerciantes
mostraban que el odio se extendía a amplios sectores sociales.
Un estado de bronca y de discusión generalizada
recorrió todo el país con epicentro en las colas en los bancos y cajeros
automáticos: “Quiero mi sueldo”, “Quiero mis ahorros”, “Son todos unos
chorros”, “Todo para salvar a estos guanacos” (por los bancos). Las voces de
protesta y las acciones empezaban a confluir en un único e inmenso basta.
La rebelión del pan
El 14 se vio el primer saqueo importante en
Rosario. Siguió Mendoza. Después todos vimos por TV cómo cientos entraban en un
supermercado en Concepción del Uruguay y se llevaban todo. El miércoles 19 el
ejemplo cundió; en cuestión de horas se sucedieron infinidad de saqueos.
Hay millones que pasan hambre, privados de su
único medio de vida: trabajar. Hay millones que apenas ganan 300 o 400 pesos al
mes para mantener una familia. Sin trabajo, sin plata, sin futuro y con hambre,
mucha hambre, miles tomaron por mano propia lo que el sistema no les da:
comida. Muchos de los “saqueadores” eran madres que no podían alimentar a sus
hijos, esos hijos que ahora rompían las persianas o se enfrentaban a la cana en
los mercados. Como siempre sucede en irrupciones masivas, “a río revuelto
ganancia de pescadores”: algunos chorros y punteros peronistas fueron parte de
la movida. Pero no dejemos que los “comunicadores” del régimen nos engañen.
Primero lo primero: el motor de la revuelta fue el hambre al que este sistema
condena a millones de honestas familias de trabajadores.
Cacerolazo: “Que se vayan todos, que no quede
uno solo”
Mientras
los medios y los políticos mostraban los saqueos como puro vandalismo, Ruckauf mandaba
a la policía a las barriadas del Gran Buenos Aires a crear pánico: “Vienen los
saqueadores”, “Son los villeros de la villa tal o cual”, “Métanse en las
casas”, “Pónganse remeras blancas, si no disparamos”. El miércoles cuando caía
el sol De la Rúa confirmaba a Cavallo y decretaba el estado de sitio ante los
“atentados a la propiedad privada”. No dijo nada de cambiar una política que
atenta contra la propiedad privada de los trabajadores confiscando los sueldos
y los ahorros de millones.
En la Capital, Córdoba, Rosario y otras
ciudades, miles con cacerolas en la mano escribían la historia en las calles.
Ante la declaración del estado de sitio, la reacción de todo el pueblo fue
unánime: “Que se lo metan en el culo”. Estalló el hartazgo contra el gobierno
y contra una democracia de ricos y corruptos que sólo trae engaños y
miseria.
En cada esquina importante, a medianoche, se
fue juntando la gente, dándoles a los tachos y prendiendo fogatas. Muchos
fueron a la casa de Cavallo, otros miles a la quinta de Olivos, y la gran
mayoría espontáneamente marchó a la Plaza de Mayo. Emocionaba ver familias
enteras con niños en brazos.
Los cantitos populares el miércoles a la noche
y el jueves hablan por sí solos.
Qué
boludo, qué boludo
El estado de sitio
Se lo meten en el culo...
Ohhh, que se vayan todos,
Ohhh, que no quede, ni uno solo...
Baila la hinchada baila,
Baila de corazón,
Sin radicales, sin peronistas
Vamos a vivir mejor...
Salta, salta, salta,
Pequeña langosta,
De la Rúa y Menem son la misma bosta...
Hay que saltar, hay que saltar,
El que no salta es militar...
Decenas y decenas de miles coparon las calles
hacia la plaza, y entre los cantos se enteraban de que Cavallo ya era ex
ministro. Y todos unánimemente se dirigían a Plaza de Mayo. Ante la multitud
indefensa comenzó la represión. La multitud se concentró en el Congreso, decenas de miles seguían cantando.
En la madrugada del jueves una lluvia de gases dispersaba a la multitud.
La
batalla de Plaza de Mayo
Pero la renuncia de todo el
gabinete no alcanzaba, y el pueblo fue por más. Desde la mañana temprano la
gente volvía a la Plaza, donde la represión se hizo feroz. Las imágenes de TV
provocaban más indignación; muchos jóvenes que iban a sus trabajos en el centro
pasaban por la plaza, corrían y prometían volver más tarde; jóvenes
trabajadores del Gran Buenos Aires también. Las Madres fueron brutalmente
reprimidas, unos sacerdotes que sólo rezaban y no se querían ir eran violentamente
arrastrados. Pasaban las horas y miles de jóvenes se sumaban al combate, junto
con grupos de desocupados. La izquierda revolucionaria también puso su granito
de arena. Mención especial merecen los motoqueros (gremio independiente de
jóvenes que hacen trámites con sus motos), que se mandaban contra los cana, los
desorganizaban y los dispersaban.
La juventud trabajadora y plebeya
culminó lo que las luchas de la semana anterior, los saqueos y la movilización
de la noche anterior habían empezado: el último acto de De la Rúa.
Y se fueron... Después de más de
10 horas de un heroico enfrentamiento en las calles, y de asesinar 32
trabajadores, 7 en la Plaza de Mayo, un patético De la Rúa renunció.
Tras la renuncia de De la Rúa asume transitoriamente la presidencia el titular del senado, Ramón Puerta, que tiene cuarenta y ocho horas de plazo para convocar a una asamblea legislativa (sesión conjunta de la cámara de diputados y senadores). Esta acepta la renuncia y decide finalmente, después de una rosca que se prolongó hasta el domingo 23, que el nuevo presidente sea Adolfo Rodríguez Saá (gobernador de la provincia de San Luis), y que se convoque a elecciones para el 3 de marzo del 2002.
El viernes 28 fue otro día álgido:
las colas en los bancos se multiplicaban, el corralito a los depósitos y los
sueldos continuaba... Una marcha a Tribunales, a la que concurren miles de
personas, reclama que se vaya toda la Corte Suprema de Justicia, por fallar a
favor de la retención del dinero de la
gente.
En la estación Miserere miles de
trabajadores que estaban esperando el tren para volver a sus hogares se
encuentran con que no funcionan debido
a un paro de ferroviarios. La multitud vuelve a las boleterías para que se les
devuelva el dinero y la empresa se niega. La
reacción popular no tardó: la estación quedó convertida en cenizas en
minutos.
Por la noche el hartazgo se
convirtió en cacerolazo y en movilización espontánea a la Plaza de Mayo. Cerca
de 80.000 mil a la una de madrugaba volvían a repetir los cánticos de la semana
anterior. Alrededor de las 3, cuando quedaba la mitad de la gente, la policía
volvió a reprimir. Después de media hora de enfrentamientos y con una plaza
nublada por los gases, cientos de jóvenes se replegaron hacia Congreso.
Los hechos allí fueron más
confusos. No más de 100 jóvenes entraron al edificio, rompieron parte de
mobiliario y provocaron un foco de incendio. Al día siguiente los medios
denuncian que la puerta no se puede abrir desde afuera. La conclusión obligada
es que algún sector del gobierno quería mostrar desmanes para empañar la
movilización popular y justificar la semimilitarización del centro que pocas
horas después haría la gendarmería.
El domingo 30 a las 23 Rodríguez
Saá renuncia, cercado por las movilizaciones y sin respaldo del peronismo.
El primer día del año una nueva
Asamblea legislativa se preparaba a votar a Duhalde como presidente hasta el
2003. La patota del ex gobernador atacó brutalmente a cientos de compañeros de
los distintos partidos de izquierda que estaban frenta al Congreso repudiando
su elección por esa cueva de bandidos. Este ataque fue, de hecho, su primera
accion de gobierno. A las 23 se vota ilegítimamente a Duhalde. Una vez más las
cacerolas se hicieron oír en la ciudad.
Continuará.