Integrante del Consejo de Redacción de Herramienta
El presente artículo es un aporte presentado por el compañero el 23 de diciembre. Pese a los cambios que siguieron ocurriendo, a partir de esa fecha, presenta elementos y aportes que son parte del análisis del proceso en curso.
El “estallido social” del que tanto se hablara finalmente se produjo. Los reclamos de comida ante los grandes
supermercados derivaron en saqueos en diversos puntos del país, en un contexto
marcado por un paro nacional de generalizado acatamiento, por la toma y quema
parcial de la Intendencia de Córdoba por los trabajadores municipales, los
paros y movilizaciones de los trabajadores estatales de la Provincia de Buenos
Aires para bloquear el proyectado superajuste de Ruckauf, por el fracaso del
consenso intentado en los locales de Caritas, donde el presidente y sus
funcionarios fueron insultados por una manifestación de telefónicos. En una
jugada desesperada e irresponsable, De la Rúa decreta el estado de sitio y
desata, particularmente en Buenos Aires, un interminable cacerolazo, centenares
de cortes de calles y espontáneas concentraciones en Plaza de Mayo y en el
Congreso. La represión brutal, que ocasionó al menos 28 muertos, atiza la
rebelión popular. Es así que se produjo un verdadero Argentinazo, que condujo
directamente a la renuncia de Cavallo, la caída del Gobierno presidido por De
la Rúa y, de manera “retardada”, la derogación del estado de sitio. En este
sentido podemos afirmar que la movilización popular logró una victoria
resonante, que a su vez genera condiciones más favorables para el desarrollo de
la politización, movilización y organización de los sectores populares, en el
contexto de una nueva situación política que posiblemente podamos denominar
prerrevolucionaria. Esta caracterización deberá ser precisada, desarrollada y
concretada analizando en detalle: a) la masividad y contundencia de la rebelión
popular en las distintas regiones del país, b) el desarrollo desigual de sus
diversos componentes (exigencia de alimentos y saqueos, acciones más o menos
centralizadas de trabajadores estatales nacionales y provinciales, paro
general, movilizaciones de comerciantes, cacerolazos y la pueblada en la ciudad
de Buenos Aires, resistencia civil y lucha de calles, etcétera), c) el rol
lamentable y/o la ausencia de las organizaciones tradicionales del movimiento
obrero, d) la relativa debilidad o marginalidad de la intervención de la mayor
parte de las organizaciones que componen el movimiento de piqueteros y
desocupados, e) el desarrollo subjetivo de los protagonistas de la pueblada a
partir del predominio de un marcado apoliticismo, f) las contradicciones,
fricciones e incluso enfrentamientos entre los distintos partícipes del
movimiento, que se expresaron en luchas de pobres contra pobres, acciones de
vandalismo, y olas de pánico provocadas por las mismas fuerzas represivas para
abrir paso a reclamos autoritarios, etcétera).
Al mismo tiempo, el traspaso
del gobierno al PJ a través de maniobras parlamentarias que llevaron a la
designación de Rodríguez Saá como presidente interino, encargado de una
reorientación de la política económica y la convocatoria a elección de nuevos
presidente y vice el 3 de marzo de 2002 abren una coyuntura de incierto
desarrollo. La ruptura que a nivel del discurso provoca un presidente que
proclama la suspensión del pago de la deuda externa, promete un millón de
puestos de trabajo e introduce una “tercera moneda” que prometiendo reactivar
la demanda prepara la devaluación de los salarios, así como la deliberada
pretensión de contener y disolver el protagonismo ganado por los sectores
populares mediante elecciones amañadas, tienen como telón de fondo la
catástrofe económico-social, los dictados del capitalismo globalizado y la
inexorable tendencia a descargar sobre las espaldas del pueblo el mayor peso de
la crisis.
La crisis plantea y planteará agudas confrontaciones, pero es
altamente improbable un desenlace más o menos rápido de la crisis misma. El
movimiento obrero y popular deberá recorrer un largo y difícil camino hasta
colocarse en condiciones que le permitan objetiva y subjetivamente postular una
alternativa revolucionaria. Al mismo tiempo, la lucha entre diversas fracciones
burguesas y el desgaste de los partidos tradicionales ilustran que la burguesía
parece estar lejos de conformar un nuevo “bloque dominante” capaz de reemplazar
al que actualmente agoniza. Los dos factores antes señalados permiten prever
una cierta “cronificación” de la inestabilidad. Estamos ante una verdadera
crisis orgánica, en términos de Gramsci, y, en este marco, la irrupción masiva de
millones de nuevos protagonistas a la vida política introduce un ingrediente
más de explosividad e inestabilidad, con la posibilidad de bruscos giros a
izquierda y derecha. Este es el contexto en que deberemos actuar los
socialistas revolucionarios.
Para intervenir en la crisis
es preciso proponer y corregir constantemente, según el desarrollo de los
acontecimientos y las enseñanzas de la lucha de clases, un programa
transicional que deberemos llevar a (y reelaborar con) las masas
como respuestas eficaces ante la catástrofe nacional y el populismo discursivo
del nuevo gobierno. Katz propuso trabajar en torno de tres ejes (* No pago de
la deuda, * Aumento de los salarios y
las jubilaciones junto a la implementación transitoria de un seguro al
desocupado, financiado con los pagos de intereses de la deuda e impuestos al
patrimonio, a las empresas privatizadas o a las rentas financieras, * Control
directo de los bancos y las empresas que comandan la economía, incluyendo la
reestatización de las compañías privatizadas bajo control democrático de los
trabajadores y usuarios) articulados no desde la ilusoria óptica de la
“humanización del capital”, sino de la transformación socialista. Luis Becerra
y Andrés Méndez propusieron también elementos para una salida anticapitalista
en la revista Herramienta 17. Estos y otros aportes constituyen un punto de
partida que debe ser retrabajado ajustándolo al contexto nacido del
Argentinazo. Junto con lo anterior, debemos avanzar propuestas de acción y
organización flexibles y permanentemente ajustadas con el desarrollo de los
acontecimientos, atentos al desarrollo de los diversos movimientos sociales. El
centro de nuestra actividad estará puesto en la intervención desde abajo con
estas proposiciones, entendiendo que una parte fundamental de esta intervención
es la “paciente explicación” de la política y perspectiva revolucionaria del
socialismo a través de sus concretas propuestas y la propagandización de la
necesidad de luchar por la transformación socialista en el país y Latinoamérica.
Para enfrentar los desafíos del momento y desarrollar la intervención
antes señalada, resulta impostergable también articular una política
hacia el conjunto de la izquierda y las próximas elecciones. Debemos denunciar
tanto la criminal parábola del gobierno radical como la velocidad y el descaro
con que el peronismo se instaló en su lugar, así como la impúdica manipulación
con la cual buscan asegurar su triunfo en marzo. Si esta denuncia coincide con
una evolución en el mismo sentido de los protagonistas del Argentinazo, podría
articularse una fuerte campaña contra el circo electoral. Pero debemos también
prepararnos para impulsar una intervención electoral conjunta de la izquierda
política, en base a un acuerdo mínimo de medidas anticapitalistas, que
contribuya a dar una expresión y protagonismo político a millones de jóvenes y
trabajadores. En uno u otro caso, para
impulsar esta batalla política es preciso reconocer y valorar el lugar privilegiado
que, independientemente de las debilidades de su organización, tiene Luis
Zamora. Creo que sería sectario desconocer por más tiempo su capacidad de
diálogo con sectores de la vanguardia y las masas, así como el contenido
revolucionario de sus posiciones generales. Su presencia en las calles y la
intervención en la Asamblea Legislativa confirman y refuerzan esta
caracterización.
Por último, pero no en importancia, debemos reforzar la denuncia de la
colonización imperialista del país así como también de la “Cruzada” guerrera
lanzada por Bush y su impacto sobre Latinoamérica y el país, luchando en contra
de todo envío de militares a Afganistán, contra la intervención yanqui en
Colombia, contra la realización de maniobras e instalación de bases imperialistas
en nuestro país. En otro plano, la repercusión de los recientes acontecimientos
facilita y exige una actividad orientada a establecer lazos de cooperación y
solidaridad con organizaciones sociales y fuerzas de izquierda a nivel internacional y continental.