De los colores de Quinquela Martín al gris de la miseria
Por Ana Vázquez
La ideología popular hizo aparecer los conventillos de La Boca como la imagen de lo pintoresco de la creatividad popular, donde la colorida imagen de las viviendas escondía la vida sacrificada de la familia del trabajador, de los miles de inmigrantes que se agruparon en ese populoso barrio. El color se debió a los restos de la pintura de los barcos, pero su verdadero color estaba en el rudo trabajo, la precariedad y el hacinamiento de sus viviendas, en el renacer de la lucha cotidiana de los trabajadores y sus familias para sobrevivir y en una inconmensurable red de solidaridad surgida de esa necesidad diaria.
Surgieron infinidad de asociaciones de tipo sindical, cultural, social, símbolo de la rica vida de este núcleo de trabajadores y activistas que habitaron los tumultuosos conventillos, por la necesidad de defenderse de la patronal, de las prepotencias de los dueños de las viviendas que lucraban con las necesidades de las familias obreras.
Enjambres de trabajadores salían de las puertas de Alpargatas, de numerosos talleres gráficos, metalúrgicos, de las cantinas, de los astilleros.
Estos lugares de trabajo son ahora depósitos, en la mayoría de los casos, de basura; el puerto está desolado; las cantinas cerradas. Los desocupados de esos lugares recorren mar y tierra en busca de una changa, la compañera se las rebusca con otra, organizan un comedor para poder mandar a los pibes. Sectores masivos fueron enviados a la marginalidad. Ya no pintan las paredes de madera de su conventillo. Ni pintura de los barcos ha quedado.
A este color gris de la miseria el gobierno y los ricos quieren taparlo definitivamente, derribando las viejas viviendas obreras para hacer de la parte visible de La Boca la continuación del pituco Puerto Madero. Un gran shopping. Total, los obreros y sus familias pueden vivir en cualquier parte. O en la calle.
Nuevos negocios para los ricos, desalojos para los trabajadores ocupados y desocupados
Si bien la palabra desalojo es un término conocido por todo vecino del barrio, ahora no es producto de la decisión de un propietario a quien se le adeuda el alquiler, sino parte de un plan sistemático para una transformación total que parte de extender el gran negocio capitalista de la timba y la jarana a través de los negocios para los ricos y los turistas.
Estas obras atraerían la inversión pública y privada, aislando en su ghetto a la población de menores ingresos. Además, no son un paliativo contra las inundaciones, que van a seguir .
¿A quiénes desalojan? A familias que pagan 150 pesos por una pieza miserable, en condiciones infrahumanas. ¿Cómo las desalojan? Con represión policial, malos tratos a mujeres y menores. Empezaron con Melo y Olavarría, siguieron con Suárez 588, con Gaboto y Lamadrid y la lista sigue. Hay 300 autos de desalojo con fallos firmes en marcha. Seguramente atrás hay muchos más. Se habla de 700.
Hasta ahora son aislados en el tiempo, pero conectados con el delgado hilo de la transformación social del barrio, que excluye aún más a los más pobres y son parte de un siniestro engranaje de negociados.
Negociados de quienes compran los conventillos por dos pesos, los reciclan y los van a revender o explotar un negocio que les va a dar fortunas. Y otros intermediarios que también ganan unos pesos.
¿A dónde van a parar los habitantes de los conventillos que tienen la suerte de no quedarse en la calle después de pasar por la comisaría? A hoteles contratados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para las personas sin techo. No son, por supuesto, ni de media estrella. Las condiciones de vida son salvajes. Pero, según datos de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, "…alojan a más de 4.500 niños y 4.100 adultos. Paga 135 pesos mensuales por persona y 675 pesos por familia. En un año el costo hotelero le insume a la ciudad la suma de pesos 14.155.065; los 99 hoteles contratados reciben entonces un promedio anual de 150 mil pesos" (1).
¿Tanta magnanimidad de bolsillo a dónde va a parar? Seguro que no al bienestar de los desalojados. Según la misma revista: "Las condiciones edilicias de los hoteles no son excepción en este programa de asistencia plagado de irregularidades. Quince camas marineras en una sola habitación, como el caso registrado en el Hotel Caseros, ponen en evidencia la gravedad de la situación de la asistencia habitacional que propone el gobierno porteño. (…) la multiplicación de habitaciones en locales que no reúnen las dimensiones mínimas exigidas por la normativa vigente, subdivisiones clandestinas de habitaciones con paneles o tabiques de madera, transformación irregular de sótanos y terrazas, alto porcentaje de habitaciones que carecen de ventilación, además de faltar condiciones mínimas de higiene y seguridad, entre otros problemas"(2).
Tradición asociativa, nuevas organizaciones para enfrentar el despojo cotidiano
Desde su formación como barrio, generó una rica historia de asociaciones de distinto tipo. En esta historia de decadencia y desocupación, la organización barrial se transformó, dando lugar a organizaciones casi celulares para tratar de paliar el hambre. Así surgieron los comedores que se desarrollaron como un entramado social a partir del cual se organizaron las familias trabajadoras para poder subsistir.
Los primeros tres datan de la década del ‘80, pero la mayoría de ellos surgen entre los años ‘93 y ‘97, multiplicándose en el último año. La mujer jefa de hogar, desocupada o ama de casa se puso al frente de esa organización, dando vida a más de 20 comedores. Algunos tienen apoyo de organismos oficiales; otros el aporte de entidades no gubernamentales; otros existen por la solidaridad barrial. No hay unidad entre ellos. Cada uno tiene su quinta. Se da el patético caso de 5 comedores en un radio de una manzana.
En las organizaciones para la preservación de la vivienda, la dispersión también prevaleció. En este caso, junto con la dispersión, la creciente desconfianza y alejamiento de los afectados, que no ven posibilidades de solucionar sus reclamos por la vía de la complicada trama de trámites burocráticos, punteros, promesas incumplidas, vueltas y más vueltas que no se sabe hacia dónde se va. La organización más conocida, Protecho, estalló en tres facciones.
Además de esta fragmentación, existe otra: cada organización se aboca a un "problema", sin unificar los problemas de la desocupación, la salud, la comida, la vivienda, en un reclamo unificado.
Nos enfrentan en una guerra caníbal de pobres contra pobres, donde predomina el "sálvese quien pueda". O "con quién estás a ver si te salvamos".
La "guerra" es contra los capitalistas y sus lacayos que nos esquilman hasta el lugar físico para comer y dormir. Nada más necesario y urgente que la unidad de todos los vecinos de los barrios despojados, de los trabajadores y trabajadoras, desocupados u ocupados. Su unidad, su debate democrático, su movilización englobando el conjunto de sus reivindicaciones es lo único que puede hacer retroceder este plan de aniquilamiento de la desde ya miserable vivienda obrera e imponer un plan de viviendas que la paguen los que se enriquecen con el negocio de la timba y el turismo. En esa lucha pelearemos por nuevas organizaciones democráticas donde no decida el "puntero" ni el "doctor" sino todos los afectados.
En los cortes, en las charlas cotidianas, en la bronca contenida, en el activismo sacrificado, pulula esta necesidad y se vislumbra esta posibilidad.
Por vivienda para todos
Nunca vimos a un Gostanian reduciéndose a vivir en dos piezas, ni a ningún desalojo de perros o caballos de raza de los ricos.
La construcción y distribución de la vivienda es una tarea de la sociedad socialista. Federico Engels lo explica así: "…La forma en que una revolución social resolvería esta cuestión no depende solamente de las circunstancias de tiempo y lugar, sino que, además, se relaciona con problemas de mucho mayor alcance, entre los cuales figura, como uno de los más esenciales, la supresión del antagonismo entre la ciudad y el campo. Como nosotros no nos dedicamos a construir ningún sistema utópico para la organización de la sociedad del futuro, sería más que ocioso detenerse en esto. Lo cierto, sin embargo, es que ya hoy existen en las grandes ciudades edificios suficientes para remediar enseguida, si se les diese un empleo racional, toda verdadera ‘escasez de vivienda’. Esto sólo puede lograrse, naturalmente, expropiando a los actuales poseedores y alojando en sus casas a los obreros que carecen de vivienda o que viven hacinados en la suya. Y tan pronto como el proletariado conquiste el poder político, esta medida, impuesta por los intereses del bien público, será de tan fácil ejecución como lo son hoy las otras expropiaciones y las requisas de viviendas que lleva a cabo el Estado actual"(3).
Aunque escrito en 1887, en el auge del desarrollo de la sociedad capitalista, la reflexión nos parece vigente para la etapa actual del capitalismo decadente que estamos viviendo.
(1) Revista de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Año 1, nº 3, setiembre 2001. P. 4.
(2) Idem. P. 6.
(3) Sobre el problema de la vivienda. Obras escogidas, Marx-Engels, Editorial Ciencias del Hombre, P. 304.
Recuadro
Los comedores se movilizan
Las mujeres jefas de hogar, los vecinos integrados en los diversos comedores del barrio se han movilizado repetidas veces tanto antes de la caída del gobierno de De la Rúa como con el actual de Duhalde. Algunos, como el Comedor Los Pibes, integran una Mesa de Enlace que ha convocado a los cortes más importantes. Junto con el pedido de las bolsas de comida y los Planes Trabajar en varias oportunidades han incorporado en sus reclamos la defensa contra los desalojos. La Asamblea Interbarrial de Parque Centenario del 3 de marzo se pronunció contra los mismos, y resolvió hacer campañas de difusión para impedirlos. De la ampliación de este proceso de coordinación y acción a todas las organizaciones de trabajadores ocupados y desocupados, asambleas vecinales, de piqueteros, llevándolo al debate democrático y la incorporación de muchos más trabajadores, jóvenes, mujeres, dependerá sus posibilidades de desarrollo y extensión. El MAS abrió un local en el barrio para colaborar con el desarrollo de esta movilización unitaria.