Algunas reflexiones sobre el drama palestino
Por Roberto Ramírez
1) Pocos pueblos en el último siglo han sufrido un destino más trágico que el pueblo-mártir de Palestina.
Después de la II Guerra Mundial, cuando Asia y Africa lograban salir del status colonial, los palestinos eran brutalmente colonizados. Mediante una "limpieza étnica" a gran escala, en 1948 se constituyó Israel, un enclave colonial, un Estado racista con un régimen de apartheid similar al de Sudáfrica. En 1967, se repitió la operación, e Israel pasó a ocupar militarmente lo que quedaba de Palestina (a saber Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental). En 1982, por tercera vez, funcionó la "limpieza étnica", esta vez contra la resistencia.
Hoy, en los territorios controlados por Israel, habitan 4 millones de palestinos (3 millones en los Territorios Ocupados en 1967 y otro millón dentro de las fronteras de 1948). Pero la mayoría de los palestinos (4,5 millones) vive en la diáspora, repartidos entre decenas de países de los cinco continentes.
Pero este pueblo, del que se quiso borrar hasta su nombre, ha sido protagonista de una resistencia sin desmayos. Esa epopeya continúa hoy en la lucha desigual que libran contra uno de los ejércitos más poderosos del planeta, que cuenta además con el apoyo de EE.UU.
2) La relación especial con el imperialismo yanqui, es la clave de la continuidad de Israel como enclave colonial y Estado racista. EE.UU. no tiene con él la misma relación que establece con sus vasallos de Asia, África y América Latina, ni tampoco con sus socios menores y rivales de la Unión Europea y Japón.
Otros Estados racistas con régimen de apartheid similar, como Sudáfrica, no fueron apoyados hasta sus últimas consecuencias por el imperialismo, sino obligados a "reformarse". En cambio, Israel goza de un sostén prácticamente incondicional del principal imperialismo. Aparece casi como el Estado Nº 51 de los EE.UU.
Se combinan varios factores para esto. Entre ellos se ha señalado su ubicación geopolítica, en las puertas de una región clave para el dominio imperialista del planeta, donde además se hallan las últimas y mayores reservas de hidrocarburos. Es allí una especie de portaaviones insumergible. Sin embargo, con Edward Said, pensamos que el factor decisivo es el peso e influencia del sionismo norteamericano, especialmente en el aparato político y mediático de EE.UU. Se da una combinación singular: la mayor parte de la burguesía y la alta clase media sionista, que se identifican con Israel como su Estado, no son israelíes ni viven allí, sino que son parte (minoritaria, pero muy influyente) de la burguesía imperialista más poderosa del planeta.
3) La actual matanza es parte del panorama mundial posterior al 11 de septiembre. Es un cuadro que incluye desde la invasión a Afganistán y su conversión en un protectorado colonial, los preparativos para hacer lo mismo con Irak y el relanzamiento de la guerra en Colombia, hasta la extrema dureza de EE.UU. frente a los países pobres, como se expresó en Monterrey y en la crisis argentina.
Los atentados dieron a Bush la oportunidad de lanzar una ofensiva reaccionaria y recolonizadora. El imperialismo yanqui puede salir a la guerra contra medio mundo (y matonear a la otra mitad), porque el atentado de las Torres volcó a gran parte del pueblo norteamericano al apoyo de un gobierno que era uno de los más débiles y controvertidos en la historia del país. Este "giro" político en las masas de la principal potencia imperialista es el principal factor que permite al millonario analfabeto George W. Bush levantar su "gran garrote" sobre todo el planeta.
4) La prensa y la TV norteamericanas, manejadas por el lobby sionista, presentan el genocidio de los palestinos como otra batalla de la "guerra contra el terrorismo". Lo de Sharon es la respuesta justa —aunque algo "excesiva"— a los "terroristas fanáticos".
En los medios de otros países, se muestra más la realidad, pero mezclada con otras falsificaciones. Se lo pinta como una "guerra" entre fuerzas equivalentes, dos pueblos que se matan por "odios seculares" (que nadie explica). Se condena, entonces, "la violencia de uno y otro lado", igualando a opresores y oprimidos, colonizadores y colonizados.
Los palestinos resisten heroicamente no sólo una ocupación colonial, sino el intento de aniquilarlos como pueblo, mediante la diáspora, las matanzas, la legalización de la tortura (que se aplica sistemáticamente), las detenciones en masa, la destrucción de sus hogares y cultivos, sus escuelas y hospitales, la privación de agua (80% va para los 200.000 colonos y el resto para los 3 millones de palestinos de los Territorios), las humillaciones diarias del racismo y el apartheid, y hasta el intento de ahogar también sus expresiones culturales.
Sólo con una gran dosis de hipocresía se los puede criticar por responder con el terrorismo a ese terrorismo de Estado de sus opresores. Su respuesta tiene la misma legitimidad que la acciones de los luchadores europeos contra los ocupantes nazis durante la II Guerra Mundial.
5) Ha tenido repercusión la oferta de Arabia saudita de normalización de relaciones de los países árabes con Israel a cambio de su retirada de los Territorios. No hay nada nuevo en la propuesta. Es el "plan Reagan" de 1982, el "plan Fahd" de 1983, el "plan de Madrid de 1991" y otras proposiciones. Siempre acabaron boicoteadas por Israel y EE.UU. En este caso, es posible que el libreto haya sido escrito en Washington. Es la política del palo y la zanahoria. Sólo que el palo es contundente y la zanahoria siempre queda en promesas. Así Bush ha hablado varias veces de "Estado palestino", pero cada vez que lo hace es para aprobar, luego, las salvajadas de Sharon como "legítima defensa". Ahora critica —de palabra— la invasión a los Territorios, pero —en los hechos— está subsidiando a Israel con miles de millones, que le permiten hacer esa invasión.
EE.UU. necesita distribuir una ración de zanahoria, para que los gobiernos árabes apoyen su proyectada guerra colonial contra Irak.
5) Los "acuerdos de paz de Oslo" de 1993 no trajeron "paz" alguna, porque ni siquiera implicaban que en los Territorios Ocupados en 1967 iba a establecerse finalmente un Estado Palestino, como una semicolonia "normal", tales como Jordania o Egipto. Es decir, un Estado y gobierno "propios", formalmente "independientes", aunque sometidos al imperialismo por la supremacía económica y pactos políticos y militares. Ese Estado semicolonial palestino hubiera sido también dependiente de Israel.
Esa solución "normal", semicolonial, era y es la "salida" sostenida, de una u otra manera, por la mayoría de los países europeos y las burguesías árabes e "islámicas", y por una minoría de los mismos israelíes. También los Acuerdos de Oslo, fueron al principio aceptados resignadamente por la mayoría de los palestinos de los Territorios Ocupados, que los vieron como un paso adelante.
Pero Israel aprovechó los años de la "paz" de Oslo, para instalar más de 200.000 colonos fanáticos y fascistas, para apoderarse de casi toda el agua, y de más y más tierras en los Territorios Ocupados, expulsando a los palestinos que tenían en ellas su casas y cultivos. A la llamada "Autoridad Nacional Palestina" sólo se le dejó el control de sectores menores de los Territorios, con el agravante de ser cada vez más fragmentados.
Sobre esa base, ha sido imposible hablar en serio de un "Estado Palestino", aunque fuese la más sometida semicolonia . Ese rosario de guetos o bantustanes donde han ido encerrando a los palestinos,[1] no fue el paso a un status semicolonial, sino la continuidad y profundización de la ocupación colonial de Israel, sólo que ese "orden" iba a ser garantizado por un sector de los propios palestinos, el aparato de Arafat y la ANP (Autoridad Nacional Palestina).
6) Esto llevó a situaciones cada vez más intolerables. La nueva Intifada detonada el 29 de septiembre del 2000 —por la profanación del Sharón a la mezquita de Al-Aqsa— fue el estallido de un pueblo harto de ser ultrajado. A esa altura, se habían desvanecido las ilusiones en Oslo. La gran mayoría repudiaba los acuerdos.
Arafat y el antiguo aparato de la OLP, transformado en "Autoridad Nacional Palestina", sirvió sumisamente en los primeros años de la aplicación de Oslo. Reflejando a sectores de la burguesía palestina y de otros países árabes que tradicionalmente la financiaron (y también a sus propios intereses), la cúpula de la ANP se asoció además con capitalistas israelíes para hacer negociados. En su servilismo, no dudó siquiera en establecer un comité conjunto de represión (presidido por la CIA) con los servicios de Israel, torturadores y asesinos de varias generaciones de luchadores palestinos.
Hipotéticamente, Arafat y la ANP hubieran podido cumplir un papel similar al de Mandela y el Congreso Nacional Africano en Sudáfrica, si se hubiese tratado simplemente de descolonizar y terminar con el apartheid en los Territorios Ocupados y pasar a un status de semicolonia. Pero esto implicaba una retirada que va contra la naturaleza misma del Estado de Israel, nacido como colonizador y racista, y que además afecta a sus intereses en varias esferas (demográfica, militar, ecológica, etc.). Y EE.UU. no exigió ni exige otra cosa a Israel.
Arafat quedó así hecho un sandwich entre la nueva intifada, e Israel y EE.UU. que le exigen poner orden.
Es falso que en la intifada se expresa un predominio absoluto de las corrientes integristas sobre la tradición progresiva del nacionalismo laico, que caracterizó a la resistencia palestina. En verdad, actúan dos corrientes principales: una, efectivamente, islamista. Pero otra, no menos fuerte, la de una "joven guardia" del mismo movimiento nacionalista, que comenzó a actuar por cuenta propia, disgustada por la corrupción, el autoritarismo y el servilismo de la cúpula ante Israel y EE.UU.
Pero, aunque el integrismo ha ganado presencia, no hay semejanzas con movimientos como, por ejemplo, el talibán, surgido de una contrarrevolución auspiciada por la CIA mediante las dictaduras militares de Pakistán. La larga tradición relativamente democrática y laica, y el hecho que enfrentan a otro fundamentalismo, el judío, ha dado a la resistencia, inclusive islamista, un tono muy distinto.
7) El salvajismo de Sharón y el heroísmo palestino son tan notorios, que ha comenzado a perforarse la cortina de mentiras de la propaganda sionista y norteamericana. Han jugado un papel relevante las arriesgadas acciones de personalidades como el líder campesino francés José Bové, el Premio Nóbel de Literatura José Saramago, el euro-diputado trotskista Alan Krivine y centenares de activistas de movimientos sociales y pacifistas que marcharon a Cisjordania y dieron testimonio de las atrocidades.
Por arriba, hasta el Papa, los gobiernos europeos y la ONU han debido quejarse. Pero los "reclamos" de ese coro revelan al mismo tiempo su voluntaria impotencia. Más allá de los discursos que se lleva el viento, nadie piensa en tomar medidas —por ejemplo, sanciones económicas, como contra Sudáfrica—. Los gobiernos árabes son aun más timoratos...
Más importante puede ser lo que empieza a surgir por abajo. El mismo Sharón admite que las simpatías mundiales empiezan a inclinarse hacia los palestinos. Tanto en países árabes e islámicos como en Europa, han comenzado a darse manifestaciones de apoyo, desde distintos sectores sociales y políticos. Incluso en Israel, aunque se trata de una minoría, sectores de la población judía se han manifestado, junto con activistas palestinos y pacifistas, contra las agresiones del Ejército. Unos 500 "refuseniks", soldados en activo o en la reserva, entre ellos algunos altos oficiales, se han negado a obedecer las órdenes de actuar en los Territorios Ocupados.
Romper el aislamiento de los palestinos mediante la movilización internacional sería decisivo. Un amplio movimiento de mundial de solidaridad podría también influir sobre las masas norteamericanas, cuya actitud es determinante para acabar con la protección incondicional de Washington a los criminales de guerra que gobiernan Israel.
Es necesario, entonces, un movimiento de solidaridad mundial que pueda unir amplios sectores sociales, políticos e ideológicos. Hoy, habría que comenzar por exigir la retirada inmediata e incondicional del Ejército de Israel y de todos los colonos de los Territorios Ocupados. Responde a la necesidad más urgente: parar la matanza de los palestinos. Es además una consigna que puede ser común a amplios sectores (incluyendo a los israelíes que quieran vivir en paz), aunque tengan distintos puntos de vista sobre las salidas de fondo.
En cambio, creemos que hay que oponerse a propuestas de "cascos azules" de la ONU o tropas de cualquier otro color, que supuestamente vendrían a "separar a los contendientes". La experiencia de Yugoslavia indica que equivaldría a establecer un "protectorado", que sería un obstáculo adicional para la liberación del pueblo palestino.
Pero, además de esta consigna inmediata, hay que proponer otras medidas de fondo. La mayoría de los palestinos vive en la diáspora. El derecho de retorno a sus lugares de origen (sea en los Territorios o tras las fronteras de 1948) es una consigna democrática irrenunciable, y una de las peores capitulaciones de Arafat ha sido la de abdicar de ella en Oslo.
Defendemos el derecho de autodeterminación del pueblo palestino. Si, libre y democráticamente, los palestinos, incluida la diáspora, optan por establecer un Estado propio en los Territorios Ocupados, apoyaríamos el ejercicio de ese derecho, aunque esa propuesta no es la nuestra. El problema es que, si el Estado de Israel continúa manteniendo su carácter colonial y racista, y sigue dominando la región, un Estado palestino reducido a Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental, sería, en el mejor de los casos, una semicolonia de Israel y, en el peor, la administración "palestina" de un bantustán. En esas condiciones, la guerra estaría siempre a la vuelta de la esquina.
La salida consecuentemente democrática, la que mejor aseguraría la paz, sería la de constituir en todo el territorio de Palestina, un único Estado democrático y que no fuese teocrático. Es decir, ni judío, ni islámico ni cristiano, sino laico. Un Estado sin normas racistas ni de apartheid, donde puedan convivir pacíficamente judíos y palestinos musulmanes o cristianos.
Notas:
1.- Guetos: barrios amurallados donde se encerraba a los judíos. Bantustanes: pequeños enclaves donde el régimen racista sudafricano confinaba a los negros.