Nueva
ley de Salud Reproductiva
Por
Lucía Sucre
“Mantengan
sus rosarios fuera de nuestros ovarios”, rezaba el cartel de una piba que
apoyaba la aprobación de la Ley de Salud Reproductiva, en discusión dentro de
la Legislatura porteña. Mientras tanto, la Iglesia y varios cientos de
estudiantes de colegios y universidades católicas manifestaban en contra de una
ley que la Curia considera abortista. Con carteles “a favor de la vida” y al
grito de asesina comunista, cinco monos descargaron sus borceguíes sobre la
piba que tenía el cartel.
El
jueves 22 de junio, dentro de la legislatura de la ciudad de Buenos Aires se
aprobaba la Ley de Salud Reproductiva.
Entre
otros aspectos, la ley se plantea como objetivo el acceso y asesoramiento acerca
de los métodos anticonceptivos. Se incluye en esta ley una lista de los métodos
permitidos: preservativo masculino y femenino, diafragma, cremas, jaleas,
espumas, tabletas, óvulos vaginales y esponjas, hormonas y dispositivo
intrauterino (DIU). La ley destaca que todos los métodos aprobados son de carácter
reversible, transitorio y no abortivo. También dispone que se proveerán los
recursos necesarios y en el caso del DIU la intervención del médico. La ley
incluye la advertencia de que el preservativo es el único método que protege
contra el HIV y otras enfermedades de transmisión sexual. Se indica que la
ciudad implementará actividades de difusión de los derechos sexuales y
reproductivos, sobre todo entre adolescentes.
Para
tranquilidad de la derecha, las autoras del proyecto aseguran que esta ley no
tiene nada que ver con el aborto. Diana Maffia, funcionaria de la Defensoría
del Pueblo, aseguró: “En contra de lo que se quiere hacer creer, con la sanción
de la ley, las posiciones fundamentalistas se respetan porque no se obliga a
nadie a elegir un método anticonceptivo por sobre otro”. (Página 12,
23/6/00)
Esta
ley no está pensada para las mujeres
Aparentemente
esta ley es buena. Nadie que defienda los derechos de las mujeres podría estar
en contra de que se provean anticonceptivos gratuitamente en los hospitales públicos
o que se hagan campañas de educación sexual para prevenir embarazos no
deseados. Son parte de los reclamos de las mujeres desde hace décadas.
Decimos
que esta ley es aparentemente buena y no realmente buena en primer lugar porque
el gobierno de la Alianza ya demostró que la política del Estado argentino es
de sumisión a los planes que diseñan los organismos internacionales, como el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Una
vez más, la presión se disfraza de progreso. Porque esta ley no está pensada
para las mujeres. Está diseñada a tono con los mandatos de control de la
natalidad para los países pobres.
Las
necesidades y reclamos de miles de mujeres son utilizadas para políticas
encubiertas de dominación. Otra vez, el Estado impone su derecho de propiedad
sobre los cuerpos.
Como
lo hizo en 1974, con un decreto de José López Rega que prohibió el uso de
anticonceptivos, ya que la Argentina necesitaba impulsar el crecimiento demográfico.
Actualmente
no hay superpoblación en la Argentina. Pero un sistema globalizado que margina
a franjas enteras de la población a vivir en la desocupación permanente y sus
consecuencias, necesita que los sectores marginados tengan menos hijos.
Esta
ley no tiene como guía el derecho de las mujeres a decidir sobre nuestro propio
cuerpo. Para que fuera integral debería incluir la legalización del aborto, ya
que los anticonceptivos no garantizan un cien por ciento de efectividad, además
de que puede haber fallas en su utilización.
Creemos
que la letra de la ley no se cumplirá, porque para esto sería necesario que
aumentaran los presupuestos para la salud pública y que se paguen salarios
dignos a los profesionales de la salud.
Pero
además, mientras se aprueba esta ley, la principal causa de muerte materna en
la Argentina es el aborto mal realizado, sin las condiciones necesarias de
higiene y asepsia. Porque la mayoría de las mujeres no tienen 500 dólares para
hacerse un aborto en la clínica clandestina y deben recurrir a métodos
caseros, arriesgando su propia vida. En tanto que las mujeres más pudientes se
las arreglan sin problemas.
Una
ley que no incluye el aborto protege un negocio que factura 200 millones de dólares
anuales.
Por
sobre todas las cosas, esta ley no apoya los derechos humanos de las mujeres
porque no dice nada sobre la educación sexual en las escuelas. Mientras se
aprueba esta ley, miles de niñas y adolescentes se convierten en madres, por no
contar con la información para cuidarse; por la represión de la moral hipócrita
que reina en la escuela. En realidad, la mayoría de las chicas ni siquiera
conoce su propio cuerpo. Muchos mandan sobre el cuerpo de las niñas y las
mujeres: la Iglesia, la televisón con sus mandatos estéticos, la escuela, la
moral puritana. Pero las mujeres no conocen ni gobiernan sus cuerpos.
Ninguna
mujer prefiere un aborto antes que prevenir el embarazo. Con esta ley nos dicen
que tenemos derecho a planificar la maternidad, pero no tenemos derecho a
evitarla si no queremos o no podemos tener ese hijo.
El
mandato de la sociedad burguesa y su Estado es claro: la vida sexual de las
personas, y sobre todo de las mujeres, debe seguir el modelo de la
heterosexualidad, el matrimonio y la reproducción.
La
decisión sobre cuándo y cuántos hijos quiere tener una mujer debe quedar en
sus propias manos. Ni el Estado, ni la Iglesia, ni los varones deberían tener
derecho a obligar a las mujeres a tener o dejar de tener un hijo.
Para
eso, sería necesaria la educación sexual en la libertad de elección de la
pareja, y del tipo de sexualidad que cada persona quiera tener, junto con la
provisión gratuita de anticonceptivos y la educación sobre sus posibilidades y
límites.
La
despenalización y legalización del aborto, con posibilidad de realizarlo en el
hospital público en forma gratuita y bajo las condiciones de asepsia
requeridas.
Sólo
así las mujeres podríamos decidir sobre nuestros cuerpos.