El
régimen y el gobierno huelen a podrido
Por
Oscar Alba
Asco
e indignación embargan a la gente. Nos hundimos en la miseria, sin laburo o con
los empleos “basura” de los Planes Trabajar, las changas escasas o el
trabajo en negro por chirolas, sin estabilidad ni porvenir. Al mismo tiempo, nos
enteramos que en el “Honorable” Senado, los peronistas y radicales se
repartieron 10 millones de
“cometa”... y por aprobar una ley (la reforma laboral) destinada a reventar
aun más a los que trabajan...
Pero
si alguien cobra una cometa, es porque otro la paga. En este caso, la plata vino
del Poder Ejecutivo, que preside de la Rúa, con sus ministros y
“operadores” políticos. Así la Alianza, que ganó las elecciones con la
bandera anticorrupción, se evidencia a los pocos meses moralmente tan podrida
como el menenismo. El gobierno de De la Rúa no sólo continúa los planes económicos
de Menem. Es también una continuación de sus más corrompidas prácticas políticas.
La economía marcha de la mano con la política.
Pero
este hecho, además de indignarnos, tiene que servirnos para reflexionar. No
basta masticar bronca. Hay que comprender de una vez por todas cómo son las
cosas... cómo y por qué la pretendida “democracia” funciona así, y ver qué
remedios y soluciones hay.
Las
raíces del problema
En
medio del lodazal hediondo en que se ha convertido la crisis del Senado han
saltado a la palestra caraduras de distinto ropaje y color que dicen que gracias
al destape de las coimas, ahora las cosas van a cambiar. Así hemos visto, por
ejemplo, a Ruckauf y Duhalde que piden la renuncia de todo el Senado para hacer
una gran limpieza y “poner la casa en orden”. Chacho Alvarez habla de
imponer una “nueva forma de hacer política” con nuevas normas de “manos
limpias”. Otros traen recetas milagrosas, como la de eliminar las “listas sábana”...
Evidentemente,
el mercado de pulgas democrático burgués tiende un abanico de ofertas a las
conciencias desprevenidas.
¿Por
qué sucede esto? ¿Es posible un cambio? ¿Esta “democracia puede sanearse?
¿Si se lograra que “dejen de robar”, mejoraría la situación del país y
los trabajadores?
En
primer lugar, nos parece que hay una sana desconfianza popular en la
“sanata” de los Chacho, los Cafiero y demás “moralizadores” La gente
siente “mal olor” hasta en los más serios políticos de la Alianza y el PJ.
Pero,
al mismo tiempo la gran mayoría no
ve la posibilidad de otro régimen o sistema político distinto al actual. Esta
contradicción política es un arma de dominación que la burguesía y sus
empleados, gobernantes y demás funcionarios, saben utilizar muy bien. Por
ejemplo, entre otras cosas, nos han metido en la cabeza
que la única alternativa a esta democracia sería la vuelta a una
dictadura militar. Entonces, lógicamente, muy pocos quieren volver a algo que
sería mucho peor. De esta manera, se ve a la “democracia “, como lo único
“posible”, que habría que “mejorar” poniendo al frente a gente
“honesta”. Así se realimentan una y otra vez las esperanzas de que la
“democracia” pueda funcionar
mejor, aunque ya la gente se hace cada vez menos ilusión.
Lo
primero que tenemos que aclarar es que es falso que la única alternativa a este
régimen sería una dictadura militar. Si los trabajadores se lo planteasen
decididamente, habría una alternativa: la de un poder de los trabajadores y el
pueblo (ver nota en pág.6), completamente distinto a la actual “democracia”
en la que muchos votan pero muy pocos deciden: el FMI, los bancos y los grupos
económicos.
¿Esta
realidad de coimas, cometas y “favores” se puede cambiar sacando a los
“corruptos” y poniendo gente “honesta”?
Para
contestar eso hay que analizar cómo y por qué sucede esto. ¿Es debido a que
por azar en el Senado se juntaron muchos ladrones? ¿O la corrupción de los
funcionarios del Poder Ejecutivo, las Cámaras y la Justicia es parte del
sistema político; es algo orgánico, como respirar o comer?
Coimas,
cometas y “favores”: el pan nuestro de cada día
En
primer lugar advirtamos que este sistema de cometas no es privativo de nuestro
país; es un fenómeno que se reproduce en todo el mundo. Se ha constituido en
una característica universal del funcionamiento del Estado burgués, sus
instituciones y sus funcionarios en la actual fase de globalización Quizás esté
algo más acentuado en América Latina, Asia, África y también en Rusia. Pero,
en todo caso, en relación
al sistema de cometas en EE.UU., Europa y Japón es la “cantidad” (es decir,
los porcentajes a repartir), pero los mecanismos políticos son similares en
todos lados.
Hay
una verdadera galería de escándalos protagonizados
por los “próceres” de la política mundial de los últimos años.
Todos, en algún momento. fueron sorprendidos con “la mano en la lata”: el
ex canciller Khol (artífice de la unificación alemana), Felipillo González y
todos sus amigos del PSOE, Bill Clinton (que comenzó sus hazañas con una
estafa inmobiliaria cuando era gobernador) y terminó haciendo cualquier
martingala para “pasar la gorra”, como por ejemplo alquilar a millonarios
el cuarto y la cama de Abraham Lincoln en la Casa Blanca, etc. Italia y
Japón son dos países que siempre rondan el podio de la corruptela.
La
historia nos muestra que en todos los sistemas sociales y políticos donde una
clase vive a costa de apropiarse de lo que produce una mayoría explotada,
siempre ha habido corrupción en las instituciones políticas y del Estado, por lo tanto en el capitalismo donde los
patrones explotan a los trabajadores, tambien siempre ha existido. Pero lo que
era un rasgo degenerativo en otra etapa, en la globalización pasó a ser un
componente fundamental de los mecanismos políticos, económicos e
institucionales que mueven la rueda del capitalismo mundial.
Si
hacemos una comparación entre los líderes políticos burgueses argentinos
(incluso los más reaccionarios) de la talla de Lisandro de la Torre o Arturo
Illia, con los dirigentes burgueses de la actualidad, veremos que aquellos morían
sin haberse enriquecido e inclusive en la pobreza, como fue el caso de Hipólito
Hirigoyen, mientras que Menem, Angeloz y compañía, al fin de sus gobiernos
quedaron con fortunas en propiedades, casas quintas, aeropuertos privados y
jugosas cuentas bancarias.
De
ahí que “meter la mano en la lata” constituye hoy, una norma universal para
los políticos. Desde China a Italia y desde México a Rusia. Y el paradigma de
político no es Arturo Illia o Lisandro de la Torre, sino María Julia Alsogaray,
Manzano o el “Coti” Nosiglia.
La
corrupción aparece hoy como parte inseparable del sistema político; por lo
tanto, es imposible corregirla en los marcos de dicho sistema. La única solución
es tirar todo abajo y establecer un nuevo sistema político, económico y
social.
En
la actual etapa del capital “globalizado” observamos que por primera vez en
la historia, las relaciones políticas, económicas y sociales capitalistas no sólo
se han extendido a toda la geografía del globo terráqueo, (inclusive
absorbiendo otro tipo de relaciones económicas) sino que, penetrando los poros
de toda la sociedad, también ha impregnado todas las actividades y conductas
humanas. Todo se ha vuelto mercancía; es decir, que
todo se compra y se vende. Por ejemplo, los llamados “servicios públicos”
(salud, educación, etc.) se han privatizado y/o mercantilizado en forma
creciente. Entonces, si la globalización está llevando a sus ultimas
consecuencias la tendencia histórica del capitalismo de convertir todo en
mercancia —es decir, en compra-venta—, ¿pór que razón va a quedar sin
precio el voto de nuestros “honorables” senadores? Sería casi lo único que
en el capitalismo no se compra ni se vende. Si así fuese, habría que meterlos
a todos en una jaula del zoológico y cobrar entrada para verlos, como una
especie rara en extinción.
Hay
un hecho fundamental que, en nuestro país, ha sellado la corrupción
estructural de esta “democracia globalizada”. El ingreso de la Argentina a
la “globalización” (que dio sus primeros pasos con la dictadura videlista,
avanzó con Alfonsin y se profundizó notablemente con Menem) registró la más
formidable ola de corrupción de nuestra historia: Una catarata de dólares cayó
sobre la Casa Rosada, el Congreso y los tribunales para lograr que se vendieran
por monedas el petróleo, los ferrocarriles, las comunicaciones, el agua, la luz
y los sectores clave de la economía. Cada privatización significó cometas
millonarias para conseguir la entrega del país.
Siempre
la “democracia” capitalista tuvo rasgos de “teatro”, para engañar a los
“ciudadanos”.
La
primera estafa es hacerles creer que en la “democracia” de los capitalistas,
el pueblo gobierna a través de sus representantes y que, de esta manera, con su
voto puede decidir algo. Pero las grandes decisiones se toman en otros lugares:
en las grandes empresas transnacionales, en los grandes bancos, en los
organismos internacionales como el FMI, etc. En los países como el nuestro,
esto se hace más evidente. Para gastar un dólar de más en remedios para los
jubilados hay que pedir permiso al FMI. El Banco Mundial dictó la ley de
Educación. Las leyes laborales se ordenan desde Washington.
Sin
embargo hoy este rasgo de farsa y estafa de la “democracia” se ha acentuado
notablemente por un hecho, que despoja a los electores de una mínima
posibilidad de decidir algo votando por los partidos de los capitalistas. Este
hecho es que hoy, en la era de la globalización, todos esos partidos, se llamen
como se llamen, tienen el mismo programa, el neoliberal.
Hace
40 ó 50 años atrás, votar por el peronismo o la UCR en Argentina, por
laborista o conservadores en Inglaterra, por socialistas o democristianos o
conservadores en Chile, etc., era votar por programas bastante diferentes,
aunque todos ellos se mantuvieran en los marcos del capitalismo. Hoy no es así.
Suba quien suba, aplicará al milímetro los mismos planes neoliberales. Ya lo
estamos viendo con de la Rúa, que continua y profundiza los planes neoliberales
de Menem, así como Menem prosigió los de Alfonsín y, este último, la política
económica de los milicos y Martínez de Hoz...
Este
hecho ha producido mundialmente lo que se llama un “descreimiento” masivo y
en aumento sobre las elecciones, los partidos, etc. Es que la gente empieza a
caer en cuenta que, vote por quien vote, los que suban seguirán en la misma...
La
corrupción o “inmoralidad” de este sistema político comienza desde el
momento en que piden el voto prometiendo grandes cambios, a sabiendas de que no
van a cambiar nada.
Como
nube de langostas
En
la Argentina hay alrededor de unos 60.000 cargos que van desde el Presidente
hasta el último concejal de Anillaco. Calculando, más o menos, que por cada
funcionario electo hay entre cinco y seis personas (como mínimo) que son
secretarios, operadores, punteros y ñoquis, manzaneras o barrabravas que arrean
gente a los actos e “internas”, etc., tenemos una masa de 360.000 personas
que viven de la “democracia”. Esta es una verdadera plaga de langosta, cuya
voracidad aumenta con la profunda crisis económica y social.
Los
ingresos de estas personas pueden ser “legales“ desde el punto de vista del
Código Penal. Por ejemplo, un diputado o senador de la provincia de Buenos
Aires cobra “legalmente” $40.000, entre la dieta, los subsidios, viáticos,
“fondos reservados”, etc. Pero con el pueblo hundiéndose en la pobreza,
esto es verdaderamente inmoral y repugnante... Pero estos 300 o 400 personeros
del régimen ”democrático”, cumplen una importante función para el dominio
capitalista. Es que constituyen la trama de un tejido organizado para dominar y
controlar el cuerpo social del país. Esto se hace aún más necesario en países
como Argentina, en donde la miseria, la marginalidad y la desesperación deben
ser contenidas para que no estalle y ponga en peligro el poder político de los
capitalistas y sus ganancias. Cualquiera que viva en un barrio humilde del Gran
Buenos Aires, ve cómo funciona la red de favores, limosnas, etc., de las
unidades básicas y los comités radicales. Allí se junta una fauna de
malandras, con ramificaciones en el juego clandestino, la distribución de
droga, los prostíbulos (como los de San Miguel, bajo el manto protector de
Rico). Pero hoy esta red es muy necesaria, al servicio de mantener el orden y la
“paz social”
Existe
la idea de que si termináramos con los que roban, viviríamos mejor.
Sin embargo, si bien esta plaga de langostas y parásitos
que conforman el sistema político absorbe millones de dólares, la causa de la
pobreza, la desocupación y la miseria son
los grandes grupos económicos
que compraron el petróleo, el agua y los recursos naturales por monedas y hoy
obtienen fabulosas ganancias,
vendiéndolos
al precio que más les convenga. Es
la Deuda Externa que absorbe miles de millones por año.(
ver nota en pág. 17). Son el FMI y el Banco Mundial que exprimen
como a un limón el bolsillo de los pueblos. Todos ellos necesitan mantener este
sistema político parasitario
para seguir robando y superexplotando a los trabajadores.
Hay
que derrumbar al capitalismo para construir un nuevo sistema político. económico
y social que tenga como base el interés de los trabajadores.