Con la caída del Muro de Berlín, quedó cuestionada la misma perspectiva de la transformación social. Junto con ella, también quedó a un lado la idea de organizarse para pelear por una alternativa. El capitalismo parece ser así el horizonte insuperable. A la vez, en muchas capas sociales se ha extendido un estado de ánimo "posmoderno", que dificulta la adopción de compromisos colectivos y por tanto, del esfuerzo sostenido, común, por luchar por el cambio revolucionario de la sociedad. En este marco, con los siguientes artículos, comenzaremos a abordar la compleja problemática del "Partido", cuestión que veníamos adeudando tratar en "Socialismo o Barbarie".
A
lo largo de varias décadas del siglo XX (desde los años '20), el movimiento de
los trabajadores y popular en general, estuvo dominado por inmensos aparatos
(el comunista, la socialdemocracia, los nacionalismos burgueses y las propias
guerrillas) que hablaron en nombre de ellos, pero en realidad impidieron su
propia decisión consciente y autodeterminada, persiguiendo fines distintos (y
hasta opuestos) a los postulados. Esta ha sido una fuerte razón objetiva que ha
desprestigiado la misma idea de la organización revolucionaria, la que es
mirada con desconfianza entre sectores importantes de los jóvenes que
despiertan a la vida política, así como también, entre franjas de
trabajadores, a los que causa enorme repudio la atomización de las
organizaciones de izquierda.
Un
ejemplo vivo de esta realidad, son las discusiones que han venido jalonando a la
vanguardia juvenil que a nivel mundial está impulsando la movida
anticapitalista, la que por reacción a lo que ha sido la experiencia de
los falsos "Estados Socialistas" (y a las prácticas aparatistas del
común de la izquierda), tiende a posiciones que
cuestionan la misma idea de "partido".
Orígenes
de los problemas de la subjetividad en el movimiento obrero moderno
La
primera pregunta que correspondería hacerse es: ¿Cuál es el lugar de los
problemas de conciencia y organización en la tradición del movimiento obrero
moderno? Podemos partir de señalar que desde su formación como clase, a
los trabajadores se les ha planteado el problema de su organización...y no por
mera "vocación", sino simplemente por necesidad.
Como
respuesta a la condición de explotados, los trabajadores fueron dándose
movimientos y formas de organización conscientes como manera de poder
enfrentar su situación. Así, en la tradición del movimiento obrero inglés,
es conocido el movimiento "Ludista" (inicios del siglo XIX): los
trabajadores se las ingeniaban para romper las máquinas, considerando que eran
ellas las causantes de su explotación. Luego, hacia la década del '30 de ese
mismo siglo, comenzó el auge del "Cartismo", un movimiento de
reivindicaciones políticas (presentadas en una carta al gobierno), que se
coronaba en la exigencia del derecho al sufragio. Así, en la primera mitad de
ese siglo, en las clases trabajadoras de Inglaterra, Francia y otros países, se
sucedieron los movimientos, los inicios de organización sindical y también los
primeros "partidos". Estos últimos, originariamente a partir de
grupos muy reducidos, tradicionalmente considerados como "sectas",
en la medida que vivían encerrados en sí mismos, desligados de los movimientos
y vida real de los explotados (1).
Más
en general, desde sus orígenes, esta exigencia de comprensión y organización,
tuvo que ver con la necesidad de
los trabajadores, de salirse de la condición de explotados y oprimidos, en la búsqueda
de paliar, sobreponerse o, acabar con el estado de cosas existente, con las
cadenas que los ataban a esa condición. En este rico período inicial de
formación de la clase trabajadora como una clase consciente de su lugar en
la sociedad, van a surgir diversas corrientes políticas y/o de pensamiento:
la de Auguste Blanquí (heredera del legado de la revolución francesa); la de
los primeros socialistas utópicos (Fouriere, Saint Simon y Owen); la de los
reformadores sociales (Luis Blanc, etcétera); y, posteriormente, el anarquismo
(Proudhon, Bakunim) y el socialismo moderno, encarnado en Marx y Engels.
En
este cuadro, llegamos a un segundo momento: el de la fundación de la I
Internacional a inicios de la década del '60 del siglo pasado. Podemos
dejar sentada una constatación preliminar: la historia muestra que los
problemas de organización y conciencia de los explotados y oprimidos tienen una
larga tradición y expresan una necesidad inexcusable en el desafío de la
propia constitución de las masas explotadas en sujeto político/social con una
perspectiva de transformación. Precisamente, a lo largo del siglo XIX, lo
que estuvo en el centro fue esta batalla por la constitución de los
trabajadores en sujeto, en el sentido amplio de la palabra, como lo señaló
reiteradas veces el propio Marx:
"Las
condiciones económicas transformaron primero a la masa de la población del país
en trabajadores. La dominación del capital ha creado para esta masa una situación
común, intereses comunes. Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto al
capital, pero aún no es una clase para sí. En la lucha (...) esta masa se une,
se constituye como clase para sí. Los intereses que defiende se convierten en
intereses de clase. Pero la lucha de clase contra clase es una lucha política."(2)
Sustitución
y acción de masas en el socialismo del siglo XIX
¿Cómo
se plantean estas cuestiones al momento de la formación de la I Internacional
(1864)?(3) Podemos identificar tres corrientes de opinión generales en lo que
hace a la
actitud
frente al Estado, a la "acción política" y a la revolución. A la
vez, ligados a ellos, los problemas de la organización de los explotados:(4) la
tradición "jacobina",(5) expresada por Blanquí; la tradición
anarquista, expresada por Bakunim; y la tradición de Marx y Engels.
En
el caso de Blanquí es clara su posición sobre la organización a construir.
Tiene directa relación con su concepción de la revolución, donde se
excluye la actuación de las propias masas como sujeto consciente de la
misma: se trata para él de la organización política de "elites
revolucionarias", con características conspirativas, donde sólo se
destaca el momento de la insurrección para la conquista del poder, mientras que
poco se piensa en lo relacionado con la perspectiva más general de la
transformación social de la sociedad. En este caso, la influencia de la
revolución francesa de 1789 es evidente. La misma, es la máxima expresión de
la revolución de masas, popular..., pero burguesa, donde finalmente los
explotados y oprimidos no logran conquistar verdaderamente
"la libertad, la igualdad y la fraternidad",
careciendo de conciencia, organización y dirigentes propios.
En
segundo lugar, queremos señalar las características de la vertiente anarquista
(expresada por Bakunim), cuya evaluación -de conjunto- es más compleja y
matizada, y escapa un poco a las posibilidades de este artículo. Sin embargo,
lo que nos interesa destacar acá, es que en su concepto "acción política"
está necesariamente identificada a la acción de una minoría, y a la
imposibilidad de -en este marco- salirse de los límites de una acción "estatista",
de aparato. Por esta razón, la apuesta es a la sola acción espontanea de los
explotados, sobre todo en el terreno económico, a la perspectiva de la
inmediata abolición de toda forma de Estado a la vuelta de la revolución,
mientras que en el terreno de la organización, se trata -en general- de organizaciones
minoritarias, pequeños núcleos semiclandestinos, sin pautas claras.
Es
evidente que Marx y Engels se movieron en una perspectiva muy distinta que la de
las dos vertientes anteriores, debiendo dar una batalla en dos frentes,
batalla que cruzó toda la historia de la I Internacional. Ellos le daban una
enorme importancia a la adquisición de la conciencia revolucionaria por
parte de los trabajadores, como condición para su propia acción
autodeterminada. En este marco, concebían el valor de la "acción política"
no como acción reduccionista de una minoría que sustituyera a la base en
una perspectiva estatista, sino por el contrario, en la comprensión de la
necesidad de asumir colectivamente la lucha por los intereses generales
de la sociedad. A la vez, apoyándose en la propia acción creativa de las
masas, impulsaban sobre todo las formas de organización que surgieran de la
propia experiencia de los trabajadores. Esto, en la perspectiva de que "la
liberación de los trabajadores debería ser obra de los trabajadores
mismos".
Es
por esto, que al tiempo que enfrentaron a los blanquistas y también -muy
duramente- a Bakunim, se vieron confrontados con el desafío proveniente de
Alemania, en cuyo caso, Ferdinand Lasalle –el dirigente "obrero" más
importante de principios de la década del '60- comenzaba a encarnar el modelo
de una organización rígidamente centralizada, burocrática, en el fondo
sustitucionista de la acción consciente de los propios trabajadores,
fuertemente orientada a los pactos y la acción en el seno del propio Estado.
Esta tradición tendría a la postre graves consecuencias en la socialdemocracia
alemana.
Lenin,
Rosa Luxemburgo y las "cuestiones de organización"
Hacia
fines del siglo XIX, la tradición marxista tuvo una "derivación"
no prevista: la construcción de un gran aparato burocráticos, oportunista
y sustituista que adquirió la forma de un partido socialdemócrata de masas
construido como fin en sí mismo y aislado de la sociedad: la socialdemocracia
alemana de principios del siglo XX, cuyo "modelo" se extendió al
conjunto de la II Internacional (fundada en 1889, ya sobre una tradición
directamente "marxista").
La
gran dirigente socialista polaca, Rosa Luxemburgo -con más sagacidad en lo que
hace a intuir este proceso degenerativo- y Lenin, más tardíamente,
respondieron a su manera a esta bancarrota de la II internacional y sus partidos.
Y la cuestión quedaba planteada así: ¿Qué posibilidades hay de que partidos
de masas puedan tener una perspectiva de transformación social? ¿Cómo actúa
el hecho de que en el seno de los trabajadores anidan los más dispares niveles
de conciencia? Y, ¿cómo se resuelve el hecho de que la adquisición de una
conciencia de transformación social no puede ser al mismo tiempo por parte del
conjunto de los explotados y oprimidos? Rosa y Lenin resolvieron cada uno a su
modo este dilema.
En
el caso de Rosa, la apuesta fue por el lado de la propia acción independiente y
autodeterminada de las masas trabajadoras, contra los esquemas pedantes de un
aparato que buscaba encuadrarlas, "dirigirlas", que tenía verdadero pánico
de su libre decisión y acción directa, y cuyo papel no debía ser ése, sino
el de educación y orientación política.
De Lenin es la idea de la construcción de la "organización de
los revolucionarios" (como alternativa -de hecho- al partido único de toda
la clase), esto como parte –a la vez- del impulso de todo tipo de
experiencias de organización amplia, alrededor de las más diversas
necesidades: sindicatos, cooperativas, bibliotecas populares, clubes, etc.
Sin
embargo, a pesar de los matices de enfoque desarrollados entre ambos en
este terreno, nos parece de enorme actualidad para enfrentar los problemas que
se plantean hoy en la construcción de organizaciones revolucionarias, caminar
en el sentido del establecimiento de un dialogo fecundo entre la
experiencia y elaboración de ambos revolucionarios. Esto, teniendo presente,
que las acentuaciones divergentes de ambos, estuvieron relacionadas con los
diversos contextos y desafíos que debieron afrontar: Lenin, alrededor de la
necesidad de poner en pie una organización unificada a escala de toda Rusia;
Rosa, frente al problema inédito de enfrentar el primer caso histórico de
burocratización de una organización política dirigente del movimiento obrero.
Es en este marco que se dieron las distintas acentuaciones, los límites y las
incomprensiones mutuas, dado que como es conocido, polemizaron entre ellos en lo
que hace a estos problemas, tendiendosé a presentar -en la tradición
posterior- sus posiciones como "excluyentes": a Rosa como "espontaneista",
y a Lenin, como "sustitucionista". Una buena síntesis de este
desafío, tal cual lo creemos planteado hoy, la podemos encontrar en el
socialista belga Marcel Liebman: "Rosa no negaba la necesidad de una fuerte
organización, pero ella creía que esto debería hacerse realidad en proporción
a un continuo y paralelo proceso donde el proletariado -por sí mismo-
desarrollara su actividad revolucionaria y procediera a establecer sus propias
instituciones de clase.”(6)
Ni
sustituimos ni espontaneismo
"La
concepción marxista consiste precisamente en la consideración de la masa y
de su conciencia como factores determinantes de todas las acciones políticas
de la socialdemocracia. En el espíritu de esta concepción, también las
huelgas de masas políticas (...) no es finalmente otra cosa que un medio de
esclarecimiento de clases y de organización de las capas más
amplias del proletariado."(7)
Sin
embargo, una cosa ha sido la tradición de Rosa y Lenin, y otra, las
organizaciones que se han construido bajo el supuesto "modelo" del
segundo. De alguna manera, las organizaciones de la izquierda antiestalinista
que les sucedieron, se construyeron sobre la base de una lectura reduccionista y
empobrecedora del conjunto de la trayectoria del propio Lenin (el partido
revolucionario aparece así como un grupo reducido, depositario del mandato de hacer
él la revolución), a la vez que destacando los aspectos de la revolución
rusa y del poder bolchevique que más tuvieron que ver con necesidades o
-directamente- con crasos errores de tipo "administrativistas". Se dio
lugar así a organizaciones con rasgos aparatistas, sustituistas, que en
los hechos rompían con lo mejor de la tradición de autodeterminación
socialista (que estamos intentando recoger), y que cedían a la presión de
concebir la revolución y el socialismo como obra de una minoría y no de las más
grandes masas.
Esto
desafía a superar la tendencia sustituista, la que afectó (y sigue afectando)
a una gran parte de las organizaciones de la izquierda, asumiendo que no se
puede ayudar a construir la perspectiva estratégica del socialismo, desde
afuera de la experiencia viva de las masas trabajadoras...Y comprendiendo
que el partido es uno de los componentes de la subjetividad, la que va más
allá que él mismo, componiéndose con su propia acción autodeterminada,
con los propios organismos que se da en la lucha, con el resto de las
organizaciones sociales, culturales e incluso políticas que hacen parte de su
pelea, etc.
Por
esto mismo, se trata de construir una combinación dialéctica que rompa
con cierto criterio de "exterioridad", el que ha hecho creer (en una
recaída de tipo "jacobina") que se puede encauzar la perspectiva
socialista desde afuera del movimiento real de la lucha de clases o de una
manera excluyente "por el solo partido". Todo ello ha dado pie a
concepciones que han llevado a valorar el partido como aparato externo, como un
fin en sí mismo, como un organismo "exclusivista", en vez de
concebirlo como un imprescindible medio hacia el objetivo de la propia
liberación de los explotados.
En
la pelea contra el sustituismo, no se puede perder de vista, sin embargo, el
lugar y la necesidad del partido revolucionario. Éste expresa un momento en
la historia, en que todavía no es el conjunto de la población explotada y
oprimida la que ha tomado en sus manos la totalidad de los asuntos. Sobre esta
base, las concepciones de "socialismo desde arriba", transforman lo
que "es necesidad, en virtud": se conciben y se construyen como
"fines en sí mismos", precisamente para evitar que esta dinámica
-hacia la autodeterminación- ocurra. Por el contrario, la perspectiva más auténtica
del socialismo revolucionario debe ser la opuesta: no niega
"idealistamente" la necesidad de la forma partidaria (como es el caso
de la corriente revolucionaria autonomista o del anarquismo), pero concibe la
imprescindible construcción del mismo, precisamente en la perspectiva de
colaborar a que franjas crecientes de los trabajadores y la juventud, vayan
tomando en sus manos las tareas de la revolución y el socialismo.
Se
trata de asumir la complejidad del momento histórico que nos toca vivir, el que
está marcado por el desafío de resolver la tremenda crisis de alternativas
existente entre los explotados y oprimidos. Esto exige a los revolucionarios
socialista el ayudar a construir una perspectiva socialista y comunista
que vaya más allá del capital. Es que las masas trabajadoras no han podido
elevarse espontáneamente a la perspectiva socialista, aunque en muchos casos
hayan ido mucho más lejos de lo que se creía. Todo esto acentúa la
importancia de la labor de los militantes revolucionarios: se trata de colaborar
a que las luchas que cotidianamente dan los explotados y oprimidos, se abran
camino a una nueva perspectiva, la del socialismo, cuestión que veremos con
detenimiento en el próximo artículo.
Tareas
globales
Es
preciso, entonces, ser conscientes de que la imprescindible tarea de construcción
de la organización revolucionaria se plantea, en la actualidad, en un
contexto muy distinto al del siglo XIX (con el movimiento obrero en proceso
de constitución) o de principios del XX (cuando el movimiento obrero ya estaba
constituido como tal y se planteaba la "actualidad de la revolución
socialista"). Hoy el desafío es mucho más complejo y combinado:
se trata de construir la organización revolucionaria como parte íntima del
necesario proceso de reconstrucción o refundación de la clase trabajadora por
sí misma, esto como condición para que se vuelva a reabrir la perspectiva del
socialismo.
En
este marco, no se trata de simplemente superar la "crisis de
dirigentes" de los trabajadores entendida en un sentido estrecho, sino de
colaborar en la reconstrucción global del movimiento obrero, juvenil y
popular, apuntando a la recomposición o reconstrucción de la subjetividad
revolucionaria en su totalidad. Esto plantea una actividad profundamente
distinta de lo que ha caracterizado tradicionalmente a las corrientes de
izquierda (y que las sigue caracterizando, por ejemplo, en nuestro país). No se
puede reducir a la vieja actividad sindicalista, tacticista o consignista vacía.
Por el contrario, se trata de desplegar una actividad política global,
que parta del desafío de explicar pacientemente, ayudando a la
"reconstrucción de la cabeza" de los explotados y oprimidos,
desde el terreno de su lucha y vida cotidiana, y proyectándose hacia una
reconstrucción global: de su conciencia y organizaciones; teórica, política,
sindical, social y cultural, en la perspectiva de la revolución social,
encarnada por y concebida como acción
consciente de las más amplias masas.
Notas
(1)
Rasgos que -paradójicamente- son característicos en muchas de las
organizaciones de la izquierda, bajo la presión de su marginalidad y
dogmatismo.
(2)
Karl Marx, Miseria de la Filosofía.
(3) La I Internacional, fue la primera organización política a escala internacional (básicamente europea) de los trabajadores.
(4)
En esta reconstrucción histórica seguimos a G.D.H. Cole, reconocido
historiador del pensamiento socialista y a Gian Mario Bravo, autor de "El
primer socialismo" (editorial Akal, 1998).
(5)
El "jacobinismo" fue la corriente más radicalizada de las capas
medias en la revolución francesa, cuyos representantes más conocidos son
Robespierre y Sain Just. Ellos se enfrentaron tanto a la burguesía, como a los
sectores más desposeídos de París. Los jacobinos, son aquellos que en el
siglo XIX reivindicaban su "modelo" de "revolucionarios férreos
y dictatoriales", cabales representantes de la "tradición de las
capas medias radicalizadas".
(6)
Marcel Liebman, Leninismo bajo Lenin.
(7)
Rosa Luxemburgo, “¿Desgaste o Lucha?” en Debate sobre la huelga de masas,
tomo I.