Cuando
los compañeros de la redacción de SoB me pidieron una nota sobre Nahuel
Moreno, especialmente referida a su personalidad, lo primero que hice fue volver
a leer lo que había escrito para la fecha de su muerte el 25 de enero de 1987.
En
estos catorce años han sucedido muchas cosas, que sacudieron tanto a nuestro
partido, el MAS, como a su organización internacional, la LIT(CI)(1), hoy
fragmentada. Pero aún con estos cambios y divisiones, sigo sosteniendo que la
figura de Hugo ha sido extraordinaria y voy a tratar de sostener esta opinión
regresando también sobre lo que dije en el momento de su inhumación..
Desde
mis recuerdos, escribí, “¿Quién de nosotros podría olvidar las
charlas, las discusiones, las opiniones, las críticas, los consejos y los
afectos de nuestro inolvidable Hugo?”
Hugo
mantuvo toda su vida este mismo tipo de relación porque sabía despertarnos
inquietudes, partiendo de nuestras propias preocupaciones, para abrirnos un
panorama más amplio, más completo de la realidad. Hoy no puedo menos que
reafirmar lo señalado hace 14 años: Moreno era un ejemplo de “hombre total”,
en términos más actuales un “ser humano total”, del mañana, de la
sociedad socialista, cuando terminemos para siempre con esta carroña
capitalista, imperialista en que vivimos.
En
esta personalidad excepcional había dos elementos fundamentales en los que se
asentaba toda sus actividad: la pasión y la confianza.
Pasión
y confianza que estuvieron volcadas a un objetivo fundamental: la creación del
partido de la revolución mundial y su carácter obrero. Pasión revolucionaria
que nos inyectó hasta el último día de su vida. Pasión que nos exigió a
todos nosotros, y a los cuadros y militantes que ayudó a formar. Pasión en la
lucha a muerte contra el imperialismo y la patronal mundial y los aparatos
contrarrevolucionarios.
Confianza
en la clase obrera, en las posiciones del trotskismo revolucionario, que no
significaban repetición dogmática de fórmulas estereotipadas, sino elaboración
permanente frente a la realidad cambiante. Confianza en la base del partido, en
sus compañeros de equipo.
Con
todo este bagaje extraordinario, se lanzó al cumplimiento de esas grandes
tareas. Tarea de titanes, porque cuando Hugo abrazó el trotskismo no era un
momento de ascenso. Era la época de la Segunda Guerra Mundial. Era la época de
la Década Infame en la Argentina. Después vino el ascenso, pero el estalinismo
logró controlarlo, gracias al prestigio que le dio el triunfo sobre el nazismo.
En la Argentina se fortalecía el peronismo.
Tuvo
razón Ernest Mandel cuando dijo que Hugo formaba parte de ese puñado de
cuadros dirigentes que, después de la Segunda Guerra Mundial, mantuvieron la
continuidad de la lucha en las condiciones más difíciles. Pero Mandel no dijo
que Hugo fue uno de los pocos consecuentes de ese puñado de trotskistas. Por
eso enfrentó a la conducción “pablista”(2) que confiaba en que el
estalinismo iba a impulsar la revolución en el mundo. Por eso enfrentó la
desviación guerrillerista en que se embarcó el Secretariado Unificado(3),
después de la Revolución Cubana. Por eso no capituló a la dirección
sandinista y, pese a haber organizado la Brigada Simón Bolívar para luchar en
Nicaragua junto a éstos, no renunció a crear un partido revolucionario en las
tierras de Sandino.
Nadie
puede ignorar los esfuerzos que hizo desde 1953, cuando se produjo la división
de la IV Internacional, para que el SWP de EE.UU. y los demás partidos que
constituían el Comité Internacional(4) se convirtieran en una verdadera
dirección Internacional, principista y centralizada, que derrotara al
revisionismo pablista.
O,
en 1963, cuando el propio SWP impulsó la reunificación, y nosotros esperamos más
de un año tratando de convencer al healismo(5) y al lambertismo(6) para que
entraran en dicho proceso y los trotskistas principistas no quedáramos
aislados. O cuando, después de la revolución nicaragüense, constituimos el
Comité Paritario(7) con Lambert, confiando, como siempre, en que los grandes
movimientos de la lucha de clases sacudieran a los que se reclamaban trotskistas
y se pudiera seguir avanzando en el camino de la Cuarta Internacional. O cuando
le abrimos las puertas de nuestro Partido a los compañeros de Lutte Ouvrière
de Francia con la misma esperanza. O cuando Hugo viajó a Inglaterra, poco antes
de morir, para buscar fortalecer los acuerdos con el Partido Revolucionario de
los Trabajadores (WRP) de Gran Bretaña, y hacer avanzar el proceso de
construcción de la IV Internacional o de una organización internacional de los
revolucionarios, se llamara como se decidiera.
Hugo
no se cansaba de decirnos que nuestro partido en la Argentina, desde 1943 a 1948
vivió aislado de la Internacional. Por limitaciones nuestras y porque la
Internacional recién se estaba reorganizando, nuestro partido fue en sus
primeros años nacionalista. Muchos de los errores que cometimos entonces fueron
producto de este aislamiento.
Cuando
nos ligamos más estrechamente a la Internacional, comprendimos que el principal
enemigo de los pueblos latinoamericanos ya no era el imperialismo inglés, sino
el yanqui. Esa visión internacionalista le permitió a Hugo ayudarnos a superar
nuestras limitaciones y reubicarnos frente al peronismo y emerger desde allí
con una experiencia impresionante en el movimiento obrero.
Lo
que no impidió que siguiéramos siendo marginales. Entre otras causas, porque
reiteradas veces no fuimos reconocidos como miembros de la Internacional. Sistemáticamente
fuimos impedidos ser la sección oficial de la IV. En 1951 se reconoció al PORT(8)
de Posadas y no a nosotros. En 1969, al PRT de Santucho y no a nosotros Pero
Hugo no extrajo de allí la conclusión resentida de que debíamos aislarnos de
una Internacional que no nos aceptaba; por el contrario: si la marginación era
fuente de errores y de ignorancia, había que poner todas nuestras fuerzas en
acción para romperlo, para convertirnos en parte activa del proceso de
construcción de la Internacional, sin bajar las banderas del trotskismo.
Hugo también estaba obsesionado por la construcción de una organización internacional de masas, por una internacional revolucionaria, pero al mismo tiempo siempre concibió la posibilidad muy progresiva de ser parte una organización no declaradamente trotskista aunque si anticapitalista y revolucionaria. Mientras tanto, lo que más le preocupaba era el problema de la dirección. Su confianza en la base partidaria lo llevaba a promover audazmente a tareas de dirección a todo compañero y compañera que se destacara. En su madurez como dirigente, Hugo puso el énfasis en cuidar los equipos de dirección, en la Internacional y en sus secciones, haciendo todos los sacrificios y concesiones posibles para mantener el trato fraternal entre los dirigentes y para no romper un equipo a menos que las diferencias adquirieran un carácter programático.
En
el libro “Conversaciones con Nahuel Moreno”, respondiendo a la última
pregunta que le hacían los compañeros, se nota esta inquietud. Insistiendo una
vez más en lo que él consideraba uno de sus errores más importantes, decía:
“Durante
un largo período no entendí este problema”. Y
refiriéndose a la ruptura del viejo equipo de dirección de Fucito, Bengochea,
Lagar, que fue el mejor que tuvo el Partido Argentino, se hacía la autocrítica:
“Preferí discutir y ejercer la verdad en abstracto en lugar de poner todo el
cuidado posible por mantener ese equipo. Tal vez no sea así, pero moriré con
esa duda y esa pena.”
Han
pasado catorce años y desgraciadamente no tuvimos en cuenta este alerta. No
supimos responder a ese problema que le preocupaba tanto a Hugo. Tampoco
encontramos respuestas a los numerosos problemas que se nos presentaban. Creímos
que la revolución estaba a la vuelta de la esquina y nos perdimos en los
vericuetos de la lucha de clases que para peor se volvía negativa para los
revolucionarios. Cuando estalló la revolución en los países del Este, tampoco
vimos que no era un camino de rosas ni valoramos bien que, poco después, esa
revolución fue derrotada.
Pese
a los grandes avances tecnológicos y en la producción, el capitalismo ha sido
incapaz de solucionar las necesidades mínimas de la humanidad. Cada vez nos
acercamos más a la barbarie. El imperialismo norteamericano no sólo nos domina
económicamente sino también políticamente. Lo que está sucediendo en
Colombia es el máximo ejemplo del avance de esa recolonización. Ya hay fuerzas
militares y bases yanquis que con la excusa de la lucha contra el narcotráfico
se han metido con todo.
Y
en los propios países imperialistas, los bolsones de miseria ya no los integran
solamente los inmigrantes, sino que se extienden a otros sectores, indicando que
el capitalismo imperialista sigue siendo la causa de todos los males de la
humanidad. No es solamente el neoliberalismo el responsable, como intentan
hacernos creer la Iglesia o los “teóricos” de la “tercera” o
“cuarta” vía. Las causas por las cuales surgieron los primeras agrupaciones
obreras, hace más de 150 años ayudadas con el Manifiesto Comunista y otros
trabajos de Marx y Engels, siguen teniendo vigencia.
La
crisis que se produjo en el mundo con la restauración capitalista en la Unión
Soviética y demás países que se decían socialistas, pero que no lo eran, ha
creado un gran desconcierto en las masas de trabajadores y en la juventud y ha
devaluado la necesidad de esas herramientas que son los partidos revolucionarios
de combate.
El
descrédito de los viejos partidos contrarrevolucionarios –socialistas,
laboristas y comunistas, incluso el PC ruso, que ayudó a restaurar el
capitalismo-- alimenta esa desorientación, ese escepticismo de muchos
trabajadores y jóvenes.
Por
eso, al recordar a Nahuel Moreno a 14 años de su muerte, voy a insistir en lo
siguiente: no debemos reivindicar su trayectoria con el espíritu de secta
religiosa, de epígonos incondicionales que en el fondo sólo corrompen las enseñanzas
de su maestro, sino con la convicción de que en esta etapa de la humanidad es más
necesario que nunca ese tipo de partido por el cual peleó, porque no
enfrentamos un tigre de papel, sino un enemigo que tiene muchos recursos, aparte
de la violencia, y sabe aprovecharlos todos para engañar a los trabajadores.
Los viejos partidos llamados socialistas y comunistas cumplen esa función, lo
mismo que las viejas burocracias sindicales, o incluso instituciones nuevas como
las llamadas Organizaciones No Gubernamentales (ONG), utilizadas por los
distintos gobiernos patronales e imperialistas para desviar la organización y
lucha de la clase obrera, creando un nuevo reformismo que nos aleja de la
perspectiva de la emancipación total de la humanidad.
Los
revolucionarios en esta época debemos buscar la manera de impactar la
conciencia de las nuevas camadas de trabajadores y jóvenes que buscan una
alternativa a la actual situación, con una política y un programa socialista y
revolucionario hacia la cual siempre apuntó Moreno, y poner la misma pasión y
confianza en la clase obrera y la juventud que él tuvo, para dar un paso
importante adelante. Avanzar en este sentido sería el mejor recordatorio que
podríamos hacer hoy.
1)
Liga Internacional de los Trabajadores (Cuarta Internacional)
2)
Dirigente de la IV Internacional hasta la crisis y división de 1953,
responsable del llamado entrismo en los partidos comunistas, especialmente en
Europa, creyendo que estos partidos traidores eran capaces de conducir al
socialismo.
3)
Organismo de dirección de la IV Internacional después de la reunificación
en 1963.
4)
Organismo que se constituyó después de la ruptura de la IV
Internacional en 1953 que incluía al partido argentino y al SWP norteamericano,
entre otros.
5)
Corriente trotskista inglesa dirigida por Gerry Healy que formó parte
del Comité Internacional cuando se dividió la IV Internacional y que no
participó de la reunificación.
6)
Corriente trotskista francesa dirigida por Pierre Lambert que formó
parte del Comité Internacional y que tampoco participó de la reunificación.
7)
Organismo creado por la corriente dirigida por Nahuel Moreno y la
corriente lambertista en 1981, después de la Revolución Nicaragüense, cuando
se constituyó la CICI (Comité Internacional, Cuarta Internacional).
8)
Partido Obrero Revolucionario (Trotskista) dirigido por J. Posadas que
fue reconocido en 1951 como sección oficial de la IV Internacional en la
Argentina.