¿A
qué viene Cavallo?
López
Murphy y su fallido plan lograron, instantáneamente, el repudio generalizado de
los trabajadores así como también de las clases medias y los estudiantes. De
distinta forma (y también por diferentes motivos) hasta sectores de la gran
patronal, como los que se agrupan en la Unión Industrial Argentina, criticaron
el paquetazo.
Hay
que reconocer que su sucesor, Domingo Cavallo, ha tenido al principio mejor
suerte. Evitando inicialmente usar palabras desagradables (“ajuste”,
“despidos”, “rebaja de salarios”) y hablando de “crecimiento”,
“competitividad”, “recuperación para crear empleos”, etc., ha logrado
generar una cierta expectativa en algunos. Hay sin embargo un amplio sector que
recuerda sus pasadas hazañas y no se deja convencer.
Pero,
al no ver otra alternativa distinta y mejor, Cavallo ha logrado instalarse, por
lo menos hasta ahora, con mucha más solidez que su antecesor. Es ayudado además
por la campaña de los medios que dibujan una visión apocalíptica del posible
“fracaso” del mago de turno. “Cavallo o el diluvio”, es lo que meten en
la cabeza de la gente.
Medidas
distintas para los mismos objetivos: pagar la deuda y seguir engordando los
grupos económicos que destruyeron al país y a los trabajadores
Más
que un plan económico detallado, Cavallo ha presentado como “plan” una hábil
y “vendedora” mezcla de algunas medidas concretas (como el impuesto al
cheque y movimientos de cuentas corrientes, el aumento de aranceles a productos
de consumo que aplastaban la producción local, etc.) con proyectos generales de
contornos aún no muy precisos que, supuestamente, harían salir rápidamente a
la economía argentina de los casi tres años de recesión/depresión. Lograda
la reactivación en pocos meses, el Plan de Competitividad garantizaría,
según su autor, un crecimiento sostenido de la economía. Esto –se
dice–
permitiría
reducir el desempleo.
El
nuevo plan económico se presenta con una fisonomía distinta a los anteriores,
que culminaron con el estallido del de López Murphy. Hay efectivamente un
cambio. Pero lo que cambia son los medios y no los fines.
Simplificando
mucho, podríamos decir que los planes “estilo López Murphy” no son planes
“económicos” (en el sentido de que se centren en proyectos para producir,
exportar, desarrollar tales o cuales ramas, etc., etc.) sino casi exclusivamente
financieros. Se limitaban a recortar gastos, despedir empleados y subir
impuestos para bajar el déficit del presupuesto de Estado, según los acuerdos
con el FMI.
El
principal objetivo de esos planes de ajuste para contener el déficit es el de cumplir
con los pagos de los intereses de la deuda para poder renovar los
vencimientos del capital. Estos pagos han ido aumentando vertiginosamente, a
medida que los usureros fueron imponiendo intereses cada vez más altos, que
Argentina se endeudaba más y más (a un ritmo de crecimiento de la deuda del
12% anual en los últimos 10 años) y que crecían los vencimientos.
Pese
a todos los tijeretazos, el aumento del déficit del Estado ha sido
incontenible, por múltiples razones. Entre ellas, el ya señalado crecimiento
veloz del servicio de la deuda, la pérdida de 5.000 millones anuales de aportes
jubilatorios que el Estado regala a las AFJP, las exenciones impositivas y
subsidios que benefician a sectores privilegiados de la patronal, la recesión
que ha bajado la recaudación fiscal y estimulado la inveterada costumbre de la
burguesía de no pagar impuestos, etc., etc.
Se
fue generando, entonces, una calesita infernal: los crecientes servicios de la
deuda provocan más déficit, esto obliga a más recortes, lo que provoca más
recesión, lo cual hace bajar la recaudación y produce entonces más déficit,
que exige más recortes y endeudarse más para renovar los vencimientos, etc.,
etc.
Ya
el año pasado, se advertía que ese circuito estaba en crisis y que las
“dudas” que comenzaban a generarse en los “mercados” reflejaban la
imposibilidad de mantener indefinidamente ese mecanismo. Las “dudas” de los
“mercados” (es decir, del puñado de bancos, fondos y otros tenedores de la
deuda) se ha convertido en la certeza de que así Argentina no puede pagar la
deuda. Por eso suspendieron los préstamos.
Pero,
como también señalamos, esta crisis financiera no es más que la “forma
de manifestarse” de una crisis más global y profunda, estructural: se
trata de la crisis del “modelo” de capitalismo que comenzó a imponer la
dictadura –plan
Martínez de Hoz–
y que ya en plena globalización coronó Menem, con el propio Cavallo de
Ministro de Economía.[1]
Es
la consecuencia este modelo caracterizado por el dominio sin límites del
capital financiero globalizado, por el endeudamiento desenfrenado del Estado,
por la “piedra libre” para fugar capitales que hoy probablemente sobrepasan
más de la mitad del monto de la deuda externa, por la “apertura” sin
restricciones (que no convirtió a Argentina en un gran país exportador como se
prometía, sino que arrasó con gran parte de la anterior industria), por las
privatizaciones de las empresas del Estado y la desnacionalización de las
empresas privadas, por la conformación de un puñado de grupos económicos que
logran fabulosas ganancias principalmente parasitando las concesiones de
servicios y otras dádivas del Estado, por la convertibilidad (el “1 a 1”)
que garantiza a esos depredadores retirar su capital y sus ganancias sin peligro
de devaluaciones pero que dificulta las exportaciones (especialmente
industriales), etc., etc.
El
eje de todo esto fue el reviente de la clase trabajadora y el
empobrecimiento de gran parte de las clases medias, con la “flexibilización
laboral” y la liquidación de los derechos del trabajador, con la generación
de más de 4.500.000 desocupados o subocupados, lo que presiona al salario y las
condiciones de trabajo hacia niveles africanos, con una polarización social que
concentra el ...% del ingreso en sólo el ...% de la población mientras que ha
generado una masa de 13 millones de pobres. Y todo esto coronado por un grado
tal de colonización que ha convertido a este país en un virtual virreinato,
donde los principales poderes del Estado son el FMI y la Reserva Federal.
Con
el país en manos de un puñado de multinacionales y grupos financieros (cuyo
mejor ejemplo es el grupo mafioso organizado por el Citibank con agentes locales
como Moneta), lo que se ha “desarrollado” es la especulación, el lavado de
dinero, las fabulosas rentas parasitarias de los servicios (agua, teléfonos,
peajes, gas, electricidad, trenes, recolección de basura), las superganancias
de los hipermercados y los shopings (gracias a la liquidación en masa del pequeño
comercio), la depredación de las riquezas naturales (como las reservas de gas
de Loma de la Lata, valuadas en 40.000 millones y entregadas a Repsol-YPF por
300 millones), etc.
Así
llegamos al actual desastre. Tres años de depresión, en la cual ya no
actúan los mecanismos casi “automáticos” de recuperación de un ciclo
recesivo “normal”. La virtual cesación de pagos de la deuda es sólo el
síntoma de que esto así no funciona, ni siquiera desde el punto
de vista capitalista...
Esta
crisis profunda, estructural, se puede definir como una “crisis del proyecto
de país”. La burguesía argentina y sus socios-patrones de EE.UU. y Europa
destruyeron el antiguo modelo “cerrado”, “estatizado” y de producción
principalmente para el mercado interno. Lo reemplazaron por una factoría
colonial de especulación financiera, servicios caros y malos, exportación de
productos primarios del agro, combustibles y unas pocas manufacturas, e
importación de todo lo demás.
Al
hacerlo, provocaron un genocidio social. Pero lo que han construido no
marcha bien. No les garantiza ni el pago de los intereses de la deuda...
Lo
que ha pasado con Argentina es, además, internacionalmente emblemático. Fue en
Latinoamérica el “mejor alumno” del FMI y el neoliberalismo. El que siempre
“hacía los deberes” que le dictaban desde Washington, superando en eso
hasta al Chile de Pinochet. Los primeros años de Menem-Cavallo fueron
presentados ante el mundo como el “milagro argentino”... El desastre de
Argentina tiene por eso una dimensión internacional, que alienta los crecientes
cuestionamientos y críticas al capitalismo globalizado y las políticas
neoliberales.
Ante
el descalabro provocado por el modelo neoliberal en Argentina, Cavallo tuvo que
salirse parcialmente del libreto, pero con los mismos objetivos (el
primero de ellos, pagar la deuda).
Mientras
los planes de Machinea y López Murphy, como ya explicamos, apuntaban sólo a
cerrar la brecha del déficit mediante recortes, para afrontar los pagos de la
deuda y cumplir los compromisos con el Fondo, Cavallo llegó a la conclusión de
que hacer eso sólo no va más. Que si no sacan a la Argentina de la depresión
y no logran reactivar la economía y la producción, no se podrá pagar la deuda
ni sostener la rentabilidad del capital en este país.
Con
esos objetivos (que son los mismos de siempre: pago de deuda y máximas
ganancias para el gran capital) Cavallo ha ido sacando de la galera una serie de
medidas “no ortodoxas” y propuestas que han provocado discusiones entre los
banqueros y capitalistas, tanto aquí como en EE.UU. El impuesto al cheque, la
suba de los aranceles para la importación de bienes de consumo, el estímulo a
algunas ramas de la industria (como calzado, indumentaria, automotriz), un plan
de infraestructura y otras medidas por el estilo son opuestas a todo lo que
hasta ahora recetaban el FMI y la ortodoxia neoliberal. Y no hay unanimidad
entre la burguesía y los inversores extranjeros sobre estos cambios.
“Con
este plan retornan el proteccionismo y el nacionalismo casi cavernario cuando el
mundo se mueve hoy en la globalización y América hacia el ALCA, que no protege
industrias con aranceles altos...”, opinaba Ámbito Financiero
(26-03-01). Otros sectores de la burguesía en cambio aplaudían a rabiar, como
la mayoría de la Unión Industrial Argentina. A su vez, ningún banquero
concurrió el día de la jura del nuevo ministro, como expresión de “mal
humor” (según La Nación del 29-3-01) por las medidas anunciadas.
Dudas y divergencias parecidas se registraron también en el exterior.
Sin
embargo, el Plan de Competividad va más allá de algunas medidas para tapar
agujeros. Cavallo apunta a un abanico de objetivos que van desde “retocar”
la convertibilidad (canasta de monedas) hasta tratar de cobrarle impuestos a la
burguesía argentina (vieja exigencia de Washington que ningún gobierno logró
cumplir) y también una amplia reestructuración del Estado. En el centro de
esos objetivos, está el de bajar costos para hacer “competitiva” la
producción argentina, sin tener que devaluar. Si hay un crecimiento
sostenido de la producción para exportar o para el mercado interno, se supone
que el servicio de la deuda podría ser cumplido y habría además buenas
ganancias para las grandes empresas y los bancos.
La
tijera bajo el poncho
Cavallo
anuncia a diario infinidad de medidas, pero hay tres claves en sus
planes. Todas apuntan directa o indirectamente contra los trabajadores, los
desocupados, los jubilados y la clase media empobrecida, y también contra los
últimos restos de independencia del país frente al imperialismo yanqui.
La
primera clave, es que Cavallo trae “la tijera bajo el poncho”. No la
agita provocativamente, como el tonto de López Murphy, pero los “recortes”
y “ajustes” de su plan son aun más amplios y ambiciosos. “Como parte de
esa estrategia –comenta La Nación (13/4/01)–, en Economía no
piensan en un gran plan, ni en un super-decreto, sino en sucesivas decisiones
que pasen lo más inadvertidas posibles.”
Ya
ha anunciado un primer tijeterazo de 300 millones, dirigido contra la ANSES
(jubilados), Salud y asignaciones familiares. En este primer saque, no van a
tocar Educación, para evitar reacciones mayores. Pero la campaña iniciada por
el Ministro Delich contra el ingreso a las universidades, indica cómo viene la
mano... Esperarán hasta las vacaciones.
Los
300 millones que les sacan a los jubilados y los hospitales, es apenas el
aperitivo. Detrás viene el plato fuerte: una amplia “reforma del Estado”,
que va a dejar en la calle a decenas de miles de empleados públicos. El ejército
de desocupados va a recibir un nuevo y gran contingente gracias a Cavallo, si la
lucha obrera y popular no logra torcerle la mano.
Hipócritamente,
los legisladores que votaron la ley que dio plenos poderes al super-ministro,
establecieron en ella que no habría despidos masivos. Pero, al mismo tiempo,
dieron a Cavallo mano libre para reventar a los estatales en forma más
“disimulada”. Se trata de ir reduciéndolos no de un solo saque, sino por
tajadas, mediante las reestructuraciones de organismos y la anulación de los
convenios y estatutos que garantizaban la estabilidad.
Al
mismo tiempo, la tijera de Cavallo ha comenzado a cortar en las provincias:
Ruckauf ha dado el ejemplo, firmando el ajuste para la provincia de Buenos
Aires.
Pero
donde se ve más claramente qué clase de “reactivación” busca Cavallo es
en la burla de los subsidios de desocupación. Con otro nombre, continuará la
miseria de los Planes Trabajar, pero peores porque los reducen. ¡En un país
con 4 millones y medio de desocupados totales o parciales, habrá apenas 209 mil
subsidios de $170!
La
segunda clave del plan tienen que ver con la tan sonada reactivación de la
industria. “La clave de la recuperación –señala correctamente un analista
de La Nación (10/4/01)– depende de una fuerte recomposición de la
rentabilidad de los productores de bienes transables, sean exportables o
competitivos de las importaciones en el mercado interno.”
“Transable”
es todo lo que se puede comerciar internacionalmente (exportar o importar). Por
ejemplo, un auto, una camisa o un paraguas son “transables”. En cambio una
casa, el servicio de una obra social o un viaje en colectivo son “no
transables”, no se pueden importar ni exportar.
Con
la convertibilidad, se distorsionaron las relaciones de precios entre los bienes
y servicios transables y no transables. Mientras los primeros quedaron clavados
por la competencia de bienes importados, los segundos aumentaron
desmesuradamente. La mayoría de los productores de bienes transables quedaron
en clara desventaja (sobre todo en la industria, pero también en amplios
sectores del agro). La compensaron al principio con un fenomenal aumento de la
explotación de los trabajadores (crecimiento de la productividad, rebaja del
salario, “flexibilización laboral”, etc.). Pero finalmente ni las rebajas
de salario, ni la explotación salvaje, ni la “modernización” de la
maquinaria y la organización del trabajo, fueron suficientes para que gran
parte de la industria (y también sectores del campo) siguiera siendo
“competitiva”. Esto afectó especialmente a la pequeña y mediana empresa de
capital nacional, tanto en la industria como en el agro. La depresión que sufre
Argentina tiene una de sus causas en este derrumbe. Fue además un factor
esencial la extranjerización de la empresa privada, al punto que hoy el 70% del
PBI argentino es producido por empresas extranjeras.
Cavallo
promete que, sin devaluar, va a bajar los costos un 20%. Al mismo tiempo,
poniendo un arancel cero a la importación de bienes de capital, la industria
podrá “modernizarse” más. Así, presuntamente, sumando “modernización”
y “baja de costos”, las ramas en crisis se harían “competitivas”.
¿Pero
de dónde va a salir esta baja del famoso “costo argentino”? ¿Acaso Cavallo
va a ir contra las telefónicas, que han ganado miles de millones administrando
los teléfonos y comunicaciones más caras del mundo? ¿Va a ir contra
Repsol-YPF, que en un país sin inflación aumentó el gasoil un 70%? ¿Va a
eliminar a los parásitos de los peajes que cobran las tarifas más caras del
mundo por circular en carreteras que ni siquiera construyeron? ¿A los bancos
(cuyo principal negocio en este país no es financiar la producción, sino lavar
dinero, canalizar la fuga de capitales, financiar tarjetas con intereses del
60%, especular con la deuda pública y, a través de las AFJP, quedarse con la
plata de las jubilaciones) va a obligarlos a que financien la producción a las
tasas normales de los países industrializados?
¡Por
supuesto, nada de esto hará Cavallo! Es el máximo representante general del
capital imperialista y de la gran burguesía. Aunque tenga roces coyunturales
con algunos sectores no va a ir contra sus intereses.
Si
bien para bajar costos promete sacar algunos impuestos, quienes pagarán la
“reactivación” de la industria y de la producción en general, serán ante
todo los trabajadores, tal cual sucedió en los primeros años de la
convertibilidad. En esa época, también se “modernizó” una parte de la
industria (mientras otra se iba a la quiebra). El resultado de este aumento de
la “productividad” fueron los despidos en masa, que, recordemos,
comenzaron en esos años, a pesar de que había un importante crecimiento del
PBI.
La
“competividad” significa, en última instancia, producir mucho más con
menos gente. Serán los trabajadores quienes pagarán la factura.
Por
último, la tercera clave de los planes de Cavallo es el ingreso de Argentina al
ALCA. En otro artículo, analizamos con más extensión este hecho
trascendental. Pero digamos aquí que el ALCA significa la transformación de
nuestro país en una colonia casi total de EE.UU. y de sus corporaciones
transnacionales. Este proceso de colonización, que avanzó con todo en la época
de Menem-Cavallo, con el ALCA llegará a su culminación. Con las puertas
abiertas de par en par, van a arrasar los países que se unan a esa Área de
Libre Comercio. Será un coto de caza, donde los cazadores serán las
corporaciones yanquis y los cazados nosotros, los trabajadores y los pueblos
argentino y latinoamericanos...
Por
todas estas razones, combatir y derrotar al gobierno de Cavallo-De la Rúa y
todos sus planes, es la tarea fundamental que tenemos hoy los trabajadores.
Notas:
1-
Más en detalle, todo esto está analizado en anteriores artículos de SoB:
Crisis de la economía argentina: Triste, solitario y final, julio-agosto
2000; La deuda que Cavallo nos legó, setiembre 2000; “Honrar las
deudas”, noviembre 2000; ¿A
dónde va la Argentina?,
marzo 2001.