"Hegel
dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia
universal se producen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó agregar:
una vez como tragedia y otra vez como farsa" (1).
Es
probable que esta clásica sentencia de Marx aplicada al tercer Bonaparte
(sobrino de Napoleón) a mediados del siglo XIX en Francia, puede ser adjudicada
finalmente a Cavallo, el que ha llegado con todas las ínfulas del
"salvador" y con un apoyo patronal mayoritario. Estos han cerrado
filas alrededor de él –aún en medio de importantes contradicciones– luego
de haber sentido el vértigo de un cierto abismo...
Viene
para intentar rescatar al gobierno de De la Rúa de su abrumadora crisis y, más
en general, al país burgués del desastre en el que está. Sin embargo, su éxito
no está para nada asegurado, aunque tampoco se pueda descartar. Dependerá
del desarrollo de la profunda crisis a la que está sometido el país, y, sobre
todo, de la evolución de la lucha entre las clases. En todo caso, la
empresa se presenta difícil, bastante más compleja que cuando llegó como
ministro de Menem (a principios de los 90). En esa oportunidad imperaban mejores
condiciones para los planes capitalistas que hoy, en que existe un importante
cuestionamiento al pensamiento único “neoliberal”.
En
el último mes, se ha vivido una crisis política de una magnitud no vista
desde el 89, cuando Alfonsín debió abandonar de manera anticipada el
gobierno. Si bien en este caso De la Rúa no llegó a caer, estuvo a un paso
de hacerlo, quedando totalmente deslegitimado frente a la población. Esta
crisis, de enorme gravedad, tiene por lo tanto varios ángulos desde los cuales
analizarla. En su contenido más profundo, ha sido la forma política en la
que se ha expresado la crisis de fondo del país y la enorme impotencia e
ineptitud del gobierno “aliancista” para orientar una salida de la misma.
Al mismo tiempo, tiene consecuencias profundas para la evolución política
futura, más allá de que es un hecho que hoy por hoy ha pasado el momento más
crítico de la misma.
Esta
crisis concentra razones profundas de dos tipos. En primer lugar, de índole
económico-social: está en “bancarrota” el proyecto mismo de país que
se viene imponiendo por parte de los grupos dominantes desde hace 25 años (2).
En segundo lugar, se trata de una aguda crisis de legitimidad del propio
gobierno y del deterioro de la relación de los sectores populares con las
instituciones del régimen, a la vez que del desarrollo de un proceso de crisis
en los partidos patronales tradicionales.
Junto
con esto, es importante referirse al tipo de "solución política" que
han seguido las clases y sectores dominantes: se ha constituido de hecho un
nuevo gobierno en torno a Cavallo, al que el Congreso (con el apoyo del PJ,
la UCR y el Frepaso) le ha otorgado "poderes especiales" para hacer
y deshacer a su antojo en cuestiones que hacen a la vida de millones de
trabajadores y sectores populares del país. Esta manera de
"entronizar" a Cavallo, de espaldas a los propios mecanismos ya de
por sí antidemocráticos (fundados en el engaño) de la democracia de los ricos,
tiene así un carácter marcadamente “reaccionario”, expresando el deterioro
y degradación de ésta, aún en su propio terreno.
"Entendemos por bonapartismo el régimen en el cual la
clase económicamente dominante, aunque cuenta con los medios necesarios para
gobernar por métodos democráticos, se ve obligada a tolerar –para preservar
su propiedad– la dominación incontrolada del gobierno (...) por un
salvador coronado. Este tipo de situación se crea cuando las
contradicciones de clase se vuelven particularmente agudas; el objetivo del
bonapartismo es prevenir las explosiones".(3)
La
cita anterior, que colocamos sólo a título ilustrativo, permite sin embargo
representar la forma en que se buscó resolver la crisis política abierta.
Evidentemente, la solución de la grave crisis de gobernabilidad de De la Rúa, se
hizo por medios en cierta medida "ajenos" a los tradicionales de la
democracia burguesa de nuestro país. Es que, hasta cierto punto, se
puede decir que con la asunción de Cavallo se formó un nuevo gobierno,
concretándose esto, por fuera de los mecanismos característicos del régimen
existente en el país. En los hechos, Cavallo encabeza un nuevo gobierno sin
haber sido votado por nadie para ello. Sin embargo, es cierto que la
reaccionaria Constitución reformada en 1994 mediante el “Pacto de Olivos”,
introdujo la figura del "jefe de gabinete". Pero lo ocurrido aquí con
Cavallo es algo más que esto. En realidad, ha sido prácticamente la
incorporación de un "primer ministro", que ha dejado a De la Rúa en
un lugar puramente decorativo. Esta figura existe en las democracias
parlamentarias imperialistas europeas, pero no en la Argentina, donde el régimen
de las constituciones de 1853 y 1994, es marcadamente presidencialista, siendo
éste, necesariamente, “elegido” por el voto. Es así que, pasando por
encima de los propios mecanismos de la democracia patronal –entre cuatro
paredes en Olivos– se ha formado un nuevo gobierno (De la Rúa-Cavallo), totalmente
de espaldas a la población. Y desde este punto de vista, en medio del
desarrollo de la crisis, esta manera de proceder por parte de los representantes
políticos de los capitalistas, expresa la profundización de la
tendencia que venimos señalando en SoB. Esto es, que la democracia
burguesa argentina (siguiendo una tendencia mundial) va adquiriendo, de forma
creciente, características de régimen "híbrido", combinando las
formas clásicas del voto, con mecanismos "desde arriba" cada vez más
antidemocráticos. Es esta resolución de los problemas, cada vez más de
espaldas a la población, bajo la forma de la figura de un “salvador” que se
coloca por encima de las divisiones y peleas internas de las clases dominantes,
lo que queremos ilustrar con el ejemplo del “bonapartismo”. Se trata de
que la “democracia de los ricos”, cada vez más degradada y desprestigiada
ante las masas laboriosas, incorpora de
manera creciente este tipo de elementos para poder funcionar.
Al
mismo tiempo, sería un error garrafal considerar que en el país ha habido
un golpe o semi golpe de Estado (como plantea de hecho el CTA, quitando la
responsabilidad política al gobierno aliancista por la actual situación).
Esto no es así. No se trata hoy en el país de un caso como el de Fujimori en
Perú, que en el 92 dio un "autogolpe" cerrando el Parlamento. En
nuestro caso se trata de algo mucho más
contradictorio y sobre todo abierto: la utilización de mecanismos de excepción,
la entronización de un "salvador", pero en un contexto de cierto
debilitamiento del gobierno y el régimen en relación al movimiento de masas, aún
cuando todavía no se puede afirmar que haya cambiado la relación de fuerzas más
general entre las clases...
Se
trata así, de una nueva expresión de las tendencias antidemocráticas y
reaccionarias de la propia democracia burguesa en medio de una grave crisis,
de la búsqueda por esta vía excepcional, de resolver el creciente deterioro en
su relación con las masas laboriosas, pero sin que haya dejado de ser lo que
todavía es: un régimen de explotación “democrática” de los ricos,
deteriorado, desprestigiado, y que incorpora crecientes elementos antidemocráticos
e incluso –preventivamente– de represión y control social.
Consciente
de su debilidad, es que al mismo tiempo que De la Rúa nombra a Cavallo,
exige (y obtiene) del Congreso poderes especiales y llama a un
"gobierno de unidad nacional" para tratar de superar esta debilidad
en la que está sumido, subiendo a todas las alas políticas capitalistas al
mismo barco, para “tirar para el mismo lado en medio de la crisis”. Sin
embargo, es también un hecho cierto, que la nueva Alianza en el gobierno, no
expresa totalmente el ansiado gobierno de “unidad nacional” buscado por De
la Rúa. Sin embargo, el apoyo a Cavallo, trasciende la integración del elenco
gubernamental (básicamente reducido a delarruistas más cavallistas). Es
apoyado desde "afuera" (no sin contradicciones) por la mayoría de los
sectores patronales, a la vez que por prácticamente todas las fracciones del PJ,
de la UCR, la mayoría del Frepaso que sigue a Álvarez y las burocracias tanto
de la CGT de Daer como la “combativa” de Moyano y Marta Maffei, dirigente de
la CTERA e integrante del CTA, rendida ante las “esperanzas de la gente”.
Han quedan por fuera de este apoyo, sectores minoritarios (aunque importantes)
del Frepaso, de la UCR (la Carrió), y del sindicalismo (un sector de la CTA),
aunque todos éstos también juegan a favor de la “gobernabilidad”, no
planteándose cuestionar ni la sacrosanta “república democrática” ni el
sistema capitalista como tal.
Las
divisiones en los partidos tradicionales
Lo
anterior no quita un aspecto central que esta crisis ha evidenciado y potenciado:
la enorme crisis y fragmentación que atraviesa a los partidos patronales, lo
mismo que a las burocracias de los sindicatos. Éste es un fenómeno en
cierta medida nuevo e importante, producto del impacto –sobre ellos– de la
situación política que vive el país... Y que en caso de que se desarrolle un
proceso de lucha y/o político sostenido entre las masas trabajadoras,
podría dar lugar a fenómenos políticos nuevos (en cierta medida, ya lo está
haciendo).
No
hay que olvidar que a nivel de América Latina, bajo la presión de la creciente
y tremenda crisis social, se han venido dando ejemplos en este sentido: los más
agudos han sido los de Perú, Venezuela, Ecuador, Paraguay, etc. Esto es, el
derrumbe y/o fragmentación del sistema de partidos tradicionales. En la
Argentina, la situación no es tan aguda, aunque hay algunos elementos en común
en el sentido del grave deterioro de los partidos tradicionales y de
realineamientos políticos que cruzan las fronteras de los mismos.
Sin
embargo, el hecho es que las contradicciones creadas por la crisis, ha
impactado de lleno sobre los partidos patronales, produciendo divisiones
internas y/o realineamientos en todos ellos, lo que constituye un hecho nuevo en
la vida política del país. A esto se suma su vaciamiento en relación a
las "bases" y el desmedido peso de los distintos proyectos y
ambiciones personales. Esto hace que todos los partidos patronales (el PJ,
la UCR y el Frepaso) estén atravesados por
una línea de “fractura” transversal. Deterioro que se podrá hacer más
agudo dependiendo de la evolución de la crisis en curso y, fundamentalmente, de
la propia lucha entre las clases.
A
este fenómeno se le debe dar una explicación de fondo: tiene que ver con
las dificultades desatadas en
relación al “proyecto de país” y las novedosas divisiones aparecidas en el
campo de la patronal. No aparecen exactamente iguales –frente a la crisis–
los intereses de la burguesía financiera, importadora y la operadora de los
servicios privatizados, que la de los grandes grupos multinacionales dedicados a
la producción y/o exportación... por no hablar de los grupos Pymes. Éste
es un fenómeno nuevo que no tiene antecedentes en 25 años. Es que desde hace
dos décadas –y sobre todo en los 90– todos los sectores patronales habían
venido cerrado filas alrededor del "modelo neoliberal” impuesto. Y
esto ocurre, más allá de que si bien se expresan críticas a las condiciones
económicas imperantes, no se presentan verdaderamente elementos de un
proyecto de acumulación de capitales alternativo serio. Sin embargo, estos
matices en las patronales, son los que se expresan al interior de los partidos
tradicionales y también al interior de la burocracia sindical. Esto lo veremos
más adelante.
Junto
con esto, el otro elemento de fondo en la crisis de los partidos tradicionales,
tiene que ver con el impacto sobre estos, de la experiencia hecha por los
trabajadores y la población en general con todos ellos en estos 20 años de
"democracia". Es que todos han estado en el gobierno aplicando los
planes del imperialismo para el país, siendo responsables del desastre al que
hemos llegado. Esto no quiere decir que hoy se pueda verificar una radicalización
en franjas masivas de los trabajadores. Aunque no se puede perder de vista que
está en curso, un cierto progreso a nivel de sectores importantes de una amplia
vanguardia. Los proyectos políticos preventivos del “Polo Social” del
cura Farinello, la ubicación de la “Lilita” Carrió (que defiende la
perspectiva de “un capitalismo y una República seria”) o el recientemente
formado “Frente para el Cambio” de Alicia Castro, parecen estar expresando
que ellos se han avivado, antes que muchos otros, de este proceso a nivel de
importantes sectores de vanguardia. Al mismo tiempo, todo esto plantea
grandes responsabilidades a las corrientes que nos reivindicamos del socialismo
revolucionario y de la clase trabajadora: ofrecer una alternativa y/o polo político
unitario en el terreno del anticapitalismo y de la ruptura con la “conciliación
de clases”. Esto es, contra la nueva trampa de afirmar y sostener que algo
bueno puede venir de la mano de algún sector patronal “nacional” y/o
“productivo”, proponer en común una perspectiva política independiente y
revolucionaria de los trabajadores.
Parte
de esta batalla es la que está planteada por delante con los distintos
sectores burocráticos. Ellos también, en su división, expresan los
matices de opinión entre los sectores patronales, al mismo tiempo que los
proyectos políticos de los distintos partidos o figuras de la “democracia de
los ricos”. En el caso de Daer y la CGT de los “gordos” no hay mucho que
explicar: ellos mantienen la ubicación que tuvo la burocracia en su conjunto a
lo largo de los 90, en el sentido de ser agentes de aplicación de los planes
capitalistas. Ellos sólo buscan su lugar en la globalización neoliberal y
siguen alineados –en lo esencial– detrás del menemismo. En el caso de la
CGT “combativa” de Moyano, ésta ha elegido un discurso de corte
“nacionalista” clásico, a favor de la “producción nacional”. Expresa
–sobre todo– el realineamiento en el seno del peronismo. Y esto es lo
que explica su adhesión a Ruckauf, el que con un discurso más favorable “a
la producción”, plantea introducir correcciones “al modelo” en curso. Asi,
tal como le ha indicado su jefe político, no es casual que Moyano haya
salido a apoyar a Cavallo, escudándose en las “esperanzas” de la gente.
El
caso de la CTA es algo distinto. Esta es la expresión nacional de una corriente
internacional de partidos y dirigentes sindicales burocráticos que han
terminado asumiendo una posición crítica en relación al “modelo
neoliberal”: el llamado “neorreformismo”. Han sido empujados a esto
producto del cambio de clima político internacional y, sobre todo, por las
dificultades que encuentran en resguardar su lugar y privilegios en el
capitalismo globalizado “neoliberal”. Postulan “otro
funcionamiento” del sistema, distinto al que impera hoy. Pero taxativamente
no cuestionan el capitalismo como tal: sólo quieren “humanizarlo”. Y,
paralelamente, son acérrimos defensores de la “democracia de los ricos”:
colocan fuera de su campo de acción la perspectiva de la revolución y el
socialismo. Por todo esto, esta corriente sistemáticamente busca educar a
los trabajadores en la conciliación con sectores patronales (y la propia
Iglesia), no habiéndose planteado nunca la posibilidad de una perspectiva política
propia e independiente de los capitalistas por parte de la clase obrera. Así,
han sido fervientes impulsores de la Alianza, y aún hoy, en medio del desastre
del gobierno de De la Rúa, todavía permanecen dentro del Frepaso.
¿Tragedia
o farsa?
Por
último, es importante insistir que el pais está atravesando por una nueva
situación política: más rica, más dinámica, más convulsiva y
polarizada, que la “chata” realidad a la que tuvimos que acostumbrarnos en
la última década. Una situación en la que se ha abierto un espacio, una
posibilidad, de que las contradicciones y divisiones en las alturas,
creen otras posibilidades, otro lugar para el debate de alternativas y para
el desarrollo de la movilización obrera y popular. Es esta profunda crisis
y esta nueva situación (de la cual la “crisis de marzo” fue, hasta ahora,
su manifestación más espectacular) la que se pretende cerrar, o al menos
atenuar, con Cavallo.
Tragedia
fue lo que sufrimos con “el Mingo” en la década del 90. Y su legado es el
desastre que vivimos en la actualidad. ¿Será hoy simplemente una farsa de lo
que aconteció en ese momento? ¿Repetirá su éxito antiobrero y antipopular?
¿Podrán –al calor de la misma– la clase trabajadora y los sectores
populares recuperarse de sus derrotas de los 90, recomponerse globalmente y
comenzar a actuar como un factor político independiente, retomando los hilos
con sus experiencias históricas de lucha más ricas en las nuevas condiciones?
En todo caso, ésta es la firme apuesta de los socialistas revolucionario del
MAS. A esa perspectiva queremos colaborar
y apostar todas nuestras fuerzas. Esto, con la disposición, a la vez, de
avanzar en la construcción de un nuevo partido socialista de los trabajadores,
esto es, de una expresión política independiente y revolucionaria de los
trabajadores por los trabajadores mismos.
Así,
hay que estar preparados: porque más temprano que tarde, Cavallo-De la Rúa
tendrán que ir a un duro ataque al movimiento de masas. Como ha dicho el
economista Juan Carlos de Pablo: ”algún día el Mingo tendrá que anunciar
las malas noticias”...Del resultado de
estas batallas dependerá la evolución futura de la situación política y la
posibilidad de que los explotados y oprimidos comiencen a escribir otra
historia: una historia escrita desde abajo, por los de abajo.
Notas:
(1)
Marx, Karl, El dieciocho brumario de Luís Bonaparte.
(2)
Véanse “Crisis de la economía argentina: Triste, solitario y final (SoB
N° 2); “La deuda que Cavallo nos legó” (SoB N° 3); “Honrar las
deudas” (SoB N°4); “¿A dónde va la Argentina? Una nueva situación
política” (SoB N°5).
(3)
Trotsky, León, “Otra vez sobre la cuestión del bonapartismo”.