Presentamos
parte de un folleto publicado por Gauche Revolutionnaire-La Commune, de Francia,
que contiene tres artículos de miembros de la dirección del Partido Socialista
Escocés (sigla en inglés SSP). Consideramos de la mayor importancia dar a
conocer y debatir experiencias como la del SSP, que son el resultado de un
camino de búsqueda, de reflexión crítica, de apertura y de construcción de
organizaciones socialistas revolucionarias. Sin coincidir necesariamente en el
enfoque de todos los problemas abordados aquí, y admitiendo que aún conocemos
muy poco, el esfuerzo de los compañeros, su proyección y la dirección más
general de su reflexión nos parecen sumamente interesantes y auspiciosos, en el
marco de una recomposición de las fuerzas del movimiento obrero y el
socialismo.
El
6 de mayo de 1999, Tommy Sheridan, cabeza de lista del Partido Socialista Escocés
(sigla en inglés SSP) en Glasgow, fue elegido diputado al primer Parlamento
escocés después de tres siglos. Este triunfo electoral colocó al SSP, creado
sólo unos meses antes, en la vanguardia de la escena política. Pero las raíces
del nuevo partido se remontan mucho más lejos.
No
nos referiremos aquí a la historia de la enorme movilización popular que tuvo
lugar por el poll tax,(1) única victoria del movimiento obrero británico,
marcado por luchas derrotadas. Pero es necesario subrayar aquí su importancia
en la juventud del SSP. El sector escocés de The Militant (corriente trotskista
que hizo un largo período de entrismo en el Partido Laborista) que se convertiría
en la principal corriente del SSP, jugó un papel de primer orden, defendiendo
la estrategia de echazar el pago del impuesto, combinado con movilizaciones de
masas y acciones directas.
Pero
si The Militant jugó un papel preponderante, esta lucha constituyó también la
ocasión para un trabajo realmente unitario entre militantes de extrema
izquierda, trotskistas o libertarios (anarquistas), al igual que laboristas,
sindicalistas, comunistas, nacionalistas y muchos que llegaban a la acción política
por primera vez por medio de esta campaña. Fue el crisol de una colaboración
entre fuerzas de diversos orígenes, el principio de un cambio de comportamiento
y de mentalidad.
Después
de la campaña contra el poll tax, The Militant salió del laborismo en 1992
para crear una organización independiente, el Scottish Militant Labour (SML).
Aprovechando la autoridad adquirida durante la campaña contra el poll tax,
especialmente en los sectores populares de Glasgow, el SML consiguió los
primeros éxitos electorales de la extrema izquierda en Escocia, siendo elegidos
en muchos concejos municipales y regionales. El éxito más espectacular fue la
elección de Tommy Sheridan al concejo municipal de Glasgow, mientras estaba
purgando una pena de seis meses en prisión por haber ayudado a impedir un
embargo de bienes por no pago del poll tax.
El
potencial estaba demostrado por el éxito del SML y el nuevo hecho de la
candidatura de Tommy Sheridan en las elecciones europeas de 1994, en las que
obtuvo 7.5% en Glasgow . En esa época, el SML bien hubiera podido caer en un
triunfalismo autoproclamatorio. Al contrario, comprendió que no podía por sí
mismo constituir la alternativa, sino que debía trabajar por la constitución
de una fuerza anticapitalista unida y pluralista.
Al
inicio de los 90 comenzaron los Foros Socialistas, encuentros anuales
organizados por el Movimiento Socialista Escocés (SSM, izquierda del
laborismo), la corriente Liberación (izquierda del Partido Nacional Escocés -
SNP) y el Partido Comunista de Escocia (CPS), uno de los fragmentos surgidos del
estallido del PC de Gran Bretaña. Fue en el Foro de 1995 cuando el SML lanzó públicamente
la idea de un bloque electoral, una Alianza socialista, para participar en las
primeras elecciones al Parlamento escocés.
De
la Alianza al SSP
La
Alianza Socialista Escocesa (SSA) fue lanzada en febrero de 1996. El SML ingresó
como corriente organizada. El Movimiento Socialista también ingresó, aunque
algunos de sus miembros se mantenían en el Partido Laborista. La corriente
Liberación no ingresó como tal, pero numerosos militantes de la izquierda del
SNP adhirieron, en ese momento o más adelante. El CPS tampoco ingresó como
tal, pero sí muchos de sus militantes y responsables. Había algunas pequeñas
corrientes de extrema izquierda, como también independientes y representantes
de diferentes movimientos sociales, como Rosie Kane, figura del movimiento
ecologista radical. Una vez realizada la alianza entre la ecología y la lucha
contra el capitalismo, una de las consignas de la Alianza y del SSP fue: “Si
eres verde, tienes que ser rojo.”
En
las elecciones legislativas británicas de junio de 1997, marcadas por una
oleada laborista, la SSA obtuvo resultados muy honorables y colocó sus marcas
hacia el futuro.
Estas
elecciones marcaron un giro en la vida política escocesa. Desde entonces se ha
tornado cada vez más nacional, diferente de la de Inglaterra. La SSA tomó una
decisión capital que le permitió tomar posición en su nuevo marco político:
se pronunció por una Escocia independiente y socialista. Esto se transformó en
su carta de presentación y más adelante en la del SSP. El nacionalismo escocés
es sobre todo la expresión de la aspiración profundamente democrática del
pueblo escocés por dominar su propio futuro. Históricamente, esta posición ha
sido siempre sostenida más por la izquierda y el movimiento obrero que por la
derecha, y hoy el sentimiento independentista es más fuerte en la clase obrera
y la juventud. Por lo tanto es natural fusionar esta aspiración democrática
con la aspiración a la transformación social. Y ahí se encuentra la clave de
todo el proyecto de emancipación social en Escocia.
El
lanzamiento del SSP en setiembre de 1998 representaba a la vez la continuidad y
la ruptura con la experiencia de la SSA. Se trataba de saltar un paso
cualitativo. El reto era reunir fuerzas mucho más importantes que las de la
Alianza, de transformarse en una verdadera alternativa política. En las
discusiones previas al lanzamiento del SSP, se preguntó: ¿de dónde provendrán
exactamente las fuerzas para un nuevo partido? ¿Existen realmente? Era
imposible responder por adelantado. La prueba de un pudín es comérselo, la única
forma de comprobar si las fuerzas existían era lanzándose.
La
apuesta fue acertada. La Alianza era una etapa necesaria para probar la
colaboración entre las diferentes fuerzas, pero era una etapa que debía pasar.
Al crear un partido, el SSP se postuló como alternativa para los trabajadores y
los nacionalistas, y comenzó a ser percibido como tal incluso en el terreno
electoral. Pues haciéndose presente en todas las luchas pequeñas y grandes, el
SSP rechazaba las banalidades izquierdistas del tipo: “las elecciones no son
nuestro terreno, nuestro terreno son las luchas”. Actualmente las elecciones
son un excelente medio para hacer política, para hacer conocer nuestras
propuestas a escala de masas. No hay ninguna contradicción con las luchas: las
dos se complementan y se refuerzan. Así lo atestigua nuestra historia de los últimos
diez años.
Desde
el otoño de 1998, el nuevo partido comenzó a despegar, a conocer la afluencia
de nuevos adherentes y a crear nuevas secciones. A partir del primer congreso
del SSP en febrero de 1999, todas las energías se dirigieron hacia la preparación
de las primeras elecciones legislativas escocesas de mayo de 1999.
Se
decidió presentar listas en todo el país, incluso en los lugares en donde el
partido no existía. Esto permitiría llevar a cabo una verdadera campaña
nacional y darle a cada elector en Escocia la posibilidad de votar por el SSP. A
nivel nacional el SSP obtuvo el 2% de los sufragios (46.000 votos), y el
7,25% obtenido en Glasgow permitió la banca de Tommy Sheridan. En las
elecciones europeas de junio, el SSP pasó del 2 al 4%.
Los
éxitos electorales continuaron, con buenos resultados en las elecciones
parciales. Los últimos sondeos nos dan 5% de intención de voto a nivel
nacional con picos del 13% en Glasgow y 11% en la región central, lo cual
aseguraría tres diputados.
Las
responsabilidades del SSP son enormes. Tenemos la posibilidad de construir un
partido que se presente como alternativa factible a los laboristas y a los
nacionalistas. En términos de otras corrientes políticas de izquierda
organizadas, sólo existen los restos del PC y la sección escocesa del SWP
(principal organización de extrema izquierda en Inglaterra). El SWP no quiso
participar en la SSA ni en el SSP en el momento de su creación. Sin embargo,
posteriormente han tenido lugar discusiones sobre la posibilidad de su integración
al SSP.
Un
partido portador de un proyecto de sociedad
Establecimos
nuestra imagen distintiva de partido que se fija como perspectiva el socialismo
y que lucha cotidianamente por defender a la clase obrera. Nosotros estamos ante
todo por la ruptura con el capitalismo, por el socialismo. No hay lugar hoy para
que sea creado un partido que acepte el capitalismo como horizonte
indispensable. Luchamos, por supuesto, contra la política neoliberal, pero sin
cultivar la ilusión del regreso a una época de oro keynesiana o a la
restauración de un Estado-providencia.
Para
estar a la altura de la empresa, tenemos que ser más que el partido
“contra”, más que quienes defienden sus conquistas. Estamos contra las
privatizaciones, contra las concesiones a los patrones, contra la flexibilización
y la desregulación. Somos defensores de los servicios públicos, de la salud y
de la educación. Pero toda fuerza política seria debe presentarse con un
proyecto positivo. Nosotros abordamos esta cuestión a dos niveles. Trabajamos
por definir lo que puede ser el socialismo actualmente, después de la doble
derrota del estalinismo y de la socialdemocracia, y en cómo romper con el
capitalismo en la época de la mundialización. Un libro de Tommy Sheridan y
Alan McCombes titulado Imagine aporta una primera respuesta a estos
interrogantes. Será para nosotros la oportunidad de abrir un amplio debate.
En
lo inmediato, buscamos proponer soluciones a problemas concretos. Llevamos a
cabo una acción apoyada en una de las mayores problemáticas de la juventud, la
droga, que propone la legalización de la marihuana y la descriminalización de
las otras drogas. Igualmente hemos lanzado una amplia campaña por una reforma
del sistema de impuestos locales basada en una imposición fuertemente
progresiva. Tommy Sheridan presentó un proyecto de ley prohibiendo la práctica
medieval del embargo de bienes por causa de deudas. Gracias al apoyo de la opinión
pública y de los diputados laboristas y nacionalistas, este proyecto se
convirtió en ley, aunque el gobierno retardó escandalosamente su aplicación.
El
SSP intenta actuar sobre las condiciones concretas de Escocia, pero no
desconocemos la dimensión internacional. Vemos la construcción del SSP como un
partido preocupado por la recomposición del movimiento obrero a nivel
internacional, por el surgimiento de una izquierda radical.
Las
lecciones de la experiencia escocesa
La
creación del SSP surgió de la comprensión de la necesidad de ocupar el vacío
dejado por el aburguesamiento del Partido Laborista. Había una urgencia
especial a causa de la existencia del Partido Nacional Escocés (SNP), el cual
comenzó a ocupar este espacio. Pero este espacio existe también en otros países.
En
los países capitalistas desarrollados, los viejos partidos obreros de masas
abandonaron la defensa de los intereses inmediatos de la clase obrera y dirigen
directamente la ofensiva contra las conquistas obreras. Estos partidos
abandonaron asimismo toda perspectiva de transformación socialista de la
sociedad, al contrario, son los apóstoles de la ideología de mercado. Éste es
nuestro punto de partida. Debemos reagrupar a todos aquellos que rehusan aceptar
que no hay alternativa al capitalismo y que están listos a luchar por la
rehabilitación de las ideas del socialismo. En el período actual es aquí
donde se dibuja la línea de ruptura como base de reagrupamientos y de la creación
de nuevos partidos.
Una
profunda mutación del movimiento obrero
Lo
que decimos nos parece válido para los países capitalistas desarrollados con
una tradición de partidos de masas socialdemócratas y estalinistas,
esencialmente en Europa. En donde jamás ha habido partidos obreros, como en
Estados Unidos, crear esos partidos sobre cualesquiera bases sería un paso
adelante. En Europa, será un paso atrás a escala histórica. ¿Será este paso
atrás inevitable? Nosotros intervenimos en un marco político en el que a
escala internacional el socialismo no es ya una referencia automática para
millones de personas, como lo era antes. Pero no es, sin embargo, que un siglo
de desarrollo político de la clase obrera haya sido borrado de un solo
“brochazo”.
El
aburguesamiento de la socialdemocracia, el hundimiento del estalinismo y la
desintegración de las corrientes reformistas de izquierda debilitaron
temporalmente el movimiento obrero, pero a la vez levantaron los grandes obstáculos
para la creación de verdaderos partidos socialistas de masas.
No
está de más decir que estamos por la creación de nuevos partidos obreros y
que participaremos. La construcción de partidos obreros con programas
socialistas es la tarea estratégica clave de los revolucionarios en el período
actual, y lucharemos por establecer y construir dichos partidos dándoles un
programa político lo más avanzado posible en las actuales circunstancias
concretas.
La
mayoría de las fuerzas para la construcción de nuevos partidos vendrá de la
nueva generación. Por lo tanto, para establecer partidos capaces de atraer a
los trabajadores y a los jóvenes puede ser necesario trabajar con las fuerzas
políticas existentes. Éstas incluirán elementos y corrientes provenientes de
la ex socialdemocracia, de los viejos partidos estalinistas, del trotskismo, del
sindicalismo, del nacionalismo de izquierda y de las fuerzas provenientes de las
alianzas rojo-verdes.
Sería
entonces falso decir que, porque la creación de nuevos partidos de trabajadores
es la tarea principal, nosotros deberíamos simplemente disolvernos en esos
partidos. Pero poner como condición previa que estos partidos adopten todo el
programa histórico del marxismo sería producto de una locura sectaria. Todo el
problema consiste en saber cómo integrar por estos partidos lo aprendido en 150
años de historia del marxismo. Debemos defender nuestro programa pacientemente,
sin forzar el ritmo ni de la lucha de clases ni del desarrollo de los partidos.
La
política del SSP es trabajar por el surgimiento de una alianza internacional de
partidos socialistas (2). Este objetivo se apoya en la realidad de la aparición
de nuevas formaciones en una serie de países. Sería prematuro buscar una
alianza formal en el momento. El proceso es desigual, más avanzado en algunos
países que en otros, pero es posible establecer lazos con las nuevas fuerzas
que surgen en Europa.
El
contexto global es aquel en que la clase obrera de Europa occidental es el
blanco desde hace veinte años de una ofensiva capitalista de gran envergadura
para quitarle todas las conquistas obtenidas en el período de la posguerra.
Este ataque estuvo acompañado por una ofensiva ideológica ensalzando la
supuesta superioridad de la economía de mercado. Después del hundimiento de la
Unión Soviética, se agregó todo un discurso sobre el fracaso del socialismo,
con la conclusión de que el capitalismo es el único sistema que mantiene la
ruta, que se puede reparar, pero no reformar seriamente ni ponerse
verdaderamente en cuestión, ya que no existe alternativa.
Hay
que mantener presente este contexto de una ofensiva capitalista sostenida y
prolongada, pues tiene efectos profundos en las organizaciones y en la
conciencia de la clase obrera, y es en este marco en el que se desarrolla la
recomposición actual del movimiento obrero.
Es
importante subrayar que la ofensiva contra la clase obrera ha sido llevada a
cabo desde el principio, no sólo por los gobiernos de derecha, sino también
por los de izquierda.
Es
totalmente lógico. Durante varios decenios después de 1945, el papel de la
socialdemocracia ha sido el de defender un orden capitalista en el cual la clase
obrera obtuvo conquistas en relación con el período anterior. La
socialdemocracia estaba asociada a la defensa de lo que se llamó el consenso de
la posguerra, establecido sobre una situación en que la relación de fuerzas
era favorable a la clase obrera y los capitalistas temían verdaderamente una
revolución en la mayoría de los países de Europa.
Pero
después de los 70 el mensaje del capital estaba claro: el período de las
concesiones terminó, ya no tenemos los recursos y además necesitamos recuperar
aquello que nos vimos obligados a concederles con anterioridad. En esta situación,
los reformistas tenían dos alternativas: la de apoyarse en los trabajadores
para defender las conquistas o la de obedecer las órdenes de los patrones
capitalistas. Unánimemente tomaron la segunda opción. Cualquier ilusión que
hubiera podido existir sobre la doble naturaleza de esos partidos, suspendidos
en algún punto entre la clase obrera y la burguesía, debería disiparse.
No
solamente no se mostraron útiles en la defensa de la clase obrera, sino que
probaron ser instrumentos para atacarla. En ninguna parte hemos asistido a una
ruptura de izquierda significativa contra ese proceso. Por eso llegamos a la
conclusión de que esos partidos están acabados como herramienta potencial para
la defensa de la clase obrera. Sería igualmente una ilusión creer que bajo
presión estos partidos podrían tener otra política, conforme a los intereses
de los trabajadores y los oprimidos. Se plegarán y se echarán para atrás bajo
la presión de la resistencia obrera, como cualquier gobierno burgués. Pero
cuando la presión decae, ellos salen de nuevo al ataque porque ésa es su función.
Los
viejos partidos comunistas tienen un margen de maniobra muy reducido. A pesar de
su autonomía creciente con respecto a Moscú durante los 60 y 70, gran parte de
su identidad procedía de sus vínculos con la Unión Soviética. Separados de
su fuente, les quedan pocas alternativas: convertirse en socios subordinados de
los partidos socialistas dominantes, embarcarse en una oposición estéril o
participar de los procesos de formación de nuevos partidos de los trabajadores.
Fue únicamente en Italia donde se vio un partido, el PRC (Refundación
Comunista), que conoció en éste su tipo de evolución, no sin dificultad.
Dejando
de lado al PRC –cuya
evolución política no está garantizada, pero que avanzó hacia la izquierda y
se ubicó en la oposición al gobierno de centro izquierda–
y tal vez, con un signo de interrogación,
el
PDS de Alemania, los partidos comunistas restantes no serán la fuerza motriz de
nuevos partidos. Esto no es accidental. Si bien estos partidos tenían en sus
filas numerosos militantes y cuadros que creían sinceramente en la necesidad de
una transformación socialista de la sociedad, después de un largo tiempo
dejaron de ser los partidos revolucionarios que pretendían ser. Decenios de
colaboración de clase no constituyen una buena preparación para una política
de clase independiente.
En
distintos momentos de su historia, la clase obrera ha necesitado diferentes
tipos de partidos. En 1864, la I Internacional buscaba reagrupar todas las
organizaciones obreras existentes y no eran todas socialistas. Veinticinco años
después, la II Internacional representó un paso adelante, a la vez casi todos
sus partidos tenían como objetivo el socialismo y estaban, en la mayor parte de
los casos, fuertemente influenciados por el marxismo. Después de la Primera
Guerra Mundial, se dio una división entre quienes creían que el socialismo se
realizaría ganando una mayoría parlamentaria en el contexto del Estado burgués
para efectuar reformas y quienes creían que el socialismo no podía ser
alcanzado sino por la vía revolucionaria, estableciendo un Estado obrero como
en Rusia. Estas opciones fueron defendidas por partidos que organizaban e
influenciaban millones de trabajadores.
Asimismo,
en una época bastante posterior, a principios de los 70, se llevaban a cabo
debates en el movimiento obrero acerca de la estrategia necesaria para lograr
una transformación socialista. Estos debates tenían como fondo eventos tan
importantes como Mayo del 68, la experiencia de la Unidad Popular en Chile y la
Revolución Portuguesa. Asimismo, un partido como el PS francés hablaba en los
70 de la ruptura con el capitalismo.
¿Cuál
es la situación actual? La división no se da entre socialistas que quieren la
reforma y socialistas que quieren la revolución. Se da entre los
“socialistas” que no tienen otra ambición que la de administrar el
capitalismo y los socialistas que defienden la idea de que sí hay una
alternativa al capitalismo.
Esto
no quiere decir que en un último análisis el debate entre reforma y revolución
ya no es pertinente. Es ilusorio, hoy como ayer, pensar que podemos alcanzar el
socialismo simplemente ganando una mayoría y utilizando el aparato de Estado
existente, sin desmantelar las estructuras cuidadosamente puestas en su lugar
para defender el orden capitalista, sin neutralizar el sabotaje y la oposición
inevitables de los capitalistas, sin crear un nuevo tipo de Estado. Pero buscar
construir un partido de masas hoy sobre esas bases es ir demasiado lejos.
Actualmente, después de un período en el que la clase obrera ha perdido mucho
terreno, debemos reunir y reagrupar fuerzas en defensa de la idea del socialismo
como alternativa al capitalismo y comenzar a dirigirnos hacia ese objetivo
participando en las luchas de la clase obrera, proponiendo medidas que mejoren
concretamente su situación.
¿Cómo avanzar hacia la formación de nuevos partidos? Debemos partir del material humano existente. Hay afiliados o viejos afiliados a los partidos socialistas que se mantienen fieles a sus convicciones socialistas. Es aún más cierto en los partidos comunistas. Hay sindicalistas que comprenden la necesidad de dar una dimensión política a su lucha. Algunas fuerzas vendrán de corrientes nacionalistas radicales, otras del movimiento ecologista.
Y
last but not least [último pero no en importancia], está la extrema
izquierda revolucionaria, cuyas organizaciones, trotskistas de diversas
tendencias y ex maoístas, representan fuerzas no despreciables en la mayoría
de los países de Europa. En la medida en que estas organizaciones, sean cuales
fueren sus defectos, continúen defendiendo la necesidad de una transformación
socialista, y porque representan fuerzas militantes estructuradas, tienen un
papel potencialmente decisivo. Pero no pueden jugarlo sino en la medida en que
sean capaces de comprender la necesidad de converger con otras fuerzas para
crear nuevos partidos, y no solamente concebir su propia construcción como un
fin en sí. Como escribió Trotsky en 1934: “Hay
que considerarse no como un sustituto de los nuevos partidos, sino como el
instrumento de su creación”.
Para
lograr que surjan nuevos partidos, la cuestión del pluralismo político y de un
funcionamiento democrático es crucial. Hay que abordar este problema a dos
niveles. Primero, hay que integrar las lecciones de la experiencia del
movimiento obrero a lo largo del siglo XX. Específicamente, debemos tener en
cuenta el balance del estalinismo y restablecer la tradición del movimiento
obrero durante los primeros años de la Internacional Comunista, de partidos no
monolíticos con el derecho a la existencia de tendencias, corrientes y
plataformas. Al respecto, la influencia del estalinismo se hace sentir en los
partidos comunistas pro Moscú. Las organizaciones maoístas que salieron de sus
partidos no han roto con el estalinismo.
De
manera más sorprendente a primera vista, pero indiscutible, el estalinismo
también ha influenciado a las organizaciones trotskistas, que debieran haber
sido su antítesis. Esto puede explicarse de manera general por la influencia
insidiosa del estalinismo en el movimiento obrero, que afectó inclusive a sus
enemigos. Más específicamente, la lucha por mantener pequeñas organizaciones
durante tantos decenios con posterioridad a 1945, frente a poderosos partidos
estalinistas y socialdemócratas, favoreció los regímenes internos
autoritarios. El “centralismo democrático” se transformó menos en un medio
para llegar a decisiones a través de un debate democrático amplio, con el fin
de realizar la unidad de acción, que en un mecanismo para enviar órdenes desde
arriba, mantener una disciplina ideológica y desalentar todo pensamiento
independiente. Fue una perversión de la tradición marxista. Todas las
organizaciones trotskistas fueron confrontadas por la necesidad de romper con
esta perversión. Algunas han roto con ella más que otras, algunas nada en
absoluto.
Hay
una razón muy específica para el pluralismo. Con algunas excepciones, los
nuevos partidos no nacen hoy de rupturas de organizaciones existentes, sino del
agrupamiento de fuerzas de diferentes orígenes.
Reunir
corrientes de tradiciones y culturas diferentes, como también integrar
independientes que han tenido con frecuencia experiencias negativas en
sindicatos y partidos políticos, es una operación delicada. Necesita paciencia
y tolerancia. Exige un tipo de funcionamiento verdaderamente democrático, que
garantice los derechos de las diferentes corrientes. Este tipo de funcionamiento
es también el único que puede ser atractivo para las nuevas generaciones que
formarán el grueso de las fuerzas de nuevos partidos.
Pero
los derechos democráticos formales no son suficientes. Hay que romper con la
mentalidad de los grupos que piensan que tienen la razón y que todos los otros
están equivocados, que ellos son el partido revolucionario. Hay que
romper con la actitud de que las otras corrientes socialistas son organizaciones
enemigas. Esto no quiere decir que no discutiremos las divergencias y que no nos
opondremos a las posiciones que consideremos erróneas. Pero lo haremos dentro
de un espíritu de colaboración fraternal, con el fin de llegar a una cohesión
mayor y de realizar la unidad de acción.
¿Cien
años atrás?
Bajo
muchos aspectos las tareas a las que estamos enfrentados actualmente son
similares a aquéllas del período de formación de los primeros partidos de
masas de la clase obrera, a finales del siglo XIX. Pero no partimos de cero:
entre tanto, ha transcurrido todo el siglo XX. La clase obrera ha conocido la
experiencia de las guerras, de revoluciones, del estalinismo y el fascismo. A
partir de esas experiencias, se obtuvieron lecciones que reforzaron el análisis
marxista de la sociedad capitalista.
Todo
esto es pertinente si deseamos elaborar una estrategia de transformación
socialista para el nuevo siglo. Es por eso que pensamos que es necesario
construir tendencias marxistas en el seno de nuevos partidos socialistas, para
fecundar esos partidos con métodos de análisis marxistas y con las lecciones
extraídas de la historia del movimiento obrero, para comprender mejor el mundo
con el fin de cambiarlo.
Para volver a nuestro punto de partida, una de las lecciones de la historia del movimiento obrero es que en un último análisis, la lucha por el socialismo fracasará si se limita a un solo país. He aquí por qué es importante que el SSP desarrolle el máximo de contactos con socialistas de todos los continentes y apoye movilizaciones internacionales contra la mundialización capitalista.
A
mediano plazo, debemos actuar hacia la creación de una alianza internacional de
partidos socialistas. En lo inmediato, sobre la base de los contactos
establecidos últimamente, será posible en los meses venideros establecer lazos
más estructurados entre las fuerzas socialistas en Europa.
Notas:
1-
Impuesto propuesto por el gobierno de Margaret Thatcher (N. de la R.).
2-
“Socialista” debe
comprenderse aquí en función del sentido que ha conservado en el movimiento
obrero británico: es “socialista” el militante o la organización que, sin
ser necesariamente marxista revolucionario, lucha contra el capitalismo y por el
socialismo (N. de la R.).