Por Oscar
Alba
El
congreso de desocupados que se realizó el 24 de julio en La Matanza fue un
hecho que concitó el interés de los distintos sectores políticos y sociales
de nuestro país. Desde los burgueses y el gobierno, que al interés político
le agregaban una buena dosis de preocupación, hasta los trabajadores y los
sectores populares que recibían con avidez las imágenes que trasmitían los
distintos noticiosos.
El
Congreso de los “piqueteros” acaparó tal atención porque en medio de la
profunda crisis global que atraviesa todos los rincones del país, es el sector
que se ha convertido en vanguardia
de la lucha contra la desocupación y la vida miserable que nos imponen
cotidianamente los capitalistas y sus agentes políticos.
A
pesar de que no contó con la presencia de los desocupados de Mosconi y otros
grupos del norte, significó una importante instancia de coordinación que
permitió la organización de los cortes de ruta en jornadas de 24, 48 y 72
horas para rechazar el ajuste que quieren imponer De la Rúa y Cavallo, y
reclamar por la libertad de Emilio Alí, Raúl Castells y demás piqueteros
presos y/o procesados por la justicia reaccionaria del gobierno. Es decir, no se
limitó a discutir la cuestión de los Planes Trabajar sino que planteó una
lucha política contra el régimen actual, lo cual es un importante paso
adelante.
Unificó
en gran medida las fuerzas de los desocupados para una acción común y a la vez
mostró la heterogeneidad dentro del mismo movimiento.
Los
movimientos de desocupados con sus contradicciones y límites ya no son
incipientes y atomizadas expresiones de resistencia al gobierno y el régimen.
La especial atención con que la prensa burguesa y los políticos han tratado
sus acciones y su evolución demuestran que hoy han ganado un espacio importante
en la arena política nacional. Por un lado, se inscriben en el terreno
internacional, en el marco de los nuevos movimientos de los explotados en
Latinoamérica, tal como el movimiento Sin Tierra de Brasil, el indigenista de
Ecuador o el campesino de Bolivia y en el
terreno nacional surgen por fuera de las organizaciones tradicionales del
movimiento obrero. En este sentido, Hugo Moyano ya no es, como él suele
presumir, “el padre de la protesta”. Sus paros burocráticos, si bien se
apoyaron en la bronca y el rechazo a la política hambreadora del gobierno, se
demostraron como medidas incapaces para hacer retroceder al gobierno. La verdad
es que no pasaron de ser válvulas de escape a la tensión social y presión
para las negociaciones entre la burocracia sindical y el Ministerio de Trabajo.
A cada uno de los paros nacionales convocados por Moyano les siguieron las
famosas “treguas sociales”, tan inconsultas como los paros.
De
este modo, mientras la CGT “disidente” y su líder están cada vez más
desprestigiados ante los ojos de los trabajadores, los cortes de ruta y los
piqueteros son vistos con mayor seriedad.
Es
necesario aclarar un aspecto: estos movimientos aún no nuclean en forma orgánica
a los millones de desocupados que hay en la Argentina, pero expresan en sus
reclamos y sus acciones los intereses de clase explotada y oprimida, y por lo
tanto, son un punto de referencia indiscutible para el conjunto de los
trabajadores.
Por
otro lado, en los barrios obreros y más pobres, comienza a establecerse una
relación directa con quienes sufren la desocupación y, en muchos casos con
aquellos que, teniendo trabajo, sufren en carne viva la explotación permanente
de las patronales. Así ocurrió, por ejemplo, en Laferrere, donde los metalúrgicos
de la fábrica La Vasconia, han establecido contactos con los piqueteros de la
zona a partir del apoyo efectivo que dieron los mismos a los reclamos de los
obreros de esa fábrica. Desde otro punto de vista, hay que tener en cuenta que
la presencia de mujeres, niños y familias enteras están indicando una
tendencia a la masificación de estos movimientos. Esa es una tarea fundamental
de los distintos movimientos, ya que ello abre las posibilidades de
democratizarlos, puesto que ahora están controlados burocráticamente por la
CTA, la CCC y otras direcciones.
Cuando
decimos que hay que politizarlos, no estamos diciendo que el movimiento es apolítico.
De ninguna manera. Tanto la CTA como la CCC, que son las principales
direcciones, tienen una política. Ellas buscan ocupar el espacio de la red
social de contención que en otro tiempo jugó el Partido Justicialista por
ejemplo, con sus “manzaneras”, que combinaban la asistencia social con el
“clientelismo” político. También en otras provincias existieron estos
planes sociales de contención. En el caso de la CTA, quiere meterle en la
cabeza a los trabajadores la idea de humanizar el capital.
La
profundización de la crisis político-social y el ascenso de las luchas contra
el gobierno han hecho que a pesar
de estas direcciones burocráticas, los movimientos de desocupados tengan un carácter
progresivo. Porque son los sectores de masas más empobrecidos que se han
organizado para luchar contra la desocupación y la política de De la Rúa-Cavallo
y lo hacen por fuera de los “cuerpos orgánicos” de la vieja burocracia
peronista. Ahora es necesario
romper con la política burocrática y de contención de la CTA y demás
direcciones. Politizar significa enmarcar la lucha contra la desocupación como
parte fundamental de una gran lucha nacional. Donde confluyan las
reivindicaciones de los desocupados con los reclamos de aquellos que están
trabajando, para enfrentar a De la Rúa, Cavallo y a esta democracia
capitalista, que venera a los
ricos, a los que se llevan miles de millones de dólares de ganancia, a los que
se inclinan hasta la condición de felpudos frente a los usureros
internacionales o los piratas como el primer Ministro inglés Tony Blair.
Enfrentar a esta democracia que mata y encarcela a los obreros que reclaman
trabajo.
Politizar
también significa ayudar a desarrollar una conciencia antipatronal, que termine
con el verso de la “humanización” del capitalismo. Por eso los
agrupamientos de desocupados deben abrirse a otros
sectores obreros y populares que lleven sus propias reivindicaciones y
experiencias en la perspectiva de construir un programa común.
La
extensión de los nuevos movimientos de desocupados en lucha y la profundización
de los lazos solidarios y programáticos con los trabajadores ocupados ha
abierto la posibilidad de la reorganización política y sindical del movimiento
obrero. En este proceso y como parte de él los socialistas del MAS pelearemos
para que este nuevo movimiento obrero se encamine hacia
bases revolucionarias.
El
pasado martes 31 comenzó con éxito el plan de lucha resuelto en La Matanza.
Rutas y avenidas de todo el país fueron cortadas y participaron miles de
trabajadores. En momentos de hacer esta nota se están llevando a cabo los
cortes de 48 horas y tenemos que sacar posteriormente las conclusiones sobre su
realización. Creemos que es importante poner bien en alto la exigencia de
trabajo genuino para todos. Esto se puede hacer si les echamos mano a las
fabulosas ganancias de los capitalistas y el imperialismo. Que se repartan las
horas de trabajo sin bajar los salarios. Que se ponga en manos de los
trabajadores toda empresa que cierre o despida. ¡Basta de estar mirando todo
los días si sube o baja el “riesgo país”. ¡ ¡Hay que dejar de pagar la
deuda externa y que se aplique un impuesto a las superganancias! Así va a
empezar a aparecer la plata para los jubilados, los maestros y sectores
populares.
Al
mismo tiempo, es necesario construir una salida política obrera y popular
independiente de los políticos patronales y la burocracia, sea del signo que
sea.
Los
capitalistas y sus gobiernos llevaron el país a la quiebra y los trabajadores a
la miseria. Cada gobierno que hemos tenido ha sido peor que el anterior. Cada
gobierno ha sido el eslabón de una cadena echada al cuello de los trabajadores
y que cada día pesa más.
Ahora
hay que fortalecer la lucha contra el gobierno hasta echarlo,
porque ya es hora de que pensemos en gobernar nosotros, los trabajadores.
Lo cual no puede venir de ninguna elección patronal ni “consulta popular”.
Será la movilización democrática y revolucionaria del conjunto de los
sectores explotados y oprimidos la que imponga nuestro gobierno. Ésta es una
tarea ardua y difícil que debe construirse a partir de las experiencias
actuales. Mosconi, Tartagal, la cuenca minera de Río Turbio y otros lugares nos
muestran una forma de comenzar a abonar ese camino.