Seattle,
Praga, Génova...
Viva
la lucha anticapitalista
Por
Lucía Sucre y Carla Punkoya
De
Seattle a Génova. Con la contundencia de doscientos mil trabajadores y jóvenes
en las calles, crece un tumultuoso repudio a la globalización, a los ricos y
poderosos. En ese marco, está creciendo un proceso de radicalización política
y una vanguardia de alcance internacional.
Esto pone más sobre el
tapete la perspectiva del movimiento. Desde Socialismo o Barbarie buscamos
aportar en el sentido de ir contra el capitalismo, de extender el
cuestionamiento a las formas más bárbaras de la mundialización, al sistema
como tal.
Estados
Unidos, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Italia, Alemania, Japón y Rusia
concentran el 50% de la riqueza del mundo. Sólo ocho países... donde vive el
15% de la población mundial.
El
G8, la fórmula química de la concentración de la riqueza y el poder del
mundo, demostró sus propiedades explosivas cuando los presidentes de esas
potencias tuvieron su reunión anual en el medieval Palazzo Ducale de Génova.
Se reunieron protegidos por un muro de 5 metros construido para esta cumbre,
apodado por los manifestantes globalifóbicos “el muro de la vergüenza”. El
sitio de la llamada zona roja del casco histórico de la ciudad, protegía a los
ocho grandes de la rabia de miles de manifestantes.
La
agitación se hizo sentir en los días previos a la reunión, cuando aún no habían
llegado los presidentes de los ocho países. El jueves 19 de julio 100 mil
personas marcharon con el llamado Cortejo de los Inmigrantes, un símbolo de los
millones de sin papeles de todo el mundo, los que escapan de las condiciones de
miseria y exclusión de sus países para buscar una mejor vida en Europa y
Estados Unidos. Estas personas cuya condición es la clandestinidad son fuente
de la riqueza de los países más ricos del mundo.
Las
presiones y los cuestionamientos que recorren el mundo poniendo en tela de
juicio la concentración de la riqueza y el temor a que miles de jóvenes
cumplieran su promesa de boicotear la reunión, provocaron que el G8 cambiara el
temario y tuviera que poner en el centro el tema de la pobreza. Lo que los
intelectuales llaman la “problemática” de la pobreza es hoy para la gran
mayoría de la humanidad una cuestión de vida o muerte.
El
viernes 20 daban comienzo las sesiones del G8. Mientras, por las calles de Génova
grupos de manifestantes de diferentes partes del mundo, se unían para
boicotear a los máximos representantes de la globalización capitalista. Este
boicot surge del hecho de que ya no hay lugar para la idea de que el único
horizonte posible es el capitalismo, que hoy provoca la muerte de millones por
hambre, eleva al máximo los índices de desocupación arrancándole a los
trabajadores y a los jóvenes el entusiasmo por construir una perspectiva de
futuro.
Lo
que distinguió a Génova de las demostraciones anteriores, fue que pasó lo que
hasta el momento nunca había sucedido.
Carlo,
23 años, italiano, fanático de la Roma. Un policía “asustado” tira a
matar. Una bala de gas lacrimógeno entra en la cabeza de Carlo Giuliani. Cuando
su cuerpo cae, el jeep policial de donde salió la bala avanza, se detiene un
momento y retrocede pasando por encima de Carlo tendido en el suelo. Las imágenes
son cruentas. La multitud se silencia. Y un solo grito suena en Génova: assesini,
assesini... El eco se escucha
en toda Europa. El sábado doscientas mil personas se movilizan en Roma, Milán,
Florencia y otras ciudades italianas. En más de cien ciudades del mundo se
organizan manifestaciones de repudio a la embajada de Italia.
Es
el primer muerto del lado de los que enfrentan las consecuencias de la
globalización capitalista.
Sin
embargo, la represión aumenta, y la policía italiana a la orden del fascista
mafioso Berlusconi, detuvo en tres días a 280 manifestantes e hirió a más de
500 personas.
El
presidente italiano no podía permitir que la cumbre terminara antes de lo
previsto. Un helicóptero por si acaso esperaba con el motor encendido para
trasladar a George W. Bush y ponerlo a salvo de la turba enfurecida.
La
policía se violentaba cada vez más. Entró en el centro de prensa del Genoa
Social Forum, rompió vidrios, pateó gente, destruyó archivos de los abogados
de los detenidos.
Irrumpe
en la Escuela Díaz, donde dormían unas 50 personas, periodistas y
manifestantes. Rompió vidrios, pateó gente, se llevó a casi todos detenidos.
Los
reportes de los detenidos son contundentes: apremios psicológicos y torturas al
grito de Viva il Duce! (saludo de los fascistas de Mussolini).
El
objetivo de la policía era llevarse las filmaciones que mostraban que eran
infiltrados de sus propias filas los que destruían los negocios de pequeños
comerciantes genoveses.
El
miedo a la manifestación hizo que el gobierno italiano movilizara a 18 mil
policías, tanques, y hasta misiles antiaéreos.
Por
su lado, la prensa mundial se encargó de montar una campaña contra los
“violentos” que manifestaban, intentando ocultar lo que la multitud
demuestra a gritos: que no se soporta más este mundo donde los países más
pobres ya han pagado varias veces las deudas contraídas con los organismos
financieros internacionales, que ya no hay justificación para que millones de
personas sufran la exclusión permanente, en condiciones crecientes de miseria y
barbarización. Que ya no hay lugar para justificar los desastres que provoca el
capitalismo.
El
movimiento que irrumpió en Seattle y se fue consolidando en cada una de las
manifestaciones contra las reuniones de los poderosos en Praga, Gotemburgo y
Niza, mantiene perplejos a los analistas burgueses por su heterogeneidad, su
movilidad y su gran diversidad de intereses.
Pero
con la preparación y la acción de Génova algunas cosas empezaron a delinearse
al interior del movimiento y de cara al mundo.
Ya
en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, realizado en enero de este año dos
grandes temas eran los que se debatían.
Por
un lado ATTAC, Le Monde y el PT brasileño, los organizadores del evento, sostenían
el planteo de una pelea contra el modelo neoliberal. En esa senda muchos de los
que participaron en Génova suponen que es posible presionar a los organismos
internacionales, a través de los mecanismos con los cuales el propio
capitalismo se afirma, no sólo en su versión neoliberal, para presionarlos a
que introduzcan reformas que mejorarían las condiciones de vida de los países
más pobres y de los excluidos del primer mundo. Proponen elevar petitorios y
proyectos de ley y así lograr que el capitalismo distribuya mejor la riqueza.
Mientras
que otros sectores nos planteamos que la lucha es directamente contra el
capitalismo, no sólo en su versión neoliberal. Porque es el capital el que
genera la barbarización de la vida. Su propia lógica es la de explotar y
excluir a los que sólo tienen como medio de vida su propio trabajo. Y para
acumular ganancias cada vez más extraordinarias, no importa si en el camino
deja tendales de niños que mueren por desnutrición y enfermedades evitables.
Sin importar si para ello destruye el Amazonas o especies enteras por
contaminación. Sin importar si mata a millones de campesinos con la fumigación
de los campos de coca en Colombia.
¿Paz
o violencia?
Otro
gran tema que divide aguas es sobre los métodos que se deben utilizar para
enfrentar la globalización.
Conviven
en el movimiento los integrantes de Black Block (Bloque Negro), una organización
internacional que agrupa a jóvenes anarquistas y libertarios, que prefieren la
acción directa a la manifestación pacífica. También están quienes pregonan
por la acción directa no violenta, es decir, que se limita a manifestar y
resistir los embates de la policía. En esta órbita está Tute Bianche
(Overoles Blancos)
Los
hechos de Genova han terminado de instalar, sobre todo en Europa, una falsa
disyuntiva: pacifismo estilo Gandhi o violencia.. Rechazamos esa falsa
alternativa. El capitalismo nunca podrá ser derrocado por “vía pacífica”
ni por medio de los mecanismos de la democracia burguesa (parlamento,
elecciones, etc.), es decir, por evolución. Esto implica la necesidad de
la revolución; es decir, de una acción de masas, que necesariamente
no será “legal” ni menos aun pacífica, para lograr, como decía Marx en el
Manifiesto, “el derrocamiento violento del orden social existente”.
Toda ilusión “democrática” o “pacifista” debe ser enérgicamente
combatida.
Pero
la acción revolucionaria es de las masas. No de grupos minoritarios que
se colocan por encima de ellas y finalmente contra ellas. La acción
de estos grupos es profundamente antidemocrática. No tienen en cuenta la
opinión ni las decisiones de la mayoría y muchas veces hacen juego a la
provocacion policial.
Desde
Socialismo o Barbarie consideramos que es el sistema el que impone
violencia, no sólo cuando no tiene reparos en repartir balas y gases porque lo
necesita para “disuadir” a los que se le oponen. El capitalismo es mucho más
violento que nosotros, cuando nos expulsa del trabajo, cuando nos recorta una y
otra vez el salario, cuando condena a años de prisión por pedir comida.
Y
en este sentido, el problema de la
autodefensa se plantea de hecho cuando la policía (o como en nuestro país la
gendarmería) apunta contra los trabajadores, los jóvenes, los desocupados, los
inmigrantes, los indígenas y los excluidos en general, para defender la gran
propiedad de los que dominan el mundo. Los marines de los mandarines nunca
dudan: siempre vale más un ventanal de Mc Donald’s que la vida de una
piquetera.
Pero esta autodefensa es lo opuesto a la acción por cuenta propia de cualquier grupo que pretenda ponerse por encima de la mayoría y sustituirla. Debe ser una decisión seria, asumida y organizada por las masas que están en lucha.
Seattle
1999, Cumbre de la Organización Mundial del Comercio. Fue la partida de
nacimiento del movimiento “globalifóbico”, como peyorativamente lo bautizó
el presidente mexicano Vicente Fox. 50 mil personas impidieron que la cumbre de
los poderosos funcionara por el efecto sorpresa y la organización de los
manifestantes, agrupados en columnas que llegaban hacia el centro de
convenciones desde los cuatro puntos cardinales.
Praga
2000, reunión anual del Fondo Monetario Internacional. La acción de Praga
confirma que el movimiento antiglobalización había llegado para quedarse. El
boicot a la reunión del FMI mucho más preparado y discutido con anticipación.
En varios lugares del mundo miles de jóvenes discutieron qué acciones llevarían
a cabo en sus países aquel 26 de septiembre, para sumarse al repudio
antiglobalización que ese mismo día tendría su epicentro en Praga.
Génova
2001, reunión anual de las ocho potencias mundiales. Marcó un antes y un después.
Porque logró ser una movilización popular, porque logró que la población
local fuera parte de las manifestaciones. Ya no fueron solamente los
manifestantes más comprometidos, de organizaciones de todo tipo que se mueven
siguiendo la ruta de las reuniones del poder.
El
movimiento comienza a ser masivo y recoger las simpatías de los miles que ya no
creen eso de que hay que aguantar y que los ricos se juntan para decidir y
“solucionar” nuestros problemas.