“La
explicación para estos contactos [con EE.UU.] es el argumento del contagio político,
según el cual una caída de la Argentina expandiría por América Latina dudas
sobre las bondades de la democracia y de las políticas del libre mercado (...)
porque lo que está en riesgo es la viabilidad del modelo que Estados Unidos
promociona en la región hace mas de una década” (La Nación, 10/8/01).
En
las últimas semanas, la crisis económica, política y social del país se
ha agravado considerablemente. La coincidencia de la amenaza de la
cesación de pagos, el nuevo y brutal ataque alrededor del plan de “deficit
cero” y las importantes jornadas del plan de lucha piquetero han llevado la
situación política a un nuevo pico de tensión. Para colmo, en los últimos días,
ha terminado estallando la crisis financiera de la provincia de Buenos
Aires. Así, en la pelea contra este brutal ataque se juega la permanencia
del gobierno de De la Rúa/Cavallo. Pero al mismo tiempo, lo que es más
importante aún, se comienza a plantear la cuestión de qué salidas, qué
alternativa de poder y de país puede haber frente a la catástrofe actual.
Argentina es parte del proceso que se está viviendo a nivel mundial de crisis, cuestionamientos y pérdida de legitimidad de las transformaciones neoliberales y de la “democracia”.
En este contexto, parece haber en el país elementos de una nueva etapa general de la lucha de clases profundamente distintos a los prevalecientes a lo largo de los 90, e incluso de los 80, tan mediados como estuvieron por el imperio de la democracia capitalista. En su base está la creciente crisis económica, social y política que estamos viviendo desde hace prácticamente tres años. Este es el motor de todos los acontecimientos, y no parece que esto vaya a resolverse en lo inmediato, ni siquiera a mediano plazo.
En
este marco, la lucha de la clase trabajadora comienza a recuperar algunos
“hilos” con sus experiencias históricas más importantes. En particular, la
tendencia a enfrentamientos más duros, más directos entre las clases, donde se
generalizan nuevos métodos de lucha (como los piquetes y cortes de ruta). Y
donde se expresa una incipiente tendencia al desarrollo de formas de democracia
directa desde la base (asambleas populares, plenarios y coordinaciones).
Al
mismo tiempo, esta nueva etapa está marcada por la reversión y / o crisis
de ciertas tendencias políticas y sociales imperantes a lo largo de toda la
etapa reaccionaria de los 90, poniendo en el orden del día la necesidad de una
recomposición revolucionaria del movimiento obrero y popular.
En
el centro de esta nueva etapa está la crisis estructural, económica y social,
del país. Es que, como venimos diciendo desde estas páginas, las
transformaciones impuestas a lo largo de los 90, han redundado en un desastre
descomunal: globalmente la Argentina está en una bancarrota con pocos
antecedentes históricos. Hay una profundísima crisis de la acumulación
del capital y de la inserción del país en el mercado internacional. Y todo
esto ha resultado en la gravísima crisis de dominio, de "proyecto de país"
que estamos viviendo, donde es el conjunto de la clase dominante la que se
desnuda cotidianamente “conduciendo” al país a un desastre creciente.
Así,
cuando a nivel mundial crecen los cuestionamientos al "modelo
neoliberal" capitalista, Argentina está protagonizando uno de los
derrumbes y / o fracasos más brutales de ese modelo de acumulación. De ahí
las preocupaciones expresadas por el diario La Nación o la tradicional revista
inglesa The Economist. Porque la Argentina podrá ser un país periférico, pero
era uno de los que más cabalmente venían expresando el avance de la
perspectiva neoliberal capitalista. Perspectiva que ahora se está cayendo a
pedazos, sin que esté muy claro cómo sostenerla o con qué reemplazarla. Lo
que revela la profunda crisis burguesa de dominación es el hecho de que no
se ve de parte la clase capitalista un claro plan alternativo.
Sintetizar
esta tendencia al desastre no es muy difícil hoy:
a) Existe una depresión crónica que ya lleva tres años, y de la cual no hay indicios de que se vaya a salir en corto plazo.
b) El país está prácticamente en cesación de pagos, habiendo perdido el acceso al mercado de crédito internacional.
c)
No se puede descartar una masiva fuga de depósitos (ya se perdieron 11.000
millones de dólares en lo que va del año) y, en consecuencia, el
ingreso en una devaluación forzada de la moneda.
d) Hay una evidente crisis de inserción del país en la división internacional del trabajo, con un Mercosur (proyecto que lleva quince años) amenazado por todos lados, y una ofensiva creciente del imperialismo yanqui para someternos al ALCA.
e)
En la primera mitad de la década del 90, el país vivió un proceso de
reestructuración productiva que en gran medida quedó trunco, y que ha devenido
en un grave proceso de desindustrialización.
f) Una parte importantísima de la población trabajadora y de las capas medias está viviendo un proceso de empobrecimiento y exclusión sin precedentes históricos, con desempleo récord. La sensación de falta de todo horizonte o futuro es masiva.
Todo esto ha derivado en una aguda “crisis en las alturas” del poder burgués. A diferencia de toda la década del 90, están en desarrollo realineamientos y divisiones importantes a nivel de sectores de la burguesía, que tienen directamente que ver con la crisis de fondo abierta en el régimen de acumulación de capitales del país. Pueden distinguirse bastante claramente dos alas:
Por un lado, la de aquellos que insisten en que la crisis del "modelo de acumulación" se resuelve profundizando aún más el camino “neoliberal” por el que se venía. Dentro de este sector se encuentra el imperialismo yanqui, los sectores financieros, las privatizadas, el menemismo y Cavallo / De la Rúa. Estos tienen matices internos, pero responden en esencia a los mismos intereses: los del gran capital.
Al
mismo tiempo, a tientas, se ha ido conformando otro sector, que si bien no
presenta una propuesta general alternativa plantea sin embargo elementos de una
orientación algo distinta: buscan una devaluación de la moneda y un mayor
margen de maniobras frente al imperialismo yanqui. Este sector va desde la
Unión Industrial, pasando por Alfonsín y el Frepaso, hasta Moyano, De Gennaro,
el ARI y el Polo Social. Pero ojo, a no confundirse: expresan los intereses
de sectores burgueses aún minoritarios, pero burgueses al fin, no los intereses
de los explotados y oprimidos.
Esta
división burguesa se da en el marco de dos elementos que potencian la aguda
crisis política o de dominio en curso. Por un lado, existe la ya señalada
crisis de legitimidad del “modelo neoliberal”. Y, al mismo tiempo, está en
desarrollo el proceso de repudio al conjunto de la llamada “clase política”,
el creciente alejamiento de las masas de las instituciones de la
“democracia”, así como la posibilidad de crecientes “manotazos”
antidemocráticos, reaccionarios y/o represivos desde el poder.
Hasta ahora, el desarrollo de esta crisis política de dominación ha sido uno de los fenómenos más dinámicos de la situación del país. Sin embargo, existe un desarrollo desigual entre la magnitud de la crisis burguesa y el proceso de constitución de una alternativa que venga desde el lado de los trabajadores. Desigualdad que obviamente encierra el “misterio” del proceso político abierto: de cómo vaya resolviéndose, dependerá la dinámica de la nueva etapa que estamos viviendo.
La burguesía, en su incapacidad para resolver la crisis, ha dejado ir las cosas demasiado lejos. Con el acicate de esta crisis que no para, se ha ido configurando una lucha entre las clases muy distinta a la etapa anterior, comenzando a polarizarse, a hacerse más dura y directa. En este marco, está en curso el surgimiento de una nueva vanguardia y nuevas expresiones de organización de los trabajadores, en particular, de los desocupados, pero, también, últimamente, con algunas (y muy valiosas) experiencias de organización independiente entre los sectores ocupados.
Así, lo que estamos viviendo es una lucha de clases que, a diferencia del apogeo de la “democracia” en los 80, tiende a presentarse menos mediada por las instituciones del régimen. Bajo la presión de la aguda crisis económica y social, el "centro” político tiende a achicarse mientras se desarrollan expresiones a derecha e izquierda. Así, es un hecho que el espacio a la izquierda del gobierno ha aumentado de manera sustancial y probablemente siga haciéndolo, en primer lugar fortaleciendo expresiones de centroizquierda como el Polo Social o Elisa Carrió. Y, al mismo tiempo, pega con fuerza el discurso del “ajuste de la política”, sobre la seguridad y la mano dura, contra los piqueteros “sediciosos”, que se sostiene desde la derecha del arco político, empezando por el propio gobierno.
Esto mismo se expresa en que la lucha de diversos sectores de trabajadores tiende a hacerse más dura, adquiriendo métodos más ásperos de pelea e incluso de necesaria "autodefensa" en algunos casos. Así, el que la gendarmería y los piquetes se transformen en algo común en la geografía de la lucha de clases expresa una de las tendencias de fondo. En las peleas habrá más polarización y enfrentamientos. Y los trabajadores deben prepararse para esta perspectiva, buscando por sobre todo la masificación de la pelea, la unidad de trabajadores ocupados y desocupados, el evitar que el proceso abierto aborte producto de acciones prematuras o aisladas, siendo conscientes al mismo tiempo de que la resolución de la crisis actual tenga lugar sin una importante cuota de violencia.
Hay
que tomar nota, entonces, de que se ha abierto una lucha de clases distinta en
el país, más radicalizada, que tiene en la lógica de su desarrollo la
posibilidad de crecientes enfrentamientos, de una dura pelea entre tendencias
a transformaciones revolucionarias y / o a zarpazos reaccionarios y represivos.
Reformistas
sin reformas
Existe también constituye otro rasgo distintivo en relación a la etapa anterior.
Acompañando como la sombra al cuerpo al fenómeno internacional de ofensiva “globalizadora” y de “muerte del socialismo” en los 90, el conjunto de los sectores de la burocracia sindical se transformaron, con sus más y sus menos, en agentes de aplicación de los planes capitalistas. Esto, que fue cambiando gradualmente a lo largo de la segunda mitad de la década pasada, hoy ha terminado configurando una ubicación distinta de las diversas alas de la burocracia.
En las nuevas condiciones se va verificando la irrupción de una serie de expresiones políticas, sindicales y sociales, de curioso “reformismo sin reformas”, a la izquierda de lo que queda de la Alianza, del peronismo y del sindicalismo tradicional.
Así, el surgimiento del Polo Social y del ARI expresa el realineamiento político de sectores menores de la burguesía y amplios sectores de la burocracia, sobre todo de la nucleada en la CTA. Junto con esto, existe el desarrollo de nuevos movimientos sociales o político-sociales, como el de los desocupados, al frente de algunos de los cuales se encuentran expresiones de la misma vertiente de “reformismo sin reformas”. Es el caso -por ejemplo- de Luis D'Elía con la FTV de Matanza.
Este conjunto de expresiones de “nuevo reformismo" tienen en común la perspectiva estratégica de buscar otra regulación del capitalismo, “humanizándolo”, no de acabar con él. Al mismo tiempo, son acérrimos defensores de la conciliación entre las clases y de la “democracia” de los capitalistas.
Frente
a la irrupción de esta corriente, se debe tener una doble ubicación, táctica
y estratégica. Tácticamente, no hay que negarse a toda oportunidad de unidad
de acción que, aun con todos sus límites, pueda servir para impulsar una
movilización progresiva.
Pero,
al mismo tiempo, se trata de resaltar el peligro y la mediación estratégica
que significa esta corriente para una perspectiva de
recomposición independiente y revolucionaria del movimiento de los trabajadores
al calor del desarrollo de la nueva etapa. Esto es, para la perspectiva de
una lucha de fondo por la democracia de base y la autoorganización de los
trabajadores, contra todo corporativismo, por la unidad entre trabajadores
ocupados y desocupados y por una salida anticapitalista independiente de todo
sector patronal. Todo lo cual está en el orden del día hoy en el explosivo
proceso abierto entre los docentes de la provincia de Buenos Aires, proceso que
claramente se está desarrollando contra la burocracia del Suteba y la CTERA.
Durante
toda la década pasada, el desarrollo de las luchas de los explotados no pudo
superar el mero estadio de “luchas de resistencia”. Creemos que en este
momento, aun a pesar de las evidentes desigualdades entre el proceso de los
desocupados y los ocupados, tiene algo de inercia seguir hablando de
"proceso de la resistencia". Se trata hoy de algo más que
esto, en la medida que las luchas se generalizan a vastos sectores y adquieren
nuevas métodos de pelea, más duros y ofensivos.
A
nuestro entender, lo que estamos viviendo es un nuevo ciclo de la lucha de
las masas. En el centro de ella están amplios sectores de trabajadores
desocupados, que están configurando una inédita experiencia de pelea y
organización de los sectores que al mismo tiempo son los más excluidos y
supuestamente “desvalidos”. Estos se ven compelidos a la lucha por
aquello que decía Marx del proletariado en general: ”sólo tienen para
perder sus cadenas".
También
es de destacar el amplio contenido popular de este ciclo de luchas: en
muchos casos es en los barrios, territorialmente, desde donde se desarrolla la
pelea, que engloba desde esta "estructura social" a toda la población
trabajadora. No sólo en tanto que desocupado u ocupado en general, sino también
en tanto que trabajador municipal, de los hospitales, docente, vecino contra los
impuestos, obrero de la industria, en tanto que padre por los problemas de la
educación, en tanto que usuario del hospital público hundido, etc.
Y esto, con el estratégico derrumbe financiero de la provincia de Buenos Aires, se va a desarrollar seguramente con todo, ahora en el centro del país. Algo con pocos antecedentes históricos.
Por otro lado, es un rasgo real la desigualdad de este proceso en relación a los trabajadores ocupados, y en particular a los de la industria. Es que todo compañero con trabajo sabe perfectamente que en las condiciones de hoy, perder el empleo es prácticamente "la muerte social", la perspectiva de verse arrojado él y toda su familia a la exclusión lisa y llana, en unas condiciones en las que es prácticamente imposible arrancarle nada al sistema...
Y aun así, a partir de las durísimas medidas puestas en marcha, ya hay un agudo desarrollo de la pelea entre sectores de trabajadores estatales, sobre todo entre los docentes y también en la juventud universitaria.
Más
atrás vienen los trabajadores de la industria, aunque con algunas experiencias
muy importantes: es el caso de los mineros de Turbio, pero también de Zanón y
otras expresiones.
Habrá
que ver, entonces, cómo se va desarrollando este nuevo ciclo de luchas, y cómo
se puede trabajar en el sentido de ir reduciendo la desigualdad, peleando
a brazo partido por extender los lazos, la unidad, el reconocimiento y la
coordinación de los compañeros ocupados y desocupados como parte de una misma
clase trabajadora. Este es un problema central, porque es un arma decisiva
de la burguesía, y también de las direcciones burocráticas, mantener
dividido el movimiento obrero, para mejor controlarlo e intentar evitar que su
lucha adquiera una dinámica global anticapitalista.
Parte
de esta ubicación es el hecho de que se debe ayudar a los trabajadores a
escapar de toda actitud reivindicativa estrecha o corporativa de sus necesidades.
En la actual etapa mundial del capitalismo y frente a la situación de catástrofe
nacional en que se encuentra el país, la clase trabajadora deberá
recomponerse revolucionariamente. Esto es, partiendo de la comprensión de
que todo mínimo problema sólo podrá ser resuelto realmente desde la
perspectiva de dar una salida global frente al desastre en que está el país.
Salida que tenga como condición indispensable el reconocimiento de que sólo
podrá venir de la unidad del conjunto de la clase trabajadora y de que ésta se
postule como "caudillo" del conjunto de los explotados, de
los oprimidos y de los sectores medios de la sociedad.
“Otro
elemento distinto a los 90, y muy significativo, es que las actuales luchas de
resistencia se comienzan a dar en un marco político diferente, precisamente por
la pérdida de legitimidad de las transformaciones. Si a lo largo de la década
pasada la mayoría de las luchas fueron contra las consecuencias de los planes
impuestos, hoy podrían comenzar a ser más directamente políticas, empezando a
elevarse a un cuestionamiento de fondo de las políticas en curso. Y esto podría
crear otras condiciones para la discusión de alternativas” (Socialismo o
Barbarie Nº 5).
Esto
es, efectivamente, lo que está comenzando a pasar. Podemos decir que el nuevo
ciclo de luchas que se ha iniciado tiene rasgos políticos muy distintos a
los prevalecientes en las luchas de la resistencia de la década pasada. Se
cuestiona todo. En la población hay un estado de debate permanente,
independientemente de que, al mismo tiempo, existe una dificultad a la hora de
las alternativas. Por ejemplo, si bien el tema de la deuda externa ha calado
hondo, la maniobra del gobierno y los medios de adjudicar la crisis al “costo
de la política” (como se ha visto en Córdoba en el reciente plebiscito) pega
con fuerza. Sin embargo, es un hecho que se discute de todo, y que la
pregunta de cuál es la salida comienza a ser parte del debate cotidiano en
todas partes.
Es
en este marco que en el país existe y está en desarrollo una nueva vanguardia
entre los sectores populares, que comienza a adquirir ciertos rasgos sobre todo
entre los movimientos de desocupados, pero también entre sectores de vanguardia
de los trabajadores ocupados.
Estos
rasgos característicos tienen que ver con la irrupción de nuevos movimientos
que en general surgen por fuera de las viejas organizaciones sindicales
tradicionales. Con métodos de lucha ya muy característicos, con nuevas
formas de organización, democracia directa desde abajo (no siempre) e, incluso,
con nuevos dirigentes. Nuevos movimientos que tienen por delante el desafío de
extenderse y masificarse mucho más, de organizar miles y miles de
trabajadores desocupados a su alrededor. Y de establecer estrechos vínculos,
lazos, con los trabajadores ocupados, evitando abortar la dinámica abierta
con acciones que los puedan aislar.
A estos movimientos se debe sumar las experiencias avanzadas que comienza a haber entre sectores ocupados: los compañeros de Turbio, de Zanón, el Suteba de Matanza, algunas seccionales ferroviarias, etc. Y es de esperar que este proceso entre los ocupados se comience a desarrollar y extender con fuerza, al verse impulsados a la pelea por la catástrofe en que está el país y los ajustes. Insistimos nuevamente en que debe ser parte central de las tareas de todo activista o luchador ayudar a que la brecha entre ocupados y desocupados se cierre y, sobre todo, a que el nuevo ciclo de luchas se generalice a nivel del conjunto de los trabajadores en el país.
Al
mismo tiempo, es un rasgo de la nueva vanguardia, el hecho que ha comenzado un
proceso de politización y radicalización, aunque es verdad que la
cuestión del anticapitalismo y la perspectiva del socialismo vienen mucho más
atrás. Este es también un ángulo desde el cual se debe aportar a este
proceso: el debate sobre las alternativas, que recién está en sus
inicios.
En la etapa política que se está abriendo, en los debates que de hecho se están comenzando a realizar entre la vanguardia y el conjunto de la población, un enorme interrogante se comienza a plantear: ¿qué salida puede haber al desastre en que está el país? A De la Rúa no se lo aguanta más, pero si lo sacamos ¿quién puede y debe gobernar? Esta cuestión está y estará colocada como la central para todo el próximo período político en el país, más allá del hecho cierto de que los trabajadores deberán construir una salida política y de poder desde abajo que hoy todavía, evidentemente, no tienen a mano, y de que este debate, a nivel del proceso de maduración de la vanguardia, está recién comenzando.
Así,
no hay todavía una salida de poder que pueda venir desde abajo, ni hay un
“doble poder” de los trabajadores paralelo al Estado y a las instituciones
del régimen burgués. Pero sí comienza a haber experiencias incipientes,
embrionarias, de sectores de los trabajadores, como lo fueron el Congreso del
Carbón de Río Turbio, la experiencia de Mosconi, el plenario de La Matanza o
las reuniones de coordinación de los movimientos de desocupados de la zona sur.
Experiencias que, en medio de la profundización de la crisis, si se generalizan
y se extienden al conjunto del movimiento obrero, con una centralización
nacional, podrían efectivamente constituirse en un incipiente poder alternativo
al poder burgués. Es por esta perspectiva por la que se debe trabajar a
brazo partido en la nueva etapa que se abre.