Por
Lucía García
“La
tierra del silencio es la que hace el humus más fértil. Si el crimen no se
nombra es menos crimen porque la palabra es el primer testigo incómodo”.
El
racismo, el antisemitismo, y demás ismos de la intolerancia se han ido
alternando a lo largo de la historia para justificar la opresión. La exclusión
ha sido una constante histórica que el capitalismo ha sabido reeditar en cada
etapa y cada lugar en el que resultara útil. El ciclo se repite, siempre como
tragedia. Pocos hubieran creído, después de ver a tantos políticos rasgarse
las vestiduras por el holocausto nazi. Sin embargo el neonazismo cosecha adeptos
a lo largo y a lo ancho del planisferio. La “inferioridad” del diferente
esconde las verdaderas causas de la desigualdad. Así es como en nuestro país,
profiere Hadad, son los bolitas, paraguas y perucas los
culpables de la desocupación.
La
“igualdad de derechos” que oportunamente embanderó la burguesía, no fue más
que abrir las puertas para que actuara la desigualdad de mercado.
Sin
embargo fácilmente se reconocen estos ismos como formas de la segregación,
la discriminación y el atropello. Hasta merecen el repudio de un cierto
progresismo.
Pero
un silencio abrumador hay en torno a la desigualdad más antigua que conoce la
humanidad: el patriarcado. La opresión del varón sobre la mujer se construyó,
como ideología, sus valores de legitimación. Así, el macho fue más fuerte, más
inteligente, más productivo...
El
patriarcado permaneció inmune a las transformaciones económicas, sociales y
políticas más profundas que atravesó el mundo. La autoridad del varón se
convalidó una y otra vez, a tal punto que llegó a hacerse invisible. Y lo que
no se percibe, difícilmente pueda transformarse.
El
estigma era el destino para la que osara rebelarse. Las brujas de la Edad Media
acababan en la hoguera. La modernidad, menos mística, nos condenaría a una
vida en segundo plano, bajo amenaza de ser consideradas locas, putas o ambas
cosas. Que en términos de la burguesía significa poco menos que personas.
Sin
pretender absolutizar la mirada occidental, creo no equivocarme al decir que en
la historia ésta es la tendencia que ha predominado. Y ese aparente silencio
dejó sus huellas profundas en el lenguaje.
Las
palabras y el modo de usarlas dicen mucho más de lo que parece. Hablamos espontáneamente
y en ese decir las suponemos inocentes. No obstante, cada término implica una
construcción de sentido. Una lucha que devino que una cosa sea nombrada con
determinado vocablo, y no con otro. Y que, de inocente no tiene nada.
El
diccionario se postula como la síntesis del consenso del lenguaje. Pretende
cristalizar algo tan vivo, dinámico y dialéctico como es la comunicación.
También desde el lenguaje se ejerce la dominación. O preguntémonos si es lo
mismo lo que entiende el gobierno por democracia, y lo que entendemos nosotros.
En el diccionario democracia es: “república / gobierno del pueblo / gobierno
de la mayoría / gobierno de las masas / libertad”. Y entonces, ¿qué
entendemos por pueblo, mayoría, masas o libertad? El juego es infinito.
También
el diccionario define que hombre es “ser humano, individuo, persona,
mortal”; mujer es “esposa, señora, matrona, costilla”. El hombre es
totalidad, la mujer necesita de otros para ser (de las costillas de otros). Por
si fuera poco, en el idioma español el uso genérico prioriza lo masculino, la
sola existencia de un elemento masculino hace que la forma plural sea “los”.
Más
allá de los juegos lingüísticos lo que allí se insinúa es crudamente
evidente en la realidad. La mismísima Organización Internacional del Trabajo
reconoce que se necesitarían 475 años más para conseguir la paridad laboral
entre hombres y mujeres. En Argentina seis de cada diez mujeres no tienen
trabajo, mientras dos de cada diez hombres está desocupado. Además, las
mujeres cobran el 26% promedio menos por igual trabajo que el hombre. La
perversión llega a tal punto que el embarazo y los hijos se transforman en obstáculos
para la mujer trabajadora. Aun para las que no son madres, porque podrían
serlo.
Estos
datos económicos se traducen en miles de situaciones cotidianas, donde la
opresión, el abuso y la violencia asumen diferentes formas. El acoso sexual en
el trabajo, los golpes puertas adentro, la falta de una política de
anticoncepción, la impunidad para los violadores. Esto último llega al colmo
de que la mujer tenga que demostrar que no provocó al atacante, además de las
pericias que prueben que hubo penetración. La justicia vuelve a someter a la
mujer que fue violada.
Pero
el capitalismo no se caracteriza por ser equitativo, ni siquiera en cuanto al
patriarcado se refiere. Son las trabajadoras, las desocupadas, las jubiladas las
que reciben sus golpes más duros. Y no casualmente son las más aguerridas
cuando le hacen frente. En Argentina fueron las Madres de Plaza de Mayo las que
desafiaron a los genocidas, fue Norma Plá la que enfrentó al eterno ministro
Cavallo, es Teresa Rodriguez la mártir de los piquetes.
El
sábado 18 de agosto empieza el 16º Encuentro de Mujeres en la ciudad de La
Plata. La inauguración tendrá lugar en el Pasaje Dardo Rocha, calle 50 entre 6
y 7. Y continua durante tres días, sábado, domingo hasta el feriado del lunes
20 inclusive. Se espera que la convocatoria sea mayor a la de las 12.000 mujeres
de todo el país que participaron en Paraná. El espacio es abierto y se
discuten temáticas de lo más diversas. Mujer y política, mujer y trabajo,
lesbianismo, crisis global, juventud, derechos humanos, mujer indígena, mujer y
presos políticos, mujer y sexualidad, mujer y tercera edad. Además existe la
posibilidad de armar talleres autoconvocados, sin más que hacer un cartel
invitando a debatir un tema.
Desde
1986, y a partir de la iniciativa de un grupo de artistas, cada año se realiza
el Encuentro Nacional de Mujeres en distintos lugares del país. Ya fueron sede
Neuquén, Corrientes, Mendoza, Chaco, Córdoba, Rosario, Jujuy, Mar del Plata y
Capital Federal entre otros. La crítica realidad económica y social hace de
este movimiento un espacio de debate y crecimiento. En cada nueva convocatoria
miles de mujeres se suman a participar.
Las
diferencias, contradicciones y luchas de poder se manifiestan tanto como los
acuerdos, las solidaridades y los encuentros. Es un movimiento heterogéneo, que
en su continuidad pudo poco a poco hacer más visible la realidad específica de
la mujer en estos tiempos. Mucho más cercana al patriarcado que a la igualdad
de géneros.
“Las
mujeres siempre tienen de qué hablar” nos acusan. Por supuesto que sí, y no
son cosas sólo de mujeres.
______________________________________________________________________________________________
Violencia
es mentir
ELLAS
-
Un 38% de las mujeres maltratadas son amas de casa. Tienen un alto grado de
dependencia económica y emocional con su compañero.
-
Un 33,8% tienen ingresos propios. Son empleadas administrativas, pequeñas y
medianas comerciantes y docentes.
-
Un 20,2% trabajan como empleadas domésticas. Algunas son el sostén principal
del hogar.
-
El 60% de las víctimas tienen estudios que van desde la escuela secundaria
incompleta hasta la universidad completa.
ELLOS
-
Un 19,2 % son obreros y changarines.
-
El 28% corresponde a oficios calificados.
-
El 70,6% son hombres con ingresos medios y medios altos. De ellos un 10,2% son
profesionales, empresarios y funcionarios jerárquicos.
-
El 59,8% de los hombres violentos ha cursado estudios que van desde la escuela
secundaria incompleta hasta la universidad completa.
(Fuente:
)
Las
malas lenguas
España
es un país precursor en relación con las arbitrariedades del lenguaje. Han
incorporado el uso de la @ para nombrar a ellas y ellos de una sola vez. Este
logro fue producto de la lucha feminista de miles de mujeres. Las mismas que
denuncian al Estado español por premiar a Francisco Umbral. Este escritor fue
galardonado con el Premio Cervantes 2000 el 12 de diciembre pasado. El
reconocimiento lo entrega el Ministerio de Educación y Cultura, y supone además
el cobro de una importante suma de dinero. El merecedor, en este caso, es el
autor de expresiones tales como:
“El
odio violento es la manera más pacífica que tiene de expresar su amor, un
marido, un amante, un enamorado.”
“A
uno le parece que tanta zurrapa (mierda) no puede ser más que amor. (“Los
placeres y los días”, columna publicada por el Diario El Mundo, el 31
de enero de 2001)
“A
uno la violación le parece el estado natural/sexual del hombre (...) El
violador del Ensanche (...) llevaba navaja para persuadir a sus víctimas, si es
que puede llamarse así a la beneficiaria de un polvo inesperado, azaroso,
forajido y juvenil (...) La hembra violada parece que tiene otro sabor, como
la liebre de monte. Nosotros ya sólo gozamos mujeres de piscifactorías”.
(“Los cuerpos gloriosos” publicada por la revista de El
Mundo)
“Nos
lo dejó dicho el árabe español con alma de nardo: azota
a tu mujer todos los días, que ella sabrá por qué.
Un poco machista, el dicho, pero a los árabes tenemos que disculpárselo todo,
porque son nuestros espónsores de Platón, de la arquitectura y de tantas
cosas”. (“El último amor romántico”)
“La
Tani ha sido condenada a 14 años de cárcel por matar a su marido, que la sometía
a malos tratos (...) El movimiento popular a favor de la Tani está muy bien,
los hombres debiéramos hacer algo semejante cuando un marido, tras dejarse los
cuernos contra una puerta, se mantea a la santa en plan de jarrapellejos. Como
dicen los árabes, ella
sabrá por qué. De
todos modos uno cree que lo más civilizado y pacífico es tener otra de
repuesto”. (“Romance de la Tani”)
Este
es el escritor premiado como uno de los mejores autores de lengua hispana. No
hubiera merecido el Cervantes si esas mismas frases las hubiera dirigido a los
negros, judíos, musulmanes o etíopes. Pero se refirió a las mujeres. Eso no
es racismo, no es antisemitismo, no es discriminación. Es patriarcado. La peor
y más antigua de las opresiones.