Indignados
El
"ejército laboral de reserva" se subleva
Por
Alberto Rabilotta (*)
ALAI,
América Latina en Movimiento, 20/10/11
Las
destructivas consecuencias de décadas de desregulación financiera y de
liberalismo económico que provocaron y prolongan la crisis del 2008–2009 se
acumulan, pero también ha comenzado a manifestarse la respuesta social y política.
Son elocuentes las imágenes de cientos de miles de griegos que en el primer día
de la huelga general de 48 horas manifestaban en Atenas contra los planes de
privatización de bienes y empresas públicas, y los masivos despidos de
empleados públicos que acompañan la brutal política de austeridad impuesta
a ese país por la Unión Europea y el FMI para seguir enriqueciendo al voraz
sector financiero global. Y al mismo tiempo las imágenes también nos llegan
de diferentes ciudades estadounidenses, de ahí donde menos lo esperábamos,
mostrándonos una juventud movilizada para denunciar el mismo sistema y exigir
los mismos cambios que las indignados y trabajadores griegos, españoles,
portugueses...
Y
para asegurar que no hay "marcha atrás" en esta política de
austeridad y de entrega del país a la oligarquía financiera el gobierno de
Washington aprobó donar 400 tanques Abrams 400 M1A1 al gobierno griego, el
cual a su vez inquirió precios para comprar 20 vehículos anfibios de asalto
(AAV7A1) y vehículos de combate para la infantería (Bradley IFV). No falta
ingrediente alguno para anticipar una brutal represión del movimiento popular
o un auto–golpe de Estado, según analistas.
(http://hellenicdefencenews.blogspot.com/#uds-search-results).
La
aplanadora de la austeridad fiscal está también en marcha en Portugal, donde
los sindicatos responderán con otra convocatoria a una huelga general a
finales de octubre, y basta una breve visita a ese país para constatar la difícil
realidad social, económica y política, e imaginar las terribles
consecuencias que a corto y largo plazo tendrá para el pueblo trabajador y la
raquítica clase media la política de austeridad fiscal acompañada de la
privatización de los bienes y empresas públicas.
Prueba
del desastre de las políticas neoliberales y de las desigualdades provocadas
por la dictadura del capital financiero, como bien recuerda Michael Hudson
(1), es la fulgurante expansión mundial de la protesta de los jóvenes que no
solo sufren un desempleo temporal, sino que están concientes de que bajo el
sistema actual corren el riesgo real de no acceder al mercado laboral, de no
poder encontrar un empleo más o menos estable y, por supuesto, equivalente a
los años de estudio y calificaciones profesionales. De los indignados en España
hasta el "somos el 99 por ciento" en Estados Unidos y Canadá, hay
razones para pensar que no estamos frente a una movilización pasajera, sino
ante la creación de un espacio político y social que marcará a toda una
generación, que tendrá un duradero impacto formativo en términos de
conciencia social, y que tiene el potencial de servir de terreno para la
experimentación de nuevas o renovadas formas de acción política, de una
mayor democracia participativa para encarar los problemas estructurales que
exigen cambios radicales, como lo reclaman a su manera los manifestantes de
"Ocupemos Wall Street" (OWS), que sorprendentemente cuentan ya con
el apoyo de la mayoría (52%) de la población estadounidense, según un
sondeo de la revista Time. Sobre este tema es importante la lectura del análisis
que John Nichols hace en The Nation (The 99 Percent Rise Up) y el artículo de
Andy Kroll en Motherjones (How Occupy Wall Street Really Got Started).
Cuando
el sistema capitalista podía salvarse
Mientras
a nivel mundial se desenvuelven estas movilizaciones de los "jóvenes,
educados y desempleados", como decía la pancarta de un manifestante de
OWS, contando con una creciente participación de trabajadores sindicalizados,
de la "clase media" en camino de proletarizarse y de los jubilados
expuestos al mismo empobrecimiento general, en ese mismo momento los gobiernos
de la Unión Europea, Gran Bretaña y Estados Unidos ( y los partidos de
gobierno que se alternan en el poder para hacer los cambios cosméticos que
mantengan el mismo orden de cosas), siguen emperrados en mantener el sistema
actual, en salvar el sistema financiero que parasitó el capitalismo.
Impensable
que hoy o mañana escucharemos y haya un impacto político inmediato en el
Congreso de Washington, o en cualquiera de los parlamentos europeos, como lo
que el Comité del Senado de Estados Unidos para la Investigación de los
Problemas Económicos escuchó en 1933, en plena Gran Depresión, cuando rindió
testimonio Marriner Eccles, un banquero del estado de Utah (2).
Antes
de que se tomen medidas efectivas para frenar los devastadores efectos de la
depresión – dijo Eccles en su largo testimonio –, es un deber reconocer
que el derrumbe de nuestro actual sistema económico se debe al fracaso de
nuestro liderazgo político y financiero para manejar inteligentemente el
problema monetario. En el mundo real no hay causa ni razón para el desempleo
y su resultante empobrecimiento y sufrimiento de un tercio completo de nuestra
población. Tenemos todo y aun más de la riqueza material que teníamos en el
pico de nuestra prosperidad, en el año 1929. Nuestro pueblo necesita y quiere
todo lo cual nuestros abundantes instrumentos y recursos están en capacidad
de proveerle. El problema de la producción ha sido resuelto, y en el presente
no necesitamos más acumulación de capital () Tenemos la plantilla económica
capaz de proveer una superabundancia de no solamente todas las necesidades básicas
de nuestro pueblo, sino también el confort y el lujo. Nuestro problema, en
consecuencia, es puramente de distribución. Y esto solo puede concretado
proveyendo un poder de compra suficiente y adecuado para que el pueblo pueda
obtener los bienes de consumo que nosotros, como nación, estamos en capacidad
de producir. Para sobrevivir el sistema económico no puede servir a otro propósito.
Eccles,
quien inmediatamente después de este testimonio que muestra y demuestra la
importancia del vinculo entre el capital y el trabajo asalariado, vital para
el capitalismo, fue invitado por el presidente Franklin Roosevelt para que
redactase las principales legislaciones que crearon el sistema de Seguridad
Social (ley de 1933), la Ley Bancaria (Glass–Steagall) que separó los
bancos de depósito de los bancos de inversiones (derogada por el presidente
Bill Clinton en 1995), y la Ley de Bancos de 1935 que encuadró el mandato y
dirección de la Reserva Federal.
Todo
lo que sin tapujo alguno Eccles denunció en su testimonio, en particular la
fabulosa acumulación de riqueza por la oligarquía financiera de la época,
es válido hoy día, incluyendo cuando afirma que "el proceso de
reconstrucción será difícil y lento y solo podrá ser realizado sobre la
bases de un nuevo sistema político, económico y social". Eccles, como
Roosevelt, no querían abandonar el sistema capitalista, sino salvarlo de la
desenfrenada codicia de los ricos, de ese uno por ciento de la población que
entonces como ahora se apropiaba de la mayor parte de la riqueza social. Por
ello, y para asegurar a los ricos "la serenidad y seguridad que no tienen
en el momento presente", cuando las movilizaciones obreras y de cesantes
abrían perspectivas revolucionarias, Eccles declara lo siguiente: Siento que
una de dos cosas es inevitable. Que tenemos que correr el riesgo de enfrentar
este problema de desempleo y (de deflación) o veremos colapsar la estructura
de nuestro sistema de crédito, lo que significa el colapso de nuestro sistema
capitalista, y que entonces tendremos que recomenzar de nuevo. Y por lo tanto
quisiera que intentásemos regular y operar nuestra economía, lo que
actualmente requiere más acción desde el tope", es decir de planificación
económica desde el gobierno.
Lo
que Eccles delineó y concretó en la redacción de las legislaciones
mencionadas forma parte de las políticas de John M. Keynes, del New Deal y
posteriormente – como destaca London Banker en su blog – de los acuerdos
de Bretton Woods, y fue esa política intervencionista, los avances sociales y
la sindicalización masiva lo que permitió superar la Gran Depresión y
entrar, después de la segunda Guerra Mundial, en la "edad de oro"
del capitalismo industrial, las tres décadas que llegaron a término en la década
de los 70, cuando el sistema financiero y las transnacionales revivieron las
ideas del laissez–faire, el actual neoliberalismo.
Y
ahora, bajo la dictadura del capital financiero
Hoy
día, como hace semanas, meses y años, los especuladores bursátiles siguen
con el destructivo juego del sube–y–baja. Las ganancias de las empresas
transnacionales y del sector financiero continúan aumentando y suben aun más
cuando se anuncian nuevas cesantías, sinónimo de "aumento de
productividad", mientras las perspectivas de las economías reales en los
países del "capitalismo avanzado" oscilan entre el estancamiento
prolongado (a la japonesa) y la recesiónpor las consecuencias combinadas de
la crisis financiera, las políticas de liberalización que promovieron la
deslocalización industrial, el "efecto de reemplazo" causado por la
acelerada automatización y los planes de austeridad para reducir las deudas públicas
provenientes de la socialización de las deudas privadas del sector
financiero.
El
desempleo entre los jóvenes, como recuerda el analista británico Ambrose
Evans–Pritchard, se eleva a 10 % en Japón, 46 % en España, 43 % en
Grecia,, 32 % en Irlanda, 27 % en Italia y de 24.6 por ciento Estados Unidos,
con la perspectiva de que la cesantía aumente en la medida en que se apliquen
las políticas de austeridad para reducir los déficits fiscales.
Y
en este contexto la crisis financiera, en particular la exposición crediticia
del sector bancario de la zona euro, se profundiza y amenaza contagiar a
naciones fuera de la zona euro. La solución propuesta – aumentar la
capitalización de los bancos para equilibrar el insostenible radio entre depósitos
y préstamos – provocará una reducción crediticia de siete billones de dólares,
que de realizarse tendrá un impacto en la periferia: los países de Europa
Oriental, las naciones emergentes de América latina y Asia, según el
economista Stephen Jen de SLJ Macro Partners (3).
Hace
pocos días y refiriéndose a la brecha entre los ingresos en Estados Unidos,
Howard Buffett – director de Berkshire Hathaway Inc. e hijo de Warren
Buffett, el tercer hombre más rico del mundo – dijo que "nunca fue tan
enorme" como actualmente. Por su parte Warren Buffett volvió a repetir
el pasado 30 de septiembre, esta vez en entrevista con Charlie Rose en la
televisión de PBS, que para comprobar la existencia de la guerra de clases
basta ver "esas 400 familias" que tienen un promedio de 40 a 200
millones de dólares de ingresos anuales y pagan muy bajos impuestos:
"hay una guerra de clases en curso. Y justamente es mi clase que está
ganándola. Y mi clase no solo está ganando. Lo que quiero decir es que
estamos matando" al resto del pueblo (4).
En
el mismo despacho de la agencia Bloomberg que cita a Howard y Warren Buffet se
incluyen, entre las declaraciones de otros personajes que dominan el mundo de
las finanzas, las de Bill Gross, gerente general del mayor fondo de
obligaciones del mundo, Pacific Investment Management Co. (PIMCO), quien
refiriéndose a las movilizaciones de OWS dijo por 'twitter' que los
asalariados están defendiéndose después de tres décadas de una guerra de
clases en la cual 'fueron el blanco de los disparos'.
Sobre
la "inestabilidad de la desigualdad" escribe el economista y
profesor de economía Nouriel Roubini (5), quien comienza su análisis
recordando que "este año se ha caracterizado por una ola global de
descontento e inestabilidad política y social, que ha ocasionado que la gente
salga en masa a las calles reales y virtuales".
Roubini,
uno de los economistas que anticipadamente pronosticó la crisis financiera
del 2008–2009, destaca este renacimiento de la protesta social, de los
"indignados" que ahora surgieron masivamente en Estados Unidos con
el movimiento "somos el 99 por ciento!", y señala que se debe al
alto nivel del desempleo y subempleo en las economías avanzadas y emergentes,
y a la desigualdad en la distribución de la riqueza en las economías
avanzadas.
Al
analizar la economía, la baja de los ingresos salariales y el creciente
desempleo por la insuficiente demanda final, el profesor Roubini recuerda que
"el problema no es nuevo", y que Karl Marx "tenía razón al
decir que la globalización, el capitalismo financiero descontrolado, y la
redistribución del ingreso y la riqueza, del trabajo al capital, podrían
llevar el capitalismo a la autodestrucción". Para Marx, añade, un
capitalismo no regulado puede originar las crisis de sobreproducción, de
subconsumo y la recurrencia de crisis financieras destructivas por las
burbujas crediticias y bursátiles.
Como
Eccles en 1933, Roubini enfatiza que "cualquier sistema económico que no
aborde adecuadamente la desigualdad se enfrentará en última instancia a una
crisis de legitimidad" y por lo tanto será contestado por los pueblos.
Ese
es el lugar de la historia donde nos encontramos ahora. No hay lo que hizo
tomar conciencia a Eccles, a Roosevelt y a tantos otros políticos en los años
30, las banderas rojas ondeando en las grandes manifestaciones que exigían
una revolución social, tampoco los partidos socialistas y comunistas
organizando las masas, ni los obreros cantando la Internacional.
Sin
embargo, por primera vez en mucho tiempo en casi no importa que lugar del
mundo se puede sentir el fermento social. El ejército laboral de reserva más
joven y educado de la historia del capitalismo empieza sublevarse.
(*)
Alberto Rabilotta es periodista argentino.
Notas:
1.- Michael Hudson, From Marx to Goldman Sachs: The
Fiction of Fictitious Capital, Michael Hudson blog, 30 July, 2010
2.-
Marriner Eccles: http://fraser.stlouisfed.org/docs/meltzer/ecctes33.pdf
y también ver la oportuna cita de Eccles en el excelente blog de
London Banker: www.londonbanker.blogspot.com/
3.- Ambrose Evans-Pritchard, The Telegraph.co.uk, 28
October, 2011.
4.- Howard y Warren Buffett, Business Week, 13/10/11
5.-
Nouriel Roubini es director de Roubini Global Economics y profesor de economía
en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, "La
inestabilidad de la desigualdad", Projet Syndicate, 13/10/11.
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