Marx y la revolución social o total
Por Guillermo Pessoa
Para Socialismo o Barbarie, 21/02/08
La doctrina de
Marx - esa "guía para la acción" al decir de
Engels - no
surgió de la noche a la mañana y en forma totalmente
lineal. Si bien pensamos que no se puede hablar de
"ruptura epistemológica" como pregonaban algunos
allá por los sesenta de la mano del althusserianismo,
creemos existen disrupciones y pliegues en la conformación
de la misma. Como en toda cosmovisión del mundo de raíz
alemana, el momento de la empiria (los hechos) resulta clave
para su formulación, aunque lógicamente no se agote allí.
El joven doctor en filosofía que comienza
rompiendo lanzas contra su maestro Hegel - integrante de la
izquierda radical de los continuadores de aquél -
también irá ajustando cuentas con dichos compañeros
de ruta. Ya al polemizar con Bruno Bauer, le recordará a éste
- en un texto magnífico como es "La cuestión judía"
- que si bien la emancipación política del hombre obtenida
mediante la revolución burguesa es un paso inmenso en
comparación al pasado feudal, deja pendiente la emancipación
humana. Ésta no es otra que aquélla que termina con la
alienación del hombre a ese "cielo laico" que es
la igualdad ciudadana en el ámbito del estado político y
con el egoísmo de la sociedad civil, de allí la
"dualidad" existente. Todavía aquí la crítica
es antropológica y deja irresuelto el tema clave de quién
será el sujeto encargado de tamaña revolución. Meses
después intentará responder a ese interrogante, señalando
al proletariado "aquél en quien se resume toda la
miseria y la negatividad de la sociedad" , como el
protagonista - todavía pasivo en verdad - de dicha
transformación. Fundamentos morales más que sociales, se
ocultan tras esa sentencia.
A mediados de 1844 estalla
un levantamiento de los tejedores a domicilio de la
provincia prusiana de Silesia que culmina con la represión
de las tropas del rey. "No podía despertar ninguna
esperanza revolucionaria, sólo era un motín industrial y
el rey nada debía temer", afirmaba Ruge, compañero de
Marx, sobre
dicho movimiento. Este hecho de la lucha de clases le
permite al futuro autor del "Manifiesto
Comunista", empezar a ajustar su concepción del sujeto
social. La iniciativa, las consignas (muchas de ellas
expresadas con cánticos populares) de los trabajadores
alemanes que comienzan a cargar las tintas contra el
gobierno y el poder del estado, lo llevan - a lo que luego unirá una mayor elucidación de su
lugar en la producción -
a revalorizar el aspecto de su conciencia y el avance
que ésta parece expresar. Pequeña digresión: la pedantería
intelectual que la crítica de Bauer manifiesta, opuesta al
"oído atento" de Marx
lo que le permite a éste perfeccionar su teoría,
tendrá repeticiones en el futuro. La actitud de Plejanov
para con la revolución de 1905 en Rusia y la encarnada por
Lenin contrariándola, son un buen botón de muestra de
ello.
“Una revolución social se sitúa en el
punto de vista del todo porque - aunque sólo se produzca en
un distrito fabril - entraña una protesta del hombre contra
la vida deshumanizada, porque arranca del punto de vista del
individuo real, porque la comunidad contra cuya separación
del individuo reacciona éste es la verdadera comunidad del
hombre, la esencia humana.” [1]
Así escribirá Marx analizando los sucesos
de Silesia. La revolución social que pondrá realmente al
hombre como centro de la sociedad, es aquélla que supera -
conserva y niega - tanto el momento "fabril"
(sindical, para decirlo con un término más actual) como
también la mera fase política, tal cual sostenía Bauer al
hablar del problema judío en la Alemania absolutista que
aun no había conformado su unidad nacional. La acción
entonces de los trabadores textiles y el balance de la
misma, son una de las disrupciones que sufrirá la
conformación del pensamiento marxiano.
Su posterior estadía en París, además de
acercarlo a la lectura de toda la Economía Política clásica,
lo lleva también al conocimiento del proletariado francés
y sus organizaciones. La idea del comunismo empieza a cobrar
un sustento más acabado. Precisamente en otra polémica,
esta vez con Proudhon, dicha problemática - como muchas
otras tan jugosas como ésta - volverá a salir a la luz.
Aquí se observa que esa "capacidad" que tendría
la clase obrera para "ponerse" como sujeto del
cambio social, se halla fundamentada en forma inmanentista
por la propia totalidad que entraña el capitalismo.
Totalidad que tiene en su interior la contradicción que la
desequilibra permanentemente. Veámoslo:
“La existencia de una clase oprimida es la
condición vital de toda sociedad fundada en el antagonismo
de clases. La emancipación de la clase oprimida implica
pues, necesariamente, la creación de una sociedad nueva.
Para que la clase oprimida pueda liberarse, es preciso que
las fuerzas productivas ya adquiridas y las relaciones
sociales vigentes no puedan seguir existiendo unas al lado
de las otras. De todos los instrumentos de producción, la
fuerza productiva más grande es la propia clase
revolucionaria. La condición de emancipación de la clase
obrera es la abolición de todas las clases, del mismo modo
que la condición de emancipación del tercer estado, del
orden burgués, fue la abolición de todos los estados y de
todos los órdenes.”
Algo que después en una obra de neta agitación
política, expresará como "la burguesía ha creado
además a sus propios sepultureros". Dicho sujeto además
- en una aseveración que da por tierra con toda visión de
un Marx "analítico" o "tecnologicista"
como más de uno luego quisieron ver - es la principal
fuerza productiva; lo que significa que su calidad de vida,
el control de su trabajo, etc, conforman un aspecto esencialísimo
en la construcción socialista o de la "sociedad
nueva" como dice el texto.
“En el transcurso de su desarrollo, la
clase obrera sustituirá la antigua sociedad civil por una
asociación que excluya a las clases y su antagonismo, y no
existirá ya un poder político propiamente dicho, pues el
poder político es precisamente la expresión oficial del
antagonismo dentro de la sociedad civil. Mientras tanto, el
antagonismo entre el proletariado y la burguesía es una
lucha de clase contra clase, lucha que, llevada a su más
alta expresión, implica una revolución total. Además, ¿puede
causar extrañeza que una sociedad basada en la oposición
de las clases llegue, como último desenlace, a la
contradicción brutal, a un choque cuerpo a cuerpo? No digaís
que el movimiento social excluye el movimiento político. No
hay jamás movimiento político que, al mismo tiempo, no sea
social.” [2]
Dos últimos aspectos que se hallan aquí y
que desarrollaremos más in extenso en posteriores artículos.
La revolución total conducida por la clase obrera
terminará con el poder político - el estado burgués - que
no es otro que el garante y reproductor de las relaciones
sociales capitalistas de la cual es su expresión político-jurídica,
con vistas a un régimen transicional que abolirá las
clases y por ende, toda forma estatal. Tamaña tarea es
precisamente la coronación de una "contradicción
brutal" que requerirá para su resolución de lo que
muchos marxitas denominaron "el arte de la insurrección".
Mientras hoy el presidente de la mayor potencia del mundo,
valida la tortura como método legal para con sus
opositores; tener en cuenta lo anterior es confirmar, una
vez más, que nos encontramos en el período histórico
marcado por la férrrea disyuntiva de socialismo o
barbarie.
1: Tomado de Furet. F. Marx y la Revolución
francesa. "Glosas criticas al artículo El Rey de
Prusia y la reforma social, por un Prusiano". Vorwarts
10/08/44. FCE, México, 1992. p. 141.
2: Marx, K Miseria de la Filosofìa. Siglo
XXI, México, 1987, pp. 120/1.
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