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Cuba: Análisis peligroso
Un análisis simplista de
consecuencias oportunistas
El autor sostiene que el proceso de restauración en Cuba
está terminado: Cuba es un país capitalista, atípico,
pero capitalista al fin y al cabo. Esto nos parece un error.
Nos remitimos a la crítica que hiciera Roberto Ramírez, en
su artículo sobre la Revolución Cuba en la revista SoB 22:
"Los compañeros confunden el primer mes de embarazo
con el noveno, o peor aún, con el niño ya nacido. ¿Es que
hay una nueva burguesía cubana? ¿Es el Estado cubano un
estado capitalista? A pesar de que se diga que la dirección
de la revolución fue pequeño–burguesa, ¿lo sigue siendo
hoy en día, luego de administrar por más de 50 años la
Revolución y el Estado cubano?
En Cuba, la burocracia dirigente viene discutiendo
largamente sobre qué camino seguir, en el marco de la
desaparición física de la generación revolucionaria y las
tensiones económicas y sociales crecientes que está
produciendo el vertiginoso avance de medidas
restauracionistas. La asociación del estado burocrático
cubano (particularmente de sus fuerzas armadas) y el
imperialismo europeo y canadiense presiona hacia una
restauración hacia 'a la China' y no 'a la Miami', pero no
está dicho que lo logren, esto es, que derroten al pueblo
trabajador cubano y que se le quite la independencia del
imperialismo."
Nos parece un análisis simplista, que se para sobre el
proceso de restauración para darlo prontamente por
terminado, simplificando el rol de la burocracia y de su
asociación con el capital extranjero. Un análisis que
probablemente lleve a los compañeros de la LIT a una posición
antidefensista y adoptar una posición oportunista con
respecto a la lucha contra la restauración del capitalismo
en la isla. Como ejemplo, lo expresado en la presentación
del libro, a cargo de Ángel Luis Parras, donde propone
participar de un movimiento de masas restauracionista,
"para pelearle la dirección a los capitalistas",
so pena de quedar en frente único en los hechos con la
burocracia.
Con este análisis simplista, de consecuencias
oportunistas, cualquier perspectiva de organización y
movilización independiente de la clase obrera y las masas
populares queda negada, y a los revolucionarios nos queda
"pelear la dirección" en las movilizaciones de
masas de derecha, como intenta hacer la LIT en Venezuela e
intentó hacerlo en Argentina en relación a la crisis del
"campo". (Manuel
Rodríguez)
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Recogiendo la intervención del compañero en su
presentación y la lectura del texto, vamos a dar nuestra
opinión al respecto, como parte de la contribución a este
debate que, aunque lleva 20 años, tiene consecuencias
actuales y políticas de primer orden para el desarrollo de
la lucha de clases y la organización de los
revolucionarios. Si bien el libro es una recopilación de
artículos escritos en el espacio de una década, no da
cuenta de las elaboraciones orgánicas a proyectos políticos
en curso, como las del nuevo MAS y la Corriente Socialismo o
Barbarie Internacional, de la Fracción Trotskista –
Cuarta Internacional (orientada por el PTS de Argentina), o
incluso de su propia corriente, como Las esquinas peligrosas
de la historia, de Valerio Arcary. En el mismo sentido,
tampoco termina de examinar críticamente, a la luz de la
experiencia política de las últimas décadas los rasgos
objetivistas y sustituístas del morenismo, fundamento teórico–político
en el que se base, ni tampoco desarrolla sus principales
postulados, particularmente en relación a la revisión que
hizo Moreno de la Teoría de la Revolución Permanente.
1.– La primera reflexión que queremos hacer es que las
consecuencias de la caída del Muro fueron decisivas para el
acontecer histórico posterior. Para nosotros esa es la
discusión fundamental: qué perspectivas se abrieron y cuáles
fueron los resultados de esas perspectivas en estos 20 años.
2.– Por esta misma razón no vamos a empezar la polémica
con las caracterizaciones (aunque sí son fundamento de
nuestras posiciones y las vamos a explicar) sino qué se
abrió (o no) con la caída de los regímenes stalinistas.
3.– Para nosotros, la caída de estos regímenes fue un
paso adelante desde el punto de vista de que desbloqueó la
perspectiva socialista revolucionaria, usurpada por la
burocracia de los equivocadamente llamados "países
socialistas". Pero al mismo tiempo debemos decir que
este enorme avance se vio "trabado", mediatizado,
por la crisis de subjetividad abierta ante el "fin del
socialismo". La crisis de alternativa se concretó en
la creencia entre las amplias masas y sectores importantes
de la vanguardia de la imposibilidad de transformar el
capitalismo y avanzar hacia una perspectiva revolucionaria.
El impacto en los luchadores no fue solamente de
escepticismo político, sino también de rechazo a la política
y a la organización. La prédica por parte de la burguesía
del "fin del socialismo" y "las ideologías"
impregnó esta etapa inmediata posterior a la caída del
stalinismo. Fue una etapa de derrota, de avance del
neoliberalismo en todo el mundo, a la que contribuyó
notablemente la incorporación directa y salvaje de las
economías no capitalistas de Europa del Este a la nueva
configuración neoliberal, globalizada de la economía
mundial.
4.– Al cerrarse esta etapa e iniciarse un proceso de
rebeliones populares en el nuevo siglo, este proceso se
trasladó inmediatamente a la realidad de las nuevas
movilizaciones y organizaciones que surgieron al calor de
las rebeliones populares en Latinoamérica. Abundó y se
desarrollaron los movimientos: de desocupados, indigenistas,
populares. Todos atravesados por concepciones reformistas,
populistas, autonomistas. Como correlato la organización de
organizaciones revolucionarias se vio abroquelada y
enflaquecida ante el avance de "nada de política, nada
de organización" y ante esta ausencia de perspectiva
revolucionaria. Cuestión que cruza a toda la vanguardia
revolucionaria y a las dificultades en la construcción de
organizaciones militantes.
Esto último, que el compañero Hernández lo menciona al
contestar una de las preguntas después de su informe, nos
parece un problema crucial. Porque lo que se ha abierto con
la caída del stalinismo y los nuevos ascensos en la lucha
obrera y popular es la recomposición del movimiento obrero
y por lo tanto, de los revolucionarios y ese es nuestro
problema. Porque es el problema del sujeto, de la clase
obrera y sus organizaciones para transformar las rebeliones
en toma consciente del poder.
Así lo expresamos en Construir otro futuro, 1.1. La
crisis de la alternativa socialista, p. 17:
"Y sin embargo, el derrumbe del estalinismo en Europa
del Este –un cataclismo histórico que ha supuesto el
trastorno de todo tipo de relaciones sociales y políticas a
escala mundial– ha significado el fin de su yugo histórico
sobre la clase trabajadora, y que, finalmente, ésta tenga
la posibilidad de reconstruirse o refundarse sobre nuevas
bases, socialistas y revolucionarias. El desafío es,
entonces, no caer en el derrotismo, sino (re)formular un
proyecto revolucionario que, apoyado en la premisa marxista
de que 'la liberación de los trabajadores debe ser obra de
los trabajadores mismos', esté a la altura de las
necesidades y ubique a nuestra organización/corriente sobre
una nueva perspectiva estratégica."
Pero en estos momentos, con la caída del Muro de Wall
Street esta recomposición se potencia y adquiere la
posibilidad estratégica de que la clase obrera sea la que
tome el centro de la escena. Posibilidad que se está
expresando en forma embrionaria aún, pero que es un índice
hacia el cual los revolucionarios debemos apostar nuestras
fichas.
Ausencia del sujeto
Tanto en la convocatoria como en el texto se insiste en
este trabajo como una contribución al debate sobre el Este.
Debate que nosotros también opinamos que es fundamental,
pero enmarcado en un contexto de la lucha de clases actual,
teñido por estas terribles contradicciones que enfrentamos
desde la caída del Muro. Contradicciones que han dado
surgimiento, insistimos, a rebeliones profundas, pero también
a mediaciones burguesas y populistas que han entorpecido una
salida revolucionaria y permitido el avance de la derecha en
la región. (Hablamos de la región latinoamericana que son
los países donde estamos insertos tanto SoB como la LIT).
Pero respetando que el texto no tenga este ángulo,
disentimos metodológicamente con el mismo en que se analiza
el fenómeno de los procesos de restauración capitalista y
el carácter de los estados surgidos sin mencionar al rol de
la clase obrera.
Ausencia de su rol en dos situaciones históricas
distinta. Una, desde el punto de vista del papel de la clase
obrera en la lucha por la toma del poder. Otra, desde el
punto de vista de la clase obrera en su ubicación desde la
toma del poder como fue en Rusia en el 17 y la posterior
etapa de transición, como clase dominante en la sociedad
post–revolución.
Aquí corresponde a remitirnos a nuestra concepción de
que las revoluciones de posguerra, tanto como las
ocupaciones del Ejército Rojo de los países del glacis, no
fueron revoluciones socialistas. Fueron:
"...revoluciones abortadas desde el punto de vista
obrero y socialista, que no consumaron verdaderas dictaduras
del proletariado ni lograron abrir un verdadero proceso de
transición al socialismo, en ausencia total y completa de
la clase obrera en el centro del proceso y de la tendencia a
la disolución del Estado y del trabajo asalariado." (Revolución
y socialismo en el siglo XXI, R. Sáenz, SoB 17–18)
Ausencia también absoluta del rol de la clase obrera en
el estado de transición, posterior a la afirmación de la
burocracia, con autodeterminación, organismos de poder,
control efectivo sobre el Estado.
Sin esto, ¿de qué estado obrero podemos hablar? Es
maquillar a la burocracia para una película de ficción
decir tal cosa.
Un estado obrero sin obreros en el poder
En el libro se define un estado obrero por tres categorías:
a) nacionalización de los medios de producción y los
bancos; b) control del comercio exterior y c) planificación
de la economía, asimilando las relaciones de producción a
estas formas jurídico–estatales. Son categorías
abstractas de por sí si no analizamos el quién
lleva adelante esas medidas.
Esa es nuestra diferencia fundamental con los compañeros
cuando definen la vuelta al capitalismo por la pérdida de
la ejecución de estas funciones por la burocracia de los
estados obreros.
Para nosotros la vuelta al capitalismo vino de la mano de
la transformación de un estado que ya había dejado de ser
obrero degenerado y convertido en un estado burocrático,
donde la clase obrera no tenía ninguna injerencia.
Y aquí nos parece la más apropiada la definición de
Rakovsky, a quien el libro desprecia y tergiversa como si
fuera una definición absurda, a la que Trotsky no le dio
importancia. Tanta importancia le dio que polemizó con él
este aspecto como parte también de una polémica más
integral sobre la política y el programa de los trotskistas
frente al stalinismo. No sólo porque lo consideraba un gran
revolucionario, sino porque estaba en Rusia, no a miles de
kilómetros como él.
Además de la conocida Carta a Valentinov (Los peligros
profesionales del poder), se encuentran las Cartas de Astrakán
donde intercambia una fluida correspondencia con Trotsky.
Parte de las respuestas de Trotsky no están traducidas del
ruso (están disponibles en ese idioma en la biblioteca
electrónica Wikipedia). Todo este estudio lo desarrolla
Pierre Broué, fundador del Instituto león Trotsky de
Francia y uno de los mayores historiadores del movimiento
trotskista, en dos "cahiers" dedicados a Rakovsky.
Para ilustrar si Trotsky tenía en cuenta lo que opinaba
Rakovsky como dirigente revolucionario, basta citar como
unos de los ejemplos que le dedicó su libro Literatura y
revolución. En los Escritos, Tomo V, volumen II, se refiere
a él en estos términos: "En el transcurso de su
exilio el viejo luchador dejó de ser un ser humano para
pasar a ser un símbolo, no sólo para la Oposición de
Izquierda Internacional sino también para amplios sectores
de la clase obrera en general".
Por otro lado, en el libro se reduce a la posición de
Rizzi posiciones del trotskismo de la posguerra que no se
ven reflejadas en la misma. Esto ocurre con la teoría del
capitalismo de estado, defendida particularmente por el ya
difunto Tony Cliff y su corriente IST, y el planteo de Después
del estalinismo, de Andrés Romero. Ni tampoco menciona la
elaboración de Pierre Naville, una de las más originales
de toda la posguerra, donde Naville profundiza la teorización
sobre la transición al socialismo, alrededor del concepto
de la explotación mutua (que puede transformarse en
explotación no orgánica si la clase obrera no es la clase
efectivamente dominante), el imperio de la ley del valor a
nivel mundial (con la consecuente unidad de la economía
mundial) y, derivado de esto último, la importancia de la
relación salarial, como fundamento de la explotación.
Por supuesto que coincidimos en que Trotsky previó el
curso posterior de la URSS si no había una revolución política.
Pero en el proceso que ya estaba en curso, Rakovsky tuvo la
visión más aguda, más del sujeto. Visión que
lamentablemente los trotskistas ignoramos durante décadas.
¿La burocracia siempre fue restauracionista?
El libro insiste en que Trotsky acertó en el proceso de
restauración que se iba a producir indefectiblemente si la
burocracia seguía gobernando. Agrega que su error fue de
pronóstico al plantear que ésta vendría fruto de una
contrarrevolución violenta. Esa contrarrevolución
sangrienta fueron para el autor, las masacres de Hungría,
Checoslovaquia, Tianamenn y muchas más.
El texto agrega que: "Los acontecimientos actuales
(la restauración del capitalismo en Rusia) son la culminación,
en el terreno de la economía, de un proceso sangriento que
comenzó en el terreno de la política. Y esa violencia, de
la cual se valió Stalin para mantenerse en el poder (poder
sin el cual no se puede entender la actual restauración),
se ejerció por décadas, no sólo en la URSS sino en los
nuevos estados obreros burocratizados. (...)". (El
veredicto... p.113)
Concluye que la contrarrevolución sangrienta fue ejercida
por Stalin y sus seguidores hasta la caída del Muro y que
eso configuró el carácter "violento" de la
restauración, ejercido durante décadas de represión
burocrática.
Como si 40 años no fueran nada, creemos que la represión
burocrática no siempre estuvo al servicio de la restauración.
Aquí se asimila el proceso de consolidación de la
burocracia con el de la restauración, como si éste fuera
uno único y lineal. ¿Acaso puede subsistir décadas un
estado obrero deformado luego de una sangrienta
contrarrevolución? Y más aún ¿puede seguir considerándoselo
obrero? ¿Cuál fue la contrarrevolución entonces?
Con los acuerdos de Yalta y Postdam se abre un nuevo orden
mundial donde se consolida el poder burocrático con el
reparto del mundo entre las potencias triunfantes y la
entregada total de la revolución en Europa. Ese es el
fundamental legado de Stalin. Este legado instauró el
dominio del stalinismo en el mundo sobre el movimiento
obrero con una fuerza que trabó toda irrupción de revolución
obrera. Pero Stalin no inició ningún curso
restauracionista como proyecto político para profundizar su
dominio. Tentaciones y ofertas habrá tenido seguro, por
parte del imperialismo. Presiones objetivas también. Pero
su política fue afirmar su dominio burocrático y no ceder
sus territorios ni su poder ante el avance imperialista. Por
eso fueron una burocracia tan poderosa y por eso su caída
también provocó un nuevo orden mundial.
Pero para nosotros el proceso restauracionista fue ganando
terreno entre las cúpulas burocráticas que se prendieron
en él y se transformaron en la nueva burguesía después,
con el desarrollo de la crisis económica y política dentro
de los países del Este.
Para nosotros no fue violenta porque los trabajadores tenían
una absoluta confusión sobre el devenir capitalista y los
cambios que traerían en sus condiciones de vida porque ya
no veían "conquistas socialistas que defender".
¿Cuáles fueron la reivindicaciones de los trabajadores y
el pueblo del Este?
Coincidimos con el texto de que las masacres que menciona
fueron contrarrevoluciones sangrientas. Pero fueron procesos
encabezados en algunos lugares, como Polonia, por la clase
obrera, por el movimiento estudiantil como en China o más
populares y promovidos por la intelectualidad en otros.
Pero todos fueron procesos en contra de la burocracia, de
sus medidas de gobierno o de exigencia de libertad política,
de expresión o sindical. Ningún alzamiento del 89 fue para
defender conquistas del "estado obrero". ¿Qué país
se levantó en defensa de las estatizaciones, de la
planificación económica, del monopolio del comercio
exterior? Ninguno. Las tendencias obreras y estudiantiles
verdaderamente socialistas fueron reprimidas brutalmente en
las diferentes rebeliones que protagonizaron los pueblos de
Europa del Este contra la ocupación soviética y la
burocracia que ésta respaldaba en la década del 50 y 60.
Luego de estas contrarrevoluciones, los trabajadores no tenían
conquistas que defender, ya habían sido ultrajadas por la
burocracia.
Sus conquistas se habían vuelto una mascarada, que envolvía
una explotación del obrero vía un plusvalor que iba a las
arcas de acumulación burocrática. Explotación que no
era ejercida por una clase orgánica, pero por algo más que
una mera burocracia, que transformó al proletariado
nuevamente en clase oprimida, no sólo desde el punto de
vista de sus "libertades democráticas", sino de
su ubicación en las relaciones de producción, en la
estructura.
Por eso estuvieron atados de pies y manos para resistir el
avance capitalista.
Reflexiones finales
Para nosotros, pretender abarcar en forma muy resumida
problemas teóricos y políticos como los aquí planteados,
desde el análisis de Trotsky, las polémicas con sus
contemporáneos, las posteriores a su asesinato, la
restauración en países tan disímiles como Rusia, China o
Cuba, exceden la intención de este texto que presentamos en
nuestra página. Nuestras elaboraciones publicadas en las
revistas Socialismo o Barbarie (nº 17/18, los artículos Crítica
a la concepción de las revoluciones "socialistas
objetivas" y Las revoluciones de posguerra y el
movimiento trotskista, nº 19, China 1949: una revolución
campesina anticapitalista, nº 22, Cuba frente a una
encrucijada y Sobre la naturaleza de las revoluciones de
posguerra y los estados "socialistas") y en
distintos materiales, así como las polémicas encarnadas en
debates con otras corrientes, incursionan en estos complejos
temas. Pero, insistimos, sin pretender abordar todos los
aspectos en debate, suscribimos estos apuntes e impresiones
sobre el libro del compañero Martín Hernández, como una
contribución desde nuestra corriente al debate.
Y agradecemos a los compañeros de la LIT y el FOS de
Argentina la invitación a la presentación del libro.
(*) Dirigente del PSTU–Brasil y la LIT.