Les
envío un escrito breve que enuncia algunas ideas y críticas del tema. Tema
bastante polémico, el cuál se desarrolló en al revista “A Plena Voz”,
que por ser de carácter masivo (publicación más de 100 mil ejemplares)
exige la inexistencia de notas al pie o desarrollos más largos. Agradezco los
comentarios críticos del texto; y a quienes usan estos escritos para formación
política cursos y talleres, la ALEM (Asociación
Latinoamericana de Economía Política Marxista)
está al orden para un foro-debate que permita profundizar en los mismos.
Algunos
“cientistas” predicen la muerte de algunas categorías filosóficas que
según ellos son puro gamelote. Entre ellas, la alienación es una recurrente
víctima de quienes opinan que ese vocablo forma parte de un Marx joven
aún hegeliano. Los que afirman esto (Althusser, por ejemplo) suelen tener epígonos
que contemporáneamente se dedican a denostar de otras ideas interesantes
como: plusvalía ideológica y plusvalía sexual. Se echan a reír con
cualquier intento de abordar realidades que evidentemente están imbricadas en
el modo de producción de la sociedad, pero que tienen connotaciones sensibles
y particulares. Así, en este breve ensayo se intenta conciliar las
determinaciones explicitadas en el título, con una perspectiva abiertamente
materialista y dialéctica, sin caer en el tedio de las –como decía Lenin-
palabrejas sapientes.
¿Es
la alienación una ridiculez hegeliana de Marx o un fenómeno latente?
En
el brillante trabajo de Israel Joachim, Teoría de la Alienación, se
denota una larga lista de formas de presentación de la alienación. Nosotros
partiremos de la más esencial y la que atañe al escrito, es decir, la
alienación en la producción y la alienación del Eros.
La
alienación principal, a grosso modo, se fundamenta en la sistemática
separación de los productores directos (trabajadores) y sus medios
(herramientas) y objetos de trabajo (tierra, agua etc.). Ese acto inicial,
conlleva a derivaciones importantes como: la expropiación del fruto del
trabajo propio y el divorcio entre el conocimiento del proceso productivo y el
productor. Así, el trabajador despojado de bienes con los cuales pueda
proveerse de satisfactores, es forzado, so pena de perecer de inanición, a venderse
como una mercancía a quien lo desee explotar. De esa forma, la gente se enajena,
se transfiere a otra por un período determinado de tiempo para que el
“Jefe” disponga de su vida a plenitud y le ordene qué, cómo, dónde y
cuando trabajar para beneficio del explotador.
Lo
anterior se constituye como una sólida respuesta para explicar las razones de
la deserción y el ausentismo laboral. Es a su vez una parte fundante (aparte
de las míseros salarios) de la trágica pena en que se constituye el empleo
en las sociedades de explotación. Por ello, la religión como defensor ideológico
del status quo, suele decir que el Trabajo es el castigo de Dios en la tierra
y claro, si viene de Dios lo único que queda es cargar la Cruz. Claro, la
iglesia no es tan bruta y tiene capacidades para ajustarse al gusto de las
nuevas clases dominantes. Cuando el trabajo en general y más aún el manual,
era visto como una bazofia infamante por la nobleza, la iglesia le seguía el
coro. Pero cuando el trabajo era bien visto por la burguesía, los inútiles
clérigos salieron a corear que “dignificaba el hombre” e incluso en
algunas opiniones papales se les “salió” el trabajo humano es la única
fuente de valor.
Pero,
esta relación de alienación en el trabajo y la alienación ideológica de
aparatos apologistas del sistema no se queda allí; se traslada y difumina en
el conjunto de relaciones que integran la totalidad social. Por ello, estas
características vinculaciones alienantes son en gran parte las tocólogas de
lo que a continuación esbozamos.
Plusvalía
ideológica (PI) una categoría con plena vigencia
Al
borde de mis diferencias con ciertas frases de Ludovico donde, por ejemplo,
ornamenta al oscurantismo Talibán y copia el infeliz absurdo de motear a la
URSS como socialimperialista, en su libro Contracultura, es de
Perogrullo reconocer la dilucidación de la PI. El libro de Ludovico PI, fue
editado en 1970 y trajo consigo una serie de novedades interesantes que por
razones de espacio no abordaremos. Fernando Saldivia y Nelson Guzmán tienen
trabajos interesantes acerca del tema, que a mi juicio se centra en
matrimoniar la extracción de plusvalía en el lugar de trabajo, con la
extracción de plusvalor en el plano de la adopción pasiva del sistema.
Ludovico
explica que el reforzamiento en el plano ideológico del sistema es
inconsciente y constituye el corazón significante de la PI. Esa PI es fácilmente
vista en personas víctimas del capital que con desparpajo y de manera
gratuita (no como los “expertos” tarifados que nos marean en la televisión)
defienden vigorosamente la explotación (trabajo asalariado), la flexibilización
del empleo (la precarización), la enajenación de los activos del estado (las
privatizaciones) y la sacrosanta Propiedad Privada (a pesar de que no tienen más
que sus cuerpos vociferantes). Esta “gente”, hace una propaganda
inestimable a la opresión burguesa y se constituye como una feroz reserva de
la burguesía en caso de un acto revolucionario que paradójicamente, venga a
liberarlos de la expoliación.
Marx
y Engels en su trabajo La Ideología Alemana explicaron un par de cosas
con meridiana claridad: las ideas de la clase dominante son las ideas que se
reproducen en la sociedad y el desarrollo de estos planteamientos se
instituyen en cada ser como falsa conciencia, como falaz aproximación
al real (es decir, científico) funcionamiento de la realidad. Eduardo
Sartelli, en su maravillosa investigación La Cajita Infeliz, un viaje
marxista a través de la historia, nos explica que la utilización con
fines políticos de la falsa conciencia es lo que llamamos los
marxistas: Ideología. Y es ideología porque partiendo de un miligramo de
verdad, distorsiona de manera alevosa la realidad y las estrategias verídicas
para su transformación. La propaganda y formación comunista no es ideológica,
debe ser científica, porque amerita de investigar en las reales causas
explicativas de los fenómenos. De esa forma el socialismo se hace ciencia.
Este
trabajo impago para el reforzamiento ideológico del sistema de infortunios
burgués nos lleva a otras áreas que el título principal nos asoma:
Plusvalía
sexual o cuando la explotación llega a nuestras camas
Hace
poco fui parte de un motín subversivo por parte de unos alumnos que fungen
como empleados del Instituto Venezolano del Seguro Social, a los cuáles yo
les daba clases de finanzas. En efecto, ellos elaboraron una carta exigiendo
mi despido por mis intentos de “ideologizar”, con mis jurásicas opiniones
comunistas, las muy objetivas lecciones de finanzas. Así, ellos creen que las
clases de finanzas son “imparciales” o libres de contenido político, aún
cuando les revele algunos de los mecanismos de expoliación financiera. Así,
la mayoría de la gente ve inversamente ideología donde no la hay (en el análisis
científico, es decir, marxista de la realidad) y ven objetividad donde sólo
hay ideología palurda y metafísica, verbigracia, la fraseología
burguesa aplicada a la economía política.
Pero
lo anterior no es un asunto de meros gaznápiros. El hombre y la mujer
promedio llevan en sus hombros toneladas de ideología burguesa sin saberlo. Más
aún, la reproducen a diario en TODAS sus relaciones al pasar por el filtro
del “sentido común” que creen propio o al menos popular, pero que no es más
que la falsa conciencia hecha cotidianidad. Como escribe Ludovico:”el
capitalismo no suministra a sus hombres cualquier ideología, sino
concretamente aquella que tiende a preservarlo, justificarlo y presentarlo
como el mejor de los sistemas posibles”. Por ello, lo que nuestros sentidos
captan en la realidad social es ideología burguesa que nos invita a aplaudir
al opresor y a recibir de buen agrado los azotes del patrón enfurecido por
nuestra “escasa” productividad. En las relaciones amorosas, familiares,
sexuales y de todo tipo, nuestra venia capitalista rige nuestro comportamiento
sin apenas nosotros percibirlo.
De
lo anterior se deriva el término Plusvalía Sexual (PS), que he visto yo por
primera vez, en un atrayente ensayo del mexicano Humberto Escobedo que lleva
por nombre El capitalismo neurótico. En ese opúsculo, sucintamente se
expresa que: “La energía sexual utilizada neuróticamente por los
proletarios incrementa el capital y el poder autoritario de la moral sexual
burguesa. A mayor miseria sexual de las masas, mayor riqueza para la moral
sexual conservadora. Las clases dominantes han enriquecido su moral sexual con
la extracción de ese excedente, esa plusvalía libidinosa, arrebatada a las
masas sumisas y productoras de riquezas”
¿Hasta
qué punto es cierto eso? Habría que hacer un estudio de la sexualidad al
estilo Dr. Kinsey (pero marxista), o un psicoanálisis colectivo (con el perdón
de los enemigos de Freud como Natalie) según nos sugiere Fernando Saldívia.
Así las cosas, se podría elucubrar en relación al peso de la moral burguesa
que recae sobre los trabajadores, pero que a su vez, es olímpicamente
ignorada por sus propulsores. Aunque haya mucha gente que esquive ese lastre,
la gran mayoría acepta la represión sexual, la persecución a la
homosexualidad y el castigo a la imaginación sexual como naturales. Lo cual
según Humberto es un peso que frustra y disminuye las capacidades subversivas
y políticamente independientes de los trabajadores. Así, ese traslado de
energía va a henchir el autoritarismo burgués en su rectoría de la
sociedad, en detrimento de la capacidad política obrera y a favor de la
aceptación apática de su destino de miseria.
La
represión sexual en el capitalismo. El miedo y la desdicha se reflejan en
todo.
La
inmensa mayoría de personas son víctimas de la persecución y frustración
sexual de las instituciones más castradoras del sistema capitalista: la
escuela (construcción del Estado para educar en la alienación a los
infantes), la iglesia y la familia (que aún siendo proletaria, arrastra la
moral burguesa como un valor inmarcesible). Según el desarrollo de nuestro
escrito, esa malhadada sexualidad, se refleja en acciones aprensivas o
conservadoras a la hora de desafiar la expoliación que sufre la clase obrera
en el sistema. Wilhelm Reich nos dice, que nada de lo explicado anteriormente
es accidental. Sin caer en la delirante y absurda teoría de la Conspiración
que enreda la esencia de la crisis sistémica del capital, podemos notar que
como dice WR en La lucha sexual de los jóvenes: “la familia, [la
iglesia] y la escuela, no son más que talleres del orden social burgués
destinados a la fabricación de sujetos discretos y obedientes. El padre es el
representante de las autoridades burguesas y del poder del Estado en
familia” Exacto, la superestructura social indica que todo está hecho
precisamente para esa deformación educativa.
Por
ello, es normal que la exigencia de un padre comúnmente despótico:
obediencia ciega, prohibición de la protesta, ausencia de opinión personal y
represión; sea la copia acotada del abominable hostigamiento de los Estados
donde una clase (que no trabaja) oprime a otra (que hace todo el trabajo que
permite la reproducción de la vida). Así, desde el ámbito estadal se
irrigan esas relaciones íntimas de explotación y violencia. De hecho, los
episodios de violencia doméstica, devienen de las relaciones violentas en las
cuáles se desenvuelve la sociedad en el proceso de producción de bienes y
servicios.
Todo
ese proceso de represión llevado al plano sexual, exige un enorme gasto de
energía (psíquica y nerviosa) que eventualmente ocasiona trastornos
vinculados al freno de pulsiones y deseos sexuales que pudieran desarrollarse,
pero que son duramente castigados por la sociedad. Esto, es un factor de
inhibición de la crítica, la actividad y el intelecto liberador. Por ello,
el capital se esmera en castigar expresiones de autonomía sexual que puedan
escurrirse de la mercantilización del Eros en el capitalismo.
La
batalla por liberar (sobre todo en la pubertad) a la población de la moral
burguesa, determina en buena parte las posibilidades de convertirse en un
revolucionario consciente del papel histórico de la liberación del
proletariado; o de ser militante de un partido socialdemócrata (liberal) o de
transformarse en un espíritu indolente que divaga en la soledad del vacío de
su castrada e inútil existencia. Luchar contra la moral burguesa es
indispensable para la construcción de una verdadera humanidad. Es hora
de echarle tierra a la reacción, para evitar que nos consuma.
(Ccs.
29-10-2009) manuel1871@gmail.com
(*)
De la Asociación Latinoamericana de Economía Política Marxista (ALEM).