Reproducimos a continuación el
prólogo que ha escrito nuestro amigo Mario Bunge a la obra “El
postmodernismo ¡vaya timo!”, de Gabriel Andrade, profesor en la Universidad
del Zulia (Venezuela), que será publicada próximamente por la Editorial
Laetoli en la colección "¡Vaya timo!" (www.laetoli.es). El último
título publicado en esa colección es precisamente “Las pseudociencias ¡vaya
timo!”, del propio Mario Bunge.
Imaginemos a un joven filósofo
sudamericano que viaja a París. Va creyendo que ésta sigue siendo la Ciudad
Luz que fuera desde el Siglo de las Luces hasta la Segunda Guerra Mundial.
El joven se aloja en una modesta
pensión en la Rive Gauche (5o piso sin ascensor). Visita la Sorbonne, las
grandes librerías y los cafés famosos, esperando toparse con los dignos
descendientes de Descartes y Pascal, Voltaire y Diderot, Holbach y Condorcet,
Lavoisier y Buffon, Laplace y Lagrange, Bernard y Pasteur, Poincaré y
Hadamard, Perrin y los Curie, o por lo menos los filósofos Bergson, Meyerson
y Lalande, que escribían bien porque pensaban honesta y claramente.
Le extraña a nuestro joven los
títulos de los cursos arancelados que se anuncian en las calles: Astrología
psicoanalítica, Psicoanálisis astrológico, Símbolo y destino, Eidética y
dietética, Homeopatía existencial, Existencialismo comunitario. Le disgusta
recorrer esas calles que evocan tantos disparates.
Siente nostalgia de su ciudad
natal, que no tiene el Louvre ni la torre Eiffel, pero donde no se huele la
podredumbre intelecual. También le asombran al joven latinoamericano los títulos
de los libros que mejor se venden: “La nada de todo”, “Teoría egológica
de la comunicación”, “Dialéctica de la ebriedad”, “Marx precursor de
Heidegger”, “Ciencia femenina”, “Sintaxis del ser”, “Estructura
estructurante”, “Falocracia matemática”, “El placer del suicidio”,
“Semiótica del orgasmo”, “Orgasmo del signo”.
El joven filósofo está
aturdido. ¿Para esto vino de tan lejos y después de sufrir tantas
privaciones para juntar el dinero necesario? No sabe si reir o llorar. Se
pregunta qué pasó con Francia en los últimos decenios. ¿Cómo fue posible
que la ocupación alemana atiborrarse con irracionalismo alemán a tantos
cerebros que se habían preciado de deslumbrar con luz cartesiana? ¿Qué se
había hecho de la honestidad intelectual? ¿Por qué los parisinos se dejaron
encandilar por las locuras y sinsentidos de Husserl, el abuelo del
posmodernismo, y sus discípulos?
No sé si Gabriel Andrade, el
autor de esta obra, tuvo esa experiencia desalentadora. Pero la tuvimos muchos
que habíamos admirado y amado a la Ciudad Luz, donde ahora prosperan los
falsificadores de moneda cultural. Lo peor es que esta moneda falsa circula
ahora por todo el mundo. Estudiantes chinos, canadienses o argentinos que
nunca oyeron hablar de Voltaire ni de Diderot ni de Holbach, ahora leen con
unción de novicios los disparates de Foucault, Derrida, Deleuze y otros
macaneadores orgullosos de haberse librado de “la tiranía de la coherencia
y la verdad”.
Gabriel Andrade se ha propuesto
la ingrata tarea de advertir a los incautos: “No os juntéis con los
clochards disfrazados de intelectuales, esos alquimistas que transmutan mierda
en palabra. Continuad disfrutando de la luz e intentando hacer algo honesto en
lugar de embaucar a jóvenes que no han tenido la fortuna de recibir una
formación rigurosa.”
He admirado la capacidad de
Andrade para examinar con su lupa una montaña de basura. En particular, me ha
alegrado que haya sabido distinguir el feminismo politico, noble lucha contra
la discriminación sexual, del feminismo académico, que no es sino fraude
escandaloso y que, lejos de enriquecer el estudio de la condición de la
mujer, ha desacreditado al movimiento feminista.
También he admirado el coraje
de Andrade al admitir que no basta ser políticamente zurdo para estar al
abrigo del vendaval posmoderno. Al contrario, la izquierda tiene su parte de
responsabilidad en ese retroceso. En particular, quien (como yo en mi años
mozos) haya admirado a Hegel sin advertir que inventó el truco de hacer pasar
lo oscuro por profundo, ha sido sin quererlo un idiota útil a la idiotez
posmoderna. ¿Por qué no bajó decenios antes el Arcángel Gabriel Andrade
para anunciarnos la mala nueva, que el niño nació muerto?
En resumen, esta es una
excelente exposición crítica de uno de los peores fraudes intelectuales de
todos los siglos. Su autor expone con admirable claridad las oscuridades de
escritores que no han descubierto sino esto: que cuando no se tiene nada nuevo
ni interesante que decir, basta decirlo en forma enrevesada para ser tomado
por genio por gente ingenua y de buena fe.
Sólo me queda una duda: de
tanto leer tanta sandez y tanta simulación ¿no se le habrá aflojado algún
tornillo a nuestro autor? Los lectores atentos dirán.
(*)
Mario Bunge es el más importante e internacionalmente reconocido filósofo
hispanoamericano del siglo XX. Físico y filósofo de saberes enciclopédicos
y permanentemente comprometido con los valores del laicismo republicano, el
socialismo democrático y los derechos humanos, son memorables sus
devastadoras críticas de las pretensiones pseudocientíficas de la teoría
económica neoclásica ortodoxa y del psicoanálisis “charlacanista”.