Brutal giro a la derecha en la política exterior “bolivariana”
Chávez defenestra a
las FARC
Por
Marcelo Yunes
Socialismo
o Barbarie, periódico, 19/06/08
La
noticia sacudió tanto a los amigos del régimen chavista
como a sus críticos de derecha e izquierda: Hugo Chávez
pidió públicamente a las FARC colombianas que abandonen la
lucha, liberen a todos los rehenes “a cambio de nada” y
se preparen para negociar un acuerdo de paz con Uribe,
porque “la guerra de guerrillas pasó a la historia en América
latina”. Más allá de la indignación moral de los ahora
ex chavistas y la consternación de los desencantados, es
necesario explicar las razones y el trasfondo de este
escandaloso viraje de derecha.
Fueron muchos, en particular los chavistas oficiosos de América latina,
los que no podían crédito a lo que leían o veían en los
noticieros: el “camarada” Chávez, el mismo que a fines
de 2007 había solicitado la condición de fuerza
beligerante para las FARC, se dirigía a la guerrilla
colombiana para decirle, en buen romance, que se acabó
todo. Todo: el sentido de la lucha armada, la táctica de la
guerra de guerrillas, la negociación por los rehenes y lo
irreductible del conflicto con el gobierno de Uribe y el
Estado. Sencillamente, les pidió, casi en esos términos,
la rendición incondicional. Porque entregar los rehenes
“a cambio de nada”, renunciar a toda lucha armada y
disponerse, en esas condiciones, a un “proceso de paz”,
es una rendición.
En efecto, ¿qué condiciones podrían reclamar las FARC en ese proceso
de “paz”, si, de seguir los consejos de Chávez, no harían
otra cosa que reconocer que toda su lucha no es más que un
error, algo que está “fuera de orden”? ¿Cuántos de
los miles de presos de la guerrilla serían liberados? ¿Quién
asegura que ese “proceso de paz” no terminará como casi
todos los otros en la historia colombiana: en masacres de
los que entregan las armas? ¿Cuál sería el límite del
fortalecimiento político del monstruo de Uribe, que podría
anunciar, complacido, que hasta el propio Chávez le da la
razón histórica en este punto?
Si Uribe ya estaba pergeñando un plan para su reelección, ahora debe
estar descorchando champán. No hay ninguna exageración:
las primeras reacciones públicas a las declaraciones de Chávez
fueron del ministro de Defensa de Colombia, Juan Manuel
Santos; del secretario general de la Conferencia Episcopal
de Colombia, Fabián Marulanda (encima con ese apellido...),
y del propísimo Uribe. Ni hace falta citar sus palabras; el
contenido global podría resumirse como “felicitaciones,
por fin entendiste cómo son las cosas”. Recién después
llegaron los saludos de Correa, el presidente ecuatoriano, y
la satisfacción general de todo el establishment
internacional.
Por
otra parte, los supuestos “garantes” del “proceso de
paz” que propone Chávez son parte de una lista que
empieza como obvia y termina metiendo miedo: “Argentina,
el presidente de Brasil me llama a cada rato, el presidente
de Nicaragua, el presidente de Ecuador, de Francia,
Zapatero; estoy seguro que ayudarían, [con] el de Portugal,
el mismo rey de España, a lo mejor el mismo Vaticano,
comisiones de la OEA, a una paz que se respete (...) Ya
basta de tanta guerra, llegó la hora de sentarse a hablar
de paz, llamamos al mundo a buscar ese camino”. Quizá
esta vez, que se muestra tan “estadista”, el bueno de
Juan Carlos de Borbón no le pida que se calle y hasta lo
aliente a seguir hablando...
Las FARC, de
“fuerza beligerante” a “fuera de orden”
Enseguida veremos los argumentos de “alta política” que esgrime Chávez
para pedir la rendición de las FARC. Pero no hay que dejar
pasar un punto: el líder bolivariano no sólo cuestiona la
guerrilla de las FARC sino cualquier “movimiento
guerrillero armado”, una táctica que “pasó a la
historia” en el continente.
Las fuerzas que venimos de la tradición trotskista, como el nuevo MAS,
en general hemos rechazado el camino de la guerrilla,
que consideramos estratégicamente equivocado, porque
entre otros problemas –y como demuestra el caso de las
propias FARC–, conduce a establecerse una base social casi
exclusivamente rural, disociada de los trabajadores, de las
masas pobres urbanas y de las luchas de éstos.
Lo que siempre hemos hecho, en cambio, es –sin tomar ninguna
responsabilidad política por decisiones y estrategias
que no compartimos– defender incondicionalmente a los
luchadores, guerrilleros o no, de cualquier ataque por parte
del Estado capitalista y sus fuerzas represivas. El
propio Chávez parece olvidar que surgió de un
movimiento... armado, aunque no guerrillero, en febrero de
1992.
Esa defensa es particularmente urgente en el caso de las FARC, bajo
asedio del gobierno más derechista y proimperialista del
continente. A esa defensa apuntaba, en cierto modo, el
pedido de Chávez de fines de 2007 de reconocer a las FARC
como fuerza beligerante, contra la acusación de que se
trata de meros “terroristas”. Y es esa defensa la que se
ve irrevocablemente comprometida ahora por el mismo
Chávez, que ahora les dice con el dedo en alto que están
“fuera de la historia”.
Lo grave es que aquí no se trata de una discusión entre
revolucionarios sobre la táctica más adecuada, sino de,
con la excusa de atacar a la guerrilla “fuera de orden”,
cuestionar a los que hoy luchan contra Uribe. Como dijo, con
toda razón, una desconsolada Celia Hart: “Chávez escogió
el peor momento de la historia para criticar a las
FARC (...) Sea o no atractiva la guerrilla para estos frívolos
tiempos, nadie, absolutamente nadie tiene el derecho de
cuestionar el derecho a la rebeldía (...) Además, puede
haber cierta irresponsabilidad, pues pueden estar en
peligro las vidas de muchos jóvenes guerrilleros que se
entreguen en virtud de apoyar al líder bolivariano. Ya
sucedió una vez hace décadas. Aunque quieran convencerme
que el presidente de la Venezuela bolivariana pactó con el
recién electo Cano [nuevo número 1 de las FARC], no es
conveniente. Si la dirección de las FARC convino en esto…
peor aún”.
Chávez fue todavía más lejos, ya que rozó la acusación a las
FARC de “hacerle el juego al imperialismo”, en el más
puro estilo de los ataques del estalinismo contra lo que
éste consideraba “la ultra”. Con tono admonitorio, el
presidente venezolano sostuvo: “Las FARC deben saber una
cosa: ustedes se han convertido en una excusa del imperio
para amenazarnos a todos nosotros, son la excusa
perfecta (...) El día que se haga la paz en Colombia, se le
acabó la excusa del terrorismo, como dicen ellos, al
imperio. Van a montar una base militar en Colombia; ésa es
una amenaza contra Venezuela”.
Esto es un escándalo. ¡Una nueva, ahora: si las FARC dejan la lucha,
seguramente EE.UU., que se quedaría así “sin excusas”,
levantaría el proyecto de la base militar en Colombia, haría
volver la IV Flota que patrulla amenazante el Caribe y
declararía, sin duda, que ya no tiene nada que hacer en América
latina, que quedaría libre de decidir sus destinos! Parece
mentira tener que andar aclarando que si hay algo que los
yanquis no necesitan para intervenir en su “patio
trasero” son excusas. Si no las tiene, las inventa. ¿Es
necesario dar ejemplos históricos?
Razones públicas
y de las otras
Uno de los sorprendentes argumentos de Chávez es que “la situación
que vive América Latina, la misma que vive Estados
Unidos, pareciera crear condiciones favorables a un
proceso de paz”. ¿A qué viene esa referencia a EE.UU.?
Según otro chavista desencantado, Heinz Dieterich, “tanto Hugo Chávez
como Barack Obama se encuentran ante difíciles
situaciones electorales e internacionales que los
inducen hacia una alianza de beneficio mutuo, sacrificándose
en ese poker mundial a las fuerzas guerrilleras de Colombia”
(“Chávez, las FARC y el probable fin del antiimperialismo
bolivariano”, en Aporrea, 12–6). Es difícil saber qué
grado de seriedad tiene la hipótesis de ese intento de
“alianza”, que en todo caso es unilateral, es
decir, sólo de parte de Chávez, porque Obama declaró hace
poco que “Chávez es una amenaza, pero
manejable”.
Pero
lo que sí es probable es que Chávez esté muy preocupado
por el curso de la “revolución bolivariana”, que
muestra signos importantes de desgaste en el frente
interno y también en el externo. Sobre este último
punto, el citado Dieterich opina que “Chávez parece
interpretar la correlación de fuerzas norteamericanas,
latinoamericanas y europeas en su contra, como una situación
de jaque mate, en la cual la única salida para su
sobrevivencia presidencial a mediano plazo reside en una
oferta de alianza estratégica con Barack Obama y los
presidentes europeos (...). La oferta consiste en dejar
el bolivarianismo como un New Deal latinoamericano
(...) es decir, aceptar un papel subordinado dentro de un
proyecto continental de good neighbor policy [política
de buen vecino] al estilo de Franklin Delano Roosevelt, que
es la esencia del proyecto imperial de Barack Obama” (ídem).
No hace falta compartir el cuadro totalmente pesimista que,
con razones justificatorias, pinta Dieterich para entender
que el proyecto bolivariano ya no es lo que era...
La
sospecha de que Chávez apuesta a un entendimiento con Obama
–aunque no viceversa– crece cuando también Celia Hart
advierte que “si existe un instante en que no pueden
dormir los revolucionarios de la Gran Colombia es éste ¡sea
quien sea el próximo presidente de Estados Unidos!”
Son
entonces los propios ex admiradores incondicionales de Chávez
los que deslizan que detrás de su giro “estadista” lo
que puede haber es cierta desesperación ante las
crecientes dificultades del régimen bolivariano, que se
traduce en este violento giro a la derecha. Puede
interpretarse como parte de esto el retiro del polémico
proyecto de ley de inteligencia, que calcaba el modelo
cubano.
Y
en ese mismo sentido parece apuntar el reciente paquete de
medidas anunciado por Chávez en cadena nacional frente a
500 industriales y empresarios con el objeto de frenar una
inflación galopante (más del 12% en lo que va del año) y
revitalizar el crecimiento económico, que da signos de
agotamiento. Allí, el líder venezolano los convocó a
poner en pie una “alianza estratégica” nacional y dejó
este curioso concepto: “Nadie se deje meter miedo con
el socialismo”. Frase que, teniendo en cuenta que
estaba dirigido a un auditorio de empresarios, se parece
demasiado a –dicho en criollo– “no tomen en serio toda
esta cháchara del socialismo, que es para la gilada, y
hagamos los negocios que nos convienen”.
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