Crece
disputa entre sindicatos estatales y gobierno
Por
Humberto Márquez
Inter
Press Service (IPS), 23/03/09
Caracas.–
Trabajadores venezolanos del petróleo, siderúrgicos, del
aluminio, el carbón, el tren subterráneo capitalino, de la
electricidad, la educación y la salud entraron en conflicto
con su patrono, el gobierno, que a su vez amenaza con
militarizar servicios o enfrentarlos con unidades de
inteligencia militar y policial.
El
descontento y la confrontación se expresan en declaraciones
y protestas a las puertas de los centros de trabajo, pero
también dieron paso a una reunión de grupos sindicales que
por años estuvieron en aceras políticas opuestas, la
oficialista y la opositora, algo inédito en esta década de
intensa polarización de la sociedad.
La
primera paralización de labores fue anunciada por los
sindicatos de trabajadores docentes para este miércoles,
"porque la convención colectiva de trabajo tiene tres
años vencida y ya basta de que hagamos un sindicalismo
claudicante. Vamos a la calle", dijo Edgar Bazán,
presidente del Colegio de Profesores de Venezuela.
Cada
mayo, desde que llegó al gobierno de Venezuela en 1999, el
presidente Hugo Chávez ha decretado aumentos en el salario
mínimo, y en el caso de la administración pública alzas
salariales por decreto han obviado la discusión de
contratos colectivos de trabajo.
El
salario mínimo en Venezuela equivale a 370 dólares
mensuales y, según el estatal Instituto de Estadísticas,
cubre 87 por ciento de la canasta alimentaria, aunque la
Federación de Maestros indica que sólo llega a 46 por
ciento y según con fuentes sindicales es el salario que
cobran casi la mitad de los trabajadores, en una población
económicamente activa de 12,6 millones.
La
perspectiva de reducción del gasto público, alzas de
impuestos, mayores controles estatales sobre la economía y
otros ajustes en 2009 y 2010, debido al impacto de la crisis
económica global, opera como telón de fondo en la
confrontación gobierno–sindicatos.
"No
toleraré sabotajes. El que pare una empresa del Estado se
está metiendo con el jefe del Estado y se las verá
conmigo", dijo Chávez al iniciar a mediados de mes la
construcción de una nueva siderúrgica en el emporio
industrial de Guayana, en el sudeste del país.
El
Estado es dueño en la zona de industrias de bauxita,
aluminio, ánodos de carbón, mineral de hierro y oro,
hidroelectricidad y acero Esta última es la Siderúrgica
del Orinoco (Sidor), que era del grupo argentino Techint y
fue nacionalizada hace un año con apoyo de los sindicatos y
tras invocar Chávez que sus ex dueños incumplían normas
laborales.
Las
instalaciones de Sidor son un hervidero de reuniones y
asambleas obreras en torno a sus reivindicaciones, como
también, en otras partes del país, centros de trabajo de
las industrias petrolera y eléctrica, e instalaciones
educativas y de salud.
Chávez
criticó que los trabajadores de las industrias del acero y
aluminio "pretendan ganar sueldos de 3.000 y 5.000 bolívares
(de 1.300 a 2.300 dólares) y quieran enviar a sus hijos a
colegios privados. No vamos a destinar recursos a eso en vez
de a las Madres del Barrio", un programa de auxilio
económico a mujeres muy pobres.
También
acusó a los sindicalistas de la región, en alusión a
cobros de comisiones a cambio de concesiones, de "prácticas
corruptas de la Cuarta República", como denomina Chávez
a los 40 años anteriores a su llegada al gobierno y en los
que se sucedieron a cargo de la presidencia la socialdemócrata
Acción Democrática y el socialcristiano Copei.
Por
ello ordenó a la policía política (Disip) y a la Dirección
de Inteligencia Militar (DIM) que preparasen investigaciones
sobre presuntas "mafias sindicales".
El
presidente "anuncia las acciones que va a tomar como el
que prepara una nueva batalla que va a emprender como
militar, y nos amenaza si paralizamos las empresas básicas,
pero esas ya están semiparalizadas por la falta de inversión",
dijo a IPS Víctor Moreno, un ex obrero siderúrgico que
preside la Federación de Trabajadores del estado de Bolívar,
gran parte de la sudoriental Guayana.
"Los
beneficios de que disfrutan los obreros del acero, de la
bauxita, del aluminio y de Guri (gigantesca represa hidroeléctrica
de la zona) son producto de largos años de luchas y
sacrificios. ¿Por qué nuestros hijos no pueden aspirar a
un buen colegio, como los hijos de los burócratas de
Caracas?", interrogó Moreno.
También
este mes, el presidente encaró un conflicto con los 3.000
trabajadores del Metro de Caracas, cuyo sindicato ha sido un
tradicional bastión "chavista" y de izquierda.
"Han amenazado con paralizar el Metro. Si lo hacen, lo
militarizo", dijo Chávez.
El
conflicto del Metro se ha hecho clave y su sindicato debió
sumergirse en nuevas negociaciones con el gobierno, después
de que ya había sellado y depositado en texto convenido en
el Ministerio del Trabajo. Por llegar a ese convenio con el
sindicato, Chávez ordenó destituir a la dirección de la
corporación de transporte subterráneo.
"No
debemos aceptar que un contrato de trabajo se homologue (se
deposite como acuerdo definitivo en el Ministerio del
Trabajo) y después sea desconocido por el patrono, sea público
o privado", comentó a IPS Orlando Chirino, líder del
movimiento Corriente Clasista Unitaria Revolucionaria y Autónoma
(CCURA).
Según
Chirino, "lo más grave es que Chávez amenace con
militarizar el Metro y entregar la operación del sistema a
los militares. Es una declaración de guerra y un
emplazamiento a los dirigentes obreros que siguen al
gobierno: ¿De cuál lado se colocarán, de los militares o
de los trabajadores?", interrogó Chirino.
La
CCURA que dirige Chirino es una de las cinco tendencias de
la pro–oficialista Unión Nacional de Trabajadores (UNT),
una central sindical creada hace siete años para oponerla a
la tradicional y ya muy reducida Confederación de
Trabajadores de Venezuela (CTV), dirigida por socialdemócratas
desde su creación en 1936.
Los
conflictos comenzaron en enero, cuando médicos y otros
trabajadores de la salud al servicio de la alcaldía
metropolitana de Caracas protestaron por su adscripción al
Ministerio de Salud, una vez que el gobierno nacional comenzó
a quitarle competencias a gobernaciones y alcaldías ganadas
por opositores en las elecciones de 2008.
Le
siguieron trabajadores de la estatal industria petrolera
–principal fuente de ingresos del país– en refinerías
de occidente y campos de producción de oriente. Desde
febrero se pusieron en pie de lucha trabajadores de una mina
de carbón en el noroeste del país y los de las empresas de
siderurgia y aluminio en el sudeste.
Luego
se movilizaron trabajadores del Metro de Caracas y los que
construyen el tren urbano en la vecina ciudad de Valencia, y
les siguieron los de las compañías de electricidad,
incluida la de Caracas, estatizada hace dos años.
Chávez
reemplazó a quien tenía como ministro del Trabajo desde
2007, Roberto Hernández, un antiguo comunista y abogado
laboralista, por María Cristina Iglesias, considerada del
grupo de "halcones" en su equipo de colaboradores.
La
respuesta de grupos y dirigentes sindicales fue constituir
una "Plataforma de Solidaridad Sindical", en la
convergieron líderes de sindicatos en empresas básicas
estatales y de varias corrientes de orientación, incluidas
la CTV y CCURA.
"La
idea es desarrollar un movimiento de defensa de los derechos
obreros a la contratación colectiva y para enfrentar las
bravuconadas, la disminución de nuestras conquistas y la
militarización de empresas y servicios que se quiere
impulsar", dijo Moreno, uno de los organizadores de la
nueva plataforma.
Se
trata "de un acuerdo para defender derechos
fundamentales, con prescindencia de la tendencia política o
central obrera a la que se adhieran sindicatos y
trabajadores", postuló Manuel Cova, secretario general
de la CTV.
Los
diputados Francisco Torrealba y Osvaldo Vera, dirigentes de
la corriente oficialista Fuerza Bolivariana de Trabajadores,
dijeron que impulsan acuerdos "para evitar que
‘sindicaleros’ y opositores nos retrotraigan a la Cuarta
República".
"La
mayoría de los trabajadores, incluyendo los
ferrocarrileros, respaldamos los cambios que impulsa el
gobierno y estamos dispuestos a aportar nuestra cuota de
sacrificios", aseveró Torrealba, ex presidente del
sindicato del Metro.
Chirino
sostuvo que "desde hace tiempo el gobierno tiene una
política antiobrera y antisindical. Cada vez se restringen
más los derechos democráticos, como el derecho a huelga,
que es histórico y universal, y no nos lo van a
quitar".
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