La
amenaza de las siete bases yanquis contra Venezuela
De
Gorileti a Uribeti
Por
Otto Van Der Velde,
militante
del PRT de Venezuela, agosto 2009
El
escenario
De
los sucesos en Hondura al Plan Colombia hay una relación
estratégica y política. Hemos afirmado que el gobierno de
Estados Unidos profundiza el Plan Colombia. A partir del
golpe cívico militar de Micheleti y la oligarquía hondureña
contra el gobierno legítimo del señor Zelaya. Nuestra
conjetura tiene ahora visos de realidad.
Un
mes después del derrocamiento del Presidente electo de
Honduras, del empresario “Mel Zelaya”, otro gorilazo cívico
militar entra en escena. Esta vez con el incremento en 7
bases militares colombianas, la presencia e inversión
–por 46 millones de dólares– y desplazamiento de tropa
y armamento estadounidense. Decisión autorizada por el
gobierno de Alvaro Uribe, el ex– ministro de defensa Juan
Manuel Santos y el Embajador yanqui en Colombia William
Brownfield, un cínico personaje conocido por los
venezolanos por sus actividades desestabilizadoras. Como
también sabemos, el gobierno norteamericano invierte $520
millones en el “Plan Colombia”.
Un
grueso de esa inversión va a las bases militares gringas ya
establecidas en territorio colombiano así como para al
establecimiento de nuevas bases estratégicas, que cerrarían
un peligroso anillo militar alrededor de áreas muy
sensibles de la frontera venezolana.
La
base Molambo por ejemplo, al norte en la Guajira colombiana,
apunta a Maracaibo y los aeropuertos de Zulia, importante
estado venezolano petrolero gobernado por la oposición de
derecha. Con toda razón el propio Presidente Chávez advertía
el 9 de agosto desde el Estado Bolívar sobre “la
preparación de un ataque” por la Guajira venezolana.
Mientras
que la base militar de Palanquero, un poco más abajo de la
base Malambo, amenaza directamente por el sur a los Estados
Táchira, Barinas y Mérida. Es una base militar ofensiva prácticamente
montada sobre San Antonio del Táchira, que no por
casualidad es otro estado venezolano de frontera, en manos
de la oposición de derecha.
Palanquero
también apunta al estado Amazonas, zona venezolana de una
reserva acuífera y ambiental, de una diversidad biológica
clave para la vida en el planeta.
El
montaje específico de Palanquero y la cercana base naval de
Cartagena en Cundinamarca, funciona como centro operativo
del Plan secesionista “Balboa”, a través del cual los
intervencionistas norteamericanos y sus aliados, tienen una
información precisa de los objetivos militares a atacar en
el Zulia y Amazonas en caso de un conflicto armado. (V. Del
periodista Díaz Rangel “Del plan Balboa a las siete
bases” (Ultimas Noticias 9–8–2009).
Viene
al caso señalar además, que solamente esta base de
Palanquero – según informa J.V. Rangel– tiene una
capacidad operativa para 60 aviones y una pista de 3500
metros de gran capacidad (JVR. Colombia el balcón que nos
vigila 27–7–2009 Ultimas Noticias)
Hacia
el centro colombiano está la base militar de Apia, que
domina las fronteras del Sur venezolano, fundamentalmente al
Estado Amazonas. Dirige además sus baterías hacia Brasil.
A
todas éstas habría que agregar otras bases militares de
gran calado, la de Tolemaida, Larandia (bien al Sur de
Colombia) e instalaciones navales en Málaga (área de El
Pacífico) y la ya mencionada de Cartagena en El Caribe.
La
parte interna del cerco militar imperialista, se combina con
dos factores políticos– militares muy importantes: medio
millón de soldados entrenados y operativos del ejército
regular colombiano; alrededor de25 mil paramilitares,
terroristas sin escrúpulos que cumplen un papel similar al
de los mercenarios de la etnia Gourkas, grupos degenerados
por el colonialismo inglés, que éste usa como fuerza de
choque terrorista para violar y cortar las cabezas “del
enemigo”.
Están
también Las llamadas “Unidades de auto defensa” (UAC).
Operan sincronizadas con los mandos regulares del Ejército
y no se quedan atrás en crueldad. A esto debemos agregar el
voto electoral de la reacción uribista interna inflamada de
chauvinismo anticomunista y las fuerzas militares operativas
de Estados Unidos en el Meta, Cararabo y el Amparo, muy
cerca de las fronteras venezolanas.
La
parte “externa” del cerco político militar
imperialista, tiene su caja de resonancia interna dentro del
territorio, en la oposición venezolana de derecha. Un
verdadero Caballo de Troya de sectores “venezolanos”
absolutamente apátrida, capaz de venderle su abuela al
diablo si eso garantiza el fin del proceso revolucionario
venezolano.
Se
trata de una corriente política ultra reaccionaria con un
papel estelar en el plan imperialista “Balboa”: ablandar
de la “opinión pública” interna; desprestigiar los líderes
populares y organizar el boicot a las medidas y leyes
sociales progresistas, pero sobretodo actuar como fuerza de
choque de la conspiración de Fedecámaras– Venamchan, los
partidos y medios de comunicación burgueses y el
Episcopado, siguiendo la propia experiencia venezolana en el
golpe cívico militar de 2002–2003.
Precisamente
en este punto entran al escenario los mozos de estoque de la
ofensiva imperialista: filósofos, cómicos de feria de TV
comercial y radio, periodistas coordinados por los dueños
de los canales privados –particularmente Globovisión–
intelectuales a sueldo y otras baratijas del sistema.
Su
libreto es respetar “la libre determinación de los
pueblos” para decirlo con las palabras de un tal Luis
Solórzano de Copey, respaldado por AD, quien a través de
su dirigente Ángel Medina, pide “respeto” a la decisión
del gobierno colombiano, “respeto” que los partidos punto
fijistas nunca tuvieron cuando votaron a favor de sacar
a Cuba de la OEA en el año 1962
Sumado
al coro Tomas Guanipa en nombre de los fascistoides de
Primero Justicia, condena al gobierno bolivariano admitiendo
la “la utilización de armas venezolanas por parte de
las FARC”, con lo cual Primero Justicia
apuntala el principal invento internacionalizado por el
gobierno de Uribe, para justificar la agresión a Venezuela.
Pero
si de cosas peores hablamos, el premio es para el partido
del prófugo Rosales, el UNT. Fijando la posición de dicho
Partido, el renegado adeco de marras Timoteo Zambrano,
vomita bilis contra “Venezuela” en favor del “ejercicio
pleno de la soberanía colombiana. Según éste hijo póstumo
de Carlos Andrés Pérez y Rómulo Betancourt, debe creerse
en la “palabra que da un gobierno democrático como
los de Colombia y EEUU”.
Aunque
usted no lo crea estas son las declaraciones de la oposición
venezolana el 7–9–2009 por el periódico Ultimas
Noticias.
Como
el lector verá, se trata de una “derecha tradicional”,
extremadamente reaccionaria, orgullosa de hacer de telón de
fondo a la política y los planes militares del gran capital
internacional, cuyos actos curiosamente coinciden con
la derecha que se mueve dentro del proceso revolucionario,
que le hace el juego a través de un comportamiento
colaboracionista y burocrático. También juegan su papel
los grupos colombianos uribistas residentes en Venezuela,
incluyendo unas centenas de paramilitares con un plan en
marcha bien desarrollado.
La
estrategia internacional del imperialismo y sus servidores
en Perú, Chile y Brasil, ponen lo suyo en el anillo de
hierro contra Venezuela y la integración del ALBA. El
arribismo electoral de la señora Bachelet en Chile y del
cura Fernando Lugo en Paraguay los empuja a “respetar la
decisión de Colombia”, mientras que Lula da Silva en
Brasil se vuelve un mar de saudades para quedar bien
con Dios y con el Diablo en el caso. Solamente Ecuador,
Nicaragua y Bolivia han sido firmes en su condena a las
bases militares norteamericanas en Colombia.
Observando
tanto malabarismo democrático, seguramente los perros de la
guerra en Perú, Colombia, Israel, Inglaterra y Estados
Unidos se frotarán las manos, buscando venganza tras la
derrota latinoamericana del Tratado de Libre Comercio y sus
negocios.
La
situación es realmente grave. ¿Qué hacer?
El
Tío Sam pareciera volver a la “estrategia indochina” o
sea la extensión del conflicto político militar a Ecuador
y Bolivia. Definitivamente el Departamento de Estado no
escarmienta. Se olvida los estrategas del Pentágono que la
extensión de la guerra de Viet Nam a Laos y Camboya, a
partir de la segunda mitad de los años sesenta terminó de
cavar la tumba de los marines y sus socios vietnamitas.
Por
lo pronto para el movimiento revolucionario venezolano se
hacen necesarias algunas reflexiones:
1.–
El proletariado, los socialistas y las masas oprimidas debe
hacer conciencia de la gravedad a mediano plazo del
problema. Entendiendo que como clase histórica el
proletariado tiene un programa autónomo e intereses específicos
de clase que defender dentro de la lucha de clases y el
problema nacional planteado, sea esta contradicción pacífica
o militar, como el caso esbozado.
Es
claro que ese tipo de situación, no se resuelve con una simple
y alegre marcha roja– rojita en la avenida Bolívar.
El movilizar por la paz es de suma importancia para aislar
los elementos guerrerista dentro del conflicto, para
unificar los esfuerzos contra la guerra de fronteras de los
pueblos de Venezuela y Colombia, liquidar las tendencias
chauvinistas estimulada en el seno de las masas colombiana y
venezolana por las burguesías de ambos países.
Es
decir, un movimiento por la paz resulta muy importante pero
no suficiente. La provocación imperialista está fríamente
calculada a mediano plazo, incluso haciendo cálculos en
función de la “paz de los sepulcros” como advertía El
Libertador. Tiene razón el camarada Brito García cuando
dice que “difícil es seguir la vía pacífica cuando
el adversario elige la violenta”. Lo que para el caso
quiere decir llamar a la pacificación de las masas, ante el
plan ofensivo en marcha de las bases militares y del
Proyecto “Balboa” de ocupación territorial de
Venezuela. Por el contrario la respuesta popular debe ser de
lucha meticulosa, movilizaciones permanentes, preparación
ideológica y militar firme y progresiva.
Para
el éxito de ésta tarea, el proletariado y los socialistas
auténticos deben asumir la dirección revolucionaria del
proceso y sus conflictos. El nacionalismo por sí solo no
puede llegar hasta el final en este complejo problema.
Demasiadas dudas, inconsecuencias y vacilaciones en su seno
se lo impiden.
2.–
Tomar medidas para profundizar el proceso es clave en este
momento. Debilitar las fuerzas internas de la reacción
aplicando medidas estructurales anticapitalistas en el campo
económico, político y social, crea confianza en las masas
y pone en desventaja estratégica a los imperialistas y sus
aliados. La disolución por ejemplo de los monopolios
privados (artículo 113 de la Constitución) y la
socialización de esos medios de producción, así como la
revisión de la estrategia de empresas mixtas de
hidrocarburos con el imperialismo petrolero anglo
norteamericano, constituyen medidas revolucionarias
correctas y en tono con la confianza popular, secando la
fuente de recursos y propaganda al enemigo.
3.–
Aislar sin contemplación la quinta columna interna,
neutralizar a los chauvinistas, burócratas y colaboradores
que decoran el escenario de la derecha “endógena”, es
una necesidad elemental para la cohesión revolucionaria
Estimular la conciliación y la impunidad es un suicidio en
primavera para el proceso revolucionario.
4.–
Debemos organizar planes estratégicos y tácticas de
organización defensiva de masas a todos los niveles de la
población. La creación de milicias populares bajo control
comunal es otra respuesta correcta y necesaria ahora.
5.–
El ganar la “opinión pública” no es suficiente. Mas
aun teniendo en cuenta una opinión pública,
que como la venezolana está cuajada de prejuicios y es
ampliamente manipulada por los medios de comunicación
capitalistas, amen de una pequeña burguesía de derecha,
que odia ferozmente a las masas por “tierruas”, a los
“patas en el suelo” de los barrios y del campo, con tal
grado de irracionalidad, que basta que los socialistas
afirmen que la nieve es blanca, para que ellos digan que es
negra. Un grupo social cuyo símbolo de lucha es la bandera
norteamericana, de hecho es una amenaza real en nuestro
propio campo nacional. La respuesta es de preparación ideológica,
política y militar. De movilización popular generalizada.
6.–
La diplomacia es siempre buena, pero sin preparación
popular, fuerza propia y planes estratégicos igualmente no
pasa de ser un ejercicio mental. En este caso la mejor
diplomacia por si sola no podrá superar los planes geopolíticos
de la burguesía norteamericana, ni la astuta diplomacia del
gobierno colombiano y sus socios locales. Constituye un
error de corta visión política, centrar toda la respuesta
venezolana en ese juego.
7.–
Los pasos adelante y atrás en política internacional,
tampoco funcionan en problemas de tanta complejidad, donde
por el contrario la firmeza y seguridad política son
necesarias en el manejo de estas contradicciones. En el caso
del Plan Colombia y las bases militares del imperialismo
norteamericano, se hace evidente la tesis de Kar Von
Clausewitz, de que la guerra es la continuidad de la política
por otros medios. De allí que las respuestas a la agresión
imperialista debe guiarse por la política y no solo por el
fusil.
8.–
El frente amplio y la unidad nacional organizada y
combativa es la mejor respuesta política a dicha agresión.
Pero en la unidad nacional antiimperialista no desaparece la
lucha de clases En esa dirección es válida la propuesta de
los marxistas leninistas de que el proletariado, en su
esfuerzo unitario mantenga dentro del frente general su
autonomía política y lucha por los objetivos y el programa
histórico socialista.
Que
no se disuelvan estos objetivos en la política de los
liberales y los nacionalistas. Al mismo tiempo el
proletariado debe esforzarse por ampliar las alianzas en lo
interno y al exterior del conflicto, trazando una sola línea
de trabajo para los movimientos antiimperialistas más
consecuentes dentro del proceso revolucionario venezolano y
del área latinoamericana – caribeña.
En
esa dirección el proletariado plantea al gobierno
bolivariano para enfrentar la agresión burguesa, una política
fraterna, coordinada, en la solidaridad internacional, con
los movimientos pacíficos y armados de la región, que
luchan contra las provocaciones imperialista, anulando los
acuerdos de extradición política que benefician al imperio
y la oligarquía colombiana. En esa dirección las
posiciones valientes, no oportunistas dentro del ALBA,
UNASUR y otras integraciones, pueden constituir un frente de
resistencia externa importante a la política de agresión
yanqui, que no hay que subestimar.
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