Avance
opositor presagia crisis política
Por
Humberto Márquez
Inter Press Service (IPS), 27/10/10
Caracas.–
El vigoroso regreso de la oposición al parlamento de
Venezuela robustece el pluralismo, aunque a la vez puede
llevar en el mediano plazo a una nueva crisis política,
advierten analistas.
Con casi 99
por ciento de las actas de voto escrutadas, el Poder
Electoral informó que el gobernante Partido Socialista
Unido de Venezuela (PSUV) y su aliado el pequeño Partido
Comunista se aseguraron al menos 98 de los 165 asientos que
conforman la unicameral Asamblea Nacional legislativa,
mientras que la coalición opositora Mesa de la Unidad
Democrática (MUD) confirmó 63.
Otros dos
lugares correspondieron a Patria Para Todos (PPT), la
agrupación izquierdista que rompió con el gobierno este año,
y los dos restantes seguirán en disputa hasta completar el
conteo de las elecciones parlamentarias del domingo.
Pero en
cuanto a la cantidad de votos, la MUD recogió 5.448.864
sufragios, que representan 48 por ciento del total escrutado
hasta ahora, la alianza del PSUV sumó 5.259.998, que
equivalen a 46,4 por ciento, el PPT logró 330.260 votos, es
decir 2,9 por ciento, y el resto de votos fueron a minúsculas
agrupaciones, en su mayoría también opositoras, o
resultaron nulos o en blanco.
En cuanto a
la participación en las urnas, las autoridades informaron
que se llegó a 66,45 por ciento de los 17,6 millones de
votantes inscriptos en el padrón electoral de este país,
que cuenta con 28,8 millones de habitantes.
El
coordinador de la MUD, Ramón Aveledo, indicó: "El
pueblo venezolano habló". Y sumando todos los votos
ajenos al oficialismo, agregó: "Quienes adversamos al
gobierno somos 52 por ciento del electorado y la actual
Asamblea (que concluirá sus trabajos en enero) ya no
representa a Venezuela y no debe, y moral y políticamente
no puede, decidir en materia de legislación".
Esa
afirmación fue respondida por el jefe de campaña y
diputado electo del PSUV, Aristóbulo Istúriz. "Vamos
a legislar hasta el último día, así que prepárense. No
logramos la meta de dos tercios (de los escaños), pero
conseguimos una victoria contundente", dijo.
El
presidente de Venezuela, Hugo Chávez, consideró, a través
de la red social de Internet Twitter, que las elecciones
fueron "una nueva victoria del pueblo".
"Debemos continuar fortaleciendo la revolución",
puntualizó.
Analistas
políticos como Eduardo Semtei consideran que Chávez
mantendrá "el pie en el acelerador" de sus
iniciativas de cambios políticos y en la economía y
sociedad de Venezuela, lo que le llevará a nuevos choques
con las fuerzas de oposición.
"Se
avecina una crisis política, quizá en los próximos meses,
porque la sociedad que se opone al proyecto de Chávez se
sentirá envalentonada con este éxito electoral y va a
reaccionar ante las medidas que se emprendan en su
contra", señaló a IPS el sociólogo y profesor de
ciencias políticas Carlos Raúl Hernández.
Según Hernández,
"lo ocurrido en Venezuela puede calificarse de histórico,
a riesgo de caer en el lugar común, porque se detiene y
naufraga el proyecto de exhumar y reeditar, y además por la
vía electoral, el socialismo de tipo comunista después que
éste murió el siglo pasado como fenómeno cultural de
Occidente".
De cara a
la calle y a la opinión internacional, la oposición tratará
de sostener una de las consignas que empleó en la campaña,
que es "somos mayoría", en tanto que el
oficialismo se apoyará en la legalidad formal y el control
por parte de seguidores del presidente de casi todas las
palancas de poder nacional y regional, político y económico.
En el
parlamento, el gobierno no dispondrá de los dos tercios que
Chávez había fijado como victoria necesaria, ya que esa
mayoría calificada se requiere para aprobar leyes orgánicas,
de mayor rango que las ordinarias y con las cuales se
recompone la arquitectura política, económica, social e
institucional del país.
También se
necesita esa mayoría para nombrar o remover magistrados del
Tribunal Supremo de Justicia y de los poderes Electoral y
Ciudadano, que integran la Fiscalía, la Contraloría y la
Defensoría del Pueblo, manejadas hoy por personalidades
afines a Chávez.
El ex líder
socialista Teodoro Petkoff, devenido en bujía ideológica
de la oposición, había estimado que, aunque minoritaria,
la bancada opositora jugará un papel distinto al del período
2000–2005, "cuando hizo parte de una estrategia
golpista". "Ahora se propone revertir el poder de
Chávez por vías absolutamente democráticas", aseguró.
En 2005, la
oposición se retiró de la contienda electoral para renovar
el parlamento por desconfiar del árbitro y el oficialismo
ocupó así todos los escaños. Posteriormente, una docena
de diputados se distanció de Chávez o pasaron a la oposición,
pero sin alterar la decisión del PSUV de legislar a placer
e incluso habilitar al presidente para elaborar
decretos–leyes.
Medidas de
ese tipo puede adoptar la Asamblea actual en los tres meses
que le restan de actividad, incluso tratar de recortar las
iniciativas y tareas del legislativo, así como habilitar al
presidente Chávez para que legisle por decreto, por cuarta
vez desde 1999.
Hernández
y Semtei no avizoran la captación de diputados oficialistas
por el PSUV, pero creen posible un proceso a la inversa,
como ocurrió en el pasado, lo que puede animar la
resistencia a las medidas de cambio que adopte el gobierno.
La crisis,
añaden, puede tener caldo de cultivo en el deterioro de
indicadores económicos y sociales, a los que ya se los
culpa de causar o contribuir al retroceso electoral de la
figura y el gobierno de Chávez. Entre los problemas
planteados se cuenta la alta inflación, persistentes
desempleo y subempleo, elevada criminalidad, déficit de
vivienda y de servicios como electricidad.
El líder
venezolano fue reelegido con 7,3 millones de votos en 2006,
pero bajó entre dos y tres millones en las consultas de
2007 y 2009.
La oposición
política recibe, para encarar con carácter de confrontación
la crisis que pueda venir, el estímulo de la elección
presidencial prevista para diciembre de 2012, tras el éxito
mostrado al unirse en la MUD, una coalición de 20 partidos
nacionales.
La MUD
incrementó la mayoría en los estados que ganó en las
elecciones regionales de 2008 y avanzó en otras plazas,
como el oriental estado petrolero de Anzoátegui y el
Distrito Capital (Caracas oeste), donde, aunque por un
margen muy pequeño, por primera vez desde 1998 los
seguidores de Chávez pierden una consulta.
Descollaron
con sus éxitos el domingo Pablo Pérez, gobernador del
noroccidental y petrolero estado de Zulia, donde la oposición
conquistó 13 de las 16 bancas en juego, y Henrique Capriles,
de Miranda, que cubre parte de Caracas y una provincia a su
oriente y donde la MUD consiguió 700.000 sufragios frente a
medio millón del PSUV.
Venezuela
Triunfo
con sabor a derrota
Por
Marcelo Colussi
ElDiarioInternacional.com, 30/10/10
"No
se puede servir a dos señores.
O sirves a Dios o al Diablo" (Lucas 16:1-13)
Digámoslo
con una metáfora futbolística: si el Barça, hoy por hoy
el equipo más poderoso del planeta, gana un partido jugando
de local con todos sus astros internacionales contra un
cuadro de tercera división de Panamá por uno a cero con un
agónico gol de penal a los 44 minutos del segundo tiempo…
sin dudas triunfa. Pero, ¿triunfa? Es decir: eso es un
triunfo tan cuestionable que pierde toda emoción. Triunfo pírrico,
triunfo que no es triunfo.
Se podrá
decir que en el fútbol lo que interesa son los resultados,
y aunque sea con ese regalo de un penal, lo importante es
ganar. Y punto. Ahora bien: en política las cosas no son
equivalentes. Se puede ganar una elección, sin dudas, pero
eso muy lejos está de dar legitimidad.
En
Venezuela acaban de realizarse las elecciones legislativas.
Más allá de la gastada parodia de decir que “triunfó la
democracia, que triunfó el país”, es importante hacer
una lectura profunda de lo que significa esta nueva justa
electoral.
En todas
las elecciones que durante los ya casi 12 años de gobierno
bolivariano han tenido lugar, prácticamente siempre se dice
que son las más importantes para la continuidad del
proceso, que son cruciales. Más allá de las exageraciones
del caso, quizá las de ayer sí lo fueron.
Y,
fundamentalmente, deberían ser un campanazo de alerta para
la salud de la revolución.
Según como
se quieran –o se puedan– ver las cosas, lo de ayer fue
una victoria o una derrota. Así es la realidad siempre: la
botella ¿está medio vacía o medio llena? Si queremos
quedarnos con la idea que una vez más el bravo pueblo
venezolano dijo sí a su líder y que apoyó masivamente su
convocatoria de profundizar la revolución bolivariana, podríamos
responder que efectivamente, así fue. Pero ¡cuidado!: no
se consiguió lo que se buscaba, las dos terceras partes de
la Asamblea Nacional. Incluso la población votó más a los
candidatos no chavistas: 52%. En ese sentido, es como la metáfora
futbolística del inicio: se ganó la mayoría simple del
Congreso, pero quedan profundas dudas.
La derecha
festeja los escaños obtenidos con sabor a triunfo; pero el
movimiento bolivariano, más allá de las casi 100
diputaciones conseguidas, queda con un sabor amargo. Es un
triunfo que obliga a repensar la marcha del proceso: luego
de la otra derrota electoral sufrida estos años, cuando no
ganó el referéndum por la nueva constitución el 2 de
diciembre del 2007, se habló de las 3 R (Revisión,
Rectificación y Reimpulso) como el paso inmediato e
imprescindible para reflotar el proceso. ¿Dónde quedaron?
El problema
fundamental es ver por qué no se ganó con la contundencia
que se esperaba. Lo cual lleva a otras cuestiones más de
fondo. Quedarse con el discurso que la derecha –nacional e
internacional– hace lo imposible para frenar el proceso
bolivariano, si bien es cierto –¡absoluta y
contundentemente cierto!– no termina de explicar el
resultado. Por supuesto que el enemigo de clase hará todo
lo que esté a su alcance en esta despiadada lucha. ¿No es
eso acaso la política? ¿Es posible seguir esperando que
las luchas de clase puedan dirimirse en elecciones
“limpias y transparentes” donde “gana el país”? ¿Es
remotamente posible pensar en conciliación de clases? ¿Es
posible pensar que el imperio desista de las reservas
petroleras venezolanas sólo por buena voluntad?
Lo
importante a rescatar luego del resultado de ayer son las
causas estructurales que están operando. Como bien lo dice
Martín Guédez: “En Revolución, no poder alcanzar la
aceptación fluida y serena de al menos el 80% de nuestros
compatriotas –todos los que no son burgueses y para los
cuales es la Revolución– tiene que ser una seria
advertencia. No hacerlo podría ser suicida. No podemos
conformarnos con “triunfos” que sólo garanticen una
cierta hegemonía pero que en cualquier momento pudieran
revertirse. La Revolución Socialista hay que garantizarla
hasta colocarla a salvo de los sustos propios del juego
eleccionario burgués.
Dicho de
otro modo, lo que debe revisarse muy en profundidad es lo
que se está construyendo en Venezuela. Ahí es cuando cobra
sentido el epígrafe (¡una cita bíblica! justamente): o se
construye el socialismo (del siglo que sea), o se continúa
con un capitalismo de “rostro humano” (como si ello
fuera posible…) Pero las dos cosas al mismo tiempo no son
posibles. O, en todo caso, se construyen productos híbridos
que, en los momentos críticos, dejan ver su verdadero
rostro.
Si la
población votó en tan alta medida por la propuesta de la
derecha tradicional impidiendo el triunfo mayoritario del
Partido Socialista Unido de Venezuela –PSUV– ello no
habla del “atraso” político de las masas, sino lisa y
llanamente de otras dos cosas: por un lado, que pasó
factura al oficialismo por el deterioro real de la calidad
de vida, y por otro, que en el país no se está
construyendo una verdadera cultura socialista, que se sigue
“sirviendo a los dos señores” (o se es socialista o no
se lo es; posiciones intermedias tienen las patas cortas,
irremediablemente. Ahí están las evidencias con las
elecciones de ayer).
La clase
trabajadora, la verdaderamente sufrida en todo el proceso de
crisis capitalista internacional que también golpea en
Venezuela, se vio llevada a tener que elegir según el patrón
de democracias representativas, pero no está caminando
hacia la profundización de un genuino poder popular desde
abajo. Esto, en definitiva, llevó a que ahora el parlamento
pavimente la posibilidad de un “bipartidismo” donde todo
tendrá que negociarse al clásico estilo de las democracias
dizque representativas. Dicho de otro modo: la derecha política
avanza sobre las conquistas de la revolución. Las leyes que
ahora puedan tratarse no aseguran el avance del socialismo.
Todo esto,
en definitiva, abre interrogantes más de fondo: ¿es
posible construir socialismo con los moldes del capitalismo?
La figura carismática del conductor del proceso, Hugo Chávez,
hasta ahora funcionó como reaseguro de esa propuesta
equilibrando las fuerzas contrarias. Lo de ayer debería
profundizar esa pregunta: ¿es posible construir socialismo
amparándose en la figura omnipresente del presidente, o eso
es un límite insalvable?
Si vienen
nuevos ajustes en la economía venezolana, ¿será
nuevamente el pueblo trabajador quien deberá pagarlos, como
ha estado ocurriendo recientemente? Si así es, ¿quién
asegura que en las elecciones presidenciales del 2012, más
allá de todo su carisma, vuelva a imponerse Chávez?
En
definitiva: ¿qué se está construyendo a futuro? El
socialismo es más que una suma de consignas, o camisetas
rojas para una marcha multitudinaria. ¿Puede haber un
socialismo “petrolero”, como se llegó a decir? ¿Qué
pasa si Hugo Chávez no triunfa en las elecciones dentro de
dos años: se termina el proceso revolucionario?
Todas estas
preguntas –si queremos decirlo de otro modo: tomarse en
serio aquello de las 3 R, hoy por hoy caídas en el
olvido– debería ser el paso inmediato luego de las
elecciones del domingo. La derecha podrá ver en ello un síntoma
de debilidad, de fisuras en el proceso revolucionario. Pero
sin autocrítica genuina no puede haber revolución
socialista. Lo de ayer debe ser una alarma urgente. En
Argentina, muchas décadas atrás, el movimiento peronista,
tan popular y masivo como el chavismo y con un líder
igualmente carismático, tuvo la posibilidad de construir
alternativas reales al capitalismo; pero esto de “servir a
dos señores” funcionó como freno, y se terminó
construyendo un híbrido. Años después fue el partido
heredero de ese histórico movimiento el que terminó
rematando el país privatizando todo lo inimaginable, y de
los ideales populares no fue quedando más que el recuerdo.
Esperemos que no se repita la historia.
Elecciones
a la Asamblea Nacional
Una
nueva fase crítica para la revolución bolivariana
Por
Gustavo Fernández Colón
Wikio.es, 28/09/10
El no haber
alcanzado la meta anunciada por el presidente Chávez de la
mayoría calificada de dos tercios en las pasadas elecciones
de diputados a la Asamblea Nacional, va a colocar al proceso
revolucionario venezolano, en los próximos años, en una
situación de congelamiento –y ojalá no de franco
retroceso– en la transición hacia el socialismo, puesto
que las transformaciones legales más profundas y la
conformación del resto de los poderes públicos (Judicial,
Electoral y Ciudadano) estarán sujetas al consentimiento de
la oposición derechista.
Ya concluyó
el período de seis años de holgura legislativa, en el que
las fuerzas revolucionarias pudieron contar con un control
(casi) total de la Asamblea Nacional, gracias a la torpe
decisión de la oposición de no participar en las
elecciones de diciembre de 2005. Las reformas estructurales
no concluidas durante esta última fase, se verán ahora
irremediablemente postergadas (al menos durante seis años)
en vista de la nueva correlación de fuerzas en el
Parlamento.
El
presidente Chávez acertó, durante la campaña electoral,
al establecer como meta la mayoría calificada de dos
tercios a fin de impulsar las transformaciones necesarias
para garantizar el avance del proceso revolucionario, en un
contexto de agudización de la crisis del sistema
capitalista mundial y de exacerbación de las apetencias
imperialistas de los Estados Unidos. Pero por otra parte, no
fue tan acertada su estrategia propagandística de ligar los
resultados de esta elección parlamentaria a las votaciones
presidenciales del 2012. ¿Por qué digo esto? Porque si
bien aún el CNE no ha señalado oficialmente las cifras de
los votos brutos obtenidos, a nivel nacional, por las
distintas fuerzas políticas, la oposición ya se ha
adelantado a proclamar que obtuvo el 52% del total de la
votación del día domingo, a pesar de que logró colocar sólo
el 42% de los diputados, aproximadamente. Según los
argumentos de la oposición, esta falta de correspondencia
entre el número de votos y el número de diputados se debería
al modo como el CNE distribuyó los circuitos electorales,
haciendo que el número de diputados elegibles por cada
circuito no guardara relación directa con el tamaño de la
población votante de cada circunscripción.
Si
analizamos los resultados de la elección de los diputados
al Parlatino, por ejemplo, donde la derecha obtuvo la mitad
de los diputados, la cifra del 52% de los votos globales a
favor de la oposición no luce descabellada. Y esta
posibilidad contribuye a hacer creíble, ante los ojos del
pueblo en general, la consigna oposicionista de que la
holgada mayoría con la que contó el presidente en el
pasado ha venido esfumándose en los últimos meses.
Por otra
parte, observando “in situ” el comportamiento del
electorado por estratos socio–económicos en las
elecciones del día domingo, fue posible apreciar que las
clases medias y altas salieron a votar masivamente, movidas
por su anticomunismo visceral; mientras que en los sectores
populares –donde radica el llamado “voto duro” del
chavismo– la abstención fue más alta. Esta mayor
abstención de los sectores económicamente menos
favorecidos respondió, en mi opinión, a dos causas
fundamentales. La primera, las fuertes lluvias del fin de
semana que provocaron inundaciones y derrumbes, sobre todo
en muchas barriadas pobres de Caracas. Y la segunda causa
(pero no la menos importante), fue el descontento acumulado
en las comunidades populares por la ineficiencia y la
corrupción de los organismos públicos, manifestadas en los
últimos meses en las fallas del servicio eléctrico, la
descomposición de grandes volúmenes de alimentos de las
cadenas de distribución estatal como PDVAL y MERCAL, la
agudización de la inseguridad y la criminalidad, el
deterioro de la vialidad pública y de algunos servicios de
transporte colectivo como el metro de Caracas, la alta tasa
de inflación, etc.
Todos estos
elementos nos llevan a pensar que para garantizar la
continuidad del proceso revolucionario, la política de
choque frontal contra la oposición (o “demolición”,
como se dijo en la campaña) deberá ser postergada para no
entrabar por completo el funcionamiento de la Asamblea
Nacional y el resto de los poderes públicos (incluido,
indirectamente, el Ejecutivo), puesto que este entrabamiento
podría contribuir a erosionar el respaldo popular al
liderazgo del presidente. En otras palabras, cabe esperar
ahora que la política bolivariana se desplace más hacia el
centro, forzada por el peso de la oposición en el
Parlamento, en un contexto de disminución de la renta pública
a causa de la crisis capitalista mundial y, por lo tanto, de
menos disponibilidad presupuestaria para atender las
Misiones Sociales.
Un viraje táctico
de este tipo probablemente no será factible sin una
renovación del gabinete ejecutivo, que le permita al
presidente contar con actores de confianza capaces de
dialogar y negociar con la oposición en este nuevo
escenario. Pero la disposición a renovar cuadros y la
capacidad de diálogo con la oposición derechista, no han
sido hasta ahora las cualidades más notables en el estilo
de conducción del comandante.
Por otra
parte, la oposición está consciente de que sus
posibilidades de derrotar a Chávez en 2012 son directamente
proporcionales al fracaso de la gestión del presidente en
los próximos dos años, así que la derecha dedicará todas
sus fuerzas a torpedear las acciones del gobierno nacional
desde su nueva posición estratégica en el Parlamento.
Este
panorama nos hace prever que el resultado de la elección
del domingo marcará el inicio de una fase crítica para la
Revolución Bolivariana, en la que se verán seriamente
restringidas –e incluso amenazadas– las posibilidades de
adelantar las transformaciones estructurales requeridas para
avanzar hacia la construcción de una sociedad más justa e
inclusiva. Y en un escenario crítico de esta naturaleza, no
es descartable que la “derecha endógena”, instalada en
las entrañas de la burocracia bolivariana, acceda a pactar
con la derecha oposicionista para preservar sus cuotas de
participación en la distribución de la renta del Estado,
incluso al precio de una derrota del comandante Chávez en
las elecciones presidenciales del 2012.
¿Cómo
satisfacer las expectativas populares, ya parcialmente
desilusionadas por la ineficiencia y la corrupción, y al
mismo tiempo negociar consensos inevitables con una derecha
fortalecida a raíz de su retorno al cauce de la
institucionalidad democrática? He ahí el enorme desafío
que tienen por delante, desde el pasado 26 de septiembre, el
presidente Chávez y la Revolución Bolivariana.
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