Elecciones
en Inglaterra - I
La
necesidad de Respect
Por
John Molineux
Socialist Review, febrero de 2004
El
lanzamiento de Respect, la coalición unitaria que busca plantear un reto
electoral a Blair y el Nuevo Laborismo constituye un nuevo desarrollo político.
Es nuevo para aquellos que lo integran de manera directa: George Galloway[1],
Salma Yaqoob[2], el SWP[3],
y para los miles de ex simpatizantes laboristas o independientes que se
unirán. También es una novedad en el sentido de que no había existido
hasta ahora en la historia británica una formación política similar.
El
hecho de su novedad es parte de su atractivo, tanto para aquellos de
nosotros que ya éramos militantes socialistas como para los cientos de
miles, quizá millones, que hoy se sienten traicionados, no representados
y ávidos de algo nuevo y mejor para sustentar. Pero la novedad también
genera temores, dudas y preguntas. Este artículo intenta despejar algunas
de esas dudas y plantear que el proyecto Respect es tanto una necesidad
como una inmensa oportunidad, a la que todos los lectores de Socialist
Review debieran aferrarse con las dos manos.
Una
alternativa creíble
Por
supuesto, no podemos garantizar el éxito de antemano, del mismo modo en
que los trabajadores que van a la huelga no dar por seguro que van a
ganar. Pero cuando los trabajadores van a la huelga, no se trata por lo
general de elegir entre pelear –y quizá perder– o quedarse como se
estaba. Se trata de elegir entre resistir o ser derrotado sin luchar. Lo
mismo se aplica a la actual situación política. La izquierda debe
decidir entre arriesgarse a ir hacia delante o verse obligada a
retroceder.
En
este momento hay un enorme vacío, una profunda brecha, en la política
británica. No hay ninguna fuerza política importante, no hay ninguna
alternativa electoral creíble, que hable en nombre de los reclamos y
aspiraciones de los millones de trabajadores, de oprimidos y de
discriminados, cuyas condiciones de vida los obligan a desear un mundo
mejor. Durante generaciones, éste ha sido el rol del Partido Laborista,
por más que a la hora de la verdad éste siempre claudicó. Uno de los
“méritos” de Blair es haber insistido sistemáticamente sobre el
hecho de que el Nuevo Laborismo dejaba ese espacio vacante.
Pero
la política, como la naturaleza, le tiene horror al vacío. Si la
izquierda no se muestra capaz de llenarlo, otros lo harán. Consideremos
ahora los posibles candidatos.
El
primero, y el peor, es el BNP[4]
[British National Party, neonazi]. Naturalmente, en términos generales,
no disputamos los mismos individuos. Pero en la medida en que parezca que
no haya oposición, nadie que reaccione (fight back), nadie que se plante
en nombre de la “gente común”, los fascistas estarán encantados de
ubicarse a la cabeza de la bronca y dirigirla contra los que piden asilo,
los negros y otros chivos expiatorios que estén a mano. La ausencia de
una alternativa de izquierda contribuye en gran medida a esto.
Luego
tenemos a los Liberal-demócratas[5].
Los liberales no son en absoluto de izquierda[6].
Son un partido basado en la clase media[7],
no en la clase trabajadora. Fueron alguna vez el partido más importante
de la burguesía británica, y quisieran volver a serlo. Son hostiles a
los sindicatos, y en las grandes huelgas muestran siempre su costado más
reaccionario (al igual que el Guardian[8]). Pero son oportunistas duchos y no tienen
problemas en virar a la izquierda en el camino a su verdadero objetivo. Así
lo demostraron con relación a la guerra y la manifestación del 15 de
febrero, y cosecharon los beneficios en la elección complementaria de
Brent-East. Una y otra vez, en Question Time y otras tribunas mediáticas,
los liberales no hallan inconveniente en aparecer a la izquierda de los
neolaboristas. Si los liberales pudieron, temporalmente, colonizar el
“territorio natural” de la izquierda, sería una seria derrota y un
paso atrás para la clase trabajadora.
En
tercer lugar, ya en mejor terreno, está la izquierda laborista. Pero ésta
estuvo en este juego desde el principio, y si realmente se decidieran a
hacer lo que hace falta, a esta altura tendrían que haber dado alguna señal.
Pero la realidad es que ni siquiera fueron capaces de protestar contra
Blair en la conferencia del Partido Laborista. El proyecto Reclaim
Labour [Reganar al laborismo] de Tony Woodley y Billy Hayes tampoco
marca ningún avance. El fruto mayor que podrían haber producido –si
Lord Hutton[9]
no hubiera producido un encubrimiento, y si los diputados comunes[10]
no se hubieran echado atrás en el tema de las top-up fees [tarifas]–
es Gordon Brown. Y no hay esfuerzo de imaginación que pueda hacer de
Gordon Brown un representante de reganar al Partido Laborista para la
izquierda.
Nos
quedan las actuales organizaciones de la izquierda. La Socialist Alliance
se creó con el propósito de cubrir la brecha mencionada anteriormente,
pero es evidente, a pesar de algunos buenos resultados como el triunfo de
Michael Lavalette en Preston, que la tarea le queda demasiado grande. En
la cabeza de la gente, la Socialist Alliance no está asociada con la
oposición a la guerra, y a la hora de votar, salvo para un pequeña minoría,
no se distingue de cualquier secta que haya hecho su depósito[11]
Por
lo tanto, sencillamente no hay alternativa más que dirigirse al fenómeno
más importante y novedoso de la política británica (e internacional):
la gente que de manera masiva se volcó a las calles para oponerse a la
guerra contra Iraq. Y honestamente, ¿para qué otro lado deberíamos
mirar? Nuestros propios ojos nos aportan la evidencia
de
quiénes eran: gente de todas las edades, desde jubilados hasta
estudiantes, cuyo magnífico rol se ha señalado con justicia; decenas,
quizá cientos de miles de miembros de los sindicatos (todos los
sindicatos importantes apoyaron a la Stop the War Coalition); una nueva
generación de activistas estudiantiles (lo que se notó especialmente en
la manifestación contra Bush); musulmanes en cantidad sin precedentes, así
como miembros de otras minorías étnicas; muchísimas mujeres, muchas de
las cuales juegan un papel dirigente en la coalición a nivel nacional y
local (simbolizadas por Lindsey German, Ghada Razuki y Salma Yaqoob, y en
las movilizaciones, por los planteos de las estudiantes musulmanas con sus
fulards y sus cánticos); CND y otros activistas pacifistas, y sigue la
lista.
Principios
básicos
En
cuanto a su conciencia política, las movilizaciones, sobre todo la magnífica
marcha contra Bush, fueron más que elocuentes para todo el que tuviera
ojos para ver. Hay un notable grado de consenso. La gran mayoría de los
participantes: 1) estaban y siguen estando en total oposición a la guerra
en Iraq; 2) no sólo critican, sino que desprecian a Bush y a Blair,3) se
oponen completamente al proyecto de EE.UU. de “Nuevo siglo americano”[12];
4) son claramente antirracistas e internacionalistas en un sentido amplio;
5) tienen una unión extraordinaria y son ajenos a las divisiones
mezquinas (no había sentimientos de división en el seno del movimiento,
como sindicalistas vs. políticos, respetables vs. no respetables, ni nada
por el estilo). En otras palabras, son, en términos generales,
antiimperialistas y antisistema.
Lo
que no tienen, hasta ahora, es representación política. Lo que Respect
busca es movilizar y organizar a tantos de los que participaron en el
movimiento antiguerra como sea posible, a fin de que forjen su propia
representación política. A tal efecto, varios de los principales voceros
del movimiento se han unido para efectuar una declaración de principios básicos
alrededor de los cuales nos podamos unir y tener como base para la nueva
coalición. Esta declaración, con algunas modificaciones menores, se
aprobó en la convención fundadora de Respect.
Vayamos
ahora a las dudas, que en algunos casos son críticas y oposición. La
principal objeción al proyecto de Respect es que resulta de alguna manera
una reedición de la estrategia de Frente Popular que llevaron adelante
Stalin y los PCs en los años 30. Estrategia que Trotsky y los
trotskistas, incluyendo los editores de Socialist Review,
denunciaron rotundamente como de colaboración de clases y desastrosamente
ineficaz. Lo mejor que puede decirse de esta objeción es que no logra
entender en lo más mínimo las situaciones políticas y las estrategias
políticas respectivas.
La
coalición Respect se construye explícitamente como una alternativa de
izquierda al Nuevo Laborismo, sobre la base de principios que la separan
inequívocamente de los dirigentes socialdemócratas no sólo del Reino
Unido, sino del resto del mundo; en particular, en lo que hace a la
oposición al imperialismo y a la guerra imperialista. En contraste, el
Frente Popular, creado ostensiblemente como oposición a los nazis y al
crecimiento del fascismo, comprendía al conjunto de la socialdemocracia y
se estiraba lo suficientemente a la derecha como para abarcar a los
conservadores “progresivos” y a la “burguesía democrática”,
incluyendo defensores declarados de la guerra imperialista. El objetivo
fundamental y la consecuencia necesaria del Frente Popular fue contener la
lucha de la clase trabajadora con el fin de no asustar a las clases
dominantes imperialistas “democráticas” de Inglaterra y Francia, y de
ese modo llevarlas a una alianza con la Unión Soviética. El principal
objetivo de Respect es elevar la conciencia, confianza y organización de
los trabajadores mediante el comienzo del proceso de liberarlos del
chaleco de fuerza del Nuevo Laborismo. Respect y el Frente Popular son,
entonces, opuestos por el vértice en su contenido y en su propósito.
Uno
de los motivos de esta falsa analogía parecería ser el error, bastante
común en la izquierda, de confundir la condición personal de clase de
las personas con su condición política de clase. Hay quienes ven a
Respect como incluyendo a ciertos individuos de clase media[13]
como George Monbiot y (así creen) Salma Yaqoob), quienes no son “parte
del movimiento obrero” y por ende la acusan de ser una alianza
policlasista, al estilo del Frente Popular. En realidad, los movimientos
de izquierda, reformistas o revolucionarios, siempre han incluido
individuos que no eran de la clase trabajadora o que incluso eran de las
clases dirigentes; piénsese, por ejemplo, en Engels, William Morris o
Tony Benn[14].
El problema con el Frente Popular era que representaba una alianza con los
representantes políticos de sectores del capitalismo francés, español y
británico. No creo que nadie pueda acusar seriamente a Monbiot, Yaqoob,
Galloway o cualquier otro dirigente de Respect de ser un representante político
de la burguesía británica.
Otra
cuestión que preocupa a varios y que resulta, por desgracia, una
cantinela para ciertos sectarios, es la potencial integración de los
musulmanes en general y de la Asociación Musulmana del Reino Unido en
particular. En realidad, éste es uno de los mayores méritos de Respect.
El punto de partida es el hecho de que los musulmanes están entre los
grupos más discriminados, oprimidos y maltratados de la sociedad
británica. Al ser predominantemente personas de color han sido siempre
objeto, por supuesto, del racismo general de la sociedad británica, y
desde hace un tiempo han reemplazado a los afrocaribeños en tanto blanco
principal de la derecha fascista. Desde el 11 de septiembre de 2001, la
opresión, la demonización por parte de los medios y la persecución
estatal se han intensificado enormemente. En esta situación, debiera ser
obvio que el primer y principal deber de cualquier socialista, y en verdad
de cualquier demócrata, es la solidaridad. Pero no es cuestión sólo de
humanidad, sino de necesidad política. Como sabemos, el racismo es un
arma para el “divide y reinarás”. Y en este momento, la islamofobia
es el principal método de división adoptado por la clase dominante en el
Reino Unido y por el imperialismo a nivel internacional. Por tanto, es una
responsabilidad nuestra, de la izquierda, hacer todo lo que podamos para
superar esa división potencialmente desastrosa en nuestras filas, en
nuestra clase.
Unir
a blancos y negros, en la acción, en los piquetes, en las marchas y en
las campañas políticas contra nuestros enemigos comunes –es decir,
Bush, Blair y lo que ellos representan– es el mejor antídoto contra el
racismo y otras formas de divisionismo. Para lograr esto, es fundamental
que los primeros pasos hacia la unidad tengan un recibimiento entusiasta y
que se muestre respeto y sensibilidad hacia las diferencias culturales y
religiosas. Y lo que debe evitarse de manera absoluta es deslizar o
sugerir, aun de la manera más sutil, que la condición para la unidad en
la acción es que ellos, los oprimidos, abandonen o cuestionen sus
creencias religiosas. En la medida en que se establezca la unidad, ésta
operará en ambos sentidos: será una barrera contra el racismo y la
islamofobia del sistema y, al mismo tiempo, contrarrestará las fuerzas
del extremismo separatista islámico que actúan en el seno de la
comunidad musulmana. Esto es cierto tanto en el terreno nacional como en
el internacional. Tal como lo sé por experiencia personal y por
testimonios de Oriente Medio, el mejor argumento contra los islamistas que
abogan por la jihad “terrorista” no son las parrafadas ni las
lecciones sobre lo perverso del clericalismo islámico, sino la evidencia
práctica de cientos de miles de musulmanes y no musulmanes marchando codo
a codo en las calles de Londres, Barcelona o donde fuera. Fue esto lo que
le permitió a Salma Yaqoob declarar en la conferencia de diciembre en El
Cairo que “la principal línea divisoria en el mundo no es la que separa
a las religiones sino la que separa a opresores y oprimidos. La cuestión
principal es la justicia y la unidad de los oprimidos”. Con relación a
esto, Respect nos da una oportunidad: continuar el excelente trabajo
realizado por la Stop the War Coalition y llevarlo a un nivel superior.
Hay que aprovecharla.
Notas:
[1]
Diputado laborista disidente, rompió con su partido tras haber tenido
un rol protagónico en las grandes marchas organizadas por la Stop the
War Coalition contra la guerra en Iraq.
[3]
Socialist Workers Party (Partido Socialista de los Trabajadores) de
Inglaterra, partido trotskista con una ubicación importante en la
Stop the War Coalition.
[4]
British National Party (Partido Nacional Británico), racista, xenofóbico
y neonazi.
[5]
Tradicionalmente,
la tercera fuerza política del Reino Unido, detrás de los partidos
laborista y conservador.
[6]
Esto, que resulta obvio en América Latina, no lo es tanto en los países
sajones, donde la palabra “liberal” tiene una connotación similar
a la lo que aquí llamaríamos “progresista”.
[7]
Una nueva diferencia con el vocabulario político de América Latina.
Especialmente en el Reino Unido, “clase media” también designa no
a las capas que están entre los capitalistas y los trabajadores, sino
al sector inferior de los primeros.
[8]
Diario británico de “centro-izquierda” y “progresista”.
[9]
El juez que dictaminó que Blair no había mentido con relación a la
supuesta “amenaza inminente” que representaban Iraq y Saddam
Hussein.
[10]
Los diputados comunes (“backbenchers”, es decir, los que sientan
en las bancas de atrás) son aquellos que no forman parte del selecto
grupo de los diputados prominentes (“frontbenchers”, los que se
sientan en las bancas de adelante), que son los líderes más
importantes del gobierno y de la oposición.
[11]
En el Reino Unido, cualquier partido (sin importar siquiera si tiene
afiliados) puede presentarse a una elección con sólo efectuar un depósito
de 500 libras en el distrito correspondiente. Esto, por supuesto,
favorece a los grandes partidos y a la vez abre las puertas a todo
tipo de individuos o grupos delirantes.
Referencia a un documento de connotados asesores de la administración
Bush, donde se propone un mundo controlado y dominado manu militari
por EE.UU.
[14]
William Morris: socialista no marxista, fundador del movimiento de
Artes y Oficios en la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XIX.
Tony Benn: uno de los dirigentes históricos de la izquierda del
Partido Laborista.
|
|