Brasil bajo Lula

 

Brasil II

Perspectivas y problemas de la recomposición política

Por João Bragga y Roberto Ramírez
Socialismo o Barbarie (revista), Nº 17/18, noviembre 2004

En el artículo precedente, señalamos cómo el gobierno Lula cierra una fase de la historia del movimiento obrero y de la izquierda que comenzó a ser escrita en 1978 y terminó en 2003. De esta manera finaliza el ciclo del que fue el mayor partido obrero del hemisferio sur. Esto ha sido así, porque tanto la vanguardia como sectores de las masas de trabajadores que creyeron en Lula y el PT vieron frustrados sus demandas de reformas que el PT siempre defendió. Al llegar Lula a la presidencia, quedó definitivamente probado que se había pasado con armas y bagajes al campo de la burguesía. El proceso de adaptación social y gestión burguesa que venía siendo implementado en las prefecturas (municipios) y los gobiernos estaduales petistas quedó claro nacionalmente.

Esto abrió, objetivamente, un nuevo capítulo de recomposición política y organizativa del movimiento obrero y social, cuyas primeras líneas están siendo escritas en el presente momento. Ha comenzado un proceso tanto político como sindical, cuyo paralelo es el iniciado a fines de los 70, que llevó a la conformación del PT, la CUT y después, en los anos 90, el MST. Lo que está ocurriendo principalmente es la búsqueda por parte de la vanguardia de nuevos parámetros y organismos para dar expresión a la lucha contra el capital.

Este proceso se caracteriza por el rompimiento de la vanguardia y posiblemente de sectores todavía minoritarios de masas con el PT y la cúpula de la CUT, acompañado al mismo tiempo con los fenómenos contradictorios de la “negación de la política”, por un lado, y la disputa entre dos proyectos de construcción política, por el otro. Estos dos proyectos son los del PSTU y el P-SoL.

Estratégicamente y por sus posibles consecuencias a largo plazo, este curso de crisis y ruptura con el PT es el hecho político más importante. Es que las formas en que finalmente desemboque, van ser determinantes, para bien o para mal, en las próximas décadas de la política brasileña.

Las movilizaciones contra la reforma de la previdência y el inicio de la recomposición

Las expresiones que asume esta crisis política son múltiples. Naturalmente, como siempre sucede en estas circunstancias, hay sectores de masas y también de activistas que caen en el escepticismo, en la negación de “la política” y “los partidos” en general.

Este tipo de expresiones, habituales en estas crisis, a veces pueden confundirse como algo “progresivo” en sí mismas, porque aparecen como “negando y rechazando todo”. En verdad son muy contradictorias y su resultante, si no superaran esa limitada y necia “negación de la política”, termina siendo estéril y hasta reaccionaria.

Así, uno de los mayores peligros de la experiencia con el PT en el gobierno, es que muchos saquen la conclusión escéptica y derrotista de que, al fin de cuentas, es imposible cambiar nada. Esta es, por supuesto, la “lección” que la burguesía y sus medios quieren imponer, que la gente se resigne a la rotación de gobiernos de “izquierda” y de “derecha”, que aplican sin diferencias las mismas políticas dictadas por “el mercado” y el FMI... porque no se puede hacer otra cosa... Esto es lo que también se predica desde el mismo PT y la dirección de la CUT, con lenguaje más “de izquierda”: “no es posible hacer algo distinto...”

Pero junto a ese peligroso escepticismo (que ha ganado a muchos de los que creyeron que con Lula “la esperanza venció al miedo”), también comienza a darse lo contrario. Ante la bancarrota del PT (y de las direcciones sindicales, estudiantiles y de movimientos sociales como el MST cooptadas por el gobierno Lula), se ha iniciado en la vanguardia la búsqueda de una recomposición.

Tanto a nivel político como sindical, este proceso fue desencadenado el año pasado a poco de asumir Lula, por la lucha contra la reforma de la previdencia social (sistema de retiro) que afectaba a los empleados públicos. Un sector del movimiento sindical y también de la izquierda petista reaccionó correctamente contra los ataques neoliberales del PT y de Lula.

Hubo una intensa batalla al interior del PT. Por una lado, la mayoría de la dirección del PT y de los parlamentarios, tratando de encuadrar al partido en las votaciones de la reforma. Por el otro lado, toda la vanguardia de la previdencia social y los activistas sindicales, junto con un sector minoritario de parlamentarios del PT que enfrentó públicamente a la dirección del PT y a Lula. Esta lucha fue derrotada y la dirección del partido procedió a expulsar a los diputados Babá, Luciana Genro, João Fortes y a la senadora Heloisa Helena.

La expulsión señalaba una nueva situación. Era la confirmación cabal de que el PT no solamente no representaba más los intereses de la clase trabajadora, sino también que era imposible cambiar los rumbos del partido. Fue la clara muestra del largo proceso de transformación política y social del partido, que analizamos en el artículo anterior. Durante muchos años, amplios sectores de llamada vanguardia petista creyeron que era posible cambiar el curso del partido y que el aburguesamiento y la burocratización eran relativos. La expulsión de los llamados “parlamentarios radicales” no dejaba ya ninguna duda. No existe al interior del PT la más mínima posibilidad de cambiar el rumbo de su política. La idea de “partido en disputa” resultó tan ilusoria como la de “gobierno en disputa”, que analizamos antes.

La lucha contra la reforma de la previdência desarrollada el año pasado, fue también la mayor movilización de los trabajadores contra el gobierno, hasta las actuales luchas de los bancarios y otros sectores. Si bien marcó una ruptura política y sindical, no implicó al mismo tiempo el inicio de un fuerte y sostenido ascenso de las luchas obreras y populares. Esto se combina con otro hecho importante para definir el momento en que estamos de esta recomposición: que todavía ella involucra esencialmente a la vanguardia.

La situación de la lucha de clases no es de pasividad. Se producen huelgas y también movilizaciones importantes, como la de los profesores y empleados de las universidades de São Paulo y las protestas estudiantiles y populares contra el aumento del transporte en varios estados, y ahora especialmente la lucha de los bancarios.

Sin embargo, aún no se puede definir que se haya producido un salto y un ascenso generalizado de las luchas, que tengan como consecuencia un cambio radical de la situación política y de las relaciones de fuerza entre las clases. Probablemente, estemos en una situación preparatoria de ese cambio, donde tanto en la clase trabajadora como en sectores de las clases medias urbanas y en el campo se desarrollan “procesos moleculares” –para utilizar el concepto de Trostky– de un creciente y profundo descontento, acompañado del sentimiento de que las cosas van a ir de mal en peor. La burlada esperanza de un cambio que determinó el voto masivo por el PT, se combina con un empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría: del empleo y del salario para los trabajadores, de la redoblada presión fiscal sobre las clases medias, y de la miseria y la criminalidad para la enorme masa de excluidos. En la vanguardia esto se expresa en que todo está puesto en discusión.

Estas presiones que se acumulan en las calderas sociales no han encontrado todavía la salida de un lucha generalizada, y menos aun de una rebelión al estilo de las de Bolivia o Argentina. [1] En esta contención de la protesta juegan un papel relevante los aparatos burocráticos del PT, la CUT, el MST, la UNE, la UBES, etc. [2] Sin embargo, no tiene menos gravedad que las masas trabajadoras y populares no vean todavía una alternativa política en reemplazo de la fallida esperanza en un gobierno petista que iba a hacer reformas sociales en su beneficio, en los marcos de la democracia burguesa y del sistema capitalista. Y esto no sólo tiene que ver con las luchas, sino también con la dimensión de la ruptura política de sectores de masas con el PT. Un ruptura que llegue a abarcar a amplios sectores de masas va a estar relacionada con que ellos puedan ver una alternativa política creíble frente al PT.

De allí la inmensa importancia de los procesos de recomposición política y/o sindical, aunque estos aún abarquen sólo a una vanguardia o a sectores muy minoritarios de las masas. Son vitales para levantar ante las masas una alternativa, tanto frente al gobierno y los aparatos a su servicio, como frente a la “oposición” burguesa que espera su turno tras el desprestigio del PT.

Si las masas trabajadoras y populares no llegasen a vislumbrar por lo menos el esbozo de una alternativa, de una salida, va a ser más difícil que lleven hasta el fin su ruptura política con el PT, ni que se lancen a luchas generalizadas. Y si lo hacen, será en condiciones menos favorables.

Esto nos remite a las semejanzas y diferencias con la situación de fines de los 70, cuando se inició el “ciclo PT-CUT”, en medio de un gran ascenso de las luchas obreras, que al mismo tiempo significaba una lucha política contra el régimen imperante en ese momento, la dictadura militar. Por chocar contra una dictadura, la alternativa aparecía tan sencilla como posible: la “democracia”. Este espejismo facilitó la mutación al régimen “democrático”... con lo que prosiguió inmutable el dominio de la burguesía.

Ahora las cosas se plantean en un contexto muy diferente. Hoy, un gran ascenso de las luchas obreras y populares iría al choque no sólo contra el gobierno. También tendería a cuestionar el régimen democrático burgués y a un capitalismo que ha demostrado ser incapaz de “reformarse” y otorgar las más mínimas concesiones.

En resumen: los desafíos y problemas del presente van mucho más allá de la simple y sencilla “lucha contra la dictadura”, que objetivamente presidió la gestación y nacimiento del PT y la CUT. Por eso, el “desarrollo desigual y combinado” entre las luchas y la recomposición política y sindical, y entre la vanguardia y las masas trabajadoras, hoy va tener, necesariamente, una trama distinta y más compleja, donde el factor conciencia-programa-organización aparece como primordial.

Se frustra un posibilidad unitaria 

Frente a la nueva situación, tanto los diputados radicales como un sector de la intelectualidad más el PSTU comenzaron conversaciones para fundar un nuevo partido. Eso podría ser un hito fundamental para la historia del movimiento obrero en Brasil. Estaba planteada la posibilidad de reunir toda la vanguardia que rompía con el PT, en una sola organización socialista y obrera con fuertes rasgos revolucionarios. Si ese nuevo partido se concretaba, podría organizar a miles de militantes en todo el país y ser una alternativa real al PT frente al movimiento de masas.

Sin embargo, ese proceso unitario fue abortado, en gran parte por responsabilidad del PSTU, por sus actitudes sectarias. El PSTU es el mayor partido de vanguardia de Brasil. Siendo así, tenía la principal responsabilidad de tratar de mantener la unidad en ese terreno, que en ese momento era muy heterogéneo. Lamentablemente, el PSTU trató de imponerse sobre ese proceso mediante ultimátums y maniobras aparatistas-burocráticas. En primer lugar quería imponer como cláusula que, después de un plazo no mayor de dos años, el nuevo partido fuese regido por el llamado “centralismo democrático”.

Más allá de las posiciones a favor o en contra del “centralismo democrático”, fue un grave error tratar de imponer ese régimen a un partido del cual aún no se sabía cuál sería su programa. Además, el PSTU no tuvo en cuenta la experiencia reciente de esos militantes con el PT, justamente con el “centralismo” de la dirección de Lula y Cía. Había que darles, entonces, las más amplias garantías democráticas, comenzando por el derecho de tendencias permanentes, pues gran parte de esa vanguardia que se incorporaba al proyecto de nuevo partido nutría una profunda desconfianza hacia el PSTU. Es que ese partido es famoso en la vanguardia brasileña por sus métodos brutales y por la característica que los debates a su interior suelen resolverse con expulsiones o con “campañas” que hacen imposible permanecer en el partido a los que pretendan discutir algo.

La dirección del PSTU hace del “centralismo democrático” y del “partido leninista” una caricatura que nada tiene que ver con el “realismo revolucionario” con el que Lenin fue adecuándose a las cambiantes circunstancias de la lucha de clases, para ir construyendo en todas ellas el partido revolucionario.

Inicialmente, un nuevo partido que englobara a la vanguardia que giraba hacia la izquierda en ruptura con el PT, sería inevitablemente un partido-movimiento, con corrientes públicas. El mismo PSTU, al principio, llamaba hasta a las “comunidades cristianas de base” –es decir, a sectores no marxistas– a sumarse el nuevo partido. Eso era correcto, pero indicaba al mismo tiempo un hecho de la realidad: la amplitud y heterogeneidad de las fuerzas que se movían hacia la izquierda. Al principio, este partido-movimiento no podía ser inicialmente otra cosa que un frente único de corrientes revolucionarias y centristas que se orientaban hacia la izquierda, al que se incorporarían miles de activistas obreros y populares, la mayoría ex PT, que tampoco vendrían con los ánimos dispuestos a acatar “órdenes” sin ser convencidos. Por supuesto, el proceso, los plazos y las formas en que se fueran homogeneizando e integrando en un partido revolucionario centralizado, no se podían establecer “por decreto” desde arriba.

El PSTU podría haberse integrado –interviniendo en ese proceso como su ala izquierda y “revolucionaria”– para que se fuera decantando de manera “natural”, dando batallas programáticas y políticas en relación a los hechos relevantes de la lucha de clases, desarrollando una paciente labor pedagógica sobre esa amplia vanguardia, etc., etc. Partía con la ventaja de ser la corriente orgánicamente más fuerte. Dentro del nuevo partido-movimiento, si impulsaba orientaciones correctas, se hubiese ido imponiendo por peso propio.

En vez de este camino paciente, constructivo y político, la dirección del PSTU optó por asestar a la vanguardia dos ultimátums organizativos. El primero, ya mencionado, fue el de exigir a plazo fijo “centralismo democrático” (en versión PSTU). El segundo ultimátum fue peor aun: que el proceso de legalización del nuevo partido se daría a partir de 2005 (o sea, cuando comenzara a regir el “centralismo”). Mientras tanto la legalidad sería del PSTU.

Si lo del “centralismo democrático” se podía justificar con el pretexto del “partido revolucionario leninista”, lo de exigir que la legalidad electoral estuviera exclusivamente en manos del PSTU, para tener así encadenado al resto, era una maniobra digna de un politiquero de suburbio. El PSTU inició acerca de esto una polémica pública con un argumento surrealista: para que el nuevo partido no recayera en el electoralismo del PT, no debía buscar su legalización. Dicho de otro modo: si el PSTU tenía legalidad, eso no era “electoralismo”; en cambio, si el nuevo partido se legalizaba, entonces pecaba de “electoralismo”.

La segunda cláusula era una maniobra en el sentido de apropiarse del movimiento (gracias a la ventaja de tener legalidad electoral) y no de ser un proceso real y paciente de construcción de un nuevo partido. Al negarse a iniciar un proceso de legalización inmediata, el PSTU buscaba ganar tiempo, “incorporando” a los parlamentarios a su estructura. Eso le abría la posibilidad de lograr puestos electivos en las elecciones municipales de 2004 y crecer nacionalmente, capitalizando a la vanguardia como única alternativa al PT. Con eso se daría una situación de hecho, en la que el PSTU sería “el” partido.

Todo esto generó una reacción furiosa de los sectores que rompían con el PT y que se negaban a caer en esa trampa. Hubo, entonces, una fractura en el proceso de construcción de un nuevo partido, y el PSTU quedó marginado.

Cabe aquí responsabilizar principalmente a la dirección del PSTU por este desastre, aunque no hay que esconder que también, en algunos de los sectores que rompían con el PT, la marginación del PSTU fue recibida con satisfacción. En ellos, el rechazo al PSTU tenía que ver no sólo con su aparatismo burocrático sino con sus posiciones más “a la izquierda”.

De esta forma fue abortada la posibilidad de construir una alternativa al PT mucho más amplia, y que hubiera sido un gran polo de atracción. Desde el primer momento, habría sido un partido de millares de militantes y luchadores socialistas, con una intervención sindical de masas y con expresión parlamentaria.

Los más grave es que nada de esto ha hecho reflexionar a la dirección del PSTU. Por el contrario, la ha elevado a un nivel de sectarismo mayor aun. La lógica de este camino la ha llevado a desarrollar la nada original teoría de ser prácticamente la única corriente verdaderamente revolucionaria de Brasil y aun del mundo entero. Antes, llamaban hasta a las comunidades cristianas de base a organizar juntos un nuevo partido. Ahora, el resto de la humanidad que no pertenece al PSTU (o a sus grupos afines en otros países), es caracterizado como un pantano traidor y/o oportunista, en el que son más o menos lo mismo Lula que las corrientes que rompieron con el PT, y donde los que aún no traicionaron seguramente lo van a hacer en futuro. [3]

Esta teoría se corresponde con prácticas que no ayudan al proceso de recomposición en curso en el movimiento de masas brasileño ni al desarrollo de sus luchas. Ante todo, porque son un obstáculo al necesario frente único para combatir al gobierno Lula y a sus aparatos.

Así, los ataques al P-SoL más que las críticas al gobierno Lula, son frecuentemente el centro de la prensa del PSTU. En este camino, ha llegado al extremo de plantear que se opone a que el P-SoL tenga legalidad electoral. La legislación antidemocrática del estado brasileño, determina que para poder presentarse a elecciones, el P-SoL debe recolectar una enorme cantidad de firmas (alrededor de 450.000) que apoyen ese derecho. No se trata de afiliaciones ni de adhesiones al partido, sino sólo de un apoyo democrático al derecho de presentar candidatos. El PSTU hace públicamente campaña para que la gente no firme sosteniendo ese incuestionable derecho democrático del P-SoL.

La idea que tiene de sí mismo y de las otras corrientes obreras y de la izquierda, determina en el PSTU otro rasgo clásico de las sectas: la tendencia a tratar de convertir en colaterales a organismos de la vanguardia o del movimiento de masas que deberían ser de frente único.

Así, a nivel político, mientras saboteaba el frente único que hubiera logrado reunir a la mayoría de la vanguardia, el PSTU impulsaba un fantasmal “Movimento por um Novo Partido” constituido sólo por algunos de sus militantes y amigos. Durante meses trató de hacer pasar esta colateral como un auténtico frente único político, contrapuesto al que estaba constituyendo el P-SoL.

Este “Movimento” fracasó por completo y, a nivel político, el PSTU quedó aislado y muy mal visto por el resto de la vanguardia. Pero el PSTU logró empalmar con el proceso de recomposición que se da a nivel del movimiento sindical y que analizaremos luego. Por iniciativa de sindicatos ligados al PSTU junto con otros sindicatos (algunos de derecha, de la central Força Sindical), y sobre la plataforma de lucha contra la reforma sindical, se constituyó la Coordenação Nacional de Lutas (Conlutas).

La Conlutas ha conseguido aglutinar a importantes sectores y militantes radicalizados y combativos. Pero el mérito innegable que ha tenido el PSTU con esa iniciativa, se ve contrastado por su impulso a hacer de Conlutas no un amplio y genuino frente único, sino una colateral controlada con métodos aparatistas.

La formación del P-SoL

El fenómeno extraordinariamente progresivo de la recomposición del movimiento obrero y de masas ha comenzado entonces, a nivel político, con un problema serio: la división entre el PSTU y el resto de las corrientes agrupadas ahora en el P-SOL.

Esto, por supuesto, no detiene el proceso de recomposición política, sindical y del movimiento de masas en general, que tiene raíces más profundas que este incidente entre direcciones. La recomposición es motorizada, por un lado, por el hecho de que sectores de la vanguardia (y también de una minoría de las bases) empezaron a ver que sus antiguas direcciones políticas y sociales están “del otro lado”, gobernando contra ellas y al servicio de sus enemigos. Y, también, por la necesidad de reagruparse para defenderse del ataque que viene desde arriba (congelación y recorte de salarios, desempleo, “reformas” laboral, sindical y universitaria, etc.)

Tras la marginación del PSTU, los llamados “parlamentarios radicales” iniciaron una caravana por el país anunciando la formación de un nuevo partido. A este proceso se unieron varias corrientes oriundas del PSTU. Paralelo a este desarrollo se inició un debate en torno al programa y estatuto del nuevo partido. Finalmente, en junio de este año fue fundado el P-SoL. En su fundación han confluido sectores provenientes del PT –como la CST (corriente encabezada por el diputado Babá), el MES (de la diputada Luciana Genro) y otros grupos menores, además de figuras públicas como Heloísa Helena y João Fontes, y los intelectuales Milton Temer, Carlos Nelson Coutinho, etc.– y otros que habían salido del PSTU –como Socialismo e Liberdade y el MTL (Movimento Terra Trabalho e Liberdade)–.

Es un proceso interesante, pues arranca de varios orígenes, aunque es muy fuerte el componente que proviene de la corriente trotskista-morenista. Se trata de un proyecto abierto y en disputa, con muchas contradicciones y problemas, pero que tiene en principio un signo progresivo. El hecho de estar siendo un polo de aglutinación de corrientes socialistas y de militantes que se ubican en el espectro político a la izquierda del PT, no puede ser menospreciado. Hay grandes posibilidades de construir un partido socialista, que comience a tener cierta influencia en sectores de masas, y que sea una referencia para la clase trabajadora.

Tras el fracaso de su tentativa de hegemonizar por medios aparatistas y burocráticos este proceso, el PSTU hace una caricatura de todo esto. Agita la caracterización de que la recomposición política tiene dos expresiones, ambas ya definidas y cristalizadas: una, “revolucionaria” (por supuesto, el PSTU, únicos revolucionarios de Brasil y casi del planeta Tierra); otra, “reformista”, (por supuesto, el P-SoL). Esta caricatura le permite también disimular sus responsabilidades en la división.

La realidad es más compleja y contradictoria. La nueva organización política no nace en verdad como un “partido” en sentido estricto, sino más bien como un movimiento pluralista, que deberá ir construyendo aún muchas de sus definiciones programáticas, políticas y organizativas. Ese es el desafío colocado en la práctica con el surgimiento del nuevo partido.

La configuración que ha asumido inicialmente la recomposición política de la izquierda brasileña plantea entonces complejos problemas.

Por un lado, existe un partido de vanguardia sólido y militante, y que trata de presentarse como “más a la izquierda” –el PSTU–, pero que tiene características y políticas de secta, prácticas aparatistas y nada democráticas, y además la equivocada idea de que eso es ser un “partido leninista”. Aunque ha tenido un crecimiento cuantitativo, mientras mantenga esos rasgos está orgánicamente incapacitado para ser, por sí solo y exclusivamente, el punto de atracción de la mayoría de la vanguardia.

Por el otro, se constituye un nuevo partido-movimiento –el P-SOL–, que reivindica una construcción democrática, que podría ser capaz de agrupar a vastos sectores en ruptura con el PT, pero en el que también va a presentarse como uno de sus factores el peso importante de una herencia oportunista no saldada completamente. Es que la progresiva ruptura con el PT, no ha significado lógicamente que de un día para el otro todos los que confluyen en el P-SoL hayan sacado hasta sus últimas consecuencias las lecciones del “ciclo PT” y hayan cambiando críticamente muchas de las concepciones con que actuaron en ese período.

Existen, entonces, una serie de elementos contradictorios que intervienen en la formación del P-SoL y que deben ser afrontados para poder salir adelante como una alternativa para la clase trabajadora. En el artículo anterior, en relación a eso, vimos algunas cuestiones teórico-políticas y del programa. Aquí nos gustaría considerar tres problemas más inmediatos: la política para el movimiento obrero, la posición del P-SoL en las elecciones municipales de octubre y finamente cómo el partido se ubica internacionalmente.

¿Qué política para el movimiento obrero?

La actual política de la dirección cutista no es simplemente una radicalización del proceso de burocratización y derechización en que viene la Central desde hace casi dos décadas. Ahora la CUT ha sido transformada en un instrumento fundamental del “sistema de gobernabilidad” del gobierno Lula, cumpliendo un papel estratégico en el sentido de acotar, sabotear y manipular las luchas, procurando garantizar la estabilidad necesaria para la aplicación de las políticas neoliberales y de ataque a los trabajadores. La diferencia, por lo tanto, no es simplemente de grado, sino de un cambio fundamental en el papel de la burocracia de la CUT.

Esto quedó claro, primero, en la posición adoptada por la CUT ante las movilizaciones contra la reforma de la previdência, cuando se alineó con el gobierno contra lucha de los empleados públicos en huelga. De la misma forma no ha hecho nada para combatir contra la reforma tributaria y la vergonzosa propuesta de salario mínimo de 260 reales. Al mismo tiempo, ha abandonado la bandera histórica de la libertad y autonomía sindical, participó de la farsa del Forum Nacional do Trabalho (FNT), organismo tripartito organizado por Lula al inicio de su mandato con el fin de promover el “pacto social”. Por último, la CUT ha tenido un papel determinante en la elaboración de la propuesta de reforma sindical. Este proyecto, acordado con los patrones y el gobierno, la CUT y las centrales pelegas, profundiza la tutela del estado, reciclando y “modernizando” la vieja estructura sindical corporativa y avanzando en la liquidación de la democracia sindical.

Durante los años 90, la ofensiva neoliberal sumada al retroceso de las luchas proporcionó las condiciones para acelerar y acentuar el mencionado proceso de burocratización y derechización. La CUT abandonó por completo la tarea de organizar la resistencia de los trabajadores contra los efectos de la política neoliberal, en especial la reestructuración productiva. Pasó a actuar más como una ONG, preocupada en hacer lobby por los corredores del Congreso y los ministerios. Al mismo tiempo, a guisa de “modernización”, la burocracia cutista incorporó crecientemente los valores y las políticas del universo neoliberal. Asimismo, como señalamos en el anterior artículo, todo un sector de la dirección se integró directamente a la burguesía, concretamente a su sector financiero, poniéndose al frente de la administración de fondos de pensión.

La CUT no sólo se recusó a dirigir la lucha de los trabajadores contra los ataques neoliberales, sino que también no se dispuso a organizar la inmensa masa de desempleados y trabajadores informales, así como a los nuevos segmentos que surgieron o crecieron como consecuencia de la reestructuración productiva. La estructura burocratizada, aburguesada y osificada de la CUT no incorporó las mudanzas ocurridas en la estructura y anatomía de la clase trabajadora durante los años de Collor y FHC.

Todos estos elementos se conjugan ahora con el hecho de que la CUT se ha dedicado a proveer cuadros para los primeros escalones del gobierno, inclusive ministros. Los dirigentes cutistas ocupan hoy con desenvoltura altos puestos en los organismos del gobierno federal, percibiendo fabulosas remuneraciones, estrechando relaciones con los representantes del gran capital y compartiendo con ellos la tarea de gerenciar el aparato administrativo-burocrático del estado burgués.

En los últimos días, la burocracia cutista ha jugado un papel de rompehuelgas en la lucha más importante de este año, la huelga bancaria. Esta huelga fue impuesta en grandes asambleas en San Pablo, Rio de Janeiro, Brasilia y otras ciudades, que pasaron por encima de los dirigentes de la Confederación Nacional de Bancarios y de la CUT, que se alinearon con el gobierno y los banqueros.

No hay posibilidad de rescatar a la CUT como central obrera, en el sentido de un sindicalismo clasista. Esto plantea al movimiento obrero un problema en un aspecto parecido al de 25 años atrás, cuando se inició el proceso fundacional de la CUT: la necesidad de una nueva central y de una recomposición general del movimiento sindical.

Esto, por supuesto, no significa promover la formación de “sindicatos rojos” ni de adoptar políticas que aíslen a la vanguardia, pero sí de impulsar y aprovechar todos los procesos de lucha y el descontento generalizado de los trabajadores y activistas, para marchar firmemente en ese sentido.

La situación de la izquierda sindical

En el 2003, en medio de la perplejidad y la crisis que ganó a gran parte de la izquierda, fue uno de los hechos más importantes la apertura del proceso de recomposición política, del cual la formación del P-SoL es uno de sus elementos principales. En el campo sindical vienen ocurriendo también importantes movimientos que consisten en un proceso de redefinición y reagrupamiento, aunque en un estadio inicial.

En el campo de la izquierda de la CUT, existía el agrupamiento Fortalecer a CUT. Aunque heterogéneo políticamente, había buscado articularse como alternativa a la dirección mayoritaria de la central. Es un espacio que, con toda su heterogeneidad, contradicciones y situación de crisis de muchas de sus corrientes, trató de dar respuestas a demandas coyunturales y a la política de la dirección de la CUT. Pero su propio nombre, “Fortalecer la CUT”, expresa una indefinición política ante los rumbos tomados por la central.

El otro espacio importante es el de Conlutas. Fue formado hace pocos meses, como ya dijimos, por iniciativa de sindicatos ligados al PSTU junto a otros sindicatos. Su plataforma inicial fue la lucha contra la reforma sindical. La Conlutas ha conseguido aglutinar importantes sectores y militantes radicalizados y combativos.

La mayor evidencia de esto fue el acto del 16 de junio en Brasilia, donde Conlutas realizó una importante manifestación de vanguardia de más de 10.000 activistas. Además de eso, en São Paulo, la reunión para organizar el agrupamiento local Celutas contó con la presencia de unos 700 militantes.

El aspecto negativo de esto es la política sectaria y burocrática del PSTU, que hegemoniza Conlutas. Es evidente que el PSTU entrevé en Conlutas el embrión de una nueva central sindical. Pero al mismo tiempo, con su sectarismo, actúa en varios frentes con políticas divisionistas, que atacan a sectores de la izquierda sindical petista en crisis con el gobierno y la CUT, y a los sindicalistas vinculados al P-SoL. Pero eso no debe oscurecer el hecho de que Conlutas ha conseguido transformarse en una referencia importante de muchos militantes sindicales.

Una concepción de sindicalismo democrático, clasista, anticapitalista y antiburocrático

El P-SoL podría ocupar una posición que le permita actuar como espina dorsal de ese necesario reagrupamiento de la izquierda sindical. Pero para eso es urgente construir una política sindical clara, que pasa por promover una profunda reflexión sobre el movimiento sindical, por un lado, y desarrollar una política de frente único obrero, por el otro.

La discusión debería ir más allá de la intervención inmediata en el movimiento sindical, abarcando una concepción de sindicalismo democrático, clasista, anticapitalista y antiburocrático. Esto debe traducirse en una política que rescate principios de democracia obrera, de funcionamiento colegiado de las direcciones, de no aparatización de los sindicatos, de prioridad a la organización de base, de defensa de la proporcionalidad como principio y no como expediente meramente táctico que se defiende o abandona según las conveniencias, de rotatividad y renovación de las direcciones, de control de la base sobre la estructura sindical, de limitación y control estricto de los dirigentes liberados, etc. Una política que privilegie la actividad de base y la organización en los lugares de trabajo.

Una concepción sindical radicalmente clasista y antiburocrática significa establecer un nuevo paradigma de actuación sindical que, además de defender políticas de izquierda, luche contra el “dirigismo” burocrático y busque el fortalecimiento de la autoactividad y la autoorganización de los trabajadores desde abajo. Además de eso, debe adoptar una política que rompa con el corporativismo, buscando extrapolar los límites sectoriales, profesionales y de categorías impuestos por la división capitalista del trabajo y la estructura sindical corporativa.

Para eso es fundamental rescatar los valores y lazos de solidaridad entre los trabajadores de empresas, ramas, localidades y sindicatos diferentes, procurando romper tales divisiones y crear una unidad basada en intereses y principios comunes.

Eso exige también dar una perspectiva de organización y lucha a los desempleados, vinculando sus luchas a la de los trabajadores con empleo. Se trata de forjar una unidad que se contraponga a la política capitalista de dividir a los ocupados y desocupados, para coartar las luchas de los trabajadores (principalmente en épocas de crisis, cuando hay un enorme ejército industrial de reserva) y profundizar el nivel de explotación.

Un sindicalismo clasista e independiente del estado y los patrones debe tener como principio fundamental que la sustentación financiera de los sindicatos se base exclusivamente en las contribuciones de los afiliados, rechazando los subsidios públicos y el financiamiento proveniente de relaciones espúreas con empresas privadas u estatales, o de “proyectos” elaborados para captar recursos de ONGs u organizaciones sindicales burocráticas del extranjero.

Una nueva y correcta concepción de sindicalismo debe romper con la estructura y la política anacrónicas de la CUT. Por lo tanto, debe tener una política que consiga integrar nuevos sectores que surgieron en el proceso de reestructuración productiva de los últimos años, como los sectores tercerizados, tradicionalmente relegados al último plano por la CUT. Debe elaborar, entonces, una política sindical que parta del análisis concreto de la nueva anatomía de la clase trabajadora brasileña.

La necesidad de la unidad y la reorganización de la izquierda sindical, y las divisiones sectarias

La tarea de reagrupamiento de la izquierda en el movimiento sindical es imprescindible para hacer frente al gobierno de Lula y la burocracia de la CUT. Sin ese reagrupamiento que englobe fuerzas antineoliberales y anticapitalistas comprometidas a una lucha sin tregua contra el gobierno petista, difícilmente el movimiento de masas logrará avanzar. Esto significa luchar por la unidad de todas esas fuerzas. Esas fuerzas, como vimos, hoy se encuentran dispersas, y están dentro y fuera de la CUT.

Si asume una política correcta, el P-SoL puede ocupar una situación privilegiada para luchar por esa unidad, por el reagrupamiento de la izquierda sindical en base, por un lado, a acciones comunes puntuales, y, por el otro, a la construcción de una base política, programática y sindical, que conforme un polo clasista y anticapitalista.

Evidentemente tal tarea es compleja y no será viable de un día para el otro, pues existen innumerables dificultades, como diferencias políticas, de concepciones, métodos, etc. Pero, en el actual momento, la mayor dificultad consiste en las divisiones sectarias. Ellas tienen origen en la política estrecha del PSTU y también en un sectarismo defensivo y simétrico anti-PSTU que adoptan algunos sectores. Por ese motivo, antes de avanzar en la cuestión propiamente relacionada con el reagrupamiento, discutiremos este aspecto.

Una política correcta debe partir del análisis de la situación de la lucha de clases, y de las tareas objetivamente necesarias para avanzar en la lucha de los trabajadores, tanto en términos de conquistas reales, como de conciencia y organización de clase. Es a partir de esas necesidades que debemos establecer quiénes son nuestros aliados, nuestras políticas y métodos.

Por eso, adoptar una política que excluya por anticipado a tal o cual corriente (como el PSTU) es un error serio, con consecuencias que podrían ser graves para el movimiento. Tal actitud significa establecer una táctica a partir de una definición previa de los aliados, lo que implica una completa inversión metodológica y política. Significa colocar por delante de las necesidades objetivas del movimiento obrero, las divergencias con otras corrientes de izquierda, aunque ellas estén en el campo clasista y combativo. Por eso, consideramos un error el negarse a participar en Conlutas y/o a hacer unidad de acción con el PSTU, a partir de la caracterización de sus proyectos sectarios.

Eso no quiere decir renunciar a una crítica severa de los errores políticos y los métodos del PSTU. Hay que hacer esas críticas, pero sin colocarlas como obstáculo a la unidad de acción. Por otro lado, es equivocado igualar a Conlutas con el PSTU., basados en el hecho de que este partido detenta en este momento su hegemonía. Estamos hablando de movimientos y sindicatos que tienen un carácter de masas y no de partidos o corrientes de izquierda.

Hoy vivimos bajo los sucesivos ataques del gobierno Lula, que cuenta con el apoyo imprescindible de la burocracia sindical. A pesar de las importantes luchas que se han sucedido, hay que reconocer que todavía no se ha roto el ciclo de reflujo del movimiento obrero que se inició a comienzos de los 90. La izquierda en general y la izquierda socialista en particular están en una situación frágil, defensiva. Es por eso mismo que ninguno de esos sectores solo puede presentarse como un polo real que, por su exclusiva cuenta, pueda impulsar las luchas contra las reformas del gobierno y la burocracia. La unidad de esos sectores sobre bases clasistas y antiburocráticas, es una necesidad objetiva y un imperativo de la lucha de clases.

Por eso es imprescindible desarrollar una política de frente único obrero entre los sectores de la izquierda de la CUT y con Conlutas, a partir de luchas y demandas concretas que se plantean los trabajadores, evitando divisiones artificiales, impidiendo que aspectos secundarios se sobrepongan a los factores de unidad de acción, sin que eso oscurezca o impida el libre debate político.

Conlutas, aunque estructurado nacionalmente, es una coordinadora heterogénea, con diferencias en cada estado o región, y aún no está consolidado su perfil político y organizativo. Es un espacio que se puede disputar políticamente, con el objetivo de contrapesar a sus sectores derechistas y burocráticos, y luchar por una forma más democrática y amplia de su estructura.

Con todo, cualesquiera que sean las dificultades, estamos convencidos de que el único camino correcto hoy es la superación de la dispersión política de la izquierda sindical y la lucha por la construcción de su unidad. Esta es la única política que permitiría al P-SoL tomar la iniciativa, en vez de responder tardíamente iniciativas ajenas.

Elementos para una táctica sindical

Un aspecto importante de esta nueva situación es la necesidad de una táctica política capaz de combatir eficazmente a la burocracia sindical, sacando a las masas de su influencia y de las ilusiones que se conservan en relación al gobierno.

Debemos, desde ya, iniciar un movimiento de ruptura, explotando las tensiones que existen entre muchos sindicatos descontentos con el peleguismo cutista. Principalmente desatando un proceso de embate contra la burocracia sindical, denunciando abiertamente las políticas de “chapa branca”, [4] desmovilización, sabotaje y bloqueo de las luchas, contraponiendo abiertamente políticas clasistas a las políticas rebajadas que no confrontan las medidas del gobierno Lula.

Pero las denuncias a la burocracia no son suficientes si queremos preparar a los trabajadores para la lucha y para dar un giro a la izquierda. Las denuncias son importantes y deben ser hechas, pero ellas tocan básicamente a la vanguardia del movimiento. Una política de combate a la burocracia debe combinar la denuncia (que implica “explicar”, “demostrar” el contenido de sus políticas) con el impulso a la movilización de masas.

Una de las razones por la que la burocracia teme movilizar, incluso alrededor de banderas limitadas, es la perspectiva de pérdida de control del movimiento. Las luchas específicas pueden sufrir un proceso de radicalización y ampliación, que ponga en riesgo la situación de la burocracia y del propio gobierno. Aquí es importante el rescate de la táctica de frente único obrero, buscando unir a la clase trabajadora en torno a la lucha por demandas unitarias, dirigiéndonos tanto a la base como a la dirección.

Los objetivos de esta táctica son: movilizar a la clase trabajadora en torno a sus reivindicaciones unitarias; instaurar una dinámica radicalizadora; desenmascarar cada traición de la burocracia; denunciar las políticas antiobreras del gobierno; impulsar la actividad independiente, libre de las amarras de la burocracia; intervenir en el sentido de constituir una alternativa independiente y clasista para las masas de trabajadores.

Pero esa táctica sólo tiene sentido si existe un núcleo político capaz de intervenir de manera decidida en el movimiento, disputar la dirección y actuar en el sentido de quebrar el control de la burocracia. Por eso, la constitución y desarrollo del P-SoL como fuerza política independiente en el movimiento sindical y la conformación de un campo clasista y anticapitalista que abarque a sectores da izquierda de la CUT y Conlutas, son elementos imprescindibles en el próximo período.

El P-SoL y las elecciones municipales

En octubre de 2004 se realizaron elecciones municipales en todo el país. El P-SoL ya había iniciado una campaña nacional de recolección de firmas para su legalización, pero en estas elecciones no pudo tener candidatos propios. Se le presentó así el problema de qué hacer frente a las municipales. En esta cuestión se concentraron gran parte de los problemas de la herencia oportunista que traen al P-SoL varios de los sectores que confluyeron a su conformación.

En el artículo anterior ya analizamos cómo la cuestión de la “democracia” fue el “centro de gravedad” teórico y político del giro del PT desde posiciones clasistas a la colaboración de clases, para desembocar finalmente en su transformación en un partido más del sistema. El hecho es que el P-SoL nace sin haber hecho un claro ajuste de cuentas con esta cuestión crucial. Ya ha comenzado, evidentemente, a ser un tema de debates políticos dentro del nuevo partido-movimiento.

A principios de agosto, la Ejecutiva del P-SoL publicó una Resolución sobre la posición del partido ante las municipales. El texto presentó problemas graves: ausencia de combate al régimen democrático-burgués y la falta de un criterio de clase que orientara el posible apoyo a otros partidos y candidatos.

En el actual momento, en que se inicia la construcción del partido, la preocupación central debería ser marcar con absoluta claridad una posición política de clase. Mostrar y demostrar que el P-SoL, efectivamente, es un partido totalmente diferente de todo lo que está allí. O sea, trazar una línea, una frontera, que lo delimite de todos los partidos del régimen, especialmente de los que se presentan como “de izquierda” (PT, PCdoB, PPS, etc.)

En eso, debería seguir el ejemplo del PT en sus inicios. El PT surgió presentándose netamente como algo nuevo, marcando una clara diferencia con todos los partidos existentes. En las elecciones del 82, el PT tenía una nítida política clasista (trabajador vota trabajador), que además lo distinguía claramente de todos las viejas organizaciones.. Si hubiera dado sus primeros pasos dando apoyos y confundiéndose con las alas “izquierdas” de los viejos partidos y/o personajes el sistema (como por ejemplo, Brizzola), el PT hubiese muerto al nacer.

Es que aquí se plantea una cuestión política elemental: ¿qué sentido tiene llamar a constituir un nuevo partido (lo que implica una negación y una ruptura con todo lo viejo), si en sus primeros pasos políticos da apoyo a lo que se pretende superar (y así se confunde con él).

Además, en la resolución, falta una crítica contundente a uno de los temas que fueron el talón de Aquiles del PT y de toda la izquierda: el electoralismo. O sea, la adaptación de los partidos de izquierda a la institucionalidad burguesa de Brasil. ¿Qué mejor momento que en las elecciones, para hacer con la vanguardia y los trabajadores una discusión educativa sobre el gobierno, el régimen y las instituciones?

En la abrumadora mayoría de la izquierda brasileña siempre se ha notado una ausencia de crítica a las instituciones del régimen democrático burgués, el parlamento, las elecciones, el gobierno, la justicia, etc. Existe una desmedida “respetabilidad” frente a esos fetiches impuestos por la clase dominante. Con el pretexto de no ser “ultraizquierdista”, la izquierda fue capitulando y adaptándose vergonzosamente al juego de la dominación burguesa. Opera dentro de la lógica impuesta por el sistema, sin esbozar reacciones en contrario. Muchas veces esta adaptación es tan intensa que ¡hay de aquellos que osen levantarse en contra!

Este marco crítico está ausente de la Resolución. Considera natural que el P-SoL deba tener posicionamientos en las elecciones municipales, aunque no tenga candidatos propios. O sea, se continúa operando con la misma lógica de siempre. Se debe tener posicionamientos en las elecciones, ¡pero no sobre las elecciones! Y así no se diferencia al P-SoL del PT o de cualquier otro partido del régimen.

Aparece como otro partido más, que se va a manejar con la misma lógica impuesta, porque no tiene la osadía de levantarse y decir a miles de trabajadores que esta mierda de sistema no va a cambiar con nuestro voto, que el PT fue el test final de eso, y que sólo podemos confiar en nuestras propias fuerzas y nuestra propia clase, etc.

A partir de este posicionamiento principista y orientador, se podía discutir como cuestión táctica si apoyar tales o cuales partidos o si llamar al voto nulo (como lo hicieron un grupo de intelectuales de São Paulo, encabezados por Plinio de Arruda Sampaio y Chico de Oliveira) o a ambas cosas. Pero en esto tampoco la Resolución de la Ejecutiva orienta bien.

En primer lugar, en la cuestión del apoyo se omite tener una posición nacional, limitándose a orientar lo que cada militante decida por su cuenta: “Respetamos tales candidaturas y el apoyo que sectores o militantes del P-SoL puedan darles eventualmente, sin embargo como partido no apoyaremos candidaturas.” Se renuncia así a actuar como partido nacional y no se asume posición. Y esto se hizo en un momento crítico del P-SoL, que debe afirmar su personalidad para que lo vea todo el mundo.

En segundo lugar, la cuestión del apoyo se remite a las instancias regionales, capitulando al regionalismo electoralista, otra pésima característica del PT y, en general, de la política burguesa brasileña. Entonces, ¿cuál es el papel de la Ejecutiva Nacional? Eso no queda claro a partir de la Resolución. Aunque estas elecciones han sido municipales, han tenido trascendencia nacional. Y, en relación al P-SoL, han puesto en juego dos temas nacionales de fundamental importancia: uno, el de la construcción del P-SoL en todo el país; otro, el de un posicionamiento claro frente al gobierno.

Sin embargo, esta forma de actuar tenía una razón de ser. La Resolución dejó las puestas abiertas para que un sector de los militantes y principalmente de las figuras públicas del P-SoL –en primer lugar Heloisa Helena– apoyaran a candidatos de partidos del gobierno, candidatos del PT, del PCdoB, PPS y otros. Así, en Alagoas, Heloisa Helena apoyó a Regis Cavalcante del PPS de Ciro Gomes, ministro de Lula, y en Rio de Janeiro a Jandira Feghali del PCdoB, otro partido con ministros. Allí, Milton Temer se integró a la coordinación de campaña de Jandira. En Goiânia, el vereador (concejal) Elias Vaz, hizo una alianza con el PTC (Partido Trabalhista Cristão – Partido Laborista Cristiano), una organización de derecha que sirvió de “partido de alquiler” para Fernando Collor de Mello. [5]

A continuidad, en la Resolución, se admitía así la posibilidad de estos apoyos: “Además de eso, reconocemos que existen caso de candidaturas con trayectorias de izquierda, que aunque están vinculadas a partidos de base gubernamental, surgen con críticas a la política económica del gobierno Lula o a las prefecturas petistas, que tienen representación real en sectores o luchas de los movimientos sociales y populares.”

¿Cuáles iban a ser esas candidaturas? ¿La de Jandira? ¿La de Regis? No se dice. O sea, cada militante debe hacer su juicio de valor. Se omite tomar una posición, porque “respetamos tales candidaturas y el apoyo que sectores o militantes del P-SoL puedan darles eventualmente”. O sea, en el momento en que el P-SoL debería tener una opinión fuerte, de combate al gobierno y a la oposición burguesa, de tener una posición clasista e independiente como partido, opta por una posición ambigua y no de clase.

Más aun: la Ejecutiva del P-SoL capitula a lo que tiene de más atrasado el sistema político brasileño: el papel de las personalidades y los parlamentarios por encima de los partidos. Separa al sujeto del partido, como si no hubiese ninguna relación entre militante, organización, programa y política. Por ejemplo, ¿Jandira y Regis son tan diferentes de los partidos que representan? ¿Por qué se mantienen en ellos? ¿Esas figuras representan sectores de lucha independiente o están subordinados a la lógica de la política y al juego del gobierno Lula?

El hecho de que Jandira haga algunas críticas y a veces haya votado contra el gobierno no significa gran cosa. Ella sigue siendo miembro activo del partido del ministro Aldo Rabelo. ¡Los militantes del P-SoL de Rio, o por lo menos un sector de ellos, llamaron a votar por gente que integra un partido gubernamental!

Los criterios presentados por la dirección para orientar a la militancia en el apoyo a candidatos extrapartidarios, también fueron ambiguos, dando lugar a esas posibilidades. Se planteaba que los candidatos a apoyar tuviesen:

“a. Vínculos con los movimientos representativos y las luchas populares y sociales;

“b. Posición pública y crítica a las políticas del gobierno Lula, en especial su política económica;

“c. Apoyo democrático a la legalización del P-SoL.”

Estos criterios eran tan ambiguos como no clasistas. Un personaje de cualquier partido (¡no sólo de izquierda!) que tuviese un trabajo de base, criticase medidas económicas de Lula y apoyara la legalización del P-SoL podía tener el apoyo de sus militantes. En ese cuadro hasta encajaba, por ejemplo, Luíza Erundina del PSB paulista. ¡Sólo que esa figura, que fue del PT, está coaligada con Michel Temer del PMDB, que fue presidente de la Cámara de Diputados y personaje clave del gobierno de FHC!

Sin embargo, detrás de esa política oportunista y capituladora estuvo también una posición sectaria y aparatista. El PSTU había lanzado una campaña contra la legalización del P-SoL. En su periódico Opinão Socialista, uno de los dirigentes del PSTU, Eduardo de Almeida, escribió un confuso artículo que termina llamando a la vanguardia a no apoyar la legalización del P-SoL.

Consideramos esto un grave error político de ese partido. Muestra también hasta donde llega el grado de sectarismo de los dirigentes del PSTU. Esto debe ser denunciado con todas nuestras fuerzas... cosa que la Ejecutiva del P-SoL no hizo. Por el contrario, trató de hacer de la posición de apoyo en las elecciones una moneda de cambio. O sea, condicionar el voto por los candidatos del PSTU, al apoyo de este partido a la legalización del P-SoL. Y esto también fue equivocado.

En las elecciones, la posición política del P-SoL debió haber sido una posición de clase y no oportunista. Creemos que lo preferible era llamar a votar por los candidatos del PSTU o del PCO. [6] Y donde esos partidos no tuviesen candidatos en el primero o en el segundo turno, el P-SoL llamaría a votar nulo. El PSTU y el PCO restan en el campo de la clase obrera, a pesar de ser organizaciones sectarias, que acostumbran a descalificar a los demás partidos. También estaba en el terreno de los principios la posición de los intelectuales de São Paulo que ponían en primer término la propuesta de votar nulo en todas las instancias. Alguna de esas variantes o la combinación de ellas hubiera permitido al P-SoL presentarse con un perfil que lo diferenciara netamente de la “izquierda” del sistema.

Internacional I: ¿Chávez es el modelo?

El PT fue un modelo de partido que se proyectó internacionalmente. Lanzó la perspectiva internacional de un nuevo tipo de partido de izquierda, que aparecía como contrapuesto al modelo stalinista y socialdemócrata, por un lado, y al bolchevique revolucionario, por el otro. La elección de Lula sería el test de este modelo. El PT no pasó este test como alternativa política para la clase trabajadora latinoamericana. Pero como la política tiene horror al vacío, está surgiendo en el campo internacional una nueva alternativa “antineoliberal” que está empezando a ocupar entre la vanguardia el lugar que una vez fue de Lula. Esa “alternativa” se llama Hugo Chávez.

De la misma forma que en los años 60 y 70 fue Cuba, en los 80 fue Nicaragua, y en los 90 el PT, ahora quien ocupa la escena continental es Chávez.

En Venezuela, a diferencia de Brasil o Argentina, está aconteciendo un fenómeno único. Una combinación económica, social y política singular han originado una reedición del nacionalismo burgués típico de los años de la segunda posguerra, en plena época de la globalización! [7] Este hecho ha llamado la atención no sólo de la burguesía y el imperialismo, sino también de la vanguardia latinoamericana.

Chávez, con su “Revolución Bolivariana”, tiene una retórica antiimperialista fuerte, y ha aparecido como un nuevo paladín contra Bush. Sin tocar la propiedad de los monopolios y enteramente en los marcos del capitalismo, está realizando reformas sociales que benefician principalmente los pobres. En resumen, impresiona a todos por su relativa independencia, por su coraje en plantarse frente al odiado George W. Bush y por las reformas que viene haciendo. Esto último contrasta principalmente con el desastre de los otros líderes del continente, como Lula y Kirchner, que siguen las sendas del neoliberalismo y constituyen gobiernos reformistas sin reformas.

Evidentemente, debemos colocarnos en el terreno de la unidad de acción con el pueblo venezolano contra el imperialismo y los golpistas. Estuvimos por el No en el Referéndum, y creemos que si la derecha hubiese vencido, se habría desatado una ola reaccionaria en todo el país, las reformas obtenidas hubieran sido anuladas y se hubiera desatado una violenta persecución contra los luchadores obreros y populares.

Sin embargo, de la misma manera que Castro, el sandinismo de Nicaragua o el PT, la alternativa Chávez va a ser una nueva decepción para la vanguardia. La dinámica del gobierno Chávez es ya conocida históricamente. Como dijimos, ha hecho reformas beneficiando a los más pobres, pero sin atacar substancialmente las fuentes de esa miseria, que son las riquezas concentradas en las manos de los 31 grupos económicos, los altos funcionarios de PDVSA y el imperialismo.

De la misma manera, a nivel político, Chávez cumple el papel de encauzar la dinámica revolucionaria de las masas venezolanas para contenerla enteramente en los marcos del régimen democrático-burgués –reciclado como “Constitución Bolivariana”–, impidiendo que la movilización de masas se constituya en un poder obrero y popular que amenace al estado burgués que preside.

Chávez se apoya sobre el movimiento social, expropiándolo políticamente para poder controlarlo y contenerlo, como aconteció en Argentina con el peronismo, fenómeno político que hasta hoy ha influenciado para bloquear en los momentos decisivos los procesos de emancipación de la clase trabajadora. Algo parecido está aconteciendo en Venezuela.

Este modelo, nacionalista burgués, no puede ser el modelo que el P-SoL defienda. Chávez tiene un carácter de clase distinto y, en última instancia, opuesto al nuestro, aunque hoy circunstancialmente esté enfrentado con el imperialismo, como en su tiempo lo estuvieron Perón, Nasser y tantos otros líderes nacionalistas burgueses del Tercer Mundo. El P-SoL debe apoyar incondicionalmente a los trabajadores y al pueblo venezolanos en su lucha contra el imperialismo y la burguesía golpista. Pero también debe, ante todo, incentivar la independencia frente a Chávez. El gran impasse que hoy vive la llamada “revolución bolivariana” es que su mayor líder es al mismo tiempo la mayor traba para su desarrollo, para un cambio real en las relaciones de poder.

Varias de las corrientes del P-SoL, impactadas por lo de Chávez, no tienen esta posición claramente independiente. Apuestan a la esperanza que Chávez vaya “más allá”, a una ruptura con la burguesía y el imperialismo, parecida a la de Castro hace 40 años. Se están, entonces, ubicando internacionalmente como una especie de “ala izquierda” del chavismo. Éste es, por lo tanto, otro punto fundamental de debate político en el nuevo partido.

Internacional II: el FSM y la necesidad de una conferencia anticapitalista 

El P-SoL está siendo una forma de reagrupamiento de fuerzas de izquierda anticapitalistas en Brasil, mientras al nivel internacional esa dinámica aún no existe en la misma medida, a pesar de la necesidad de que eso suceda, principalmente en América Latina, que está pasando por una gran crisis económico-social y que está marcada por enormes luchas y enfrentamientos.

Es urgente la necesidad de encontrar formas de unir a la izquierda anticapitalista y los revolucionarios para crear una alternativa continental y mundial al reformismo. Un momento propicio para hacer eso sería el próximo Foro Social Mundial que se reunirá en enero de 2005 en Porto Alegre. Esto pone una enorme responsabilidad sobre todos los revolucionarios de Brasil y las organizaciones políticas como el P-SoL y el PSTU.

Pero, lamentablemente, hasta ahora estamos viendo lo contrario. Los agrupamientos importantes de la izquierda brasileña (PSTU, P-SoL, etc.) están desarrollando dinámicas de realizar sus fórums propios, volcados a sus particulares intereses organizativos. Esto es muy negativo. Están abandonando la posibilidad de utilizar el FSM para establecer un espacio unitario de los anticapitalistas y afirmar una alternativa al propio Foro y su dirección reformista.

Más que nunca está colocada la necesidad de enfrentar la utopía reaccionaria de otro capitalismo posible. El FSM fue montado como palco para la propuesta del PT y Lula de una nueva forma de capitalismo, más humana, en contrapunto al neoliberalismo duro. Pero, como ya vimos eso fracasó rotundamente. Así, es posible y necesario en el FSM afirmar una nova alternativa, anticapitalista, al reformismo. Eso sería posible realizando una conferencia abierta de los anticapitalistas en el FSM. El P-SoL, siendo una propuesta de alternativa política para los trabajadores y la vanguardia brasileña, debería colocarse al frente del llamado a realizar esta conferencia, convocando a todas las fuerzas que se reclamen anticapitalistas.

Es necesario construir una corriente revolucionaria en el P-SoL

Lo que está en juego en el proceso de recomposición política y sindical es la formación de una alternativa clasista y socialista para la clase trabajadora. Ese desafío debe ser encarado.

Los problemas que tiene el P-SoL están relacionados con las definiciones de una perspectiva estratégica. ¿Qué partido quiere ser? ¿Cuáles son sus ejes estratégicos? Naturalmente, eso no se resuelve de un día para el otro. Pero mientras tanto los revolucionarios tenemos que actuar allí para tratar de que se resuelva positivamente. El P-SoL puede llegar a ser un importante instrumento político de la clase trabajadora, a partir de que vaya dotándose de un programa y una política de clase claros. Pero aún falta al partido un perfil nítido, demarcatorio y de clase. La política electoral y las intervenciones a favor del modelo chavista de algunas de sus corrientes, apuntan a un camino equivocado, que no va a acreditar al P-SoL como una alternativa obrera y socialista consecuente frente al PT.

Por esas razones es importante actuar al interior del partido con una política clara y un perfil independiente. Esto hace necesaria la construcción de una corriente revolucionaria en el P-SoL, que defienda esa orientación. Esta es una propuesta constructiva que creemos que deben plantearse todos los luchadores de la vanguardia obrera y juvenil que vean la necesidad imperiosa de una nueva herramienta política de la clase trabajadora. O sea, luchar para que el P-SoL sea ese nuevo instrumento político que no reedite las combinaciones de oportunismo electoralista y sindicalismo corporativo (que caracterizaron al PT y a sus alas izquierdas), ni por eso adopte las políticas y los métodos de secta (estilo PSTU o PCO).

En última instancia, la vanguardia y los militantes revolucionarios de Brasil enfrentan –bajo formas y condiciones diferentes– un desafío común al de la vanguardia de otros países: ¿cómo “pasar en limpio” las ricas pero contradictorias experiencias de la luchas sociales del siglo XX, en vistas a formular la estrategia de las revoluciones del siglo XXI? Dicho de otra forma: el reto político que afronta la vanguardia con el P-SoL no es más que la versión brasileña de un problema latinoamericano y mundial. Por lo tanto, esta tarea necesaria tiene un dimensión internacional e internacionalista que no puede dejar de tenerse en cuenta.

Esto se refleja en un hecho de la realidad: que hoy prácticamente todas las corrientes políticas “nacionales” tienen alguna referencia internacional. Eso sucede tanto con las corrientes del P-SoL como también con el PSTU, el PCO, etc. Y éste no es un fenómeno exclusivo de Brasil, en el presente período de “globalización” del capitalismo,. Ocurre en los demás países y con sectores políticos que antiguamente no eran precisamente “internacionalistas”. Así, por ejemplo, una corriente nacionalista burguesa, como el chavismo, hoy con sus “congresos bolivarianos”, adquiere proyecciones por lo menos continentales.

Varios de los puntos fundamentales estratégicos y políticos que nos parece que debería plantear un tendencia revolucionaria en el P-SoL, ya han sido de una u otra manera considerados en estos dos artículos. Por otra parte, excedería sus alcances pretender desarrollar un programa “completo”. Sin embargo, nos permitiremos subrayar seis puntos en parte ya examinados.

* No es posible construir una alternativa para la clase trabajadora, como aspira a ser el P-SoL, si esa alternativa no tiene un perfil claro y distinto de todo lo que está allí. Esto significa una defensa intransigente de la independencia de clase contra toda la vieja partidocracia de “izquierda” que bajo mil pretextos (el último fue el de “unirse contra el neoliberalismo”) practicó de una u otra forma la conciliación de clases. Y esto implica la obligación del P-SoL de cortar definitivamente los puentes y amarras con esas organizaciones y todos sus dirigentes.

Y aquí surgen los problemas. Ya hemos visto como ejemplo lo de las elecciones, donde se dejó margen para apoyar a candidatos de partidos del gobierno. ¿Si rompimos con esos partidos, por qué apoyarlos con el voto? ¿Y si ahora los votamos, para qué rompimos? Hay que enfrentar al gobierno y al reformismo de manera implacable. Y dar apoyo a cualquier candidato de un partido gubernamental, aunque ese personaje aparezca como “crítico”, es dar apoyo indirecto al gobierno. Hay que trazar una línea demarcatoria con todos los agentes del gobierno y del reformismo en el movimiento de masas, especialmente de los que se presenten como “críticos”, “más a la izquierda” o “antineoliberales”. Son los peores porque se especializan en tratar de embaucar a los sectores de vanguardia y del movimiento de masas que se oponen a los atropellos del gobierno y los capitalistas.

* El combate al reformismo tiene como desdoblamiento el combate a la democracia de los ricos, esa falsa democracia en la cual somos llamados a votar por candidatos distintos que representan el mismo programa, el programa económico de Washington. Como alternativa a esto, el P-SoL debe defender el poder para la clase trabajadora, estimulando su autodeterminación y autoorganización, no sólo en algunas líneas de su programa sino en la actividad práctica de todos los días en el movimientos obrero y los movimientos sociales.

* Bajo la mencionado pretexto de combatir unidos el neoliberalismo, se hacen pasar las utopías de que otro capitalismo es posible. El P-Sol debe rechazar tajantemente no sólo la versión Lula de esta fábula sino también la versión Chávez, más peligrosa políticamente porque engaña a miles de honestos luchadores. No hay posibilidad de otro capitalismo. En el continente y el mundo, todo lo que hemos visto es el avance de la barbarie capitalista, con el hambre, las guerras y la miseria para las masas y la opulencia para un puñado de capitalistas. Lo está planteada es la perspectiva de socialismo o barbarie capitalista.

* La lucha anticapitalista y por el socialismo exige colocarse en la primera fila de la lucha contra el imperialismo y la recolonización de Brasil y América Latina. No podemos hacer aquí política revolucionaria, si no partimos del carácter cada vez más colonizado de Brasil. Desde Washington, el FMI y el Banco Mundial dictan las reglas, desde el monto de los impuestos y el superávit fiscal, hasta cuánto va a ser gastado en salud, educación, obras públicas y pago de la deuda. O sea, un “organismo internacional”, al servicio de las potencias imperialistas, pasa por encima del estado supuestamente “independiente” y “soberano”.

Son, entonces, más actuales que nunca estas palabras de Trotsky: “Toda la humanidad actual, desde los obreros británicos a los nómades etíopes, vive atada al yugo del imperialismo. No hay que olvidarlo ni un solo minuto. Pero eso no significa que el imperialismo se manifiesta de la misma manera en todos los países. No. Algunos países son los conductores del imperialismo, otros sus víctimas. Esta es la línea divisoria fundamental de los estados y naciones modernas.” [8]

Las ilusiones en la segunda posguerra de “desarrollo nacional independiente”, por el cual el cual los países de la periferia irían poniéndose a la par con los países “conductores del imperialismo”, quedó frustrada. Más aun: uno de los rasgos fundamentales de la actual fase de globalización del capital es la tendencia a la recolonización de nuestro países. Más que nunca el mundo se divide en dos tipos de países cualitativamente diferentes: los países conductores del imperialismo y los países que son sus víctimas.

Pero la lucha contra la recolonización no puede plantearse desde los fracasados puntos de vista del nacional-desarrollismo ni de cualquier otra variante que implique forma alguna de “alianza de clases” con ningún sector de los explotadores (así sean las minorías de presuntos empresarios “nacionales” o “productivos” y “opuestos al capital financiero”). Más que en ningún momento de la historia, la configuración actual del capitalismo globalizado deja exclusivamente en manos de la clase trabajadora y las masas pobres y explotadas, las tareas de lucha contra el imperialismo y la recolonización.

* Esto plantea la perspectiva de qué clase puede ser dirigente de la revolución. Y una vez más, la experiencia de las revoluciones del siglo XX, como de la misma lucha de clases en Brasil nos parece que llevan a la misma conclusión: solamente la clase trabajadora, despojada de toda propiedad y de todo poder, puede encabezar la lucha por abolir las relaciones de propiedad y de poder. Nadie ha podido sustituirla en esa tarea histórica. Ni los sectores “progresistas” de la burguesía o la pequeña burguesía o de la burocracia de estado, ni tampoco las masas de “excluidos”, ni menos aun las “multitudes” sin sexo definido. Si no logramos que la clase trabajadora asuma esa tarea histórica, nadie va a reemplazarla.

* En ese sentido está colocada la otra gran necesidad, que es la formación del partido revolucionario que ayude y oriente a la clase en esa misión histórica. De la misma manera que fracasaron las revoluciones que no tuvieran a la clase trabajadora al frente, fracasaron también los artificios organizativos que buscaban superar la necesidad del partido revolucionario. Sean los partidos stalinistas, los partidos-ejércitos guerrilleros, o los partidos tipo socialdemócrata, todos fracasaron en el sentido de ser una alternativa para la clase trabajadora. Del mismo modo que las alternativas autonomistas y anarquistas también fracasaron rotundamente en proponer una alternativa.

Evidentemente, la propuesta de construcción de un partido revolucionario suscita en la vanguardia una serie de interrogaciones.

¿Sería un nuevo aparato burocrático sobre las masas? La experiencias stalinistas y la del PT están frescas en la cabeza de la vanguardia. Evidentemente no hay cómo dar garantías a priori de que un nuevo partido no se va a burocratizar. Eso sería una irresponsabilidad. Pero la burocratización es ante todo un fenómeno social. Muchos atribuyen erróneamente a la estructura organizativa de partido la causa principal de la burocratización. Sin embargo, se ha visto cómo organizaciones que formalmente no cuentan con estructuras de partido, son tanto o más burocráticas que los partidos tradicionales.

Lo que debemos tener en mente, es el combate sin tregua contra la burocratización, tanto en los partidos como en el conjunto del movimiento obrero. La defensa intransigente de la democracia obrera, de la autoorganización de los trabajadores, el fin de los privilegios materiales y sociales que los cargos traen, son medidas que imponen barreras a la burocratización. Pero la mayor garantía será la autoactividad de la clase trabajadora con sus métodos de lucha.

En resumen, el desafío de la recomposición política puede enunciarse así: cómo construir un gran partido obrero y socialista que signifique la completa superación del “ciclo PT”, signado por el oportunismo y la adaptación al régimen, evitando al mismo tiempo derivar en una secta más.

En otras palabras, cómo construir un partido revolucionario, que involucre a lo mejor de la vanguardia obrera, juvenil y popular, que sea capaz disputar las masas trabajadoras a la burguesía y sus aparatos políticos e ideológicos.

>>>>>A Socialismo o Barbarie (revista) Nº 17/18

Notas:

[1].- En este sentido, es peligrosa la sobreestimación que hacen algunos sectores de la izquierda revolucionaria, como por ejemplo, el PSTU que caracteriza que la revolución brasileña no sólo “se está gestando”, sino que “de hecho ya se está haciendo” (Opinão Socialista, 26/05/04.

[2].- UNE: União Nacional dos Estudantes. UBES: União Brasileira dos Estudantes Secundaristas.

[3].- Una síntesis de esta visión sectaria elevada a teoría mundial, puede leerse en el artículo Um vendaval oportunista corre o mundo, publicado en el periódico del PSTU Opinião Socialista, 26/05/04.

[4].- Chapa branca (chapa blanca): es la forma en que se denomina a los agentes del gobierno. Muchos años atrás, los automóviles de los funcionarios del gobierno se identificaban con una patente blanca, diferente de los demás carros que la usaban amarilla. La chapa blanca les daba algunos privilegios.

[5].- En Brasil, “partidos de alquiler” (partido de alugel) son las organizaciones políticas que tienen legalidad electoral y que se alquilan a las figuras que quieran utilizarlas para presentarse a elecciones. Este hecho, no muy común en otros países, tiene que ver tanto con prácticas y tradiciones de la política brasileña, como con el sistema electoral vigente, en el que se vota primordialmente por personas más que por partidos. Collor de Mello fue presidente de marzo de 1990 hasta octubre de 1992, cuando fue destituido a consecuencia de grandes movilizaciones populares.

[6].- Partido Causa Operaria, organización afín al Partido Obrero de Argentina.

[7].- Ver Roberto Ramírez, ¿Revolución bolivariana? – La naturaleza del régimen de Chávez y sus propuestas políticas, Socialismo o Barbarie, revista, N° 16, abril 2004.

[8].- Trostky, Combatir al imperialismo para combatir al fascismo, en Escritos latinoamericanos, CEIP, Buenos Aires, 2000, pág. 95.

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